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Mensaje  anita Dom 4 Mayo 2008 - 15:17

Este capitulo lo ha traducido joanna2 de elforo.de/thelword. Lo continuare traduciendo yo y tener paciencia conmigo porque yo tengo muy poco tiempo libre y no podre traducir mucho pero dentro de unos dias pondre algo

La autora es greentea

Capítulo 1: El Donador de la Amistad Universal

Bette suspiró profundamente después de exhalar el humo que había retenido en la boca durante demasiado tiempo. Miró el cigarrillo y sonrió mientras relajaba su pie izquierdo fuera de la chancleta. En cuanto sacudió con el dedo índice la parte superior del adictivo pitillo, cenizas grises tubulares se liberaron de su miseria. Los ojos le escocían a causa de la espiral creciente de humo, que la saludaba desde que se sentó fuera, en las escaleras del porche delantero.

Parpadeó vacilante unas cuantas veces, mientras nostálgicos pensamientos invadían su mente inconscientemente. “¿Cuándo se hizo la vida tan jodidamente complicada?”, preguntó suavemente, a nadie en particular. Alzando la vista al cielo de una triste mañana de sábado, Bette deseó que la lluvia comenzara a caer. “Parece un buen día para una fiesta de pena”, dijo. Otra vez a nadie en particular. “Feliz aniversario”, murmuró tristemente. Enfocando sus ojos oscuros al suelo, podía sentirlos rebosantes de lágrimas que amenazaban con desbordarse. Sabía que si parpadeaba, estaría acabada.

Sus pensamientos la transportaron rápidamente hacia atrás, a un tiempo y un lugar que le gustaba recordar. Sus sentidos comenzaron a asimilar retazos de recuerdos maravillosos y a causar estragos en su mente. Detalles de su vida anterior se reprodujeron nítidamente en la pantalla de su mente. Habían pasado casi dos años desde que su vida se paró de un frenazo, pero parecía ayer. Los sonidos, olores e imágenes parecían tan cerca.

Hacía dos años, Bette era la personificación de la felicidad. Tenía un pacto con la vida, y las dos partes mantenían los términos del trato. Todas las cosas buenas estaban en su camino, y ella era la receptora orgullosa de esas bondades aparentemente inagotables. Estaba orgullosa de si misma y de la vida que llevaba. Rebosaba confianza, a veces hasta la exageración. No le era extraño el trabajo duro, la gente difícil y las demandas irracionales. No se paraba ante nada para alcanzar sus objetivos y todo lo que esto llevaba; se puso a la altura de las circunstancias repetidamente y en el momento justo. Su galería, su familia, sus amistades, y por encima de todo, su matrimonio cosechaban los beneficios del eficiente trabajo que había sembrado para ellos.

Jonathan Mckenzie era todo lo que Bette esperaba de un hombre. Compartían el mismo entusiasmo por la vida y como ella comenzó a sobresalir a una edad temprana. El éxito estaba arraigado en Bette y Jonathan desde su nacimiento y corría libremente por sus venas. Ambos tenían padres que los adoraban y que habían planificado sus vidas mucho antes de amar la existencia de sus hijos. Jonathan y Bette estaban destinados a ser grandes en cualquier cosa que hicieran. Y lo eran de verdad. Jonathan era un experto abogado de derecho civil, tan justo y radical como Bette. Un representante buscado por todos aquellos a los que la sociedad miraba con desprecio. El siempre estaba dispuesto a dedicarles su tiempo. Hacían una pareja asombrosa, a menudo los tomaban por hermano y hermana. Jonathan era de tonalidad más oscura que Bette, aunque de herencia mixta también. Sus ojos marrones claros contrastaban con los de su esposa. El se aceptaba a si mismo como una persona, celebraba su individualismo y estaba orgulloso de ser un inconformista. En cuanto se graduó en el instituto, se dejó crecer el pelo hasta los hombros, bien cuidado, en rastas. Sus hermanos lo llamaban “Ziggy”, por Ziggy Marley, uno de los cantantes favoritos de Jonathan. Casi todo el mundo (excepto su padre) comenzó a llamarle Jonathan “Ziggy”. Su padre (Jonathan senior) se quejaba de que su chico nunca podría entrar en una universidad, y mucho menos en una de derecho, con rastas. Ziggy pensaba de otra manera. Hizo una apuesta con su padre y cobró 300$ el día que se graduó en derecho en Stanford. Cobró 500$ adicionales el día de su boda, después de que su padre apostase que no saldría, y mucho menos se casaría con Bette Porter, la futura poderosa e influyente especialista del mundo del arte. A Ziggy le gustaba contar aquella historia y a su esposa le gustaba oírla. Se querían inmensamente. O eso parecía entonces.

