[Terminado] Saludos al sol
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Re: [Terminado] Saludos al sol
gracias por seguir,
masay- Entérate, ya soy una usuaria conocida
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Fecha de inscripción : 17/11/2008
Re: [Terminado] Saludos al sol
q bonitooo...!!!
muxas gracias por seguir julia ...
...si mis cuentas no m fallan solo falta un capi mas no¿?.. ...
...gracias d nuevoo julia..
muxas gracias por seguir julia ...
...si mis cuentas no m fallan solo falta un capi mas no¿?.. ...
...gracias d nuevoo julia..
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
ohhhhh q bonitooo!!!
muxas gracias x seguir con el fic julia!!
muxas gracias x seguir con el fic julia!!
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Bette decidió hacer las cosas más lentamente. Sus manos siguieron su viaje perezoso por el trasero y el pecho, como respuesta los pezones de Tina se endurecieron y apretaron, invitándola a seguir. Mientras, Tina seguía con una pierna apoyada en el suelo y la otra en el aire. Bette notó una leve una leve duda en la postura y rápidamente sostuvo a su compañera con una mano en la espalda. Una lengua cálida abrió un camino conocido mientras Tina se estremecía ante la sensación. Bette chupó y acarició los pezones en círculo, “mmmmmm”, fue todo lo que la rubia excitada pudo gemir.
Tina Kennard estaba al borde del orgasmo y Bette Porter lo sabía. Esto hizo que la instructora se lo pensara mucho antes de hacerle la pregunta siguiente. No había manera de que bajara el ritmo sin que hubiera una lucha.
“Entonces, Bette, dijiste que fue mi cuarto chacra quien te había invitado, ¿no?”.
“Correcto, Tina”. Una sonrisa amable apareció en la cara de caramelo. La poca ropa que llevaba la fugaz rubia no dejaba nada a la imaginación. Todo lo que Tina llevaba era tan diminuto que podía formar parte del vestuario de una muñeca. Cuando la mano de Bette se deslizó por la parte delantera del pantalón corto de Tina, los ojos oscuros se cerraron y la boca se abrió para recibirla. Y cuando los dedos se deslizaron por la humedad pegajosa, Tina casi perdió la compostura.
Decidida a seguir con el juego, Tina se animó a investigar en el estado actual de Bette. “¿Por qué no me hablas de esa invitación que has recibido, Bette>?”.
“De acuerdo”. Bette se obligó a abrir los ojos, y de repente recordó donde estaba. Ella podía haber olvidado el lugar, pero era plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Sus dedos se movieron suavemente arriba y abajo a lo largo de un clítoris duro e hinchado. “Oh, cariño”, gimió Tina. Su respiración la traicionaba y no quería más que correrse.
“Bueno, T, como creo que ya sabes, el cuarto chacra es el corazón”. Los dedos de Bette continuaron acariciando lentamente el clit de Tina. Con su novia en esta posición Bette no podía esperar a estar en el lugar que quería estar. Sabía que a Tina le gustaría el ángulo de la posición y la excitación torturadora estaba a punto de explotar. Si la mujer bronceada dejaba de pensar en ella, podía llegar al orgasmo en cualquier momento. La respiración de Tina se hizo más irregular y profunda, como la pasión que se reflejaba en su cara. “Te amo, Bette”, pronunció en voz baja.
“El chacra del corazón rige nuestra capacidad para amar tanto a nosotros mismos como a los demás. ¿Sabes cuanto te amo, Tina?”. Bette respiró profundamente mientras un nuevo torrente de emociones fluía a través de sus dedos. “tomaré esto como un si”, Bette sonrió, “¿Es esto para mi, cariño?”.
“Si”.
“Como te iba diciendo, el aire es el elemento del chacra del corazón, y el equilibrio es su aspecto. ¿Lo sabías T?”. La diosa del sol desconcertada fue incapaz de responder. “Te estoy haciendo una pregunta, ¿lo sabías Tina?”.
Tomándose un momento de respiro para centrarse y respirar con fuerza, finalmente respondió. “No, no lo sabía. No puedo respirar y soy incapaz de mantener mi equilibrio ahora mismo”, jadeó Tina suavemente.
“Te quiero Tina”.
Un profundo gemido salió de la yogui. “Bette”.
“¿Si, T?”.
Tina fue incapaz de continuar ante la oleada de sentimientos familiares que invadieron sus sentidos. Los dedos talentosos continuaron bombeando, acariciando, frotando y girando la esencia de Tina, que dejó caer todo su peso sobre Bette.
“Te quiero mucho”. Bette aumentó el ritmo y disminuyó el volumen, agregó otro dedo y volvió a aumentar la velocidad.
“Así pues, volvamos al cuarto chacra”, Bette continuó hablando mientras su mano seguía dando placer. “Hay dos colores asociados con el corazón. El verde representa el crecimiento y la salud, mientras que el rosa representa la compasión, la empatía y el amor. Para equilibrar este chacra hay que amarse y perdonarse, como tu me has enseñado a hacer”.
“Me haces sentir tan bien, Bette… voy a llegar”, gimió Tina.
El entusiasmo de Bette se cuadriplicó al ver a Tina a punto de conseguir un orgasmo monumental.
Tina temblaba suavemente y Bette quería gritar de alegría. En cambio, siguió hablando, porque tenía que decir algo de importancia extrema.
“Si Tina, vine aquí por tu cuarto chacra. Vine aquí por tu corazón”.
Escuchar las palabras de Bette excitó a Tina más allá de lo creíble. La diosa del sol estaba disfrutando indudablemente de cada minuto. Un suave “te amo Bette escapó de su boca. Incapaz ya de mantener ninguna postura, la rubia cayó temblando en los brazos de su novia. Quería quedarse allí. Siempre.
……………………………….
“¿Por qué eres tan maravillosa?”, preguntó Tina, besando los restos de jarabe de frambuesa del interior de los muslos temblorosos de Bette.
“Tina, ¿por qué me haces unas preguntas que no puedo contestar?”. Has hecho que me corra tropecientas veces, ¿y ahora quieres conversación?”.
Tina se rio tontamente acercándose más al clit de Bette, ordenando a su amante extender más las piernas para manipular mejor con la lengua. “K, deja de hablar”. Tina reflexionó mientras capturaba su joya favorita con la boca y la chupaba despacio.
“Joder Tina, como me gusta esto”, gimió Bette intentando agarrar algo dentro de su alcance. Pero fracasó.
No tuvo éxito. Sus caderas tenían una mente propia, ya que estaban muy cerca del deleite sin fin. “Siii T”. Bette gimió estas palabras más de cien veces mientras Tina implacablemente complacía a su novia.
Antes, aquel mismo día, el dúo había ido a la casa de Bette con la intención de empaquetar algunas cosas para trasladarlas a casa de Tina. Después de pasar la mayor parte de la última hora de la mañana y primeras de la tarde en hacer el amor en el estudio de Tina, se podría pensar que la parejita dedicaría unos minutos al embalaje. Pero noooo, hubo algo cuando Tina vio a Bette en la cocina que hizo que su líbido se disparara. Tal vez porque su amor parecía estar muy perdida en el mundo culinario, o tal vez porque parecía muy inocente. Tina no estaba segura, pero cuando vio a Bette en su cocina buscando quien sabe que , no tuvo otra opción, sólo ayudar a su amor a hacer algo comestible. El helado, la cereza y la salsa fueron ideas de Bette. Usar el cuerpo de Bette como recipiente fue idea de Tina. El resultado final fue el plato más dulce que Tina nunca había comido.
Cuando se tendieron en el suelo del solarium de Bette bajo el cielo centelleante, Tina cubrió el cuerpo recién duchado de Bette con el suyo propio y sacó un consolador. Sus corazones y estómagos estaban llenos y la conversación fluyó tan fácilmente como el vino que compartían en la misma copa. Había sido un buen día.
“¿Bette?”, preguntó Tina mientras hacía círculos en su pezón. Era difícil creer que después de un día entero haciendo el amor todavía quería más. Bette Porter era alguien de quien Tina Kennard nunca quedaba totalmente satisfecha.
“¿Si, T?”
“¿Cuáles son las 4 cosas más difíciles que has hecho?”.
Bette aclaró su garganta y pensó durante unos segundos. “Vamos a ver. Um, tener mi propia galería, pedirte perdón en Cabo. Hablo de cuando estuvimos en tu habitación, no de demostración en la playa”. Ambas se rieron. “El final de mi amistad con Helena, y supongo que el proceso en el que estoy ahora, de perdonar a Ziggy. Esas son mis cuatro cosas. ¿Y tu, Tina?”.
“Durante un momento pensé que me estabas interpretando a Shakespeare. Sólo esperaba que entrara Bruto para lanzarme al suelo. Agradezco que no fuera eso”, se rió Tina.
“Yo diría, cuando salí del armario de cara a mi familia, pedirte que dejaras mi habitación cuando me sorprendiste en Cabo, escuchar a Carmen en una sala llena de extraños como explicaba lo mal que la traté y el último sería dedicarme al gimnasio de mi estudio a tiempo completo”. La voz de Tina se rompió mientras examinaba la habitación. Después de un instante, su mirada volvió a Bette, cuyos ojos no se habían apartado de ella en ningún momento.”Esto me asusta, Bette. Pienso que si lo hago todo muy de repente mi clientela disminuirá drásticamente o que algo ocurrirá y me quedaré sin dinero. En el gimnasio yo sabía que recibiría mi cheque cada Viernes lloviera o hiciera sol, estuviera la clase llena o no. Esto es un terreno nuevo para mi”.
Una relaja Bette se derritió con la vulnerabilidad de Tina. “Bueno, Tina, no sé mucho sobre yoga, pero sé bastante sobre terrenos nuevos. De la forma que lo veo, creo que tienes motivos para estar asustada al hacer algo nuevo. Pero si sabes que dentro de ti es algo que quieres hacer, tienes que hacerlo, aunque tengas miedo. Y de algún modo, mágicamente, el miedo desaparecerá. Yo estaba muy asustada cuando me mudé a LA después que Zig me dejó, pero sabía que quería hacerlo, y ha sido fantástico. También estaba asustada cuando me lié contigo, pero estoy muy contenta de haberlo hecho”. Bette le dirigió una sonrisa resplandeciente y repitió la última frase, “estoy muy contenta de haberlo hecho”, y colocó un beso dulce y sueva en el cuello de caramelo.
“Ahora, en lo que se refiere a la disminución de tu clientela, y de dinero, creo que tu lo harás muy bien. Soy testigo de lo que haces cada día T. Y he visto que tienes una lista de espera más grande que el estado de California. No creo que esto vaya a cambiar. Pero supongamos que pasa algo imprevisto y el dinero es un problema. Me tienes a mi, Tina. Haré lo que sea para ayudarte. Hasta buscaré un trabajo serio si necesitas ayuda. No estás sola, ¿vale?”.
Una sonrisa apareció en la cara de Tina. “¿Por qué las cosas parecen tan sencillas contigo, Bette?”.
“Porque somos un equipo T. ¿No lo recuerdas?”.
“Definitivamente somos un equipo”, confirmó Tina mientras jugaba con la melena rizada de Bette. Me ha gustado muchísimo toda la conversación que hemos tenido hoy sobre el cuarto chacra, cariño”, declaró Tina calurosamente, “eres tan dulce”.
“Anoche, después que acabé de escribir una carta a Ziggy, comencé a leer uno de los libros que me prestaste. Y una de las afirmaciones para el corazón chacra realmente me impactó. Dice, estoy abierto a dar y recibir amor, libremente y sin esfuerzo. Perdono y libero los dolores de mi pasado, y soy libre para amar en el presente. Tina, no hay nada en el mundo que quiera más que conseguir liberar los dolores de mi pasado y amar libremente en el presente. Es maravilloso, ¿verdad?”.
“Tu eres maravillosa, Bette”, rió Tina feliz, “tengo mucha suerte por tenerte”. Bette respondió colocando un beso apasionado en los labios expectantes, algo de lo que nunca se cansaba.
Pronto se encontraron las dos íntimamente abrazadas. El placer de las dos había sido buscado y hábilmente conseguido en las prácticas de todo el día. Sus corazones estaban desbordados de amor.
Tina Kennard estaba al borde del orgasmo y Bette Porter lo sabía. Esto hizo que la instructora se lo pensara mucho antes de hacerle la pregunta siguiente. No había manera de que bajara el ritmo sin que hubiera una lucha.
“Entonces, Bette, dijiste que fue mi cuarto chacra quien te había invitado, ¿no?”.
“Correcto, Tina”. Una sonrisa amable apareció en la cara de caramelo. La poca ropa que llevaba la fugaz rubia no dejaba nada a la imaginación. Todo lo que Tina llevaba era tan diminuto que podía formar parte del vestuario de una muñeca. Cuando la mano de Bette se deslizó por la parte delantera del pantalón corto de Tina, los ojos oscuros se cerraron y la boca se abrió para recibirla. Y cuando los dedos se deslizaron por la humedad pegajosa, Tina casi perdió la compostura.
Decidida a seguir con el juego, Tina se animó a investigar en el estado actual de Bette. “¿Por qué no me hablas de esa invitación que has recibido, Bette>?”.
“De acuerdo”. Bette se obligó a abrir los ojos, y de repente recordó donde estaba. Ella podía haber olvidado el lugar, pero era plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Sus dedos se movieron suavemente arriba y abajo a lo largo de un clítoris duro e hinchado. “Oh, cariño”, gimió Tina. Su respiración la traicionaba y no quería más que correrse.
“Bueno, T, como creo que ya sabes, el cuarto chacra es el corazón”. Los dedos de Bette continuaron acariciando lentamente el clit de Tina. Con su novia en esta posición Bette no podía esperar a estar en el lugar que quería estar. Sabía que a Tina le gustaría el ángulo de la posición y la excitación torturadora estaba a punto de explotar. Si la mujer bronceada dejaba de pensar en ella, podía llegar al orgasmo en cualquier momento. La respiración de Tina se hizo más irregular y profunda, como la pasión que se reflejaba en su cara. “Te amo, Bette”, pronunció en voz baja.
“El chacra del corazón rige nuestra capacidad para amar tanto a nosotros mismos como a los demás. ¿Sabes cuanto te amo, Tina?”. Bette respiró profundamente mientras un nuevo torrente de emociones fluía a través de sus dedos. “tomaré esto como un si”, Bette sonrió, “¿Es esto para mi, cariño?”.
“Si”.
“Como te iba diciendo, el aire es el elemento del chacra del corazón, y el equilibrio es su aspecto. ¿Lo sabías T?”. La diosa del sol desconcertada fue incapaz de responder. “Te estoy haciendo una pregunta, ¿lo sabías Tina?”.
Tomándose un momento de respiro para centrarse y respirar con fuerza, finalmente respondió. “No, no lo sabía. No puedo respirar y soy incapaz de mantener mi equilibrio ahora mismo”, jadeó Tina suavemente.
“Te quiero Tina”.
Un profundo gemido salió de la yogui. “Bette”.
“¿Si, T?”.
Tina fue incapaz de continuar ante la oleada de sentimientos familiares que invadieron sus sentidos. Los dedos talentosos continuaron bombeando, acariciando, frotando y girando la esencia de Tina, que dejó caer todo su peso sobre Bette.