Los pensamientos de Bette fueron interrumpidos por dos manos suaves que cubrieron sus ojos y le causaron un sobresalto.

“¿Quién es tu amorcito?”, canturreó la voz melódica. Bette inhaló el olor fresco, limpio, afrutado de su compañera de habitación.

“Uhm, vamos a ver , ¿Bob Esponja?”, preguntó sarcásticamente.

“¿Esa horrible criatura amarilla que vive en el mar?” “Ah no, de verdad. Soy yo, tu maravillosa amiga y compañera de habitación”, canturreó otra vez la mujer anónima, llevando una mano gentilmente hasta su pecho y revelando una sonrisa perfecta. “Y…”, vaciló, arrugando la frente, “voy a llegar tarde al trabajo si no me doy prisa”.

“Es sábado, Hel”, contestó Bette rotundamente dando una larga calada a su cigarrillo. Sonrió anticipándose a la rápida réplica de la mujer que olía limpio que estaba detrás de ella.

“Tu no estás en ese nido de víboras desde hace tiempo querida, ya sabes que la gente del Arte nunca duerme. ¿Qué vas a hacer hoy, cariñito? ¿Tener otra fiesta piadosa?”

“¿Cómo lo has adivinado?”, contestó Bette sarcásticamente.

“Ven a hacer un poco de yoga conmigo. Nos sentiremos mejor las dos. Dios sabe que necesito un remedio que me calme antes de enfrentarme a esos lunáticos”, dijo Helena. Bette accedió y siguió a su preocupada amiga al patio trasero para intentar relajar ss cansados mente , cuerpo y espíritu. Mientras estiraba su esterilla, pensó en lo agradecida que estaba hacia Helena. La suya era una relación que tenía un punto de partida. Se conocieron cuando Bette vivía en Nueva York cinco años atrás gracias a la madre de Helena, Peggy. Peggy y Bette trabajaron juntas en algunas ocasiones y compartían un vínculo especial. Peggy reivindicaba que había sido lesbiana en 1974 y pensaba que estaba en contacto con el mundo a un nivel más profundo que otra gente, incluyendo haber sido capaz de relacionarse fluidamente con su hija lesbiana. Bette admiraba su conocimiento de Arte. Peggy era muy excéntrica. Después de que Bette y ella comenzaran a hablar con regularidad sobre el arte y la vida, tuvo la brillante idea de hacer que Bette enseñara a Helena el negocio de comprar y vender obras de arte, ya que ella era una experta entendida en esta área.

Helena se sintió totalmente insultada sólo de pensar que alguien la fuera a enseñar algo. Sobre todo, una arrogante dueña de una insignificante galería que pensaba que gobernaba el mundo. Bette vivía y respiraba el arte. Era su pasión, y lo llevaba bien. Se deleitaba en su historia, y con frecuencia era buscada por expertos que pedían su opinión sobre algo relacionado con el arte. Helena y Bette se despreciaban la una a la otra al principio. La primera vez que Bette se reunió con Helena a sugerencia de Peggy, Helena le dijo que todo había sido un malentendido y la envió a casa. Desde entonces, siempre que se encontraban en reuniones, seminarios, acontecimientos de artistas, etc se cruzaban entre ellas miradas de odio y palabras heladas. En una ocasión Bette apretó el botón del ascensor cuando Helena corría hacia el intentando entrar inútilmente. Las dos eran mujeres guapas e inteligentes, quizás con más semejanzas que diferencias. El hilo grueso que las acabó uniendo fue la tristeza, la pérdida y la desesperación. Ambas perdieron a sus esposos un par de años atrás con poca diferencia de tiempo. La esposa de Helena murió en un accidente de coche y el marido de Bette la abandonó de repente, sin advertencias. Desde entonces no lo había visto, ni había tenido noticias de el, pero sabía que estaba todavía por allí por los chismes que le habían contado.