“Te quiero mucho”. Bette aumentó el ritmo y disminuyó el volumen, agregó otro dedo y volvió a aumentar la velocidad.
“Así pues, volvamos al cuarto chacra”, Bette continuó hablando mientras su mano seguía dando placer. “Hay dos colores asociados con el corazón. El verde representa el crecimiento y la salud, mientras que el rosa representa la compasión, la empatía y el amor. Para equilibrar este chacra hay que amarse y perdonarse, como tu me has enseñado a hacer”.
“Me haces sentir tan bien, Bette… voy a llegar”, gimió Tina.
El entusiasmo de Bette se cuadriplicó al ver a Tina a punto de conseguir un orgasmo monumental.
Tina temblaba suavemente y Bette quería gritar de alegría. En cambio, siguió hablando, porque tenía que decir algo de importancia extrema.
“Si Tina, vine aquí por tu cuarto chacra. Vine aquí por tu corazón”.
Escuchar las palabras de Bette excitó a Tina más allá de lo creíble. La diosa del sol estaba disfrutando indudablemente de cada minuto. Un suave “te amo Bette escapó de su boca. Incapaz ya de mantener ninguna postura, la rubia cayó temblando en los brazos de su novia. Quería quedarse allí. Siempre.
……………………………….
“¿Por qué eres tan maravillosa?”, preguntó Tina, besando los restos de jarabe de frambuesa del interior de los muslos temblorosos de Bette.
“Tina, ¿por qué me haces unas preguntas que no puedo contestar?”. Has hecho que me corra tropecientas veces, ¿y ahora quieres conversación?”.
Tina se rio tontamente acercándose más al clit de Bette, ordenando a su amante extender más las piernas para manipular mejor con la lengua. “K, deja de hablar”. Tina reflexionó mientras capturaba su joya favorita con la boca y la chupaba despacio.
“Joder Tina, como me gusta esto”, gimió Bette intentando agarrar algo dentro de su alcance. Pero fracasó.
No tuvo éxito. Sus caderas tenían una mente propia, ya que estaban muy cerca del deleite sin fin. “Siii T”. Bette gimió estas palabras más de cien veces mientras Tina implacablemente complacía a su novia.
Antes, aquel mismo día, el dúo había ido a la casa de Bette con la intención de empaquetar algunas cosas para trasladarlas a casa de Tina. Después de pasar la mayor parte de la última hora de la mañana y primeras de la tarde en hacer el amor en el estudio de Tina, se podría pensar que la parejita dedicaría unos minutos al embalaje. Pero noooo, hubo algo cuando Tina vio a Bette en la cocina que hizo que su líbido se disparara. Tal vez porque su amor parecía estar muy perdida en el mundo culinario, o tal vez porque parecía muy inocente. Tina no estaba segura, pero cuando vio a Bette en su cocina buscando quien sabe que , no tuvo otra opción, sólo ayudar a su amor a hacer algo comestible. El helado, la cereza y la salsa fueron ideas de Bette. Usar el cuerpo de Bette como recipiente fue idea de Tina. El resultado final fue el plato más dulce que Tina nunca había comido.
Cuando se tendieron en el suelo del solarium de Bette bajo el cielo centelleante, Tina cubrió el cuerpo recién duchado de Bette con el suyo propio y sacó un consolador. Sus corazones y estómagos estaban llenos y la conversación fluyó tan fácilmente como el vino que compartían en la misma copa. Había sido un buen día.
“¿Bette?”, preguntó Tina mientras hacía círculos en su pezón. Era difícil creer que después de un día entero haciendo el amor todavía quería más. Bette Porter era alguien de quien Tina Kennard nunca quedaba totalmente satisfecha.
“¿Si, T?”
“¿Cuáles son las 4 cosas más difíciles que has hecho?”.
Bette aclaró su garganta y pensó durante unos segundos. “Vamos a ver. Um, tener mi propia galería, pedirte perdón en Cabo. Hablo de cuando estuvimos en tu habitación, no de demostración en la playa”. Ambas se rieron. “El final de mi amistad con Helena, y supongo que el proceso en el que estoy ahora, de perdonar a Ziggy. Esas son mis cuatro cosas. ¿Y tu, Tina?”.
“Durante un momento pensé que me estabas interpretando a Shakespeare. Sólo esperaba que entrara Bruto para lanzarme al suelo. Agradezco que no fuera eso”, se rió Tina.
“Yo diría, cuando salí del armario de cara a mi familia, pedirte que dejaras mi habitación cuando me sorprendiste en Cabo, escuchar a Carmen en una sala llena de extraños como explicaba lo mal que la traté y el último sería dedicarme al gimnasio de mi estudio a tiempo completo”. La voz de Tina se rompió mientras examinaba la habitación. Después de un instante, su mirada volvió a Bette, cuyos ojos no se habían apartado de ella en ningún momento.”Esto me asusta, Bette. Pienso que si lo hago todo muy de repente mi clientela disminuirá drásticamente o que algo ocurrirá y me quedaré sin dinero. En el gimnasio yo sabía que recibiría mi cheque cada Viernes lloviera o hiciera sol, estuviera la clase llena o no. Esto es un terreno nuevo para mi”.
Una relaja Bette se derritió con la vulnerabilidad de Tina. “Bueno, Tina, no sé mucho sobre yoga, pero sé bastante sobre terrenos nuevos. De la forma que lo veo, creo que tienes motivos para estar asustada al hacer algo nuevo. Pero si sabes que dentro de ti es algo que quieres hacer, tienes que hacerlo, aunque tengas miedo. Y de algún modo, mágicamente, el miedo desaparecerá. Yo estaba muy asustada cuando me mudé a LA después que Zig me dejó, pero sabía que quería hacerlo, y ha sido fantástico. También estaba asustada cuando me lié contigo, pero estoy muy contenta de haberlo hecho”. Bette le dirigió una sonrisa resplandeciente y repitió la última frase, “estoy muy contenta de haberlo hecho”, y colocó un beso dulce y sueva en el cuello de caramelo.
“Ahora, en lo que se refiere a la disminución de tu clientela, y de dinero, creo que tu lo harás muy bien. Soy testigo de lo que haces cada día T. Y he visto que tienes una lista de espera más grande que el estado de California. No creo que esto vaya a cambiar. Pero supongamos que pasa algo imprevisto y el dinero es un problema. Me tienes a mi, Tina. Haré lo que sea para ayudarte. Hasta buscaré un trabajo serio si necesitas ayuda. No estás sola, ¿vale?”.
Una sonrisa apareció en la cara de Tina. “¿Por qué las cosas parecen tan sencillas contigo, Bette?”.
“Porque somos un equipo T. ¿No lo recuerdas?”.
“Definitivamente somos un equipo”, confirmó Tina mientras jugaba con la melena rizada de Bette. Me ha gustado muchísimo toda la conversación que hemos tenido hoy sobre el cuarto chacra, cariño”, declaró Tina calurosamente, “eres tan dulce”.
“Anoche, después que acabé de escribir una carta a Ziggy, comencé a leer uno de los libros que me prestaste. Y una de las afirmaciones para el corazón chacra realmente me impactó. Dice, estoy abierto a dar y recibir amor, libremente y sin esfuerzo. Perdono y libero los dolores de mi pasado, y soy libre para amar en el presente. Tina, no hay nada en el mundo que quiera más que conseguir liberar los dolores de mi pasado y amar libremente en el presente. Es maravilloso, ¿verdad?”.
“Tu eres maravillosa, Bette”, rió Tina feliz, “tengo mucha suerte por tenerte”. Bette respondió colocando un beso apasionado en los labios expectantes, algo de lo que nunca se cansaba.
Pronto se encontraron las dos íntimamente abrazadas. El placer de las dos había sido buscado y hábilmente conseguido en las prácticas de todo el día. Sus corazones estaban desbordados de amor.
Re: [Terminado] Saludos al sol
sin palabras... simplemente genial!! muxas gracias x seguir julia!
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
muuyy bonitooo... es un gran ff y julia, tu aun mas grande x traducirlo :DD
muxass gracias
muxass gracias
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
muy bueno, muy intenso y al final romántico y con cosas d yoga y chakras.
( como jenny)
( como jenny)
masay- Entérate, ya soy una usuaria conocida
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Fecha de inscripción : 17/11/2008
Re: [Terminado] Saludos al sol
Este fic es largo q vamos, q paciencia julia, eres supermaja x seguir.
(Y muy animadas estas chicas, buff vaya .)
(Y muy animadas estas chicas, buff vaya .)
Xena- Cuídame que soy novata
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Edad : 45
Fecha de inscripción : 22/10/2009
Re: [Terminado] Saludos al sol
Capítulo 32
Parte 1
“Este no es el final. Ni siquiera es el comienzo del fin, Pero es, quizás, el final del principio” –Winston Churchill
Una pensativa Tina estaba sentada sola en las escaleras del Gimnasio entretenida con pensamientos tranquilos mientras la llegada de un día nuevo la abrazaba con energía. Le gustaban las mañanas. De hecho, a la rubia tranquila le gustaban casi tanto como le gustaba Bette Porter, que era mucho. Bette ya no tenía un pie en casa de Tina y otro en la suya, en la misma calle un poco más abajo. Tenía ambos pies felizmente plantados en la morada de Tina y el dúo no podía ser más feliz. Haciendo girar su teléfono móvil, miró el dispositivo minúsculo mientras su mente hacía lo mismo. Colocó su índice en el centro del artefacto y miró los números que le precisaron lo temprano de la hora. La diosa del sol observó las nubes en el cielo y sonrió. La mañana era su tiempo favorito. Inhaló profundamente el aire frío que la rodeaba, y lo saboreó como si fuera caliente.
El rugido inquietante de un motor obligó a la mujer introspectiva a abandonar su estado de reflexión. Una sonrisa enorme apareció en la cara de Tina cuando un gran autobús se detuvo en la parada. Contenta, corrió hasta el vehículo y esperó en la puerta larga y estrecha. Cuando entró en el, muchos ojos brillantes la contemplaron. Mientras se relajaba con la calidez con que la saludaban, un calmoso “buenos días Tina” se hizo un hueco entre el ruido. La dulzura del saludo sacudió su columna vertebral. La instructora de yoga vio como la conductora tenía en el suelo su bolsa de lona y su estera de yoga. Después de que Bette descubrió que Tina estaba preocupada por su nueva aventura, la morena había programado una limpieza profesional sin el conocimiento de Tina. Ahora todo era tan bueno como nuevo.
“Buenos días a todo el mundo”, canturreó Tina con entusiasmo. La instructora se derrumbó en el asiento más cercano a la conductora e inspeccionó las caras alegres de sus estudiantes de yoga.
“¿Dónde está Carlos?, preguntó.
Un par de dedos apuntaron a un adolescente profundamente dormido en la parte trasera del autobús con una manta cubriendo su cabeza. La manta se la había dado Tina un par de años atrás, cuando el y su madre vivían temporalmente en su coche. La simple envoltura significaron confort y calidez en un momento en que en su mundo no había ninguno. Sus días comenzaban y terminaban con la sensación de que tenían el apoyo de Tina. Y aunque el y su madre se fueron a vivir a un apartamento, Carlos continuó durmiendo con la manta cada noche. Tina se emocionó con la vista.
El exaltado grupo iba de acampada todo el fin de semana. Era algo que habían hablado hacía tiempo, pero era algo casi imposible de organizar con el estudio de Tina que acababa de despegar. Aunque Tina adoraba la vida que estaba viviendo, a veces era demasiado abrumadora e iba tan rápida que no podía hacerle frente. Momentos como este hacían que todo valiera la pena. Sus chicos crecían a pasos agigantados y había que aprovechar el momento para conectar con ellos otra vez. Estos adolescentes impacientes ayudaban a la mujer ocupada a mantener en su vida una perspectiva, y por eso les estaba agradecida.
Los dispositivos electrónicos no estaban permitidos en los campamentos, pero si durante el viaje. Tina pensaba que iba a haber un motón de protestas cuando discutió las normas con sus alumnos, pero sorprendentemente a todos les pareció bien. A menudo se sorprendía de cómo, incluso a una edad tan joven, sus jóvenes reconocían los beneficios de las normas. Eran un grupo muy disciplinado, y estaba muy orgullosa de ellos. Ellos también estaban orgullosos de ella. No tanto por sus logros públicos, sino por su interés sincero por ellos. Y por primera vez en su vida, muchos de sus chicos disfrutaban de la alegría de una promesa cumplida.
Cuando Tina le habló a Bette de sus planes sobre la acampada, Bette preguntó si se trataba de tiendas de campaña. Cuando la respuesta fue positiva, Bette sonrió y le dijo a su amiga aventurera que la estaría esperando a su regreso. Tina se rió. Ahora se reía tontamente al recordar el resplandor de la risa de Bette durante un instante breve. Luego la devolvió con cuidado al archivo mental de fácil acceso de todas las cosas de Bette.
La mente de Tina continuó girando sin su permiso, y ella necesitaba desesperadamente que se detuviera. Cogió su mochila, y la taza de te de las mañanas y decididamente se dirigió a la parte trasera del autobús. Al pasar rozó la cabeza de su tripulación que dormitaba . Una vez situada en la última fila, la diosa del sol sacó de mala gana un papel del bolsillo de sus vaqueros y miró el número. El vapor de la taza la aislaba, mientras asumía la postura del loto y tomaba unos sorbos de la mezcla marroquí. Cuando el líquido caliente se deslizaba por su garganta, la mujer inestable, dudosa, cogió su teléfono, lo abrió, y comenzó a marcar.
Una voz melodiosa respondió a la primera, y el corazón de Tina se hundió hasta la boca del estómago.
“Hola Helena, soy Tina. Tina Kennard. ¿Tienes un minuto?”.
Una pausa embarazosa llegó hasta los oídos de la mujer nerviosa.
“En realidad no lo sé. Estoy en medio de una reunión, Rina”.
“¿Un sábado por la mañana?”, preguntó Tina. ¿Y cuándo es un buen momento para volver a llamarte entonces?”. Ambas mujeres pensaron, “nunca”, pero ninguna de ellas lo dijo.
“Creo que dentro de media hora. ¿Es importante, Tina?. No tengo mucho tiempo”. Tina la interrumpió.
“De acuerdo, volveré a llamar. Y sí, es importante”.
Un largo silencio indicó que la llamada había sido desconectada. Tina cerró su teléfono, y también los ojos, recostándose en el asiento de felpa. Dejó que su mente volara, pero no demasiado lejos. Cuando pasaron 35 minutos, Tina volvió a marcar y esperó que le contestaran la llamada. Después de esperar lo que le pareció una eternidad, se preparó para dejar un mensaje. La llamada finalmente fue contestada.
“¿Qué es lo que necesitas, Tina?”.