Última edición por anita el Mar 6 Mayo 2008 - 17:43, editado 1 vez
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Mensaje  Invitado Dom 4 Mayo 2008 - 15:40

Anita eres mi heroeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee thanks thanks thanks thanks

bailarisa bailarisa bailarisa bailarisa corazoncitos corazoncitos corazoncitos corazoncitos cray cray cray cray merci

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Mensaje  Invitado Dom 4 Mayo 2008 - 15:50

Juli...¿lo anunciaras en el portal? Very Happy

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Mensaje  julia Dom 4 Mayo 2008 - 23:43

Por supuesto pero antes tengo que hacer un gif que este medio bien alguna propuesta?
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Mensaje  anita Mar 6 Mayo 2008 - 17:38

Capítulo II El Donador de la Amistad Universal (continuación)

Cuando Bette se cambió de Nueva York a LA 18 meses atrás, ella y Helena se veían con frecuencia en el gimnasio y poco a poco se hicieron amigas. Desgraciadamente navegaron durante días, semanas y meses con el piloto automático puesto, escapando pocas veces de la espesa niebla de dolor que individual y colectivamente las rodeaba. Hablaban francamente la una con la otra, abandonando progresivamente sus egos y los falsos pretextos. Dejaron atrás las defensas lentamente. Tenían encuentros breves al principio, intercambiaban bromas al terminar la clase, después los fueron alargando en interminables conversaciones. Cuando estaban juntas, las dos se hacían la misma pregunta: “¿por qué?”. A medida que sus encuentros en el gimnasio se hicieron más frecuentes, las conversaciones se fueron haciendo más profundas, exponiendo palabras sentidas y sacando fuera sus emociones.

Se confortaban la una a la otra mientras la tierra seguía girando sobre su eje como siempre lo había hecho, de forma natural, como dos mujeres impetuosas de la costa oeste. Sin querer dar marcha atrás, Helena y Bette forjaron una bella amistad, y hasta el día de hoy no se habían fallado la una a la otra. Toda esta amistad era inexplicable para ellas mismas. Bette nunca habría imaginado que la niña mimada rica tenía un corazón tan grande y humano. Helena nunca habría imaginado que la popular y arrogante propietaria de la galería era tan vulnerable y sensible. Habían roto sus corazones más allá de lo imaginable y no sabían que este tipo de dolor existía hasta que se toparon con el.


La sesión de yoga ayudó a Bette a relajarse, por lo que quedó muy agradecida. Pensó wue Helena se preocupaba por ella y la protegía. Era tan irónico que unos años antes la única palabra con la que definía a Helena era “¡zorra!”. Esa palabra la utilizaba todavía pero no para describir nada relacionado con Hel.

“Te encuentras mejor ahora, ¿verdad cariño?” . Preguntó Helena con interés. Su fuerte acento británico remarcaba todas las sílabas.

“Si. Gracias Hel por levantar mi culo de mi fiesta de autocompasión. Aunque, en caso de que estés interesada, te informo que la fiesta continuará en un segundo”, rió Bette.

“Ey, para eso estoy aquí, querida. ¿Puedo hacerte una observación, Bette?. No me preocupa si te pones susceptible conmigo, tienes que oir esto”.

“¿Qué es, Hel?”, replicó Bette con cara de fastidio.

“He notado que tu trasero comienza a ensancharse un poco, ¿no crees?. Tienes que evitarlo mientras puedas. Si esperas demasiado tiempo no podrás conseguir una cita” dijo Helena sin rodeos. Hubo un silencio torpe. ¿Por qué no vas al gimnasio hoy?”, preguntó Helena seriamente mientras tocaba una mecha rebelde de Bette.