El tono directo le revolvió el estómago. “Bueno, Helena yo quería pedirte disculpas por las cosas hirientes que te he dicho y hecho durante años. Nunca nos hemos llevado bien, y no sé si nos llevaremos bien algún día. Sólo quiero que sepas cuanto siento mi comportamiento pasado”. Imágenes de conversaciones groseras y confrontaciones pasaron por la mente de Tina. Una imagen de la fallecida esposa de Helena, Darby, se colocó en el centro, sólo abandonada por una imagen aún más grande de Helena mirando mal a Tina y Bette la noche que se quedaron hablando. Tina recordó que había devuelto la mirada venenosa a Helena y al mismo tiempo se acercó más a Bette. Ahora le dolía recordar toda la amargura de su tumultuosa historia.
Después de unos segundos, Helena respondió, “debes estar arrepentida. ¿Eso es todo, Tina?”.
“No es todo”. Tina respiró profundamente y suavizó la voz. Las palabras que habían estado dando vueltas por su mente estaban a punto de salir. “Helena, ¿podrás perdonarme todas las cosas malas que he dicho y hecho?”.
Una risa odiosa llegó a oídos de Tina.
“¿Por qué parece que hoy es el día de las solicitudes razonables?. Primero las excusas de mi compañera de trabajo, y ahora tu. En este momento no puedo garantizarte nada, Tina”, dijo Helena seriamente. Tina no esperaba un milagro. Para ser honesta, ya estaba contenta con que Helena no hubiera colgado todavía el teléfono.
“Quiero darte las gracias por ser tan buena amiga de Bette cuando ella necesitaba tener a alguien a su lado. Tu presencia en su vida durante ese tiempo ha sido inestimable”.
La última cosa que Helena quería oir era el nombre de Bette. Echaba de menos a su amiga más de lo que podía decir con palabras y sus ojos se nublaban sólo con mencionar su nombre. Aún no había aceptado que Bette estaba enamorada de Tina Kennard. “Tina, aún no sé que es lo que Bette ve en ti”.
El genio, previamente controlado, comenzó a subir inmediatamente, y Tina se molestó inmediatamente, aunque no quería responder.
Tina finalmente reunió la fuerza suficiente para responder. “Es curioso que digas eso. Hay veces que yo tampoco entiendo lo que Bette ve en mi”. La rubia sonrió. “Ella lo sabe todo sobre mi y me quiere de todas formas”. Tina hablaba gustosamente de la mujer que había cambiado su vida. Apretó el teléfono al oído, por si había una respuesta, pero no la hubo. Tina pensó que ya lo había dicho todo, así que terminó la conversación. “Gracias por atender mi llamada, Helena. Cuidate”. Suavemente cerró el teléfono, así como el capítulo de su vida titulado “Odio a Helena”.
Tina cogió el papel con el número de teléfono de Helena, y miró fijamente el nombre y el número que estaban apuntados en el otro lado.
……………………………
Parte 1
“Este no es el final. Ni siquiera es el comienzo del fin, Pero es, quizás, el final del principio” –Winston Churchill
Una pensativa Tina estaba sentada sola en las escaleras del Gimnasio entretenida con pensamientos tranquilos mientras la llegada de un día nuevo la abrazaba con energía. Le gustaban las mañanas. De hecho, a la rubia tranquila le gustaban casi tanto como le gustaba Bette Porter, que era mucho. Bette ya no tenía un pie en casa de Tina y otro en la suya, en la misma calle un poco más abajo. Tenía ambos pies felizmente plantados en la morada de Tina y el dúo no podía ser más feliz. Haciendo girar su teléfono móvil, miró el dispositivo minúsculo mientras su mente hacía lo mismo. Colocó su índice en el centro del artefacto y miró los números que le precisaron lo temprano de la hora. La diosa del sol observó las nubes en el cielo y sonrió. La mañana era su tiempo favorito. Inhaló profundamente el aire frío que la rodeaba, y lo saboreó como si fuera caliente.
El rugido inquietante de un motor obligó a la mujer introspectiva a abandonar su estado de reflexión. Una sonrisa enorme apareció en la cara de Tina cuando un gran autobús se detuvo en la parada. Contenta, corrió hasta el vehículo y esperó en la puerta larga y estrecha. Cuando entró en el, muchos ojos brillantes la contemplaron. Mientras se relajaba con la calidez con que la saludaban, un calmoso “buenos días Tina” se hizo un hueco entre el ruido. La dulzura del saludo sacudió su columna vertebral. La instructora de yoga vio como la conductora tenía en el suelo su bolsa de lona y su estera de yoga. Después de que Bette descubrió que Tina estaba preocupada por su nueva aventura, la morena había programado una limpieza profesional sin el conocimiento de Tina. Ahora todo era tan bueno como nuevo.
“Buenos días a todo el mundo”, canturreó Tina con entusiasmo. La instructora se derrumbó en el asiento más cercano a la conductora e inspeccionó las caras alegres de sus estudiantes de yoga.
“¿Dónde está Carlos?, preguntó.
Un par de dedos apuntaron a un adolescente profundamente dormido en la parte trasera del autobús con una manta cubriendo su cabeza. La manta se la había dado Tina un par de años atrás, cuando el y su madre vivían temporalmente en su coche. La simple envoltura significaron confort y calidez en un momento en que en su mundo no había ninguno. Sus días comenzaban y terminaban con la sensación de que tenían el apoyo de Tina. Y aunque el y su madre se fueron a vivir a un apartamento, Carlos continuó durmiendo con la manta cada noche. Tina se emocionó con la vista.
El exaltado grupo iba de acampada todo el fin de semana. Era algo que habían hablado hacía tiempo, pero era algo casi imposible de organizar con el estudio de Tina que acababa de despegar. Aunque Tina adoraba la vida que estaba viviendo, a veces era demasiado abrumadora e iba tan rápida que no podía hacerle frente. Momentos como este hacían que todo valiera la pena. Sus chicos crecían a pasos agigantados y había que aprovechar el momento para conectar con ellos otra vez. Estos adolescentes impacientes ayudaban a la mujer ocupada a mantener en su vida una perspectiva, y por eso les estaba agradecida.
Los dispositivos electrónicos no estaban permitidos en los campamentos, pero si durante el viaje. Tina pensaba que iba a haber un motón de protestas cuando discutió las normas con sus alumnos, pero sorprendentemente a todos les pareció bien. A menudo se sorprendía de cómo, incluso a una edad tan joven, sus jóvenes reconocían los beneficios de las normas. Eran un grupo muy disciplinado, y estaba muy orgullosa de ellos. Ellos también estaban orgullosos de ella. No tanto por sus logros públicos, sino por su interés sincero por ellos. Y por primera vez en su vida, muchos de sus chicos disfrutaban de la alegría de una promesa cumplida.
Cuando Tina le habló a Bette de sus planes sobre la acampada, Bette preguntó si se trataba de tiendas de campaña. Cuando la respuesta fue positiva, Bette sonrió y le dijo a su amiga aventurera que la estaría esperando a su regreso. Tina se rió. Ahora se reía tontamente al recordar el resplandor de la risa de Bette durante un instante breve. Luego la devolvió con cuidado al archivo mental de fácil acceso de todas las cosas de Bette.
La mente de Tina continuó girando sin su permiso, y ella necesitaba desesperadamente que se detuviera. Cogió su mochila, y la taza de te de las mañanas y decididamente se dirigió a la parte trasera del autobús. Al pasar rozó la cabeza de su tripulación que dormitaba . Una vez situada en la última fila, la diosa del sol sacó de mala gana un papel del bolsillo de sus vaqueros y miró el número. El vapor de la taza la aislaba, mientras asumía la postura del loto y tomaba unos sorbos de la mezcla marroquí. Cuando el líquido caliente se deslizaba por su garganta, la mujer inestable, dudosa, cogió su teléfono, lo abrió, y comenzó a marcar.
Una voz melodiosa respondió a la primera, y el corazón de Tina se hundió hasta la boca del estómago.
“Hola Helena, soy Tina. Tina Kennard. ¿Tienes un minuto?”.