Bette contestó rápidamente, “No dijiste que ibas a llegar tarde al trabajo? ¡Pues ponte en movimiento antes de que pierdas una obra de arte! Miss policía de traseros!”

Bette alargó la mano a través de su espalda hasta su trasero y admitió para sí misma. “Mi culo está creciendo pero todavía se ve bien”. Se rió en silencio. Había engordado 12 libras en los últimos 4 meses. Aunque pensaba que le sentaba bien. Su figura esbelta, muscular, podía asimilarlo. Según el promedio Joe, parecía apta y sana, aunque estaba más bien lejos de ello. Cuando Ziggy se marchó, Bette comenzó a fumar, comía de manera irregular y no comía comida adecuada. No era insólito para Bette hacer una comida compuesta de Oreos y leche (aunque la leche era de soja). Doritos, Captain Crunch, Hou-hou’syou también formaban parte de sus alimentos favoritos. Afortunadamente, Helena echaba una mano en la sección de nutrición, porque cocinaba casi a diario.

Bette se sorprendió mucho cuando descubrió que Helena cocinaba tan bien. A menudo se sentaba sobre el mostrador de la cocina y miraba con asombro como su compañera de habitación componía una pequeña sinfonía mientras preparaba los alimentos, tarareando a la vez que trabajaba. Helena era una cocinera maravillosa, y ella lo sabía. Incluso llegó a enseñar a Bette como hacer algunos platos sencillos para el caso de que no hubiera nada en la nevera preparado. Cuando Helena salía de la ciudad por cuestiones de trabajo, cocinaba varios platos antes de irse y los congelaba, así que todo lo que Bette tenía que hacer era calentarlos y comerlos. Incluso le dejaba las instrucciones para el microondas, que productos podían ir juntos en una comida en particular y cuanto tiempo llevaba calentar los platos. Abandonada a sus propios vicios, Bette se lo comía todo al azar sin ningún tipo de cuidado en la combinación de los alimentos. Una vez que Helena volvió muy pronto de su viaje, encontró a Bette comiendo felizmente una comida compuesta de frijoles, guisantes ingleses y brócoli. Desde entonces, siempre que se iba se tomaba un tiempo para dejar a su compañera de habitación instrucciones detalladas para evitarle una nutrición deficiente.


Después de que Helena se fuera al trabajo, Bette fue despacio al buzón. Por el camino recogió pedazos de basura que de algún modo habían ido a parar a su jardín. “Ow!”, gritó inclinándose. Estaba un poco dolorida por el ejercicio que había hecho un par de días antes. En ese momento tuvo necesidad de un cigarrillo. Hurgó en el bolsillo de los pantalones cortos y se decepcionó porque sólo encontró un trozo sucio, casi irreconocible. Vio a algunos de sus vecinos en su camino diario, por la calle.

“¡Ey, Bette!. Cuando vas a venir con nosotras!”, gritó una mujer que formaba parte de un trío que se acercaba a su casa.

“¡No!”- les gritó Bette- ¡”Correr es hmmm no está hecho para mi!”

“¡Vamos, vas a disfrutar!”, le dijo otra.

“Creo que no”, declaró Bette firmemente. Echó un vistazo al correo que acababa de recoger y notó que una carta dirigida a otra persona había sido colocada erróneamente en su buzón. Pertenecía a una de las mujeres que había pasado delante de su casa. La lluvia empezó a caer de una forma lenta, estable.

“¡Ey, Tina!”, gritó Bette mientras parpadeaba para alejar la lluvia de los ojos.

“¿Qué sucede?”, Tina se giró y comenzó a correr hacia atrás, manteniendo el paso con sus amigas.

“Tienes una carta aquí. Parece una factura”, gritó Bette otra vez, terminando por toser. “Maldición”, masculló mientras se aclaraba la garganta.

“¡Este cartero!”, replicó Tina, “¿Me la puedes guardar y volveré después a recogerla? ¡A no ser que quieras pagarla, por supuesto!”, bromeó Tina jadeante mientras sonreía. La lluvia seguía cayendo. Después, Tina se volvió a girar y siguió corriendo.