Una pausa embarazosa llegó hasta los oídos de la mujer nerviosa.
“En realidad no lo sé. Estoy en medio de una reunión, Rina”.
“¿Un sábado por la mañana?”, preguntó Tina. ¿Y cuándo es un buen momento para volver a llamarte entonces?”. Ambas mujeres pensaron, “nunca”, pero ninguna de ellas lo dijo.
“Creo que dentro de media hora. ¿Es importante, Tina?. No tengo mucho tiempo”. Tina la interrumpió.
“De acuerdo, volveré a llamar. Y sí, es importante”.
Un largo silencio indicó que la llamada había sido desconectada. Tina cerró su teléfono, y también los ojos, recostándose en el asiento de felpa. Dejó que su mente volara, pero no demasiado lejos. Cuando pasaron 35 minutos, Tina volvió a marcar y esperó que le contestaran la llamada. Después de esperar lo que le pareció una eternidad, se preparó para dejar un mensaje. La llamada finalmente fue contestada.
“¿Qué es lo que necesitas, Tina?”.
El tono directo le revolvió el estómago. “Bueno, Helena yo quería pedirte disculpas por las cosas hirientes que te he dicho y hecho durante años. Nunca nos hemos llevado bien, y no sé si nos llevaremos bien algún día. Sólo quiero que sepas cuanto siento mi comportamiento pasado”. Imágenes de conversaciones groseras y confrontaciones pasaron por la mente de Tina. Una imagen de la fallecida esposa de Helena, Darby, se colocó en el centro, sólo abandonada por una imagen aún más grande de Helena mirando mal a Tina y Bette la noche que se quedaron hablando. Tina recordó que había devuelto la mirada venenosa a Helena y al mismo tiempo se acercó más a Bette. Ahora le dolía recordar toda la amargura de su tumultuosa historia.
Después de unos segundos, Helena respondió, “debes estar arrepentida. ¿Eso es todo, Tina?”.
“No es todo”. Tina respiró profundamente y suavizó la voz. Las palabras que habían estado dando vueltas por su mente estaban a punto de salir. “Helena, ¿podrás perdonarme todas las cosas malas que he dicho y hecho?”.
Una risa odiosa llegó a oídos de Tina.
“¿Por qué parece que hoy es el día de las solicitudes razonables?. Primero las excusas de mi compañera de trabajo, y ahora tu. En este momento no puedo garantizarte nada, Tina”, dijo Helena seriamente. Tina no esperaba un milagro. Para ser honesta, ya estaba contenta con que Helena no hubiera colgado todavía el teléfono.
“Quiero darte las gracias por ser tan buena amiga de Bette cuando ella necesitaba tener a alguien a su lado. Tu presencia en su vida durante ese tiempo ha sido inestimable”.
La última cosa que Helena quería oir era el nombre de Bette. Echaba de menos a su amiga más de lo que podía decir con palabras y sus ojos se nublaban sólo con mencionar su nombre. Aún no había aceptado que Bette estaba enamorada de Tina Kennard. “Tina, aún no sé que es lo que Bette ve en ti”.
El genio, previamente controlado, comenzó a subir inmediatamente, y Tina se molestó inmediatamente, aunque no quería responder.
Tina finalmente reunió la fuerza suficiente para responder. “Es curioso que digas eso. Hay veces que yo tampoco entiendo lo que Bette ve en mi”. La rubia sonrió. “Ella lo sabe todo sobre mi y me quiere de todas formas”. Tina hablaba gustosamente de la mujer que había cambiado su vida. Apretó el teléfono al oído, por si había una respuesta, pero no la hubo. Tina pensó que ya lo había dicho todo, así que terminó la conversación. “Gracias por atender mi llamada, Helena. Cuidate”. Suavemente cerró el teléfono, así como el capítulo de su vida titulado “Odio a Helena”.
Tina cogió el papel con el número de teléfono de Helena, y miró fijamente el nombre y el número que estaban apuntados en el otro lado.
……………………………
Re: [Terminado] Saludos al sol
eyyyyyyyyyy que buena esta la historia, aqui otra chica esperando por lo que sigue
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
gracias bonita, ha sido muuuuuuuuuuuuuuuy interesante.
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
uyym muxass gracia julia x seguir con el ff!!
es muyy bonitoo :DD
es muyy bonitoo :DD
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
muy bonito sí... quién será la próxima?? nos tocará esperar... gracias x seguir con el fic julia!
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
El frío del acero en los dedos y en las palmas de las manos provocó que una sonrisa confiada apareciera en los labios de Bette. Después de haberse quitado la protección de cuero, la morena quedó encantada con la textura lisa, dura de las pesas que aseguraba cómodamente en sus manos. Arrojando los guantes a un lado se centró en el desafío mental y físico que iba a emprender. La mente de Bette explotó como dinamita en la temprana sesión de terapia mañanera.
Era irónico pensar que la terapia agotaba a Bette, tanto como otros ejercicios agotadores. Y al igual que algunas personas quedaban increíblemente agotadas cuando acababan el ejercicio, ella quedaba increíblemente agotada cada vez que completaba una sesión de terapia.
Una pensativa Bette se dispuso a completar su tabla de ejercicios y se dirigió a un saco de boxeo. Mientras se ataba las correas de los guantes, la imagen de Ziggy ocupó su mente. Derecha, izquierda, derecha “Tengo que impedir que esta persona se entrometa en el estado de equilibrio de mi mente”. Mientras alternaba incansable las manos con el ritmo rápido y continuo de los pies, la boxeadora impulsiva llegó a quedarse empapada por todas partes. Y no sólo de sudor. Las lágrimas fluían tan libremente como el sudor.
Después del extenso ejercicio en el gimnasio, Bette quedaba más cansada de lo que se pueda imaginar. Y en esto no estaba incluido el rigor exhaustivo mental y emocional que sufría previamente en sus sesiones con un psiquiatra. Alice había llamado a todos los terapeutas hasta encontrarle uno. Bette sabía que las intensas sesiones eran beneficiosas, pero en su opinión eran tremendamente agotadoras. Siempre acababa recordando su amarga experiencia, y llorando. El ejercicio físico le daba una especie de control, era como una salida. Después de ducharse en el gimnasio y coger una botella de agua, Bette se preguntaba acerca de la monstruosidad de aquel lugar en el que trabajaba. Aún no se podía creer lo enorme que era el gimnasio. Bette pasó delante de la oficina de Tina y se detuvo para mirar por la pequeña ventana. Las comisuras de sus labios se levantaron mientras introducía un sobre de color púrpura por debajo de la puerta. La agotada entrenadora sabía que Tina sonreiría ampliamente en cuanto viera el sobre, sólo porque era de color púrpura.
Cuando Bette llegó a casa, necesitaba con locura fumarse un cigarrillo. Después de tener una breve pero intensa conversación con ella misma, decidió no hacerlo. En su lugar, se fue a la nevera y cogió un tallo de apio. No podía quitar de su memoria ese matrimonio que le salió mal y le dejaba un mal sabor de boca. En cuanto colocó el tallo de apio cómodamente entre sus labios, sonaron el teléfono y el timbre de la puerta de forma simultánea. Optó por contestar el teléfono, aunque, a decir verdad, no quería ser molestada de ninguna manera.
“¿Cómo te fue con el terapeuta? ¿Todo claro ahora? ¿O no está claro? Joder. ¿Cómo te ha ido tu sesión de hoy?”, se rió la voz.
“Hola a ti también, Alice. Todo salió biem”
“Sólo quería saber si estabas bien, ya que tu mujer se fue a la montaña”, cacareó Alice, “esos pobres niños. ¿Saben que Tina no va a dejarles pasar una?. Probablemente van a tener nubes sin azúcar y galletas de trigo en lugar de Grahan y algarrobas en lugar de chocolate”, se rió, “y ante esos desastres esos preciosos niños crearán pancartas con nombres como “no más” o “la cagaste” o algo así”.
Bette no podía contener la risa. “Alice, tu necesitas ayuda”.
Una carcajada estridente aterrizó en el oído de Bette. “Nunca digas nunca. Así Bette, de verdad, ¿cómo estás?. ¿Quieres compañía o algo de comida basura, o un porro o una copa?. Tu pídelo, y yo te lo consigo”.
“Estoy bien, Al”.
Alice sabía que Bette no quería compañía. También sabía que estaba en momentos de análisis y evaluación, y no quería interferir ni distraer a su amiga y entrenadora.
La excéntrica rubia condescendió. “De acuerdo, Bette, un viento frío sopla en mi camino , así que sabes que puedes llamarme en cualquier momento, ¿vale?. Ey, soy una poeta y no lo sabía. En realidad, yo sí lo sabía”, enfatizó, “tu eres la que no lo sabía”.
“Vale”, afirmó Bette dándolo por hecho.
“Okie dokie smokie. Nos vemos”, canturreó Alice.
“Hasta luego, cocodrilo”, respondió Bette con solemnidad. Otro flash de Ziggy apareció en su mente mientras colgaba el auricular.
La mujer de bronce le dio un bocado rápido a su tallo de apio, hizo una mueca de disgusto y trató de aplastar el apio como si fuera un cigarrillo. Se rompió instantáneamente. “Joder”.
…………………………………………………………….
Después de leer durante un rato, Tina cogió el papel en el que estaba apuntado el teléfono de Helena y se quedó mirando el nombre y el número que había al otro lado. Cuando lo estaba haciendo, el pequeño dispositivo electrónico que estaba en el asiento de al lado se iluminó, mostrando la maravillosa imagen de su novia. El rostro de Tina también se iluminó como respuesta.
“Hola, preciosa”, saludó calurosa.
“Te echo de menos, Tina”.
A Tina le gustaba cuando Bette era tan directa. Una sonrisa automática apareció en una cara antes preocupada.
“Eso es porque tu eres mi amorcito, Bette. Yo también te echo de menos. ¿Cómo estás?”.
“Bien”, respondió Bette apenas en un susurro. Tina sabía que su novia estaba triste a causa de su sesión de terapia de la mañana. También sabía que Bette no iba a hablar sobre sus sentimientos en ese momento. La preocupada rubia se preguntó si el amor de su vida quería recibir algo de ella.
“Cariño, estoy esperando que llegue un paquete. ¿Puedes comprobar si me lo han dejado en la puerta?”.
“Vale, espera un momento, que voy a mirar”. Bette fue a la puerta y asomó la cabeza. Había una caja de tamaño mediano apoyada en una de las flores favoritas de Tina. Menos mal que Tina estaba ausente, si no, se habría puesto histérica al ver que un par de delicados párpados habían caído al suelo.
“Mierda”, murmuró Bette.
“¿Qué pasa, Bette?”
“Nada, T. Si, hay una caja aquí”.
“No estará aplastando mis flore, ¿verdad?. ¿Están todas bien?”, preguntó Tina preocupándose por sus amadas flores.
Bette se rió. “Están bien, T. Una pequeña hoja en el suelo, eso es todo”.
“Si tu lo dices, cariño”, transigió Tina. La voz de Bette podía calmar una bestia salvaje y Tina, definitivamente, se sentía muy humana en ese momento. Las flores de Tina eran una extensión de ella, se sentía muy orgullosa de ellas.
“Hay un paquete aquí y es para mi, no es para ti”, el escuchar la emoción de Bette hizo sonreir a Tina. “Tina, ¿tienes un segundo para mi?”.
Tina pidió a Bette que la perdonara y alejó el teléfono de su boca. “Claro, Sierra, sólo dame un minuto”. La feliz instructora de yoga devolvió toda su atención a su llamada telefónica. “Cariño, tengo que ir a ver lo que están haciendo mis niños”, Tina rápidamente se asomó por la ventana del autobús antes de subir en el.
“Ah, Bette, gracias por los bocadillos, estaban deliciosos”. Una sonrisa amplia apareció en los labios de Bette. “No es para tanto, T.”. Bette sabía que no podía competir con las habilidades culinarias de Tina, y no lo intentaba. Llenó, sin embargo, una bolsa con vegetales, que sabía que a su novia la harían feliz.
“Te quiero, Bette, ¿Lo sabes?”.
“Lo sé”, respondió Bette con seguridad, “yo también te amo, T. Que tengas un buen día”
Bette tarareaba feliz mientras entraba la caja en la casa y procedía a abrirla. Dentro había tres cajas más pequeñas perfectamente envueltas y una not adjunta a cada una de ellas. La letra inconfundible provocó que una sonrisa se escapara de la boca de Bette. “Esto es genial”, gritó emocionada. A Bette le gustaban las sorpresas, aunque a Tina no. La nota de la primera caja decía: “Para tu mente, tu cuerpo y tu alma”. Una curiosa Bette Porter metió la mano y sacó un diario de cuero con una versión minimizada de una de sus pinturas en la tapa. “Increible”, fue la única palabra que Bette pudo decir en ese momento.
Un frasco de sal de baño de fabricación casera y una vela en forma de corazón estaban en la misma caja, cuidadosamente empaquetados. Los dos eran creaciones de Tina Kennard. “¿Hay algo que tu no puedas hacer, cariño?”. Bette aspiró el dulce aroma que ahora impregnaba el aire.
La nota de la segunda caja decía “Para mi”. Bette se rió. “Tina, ¿por qué tienes un regalo para ti en mi caja?”. Una sonrisa malévola apareció en su cara. Un par de bragas púrpuras y un sujetador aparecieron dentro de la caja del mismo color. Un estremecimiento entre las piernas de Bette la alertó de que este era un regalo que le daría buenos momentos. “Bonito. Tina, muy bonito”, dijo Bette mientras sostenía el conjunto en el aire.
La nota de la tercera caja decía “Para el último mordisco de la noche”. Bette chilló con regocijo mientras apretaba sus regalos y se fue corriendo a preparar un fabuloso baño de agua caliente.
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Era irónico pensar que la terapia agotaba a Bette, tanto como otros ejercicios agotadores. Y al igual que algunas personas quedaban increíblemente agotadas cuando acababan el ejercicio, ella quedaba increíblemente agotada cada vez que completaba una sesión de terapia.
Una pensativa Bette se dispuso a completar su tabla de ejercicios y se dirigió a un saco de boxeo. Mientras se ataba las correas de los guantes, la imagen de Ziggy ocupó su mente. Derecha, izquierda, derecha “Tengo que impedir que esta persona se entrometa en el estado de equilibrio de mi mente”. Mientras alternaba incansable las manos con el ritmo rápido y continuo de los pies, la boxeadora impulsiva llegó a quedarse empapada por todas partes. Y no sólo de sudor. Las lágrimas fluían tan libremente como el sudor.
Después del extenso ejercicio en el gimnasio, Bette quedaba más cansada de lo que se pueda imaginar. Y en esto no estaba incluido el rigor exhaustivo mental y emocional que sufría previamente en sus sesiones con un psiquiatra. Alice había llamado a todos los terapeutas hasta encontrarle uno. Bette sabía que las intensas sesiones eran beneficiosas, pero en su opinión eran tremendamente agotadoras. Siempre acababa recordando su amarga experiencia, y llorando. El ejercicio físico le daba una especie de control, era como una salida. Después de ducharse en el gimnasio y coger una botella de agua, Bette se preguntaba acerca de la monstruosidad de aquel lugar en el que trabajaba. Aún no se podía creer lo enorme que era el gimnasio. Bette pasó delante de la oficina de Tina y se detuvo para mirar por la pequeña ventana. Las comisuras de sus labios se levantaron mientras introducía un sobre de color púrpura por debajo de la puerta. La agotada entrenadora sabía que Tina sonreiría ampliamente en cuanto viera el sobre, sólo porque era de color púrpura.