Bette cabeceó afirmativamente dos o tres veces. También gritó “Vale” pero Tina no la oyó.

Estaba comenzando a apretar la lluvia y Bette volvió apresuradamente a casa y se metió en la ducha.
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Mensaje  Invitado Mar 6 Mayo 2008 - 18:15

thanks mil gracias anita Very Happy este trabajo que haces no tiene precio hat

es muy chulo este fic ya vereis.

daría cualquier cosa por conocer a la autora y saber si ha publicado algun libro

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Mensaje  Invitado Mar 6 Mayo 2008 - 20:03

jajajajajjjjjjjjjjjjjaaaaaaaaaaaaaajjjjjjaaa lu k fan eres d ste fic mucharisa temereces un monumento xla ubli k le aces a la autora clapping pañuelo icon_pray

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Mensaje  Invitado Dom 11 Mayo 2008 - 20:16

genial...Sigue en cuanto puedass!!Besos

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Mensaje  anita Lun 12 Mayo 2008 - 14:43

Siguiente entrega espero que os guste.


El teléfono sonó, y la voz apagada de Helena se podía oir a lo lejos dejando un mensaje en el contestador. Cuando Bette acabó de secarse, lo escuchó: “¡Hola Bette! Quería ver si estás interesada en venir conmigo a comer. Me he dado cuenta que tengo hambre y tu probablemente tendrás que comer algo también. Llámame cuando puedas, ¿vale?”. Bette se apresuró a marcar el teléfono de Helena y acordaron encontrarse una hora después en el Whole Foods.

Helena llegó antes que Bette, y se sentó en una mesa pequeña junto a la ventana. Helena era puntual siempre, de hecho llegaba antes de hora la mayor parte de las veces y Bette en cambio llegaba habitualmente tarde a todas partes. No parecía molestarle a ninguna de las dos; se habían familiarizado con los hábitos de la otra y pasaban por alto los que no les gustaban.

“Bueno, ¿qué ha hecho mi chica?”, preguntó Helena levantándose y recibiendo a Bette con un beso en la mejilla.

“Estoy bien. Estarás contenta de saber que voy a ir al gimnasio después de que comamos”.

“Está bien, ponme de rodillas y pégame unos azotes”, sonrió abiertamente Helena. Bette levantó las cejas ante el humor de su amiga y sonrió tranquilamente. Cuando Bette se sentó, se giraron ambas hacia la ventana y contemplaron la lluvia golpear en los cristales de la ventana.


Compartieron la comida ligera y la conversación fácil hasta que Bette notó lágrimas en los ojos de Helena.

“¿Hel?”, preguntó suavemente.

Helena miró fijamente a Bette y las lágrimas comenzaron a caer. “Siento hacerte esto en nuestra comida. Es tan duro seguir adelante sin Darby. Me pregunto a veces que haríamos si estuviera viva. Sé que teníamos bastantes problemas, pero daría cualquier cosa por tenerla otra vez aquí”. Los hombros de Helena se derrumbaron y sus ojos miraban desanimados.

En ese momento el móvil de Helena sonó. Miró quien llamaba, se limpió los ojos y carraspeó.

“Hola mami”, cantó dulcemente. Sus ojos se entornaron lentamente mientras escuchaba la voz del otro lado del teléfono.

“Ah sólo estaba haciendo un piscolabis con Bette”, respondió claramente intentando liberar la agonía que atenazaba su corazón. “Vale, espera”, y le dio el teléfono a Bette.

“Peggy, ¿cómo estás?”, preguntó Bette mientras jugaba con las pipas de girasol y las setas que habían sobrado en su plato de comida. “Bueno, no sé, ya sabes que todavía me estoy tomando mi tiempo aquí. ¿Lo has olvidado?. La última vez que tuviste una idea brillante tu hija rechazó mis esfuerzos y me envió un paquete!”. Bette sonrió con satisfacción.