Cuando Bette llegó a casa, necesitaba con locura fumarse un cigarrillo. Después de tener una breve pero intensa conversación con ella misma, decidió no hacerlo. En su lugar, se fue a la nevera y cogió un tallo de apio. No podía quitar de su memoria ese matrimonio que le salió mal y le dejaba un mal sabor de boca. En cuanto colocó el tallo de apio cómodamente entre sus labios, sonaron el teléfono y el timbre de la puerta de forma simultánea. Optó por contestar el teléfono, aunque, a decir verdad, no quería ser molestada de ninguna manera.
“¿Cómo te fue con el terapeuta? ¿Todo claro ahora? ¿O no está claro? Joder. ¿Cómo te ha ido tu sesión de hoy?”, se rió la voz.
“Hola a ti también, Alice. Todo salió biem”
“Sólo quería saber si estabas bien, ya que tu mujer se fue a la montaña”, cacareó Alice, “esos pobres niños. ¿Saben que Tina no va a dejarles pasar una?. Probablemente van a tener nubes sin azúcar y galletas de trigo en lugar de Grahan y algarrobas en lugar de chocolate”, se rió, “y ante esos desastres esos preciosos niños crearán pancartas con nombres como “no más” o “la cagaste” o algo así”.
Bette no podía contener la risa. “Alice, tu necesitas ayuda”.
Una carcajada estridente aterrizó en el oído de Bette. “Nunca digas nunca. Así Bette, de verdad, ¿cómo estás?. ¿Quieres compañía o algo de comida basura, o un porro o una copa?. Tu pídelo, y yo te lo consigo”.
“Estoy bien, Al”.
Alice sabía que Bette no quería compañía. También sabía que estaba en momentos de análisis y evaluación, y no quería interferir ni distraer a su amiga y entrenadora.
La excéntrica rubia condescendió. “De acuerdo, Bette, un viento frío sopla en mi camino , así que sabes que puedes llamarme en cualquier momento, ¿vale?. Ey, soy una poeta y no lo sabía. En realidad, yo sí lo sabía”, enfatizó, “tu eres la que no lo sabía”.
“Vale”, afirmó Bette dándolo por hecho.
“Okie dokie smokie. Nos vemos”, canturreó Alice.
“Hasta luego, cocodrilo”, respondió Bette con solemnidad. Otro flash de Ziggy apareció en su mente mientras colgaba el auricular.
La mujer de bronce le dio un bocado rápido a su tallo de apio, hizo una mueca de disgusto y trató de aplastar el apio como si fuera un cigarrillo. Se rompió instantáneamente. “Joder”.
…………………………………………………………….
Después de leer durante un rato, Tina cogió el papel en el que estaba apuntado el teléfono de Helena y se quedó mirando el nombre y el número que había al otro lado. Cuando lo estaba haciendo, el pequeño dispositivo electrónico que estaba en el asiento de al lado se iluminó, mostrando la maravillosa imagen de su novia. El rostro de Tina también se iluminó como respuesta.
“Hola, preciosa”, saludó calurosa.
“Te echo de menos, Tina”.
A Tina le gustaba cuando Bette era tan directa. Una sonrisa automática apareció en una cara antes preocupada.
“Eso es porque tu eres mi amorcito, Bette. Yo también te echo de menos. ¿Cómo estás?”.
“Bien”, respondió Bette apenas en un susurro. Tina sabía que su novia estaba triste a causa de su sesión de terapia de la mañana. También sabía que Bette no iba a hablar sobre sus sentimientos en ese momento. La preocupada rubia se preguntó si el amor de su vida quería recibir algo de ella.
“Cariño, estoy esperando que llegue un paquete. ¿Puedes comprobar si me lo han dejado en la puerta?”.
“Vale, espera un momento, que voy a mirar”. Bette fue a la puerta y asomó la cabeza. Había una caja de tamaño mediano apoyada en una de las flores favoritas de Tina. Menos mal que Tina estaba ausente, si no, se habría puesto histérica al ver que un par de delicados párpados habían caído al suelo.
“Mierda”, murmuró Bette.
“¿Qué pasa, Bette?”
“Nada, T. Si, hay una caja aquí”.
“No estará aplastando mis flore, ¿verdad?. ¿Están todas bien?”, preguntó Tina preocupándose por sus amadas flores.
Bette se rió. “Están bien, T. Una pequeña hoja en el suelo, eso es todo”.
“Si tu lo dices, cariño”, transigió Tina. La voz de Bette podía calmar una bestia salvaje y Tina, definitivamente, se sentía muy humana en ese momento. Las flores de Tina eran una extensión de ella, se sentía muy orgullosa de ellas.
“Hay un paquete aquí y es para mi, no es para ti”, el escuchar la emoción de Bette hizo sonreir a Tina. “Tina, ¿tienes un segundo para mi?”.
Tina pidió a Bette que la perdonara y alejó el teléfono de su boca. “Claro, Sierra, sólo dame un minuto”. La feliz instructora de yoga devolvió toda su atención a su llamada telefónica. “Cariño, tengo que ir a ver lo que están haciendo mis niños”, Tina rápidamente se asomó por la ventana del autobús antes de subir en el.
“Ah, Bette, gracias por los bocadillos, estaban deliciosos”. Una sonrisa amplia apareció en los labios de Bette. “No es para tanto, T.”. Bette sabía que no podía competir con las habilidades culinarias de Tina, y no lo intentaba. Llenó, sin embargo, una bolsa con vegetales, que sabía que a su novia la harían feliz.
“Te quiero, Bette, ¿Lo sabes?”.
“Lo sé”, respondió Bette con seguridad, “yo también te amo, T. Que tengas un buen día”
Bette tarareaba feliz mientras entraba la caja en la casa y procedía a abrirla. Dentro había tres cajas más pequeñas perfectamente envueltas y una not adjunta a cada una de ellas. La letra inconfundible provocó que una sonrisa se escapara de la boca de Bette. “Esto es genial”, gritó emocionada. A Bette le gustaban las sorpresas, aunque a Tina no. La nota de la primera caja decía: “Para tu mente, tu cuerpo y tu alma”. Una curiosa Bette Porter metió la mano y sacó un diario de cuero con una versión minimizada de una de sus pinturas en la tapa. “Increible”, fue la única palabra que Bette pudo decir en ese momento.
Un frasco de sal de baño de fabricación casera y una vela en forma de corazón estaban en la misma caja, cuidadosamente empaquetados. Los dos eran creaciones de Tina Kennard. “¿Hay algo que tu no puedas hacer, cariño?”. Bette aspiró el dulce aroma que ahora impregnaba el aire.
La nota de la segunda caja decía “Para mi”. Bette se rió. “Tina, ¿por qué tienes un regalo para ti en mi caja?”. Una sonrisa malévola apareció en su cara. Un par de bragas púrpuras y un sujetador aparecieron dentro de la caja del mismo color. Un estremecimiento entre las piernas de Bette la alertó de que este era un regalo que le daría buenos momentos. “Bonito. Tina, muy bonito”, dijo Bette mientras sostenía el conjunto en el aire.
La nota de la tercera caja decía “Para el último mordisco de la noche”. Bette chilló con regocijo mientras apretaba sus regalos y se fue corriendo a preparar un fabuloso baño de agua caliente.
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