Helena miró fijamente a Bette y torció los ojos juguetona. No podía creer cuanto había llegado a adorar a la mujer que estaba al otro lado de la mesa. Desde que Bette se trasladó a LA y se encontraron de nuevo, habían paseado durante horas juntas sin objetivo alguno y en silencio. Aquellos paseos eran menos frecuentes ahora, pero cuando lo hacían, algunas risas rompían el silencio. Helena sentía ver a Bette con tanto dolor y a menudo se desanimaba, sobre todo al principio de su amistad. Bette sin duda había mejorado emocionalmente y estaba comenzando una vida nueva, pero había sido un camino largo y doloroso para ella. Volviendo al momento actual, Helena levantó las cejas, abandonó sus pensamientos y puso atención otra vez a la conversación telefónica que Bette mantenía con su madre.

“Ya veremos, Peggy. No prometo nada ahora mismo. De acuerdo, lo haré. Cuídate tu también”, contestó Bette, devolviendo el teléfono a Helena.

“Entonces mi madre quiere algo contigo?”, preguntó Helena revelando una boca con dientes blancos y perfectos . “Ella sabe que no puede hacer nada conmigo”. Helena estalló, “Además no le gustan las mujeres. Dice que fue gay durante un año y ahora cree que lo sabe todo. ¿Qué pasa Bette?”.

Bette sólo se rió de las nuevas palabras que Helena había incorporado a su vocabulario.

“Bien si, quiere solicitarme una cita. No estoy lista para esto. Oíste que no prometí nada”, replicó Bette.

“Cariño”, dijo Helena tiernamente cogiendo una de las manos de Bette entre las suyas. “No tienes que estar lista para nada. No hay tiempo establecido para este tipo de cosas. La única razón por la que estoy saliendo con alguien otra vez es porque me gusta el sexo demasiado para estar sola. Que mal suena esto. Pensarás que no tengo ningún respeto por Darby. Pero me encuentro muy lejos de la persona y sólo disfruto del acto. En realidad es bastante triste.”, Helena volvió los ojos a la ventana y miró como caía la lluvia.

“Hel, no es malo que disfrutes de la vida. Sé la teoría del tiempo pero creo que dos años es tiempo suficiente para permitirte alguna diversión Hel. Está bien.”

“¿Por qué puedo decir esto pero no puedo aplicármelo a mi?”, se preguntó Bette curiosa. “Ey, ¿volverás al trabajo ahora?”.

“Si, tengo que ordenar la oficina un poco. Parece que un tornado ha pasado por mi escritorio y tengo una tonelada de basura para tirar. Voy a hablar con Lauren un momento”, dijo con una sonrisa suave.

Los pensamientos de Bette se volvieron hacia Lauren. Ella y Helena se habían estado viendo desde hacía un par de meses. Helena había informado a Lauren con sinceridad de su situación. Antes, Helena tenía una agenda con todo lo referente a sus relaciones y conquistaba a las mujeres como si fueran su presa. Cuando las había conquistado y las tenía rendidas a sus pies, Helena se concentraba en la siguiente víctima. Era un ciclo interminable hasta que encontró a Darby. Darby era buena para Helena y ella la amó y respetó como a ninguna otra. Aunque como la mayor parte de las parejas tenían sus problemas e intentaban hacerlo lo mejor posible para superarlos. Era el modo de actuar de Helena. Como Bette, se entragaba más allá de lor azonable y era una adicta al trabajo. A Darby le gustaba la compañía de Helena, y se alteraba cuando no estaba disponible para ella. Respecto a la muerte de Darby, Helena luchó contra la injusticia de la vida, y tuvo que ceder ante la evidencia de que la vida es como es. Por otra parte, Lauren y Helena eran amigas con derecho a roce. Su relación se basaba en un entendimiento mutuo. A veces Helena necesitaba estar sola después de pasar el tiempo con Lauren, o con cualquiera en realidad. Bueno, a excepción de Bette.

Helena interrumpió los pensamientos de Bette. “Por favor, llámame si necesitas algo. Bette ¿está todo bien?”

“Todo bien”, dijo Bette.
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Mensaje  Invitado Lun 12 Mayo 2008 - 15:39

Very Happy gracias anita está genial hat voy a ponerme un cafe y lo volveré a leer todo

entero . thanks

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Mensaje  Invitado Lun 12 Mayo 2008 - 20:55

Me ha gustadoo mucho este nuevo trozoo!
Sigue en cuanto puedas!Besos

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Mensaje  Invitado Lun 12 Mayo 2008 - 21:47

way anita se pone interesante
k pena k sea tibette 😢

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Mensaje  anita Dom 18 Mayo 2008 - 20:25

Capítulo 3: El donador del resplandor

Bette tuvo una sesión de gimnasio agotadora y se puso contenta cuando acabó. Sabía que los comentarios sarcásticos de Helena sólo eran para estimularla y hacerla tomar medidas. Aunque la vida había hecho madurar algo a Helena, todavía era feroz y poseía una lengua muy aguda, que increiblemente se domesticaba cuando estaba con Bette.

Bette se apoyó contra una pared muy colorida del gimnasio porque la cabeza le daba vueltas. Acababa de salir de una clase de ejercicios diseñada por un maníaco. “¿Por qué todo lo que hace Erin es tan excesivo?. Si hubiera sabido que ella era la profesora nunca habría venido”, jadeó Bette.

“¡Porter! ¿Tengo que hablar contigo otra vez?”, gritó un chico que se limpiaba el sudor con una toalla en el otro extremo.

“Oww Paul, deja ya de jugar. No estoy de humor”.

Paul trabajaba en el gimnasio consiguiendo nuevos socios y dando clases de nutrición. Tenía un tablero con la dieta adecuada y los ejercicio. Hacía tres años pesaba más de 130 kg. Ahora estaba delgado, en buena forma y le salían novios hasta debajo de las piedras.

Paul sonrió abiertamente y fue a beber un trago de agua. “¿Qué pasa contigo, Porter? No te he visto desde hace rato. ¿Dónde estaba tu culo perezoso?”.

“¡Todavía estoy aquí, chaval de la toalla y la próxima vez que me hagas reventar, sal corriendo antes de que yo vuelva para reventarte a ti”.

“Si, si, lo pensaré. Ha sido estupendo verte otra vez, forastera. Nos vemos después”, dijo Paul apresuradamente mientras entraba en la clase que ya había comenzado.

La oficina de Bette estaba en el segundo piso del gimnasio. Salió a las escaleras y subió los peldaños de dos en dos. Cuando abrió la puerta notó que su planta tnecesitaba urgentemente agua. “Pobre Ferdinand, vamos a conseguirte un poco de agua”. Puso en marcha el ordenador y comprobó la agenda de clientes para la semana. “¡Ah, genial, la señora Willoughby tiene una sesión conmigo el martes. Ahora tengo algo para sentirme animada”. La señora Willoughby tenía 65 años, era divertida y graciosa comoel infierno. Decía las mejores bromas con cara de póker, hasta cuando acababa un chiste, y eso era lo más gracioso para Bette. La señora Willoughby siempre esperaba la reacción de la audiencia antes de romper a reir de una forma campechana. A menudo, agarraba su estómago con fuerza, simulando que se estaba haciendo pis. Bette se reía sólo de pensarlo y estaba deseando volverla a ver.

Después de leer detenidamente la lista de clientes de arriba a abajo, Bette se recostó en el respaldo de la silla y pensó lo contradictoria que era su vida. Aquí ella aconsejaba a la gente diariamente que llevara una vida sana, cuando ella misma fumaba como un tren y a veces bebía demasiado. Ella estaba fuera de control y tenía que hacer un descanso de sus malos hábitos durante sus sesiones con los clientes. ¿No era triste esto? “Muy triste”, dijo Bette en voz alta.

Disfrutaba siendo entrenadora personal y lo hacía muy bien. Siempre se le había dado bien esto, y los años de baile y ejercicio constante la habían preparado para poder ejercer este trabajo correctamente. Era un trabajo con el que disfrutaba, pero no gobernaba su vida. Como lo habría hecho si siguiera una dieta adecuada y una buena nutrición. Aparentemente, parecía que su cuerpo seguía un régimen coherente, pero no era así. Tenía la suerte de tener unos músculos excelentes y simétricos, por lo que el mantenimiento era mínimo. Dio la bienvenida a este tiempo de inactividad en que no tenía la necesidad de exprimir su cerebro diariamente ni trabajar bajo presión constante. Ahora trabajaba en conjunción con su cuerpo y sus clientes. La relación con ellos era buena y además, ella hacía su propia lista.

Cuando Ziggy abandonó a Bette sin siquiera decirle adiós, Bette dejó el mundo del arte tan bruscamente como el, sin decir adiós.

“Gilipollas”, pensó.

...........

“¿Ha sonado el timbre?”, se preguntó Bette. Se bajó perezosamente de la cama, se limpió la boca, y fue a la puerta. “¡Hel, tendrías que utilizar la llave, caray1”. Miró por la mirilla y vio a su vecina Tina que miraba a todas partes.

“¿Quién es?”, preguntó Bette curiosa. Aunque sabía quien era, cuando vivía en Nueva York le inculcaron el hábito de preguntar.

“¡Soy Tina, tu vecina!”, gritó Tina.

Bette abrió la puerta cautelosamente y le pidió a Tina que entrara. “Hola Tina, ¿Cómo estás?. Por favor, perdóname un momento, me estaba acostando cuando llamaste al timbre y tengo que acabar de cepillarme los dientes. Ponte cómoda”.

“Ohhh... tómate tu tiempo, por favor”, Tina sonrió.


Bette volvió para encontrar a Tina en el vestíbulo sentada en posición de loto, con los ojos cerrados, cantando suavemente.

“¿Por qué esta chiflada estará haciendo posturitas aquí en mi piso?”, pensó Bette. Sonrió extensamente, Tina la miró unos segundos y después se echó a reir. “Lo siento Tina, pero ¿sabes?, no esperaba verte así cuando vine del cuarto de baño”.

“Lo sé. Sentí la necesidad de repente, y lo hice”. Tina separó las piernas y se levantó muy despacio. Bette notó lo flexible que era. Tina permaneció inclinada unos segundos, colocando las palmas de las manos en el suelo y tocando las piernas con la cara. Después se enderezó lentamente liberando las vértebras, y miró directamente a los ojos de Bette.

“¿Te sientes mejor ahora?”, preguntó Bette con una sonrisa.

“Si, gracias. A veces sólo necesito un momento rápido par arelajarme y sentirme conectada con la tierra otra vez”.

“Hasta la próxima vez”, sonrió Bette con satisfacción.

“Así es”, exclamó regocijada. “Hasta la próxima vez. Pasaba para recoger el correo que te dejaron en el buzón ayer”.

“Aquí está”, dijo Bette cogiendo un sobre de la mesa y dándoselo a Tina.

“Gracias”, contestó Tina cogiendo decidida el sobre. Después lo deslizó en su bolsillo trasero y se dispuso a analizar visualmente a la atractiva mujer que estaba delante de ella.

Bette socarronamente miró los ojos de ámbar de Tina recorriendo descaradamente su cuerpo. Carraspeó de forma audible para cesar las reflexiones de Tina. Tina no se dió por aludida y siguió su intensa búsqueda, no dejando ningún área indemne. Sus ojos se detuvieron en los pechos de Bette durante unos segundos y luego se movieron hacia el tenso estómago, que era visible en el borde de la estrecha camiseta sin mangas y los pantalones cortos. Tina extendió la mano y tocó ligeramente el estómago de Bette con la palma de la mano. Con calma declaró, “tienes la respiración baja, Bette”. Bette se estremeció con el contacto y rápidamente se separó. Tina pudo ver que ahora Bette sostenía el aliento. “Ese no era el objetivo”, pensó Tina.
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Mensaje  Invitado Dom 18 Mayo 2008 - 21:29

Genial...Sigue en cuanto puedass!!Besos

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Mensaje  Invitado Lun 19 Mayo 2008 - 10:09

Very Happy Very Happy gracias anita corazoncitos

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