[Terminado] Saludos al sol
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gabyco
miss L
kamakaII
lurdes beals
julia
anita
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Re: [Terminado] Saludos al sol
muy buenos los polvorones!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! vaya dos julita, siempre pensando en lo mismo
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Re: Saludos al sol
Bette aun no ha podido recuperarse de lo de Ziggy al 100 % pero Tina la esta ayudando mucho que se traera entre manos con esos regalos??? claro sino se pone histerica antes por lo de sus flores
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
q buenooooooo me ha encantado julita!!!
si a mi regalaran lo mismo q a Bette sería super feliz!!!
momentazo el de las plantas... son una extensión de Tinaaaa
si a mi regalaran lo mismo q a Bette sería super feliz!!!
momentazo el de las plantas... son una extensión de Tinaaaa
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Tan pronto como Tina y sus adolescentes llegaron al campamento, hicieron una sesión larga de yoga para relajarse. Algunos de sus estudiantes varones eran tan flexibles que muchas niñas estaban celosas. Esta observación provocó una conversación sobre los celos. A la instructora burbujeante le gustaba desafiar la respiración de sus chicos con las posturas más difíciles. Todos estaban excitados por estar lejos de la vida monótona que conocían. Piraguismo, senderismo y charla eran los planes para el resto del día, Tina no podía ser más feliz. En realidad, sí que podía serlo, pero Bette no estaba allí. La diosa del sol y su equipo se quedaron toda la tarde compartiendo historias. No eran los chistes tradicionales ni las historias de miedo, sino experiencias de su vida real, que algunas eran más aterradoras que cualquier historia de terror.
Después que sus guerreros cansados se fueron a dormir, Tina se sentó en el exterior de la tienda que compartía con dos niñas y estudió cuidadosamente el número de teléfono escrito en la hoja de papel. Lo devolvió a su bolsillo y decidió comprobar como estaba Bette. Cuando cogió la llamada, era evidente que estaba masticando comida.
“Gracias”.
“¿Por qué, si puede saberse?”.
“Por los deliciosos S’mores T. Son simplemente divinos. Me encantan. ¿Sabes que Alice estaba bromeando sobre que no dejarías comer chucherías a tus niños?”.
“Alice es una capulla”, se rio Tina, “que sepas que mis niños sí han comido s’mores que hemos repartido, y parece que han disfrutado mucho”.
“¿Tu has comido alguno, T?”, preguntó Bette sabiendo de antemano cual sería la respuesta.
“Sabes que no me gustan esas cosas”.
“¿Y qué te gusta entonces?”, preguntó Bette de manera seductora.
Sin vacilar, Tina contestó, “Me gustas tu. Me gusta tu sabor, Bette. Me encanta cuando tu líquido pegajoso cubren mis dedos y mis manos. Me gusta sentirte en el calor de mi boca. Me gusta cuando mi lengua está tan profundamente metida dentro de ti que lo único que puedes hacer es jadear. Me gusta oirte cuando te corres. Hay algo sobre la combinación de respiración, sonido, sentimiento, pasión y entrega, tu amor por mi es diferente a cualquier otra cosa del mundo”. Tina se detuvo un momento. “Y esto es lo único que quiero”.
Bette no dijo nada. No podía.
“¿Has recibido alguna otra cosa hoy?”, preguntó Tina con curiosidad.
Pasaron unos segundos antes de que el cerebro de Bette y su boca estuvieran en línea. “Si… me encanta el diario, la vela y la sal de baño. Ya los he usado, y ahora estoy muy relajada y tranquila”.
“¿Algo más?”.
Bette se rió. “Ah, ¿te refieres a tu regalo?. Es un conjunto muy exquisito de ropa interior púrpura, T.”.
Una amplia sonrisa apareció en la cara de Tina antes de ronronear, “el púrpura es mi color favorito”.
“Lo es”.
Se transmitió un silencio a través del teléfono, ambas mujeres estaban ocupadas en sus pensamientos.
“¿Por qué me has llamado Tina?”, preguntó Bette suavemente, “pensaba que era el momento para relajarse y renovarse sin las distracciones de la vida moderna”.
“Eso es para todo el mundo excepto para mi. Tengo mi ipod, pero es un secreto”. Tina se rió. “Tienes razón, se supone que tengo que relajarme y renovarme sin distracciones. “Te echaba de menos, y por eso te he llamado para decirte buenas noches, cariño”.
“¿Estás diciendo que soy una ruidosa?”.
Tina se rió. “Bueno, ahora que lo mencionas, eres perfecta, Bette”.
“No puedo recordar la última vez que dormí sin ti, Tina”.
“Hace tiempo, ¿no?”.
“Así es. Solas en el paraiso”; dijo Bette con tristeza fingida. “Y no tengo nada de que quejarme, porque no he tenido ningún problema contigo”, se rió.
“Entonces tendré que darte algún motivo para quejarte. Confía en mi. ¿Quieres una demostración?”.
Bette ya no podía seguir el juego, su líbido estaba a flor de piel. “Estoy segura de que puedo confiar en ti, T;”
Bette cambió de tema antes de que Tina la tuviera haciendo cosas que no había pensado hacer.
“Me he dado un baño maravilloso esta tarde, T. Deberías enseñarme a hacer la sal de baño como la haces tu”.
“Lo siento, Charlie, eso no va a suceder”.
“¿Y por qué Tina?”.
“Porque puede trastornarte”.
“¿Y por qué dices eso?”.
“Porque las sales son inconsistentes e impredecibles. Es desigual. Tiene diferentes tamaños y texturas, y es muy complicado. No hay simetría ni textura, y tienes que seguir la corriente”. Tina hizo una pausa. “No estamos hablando de un juego de la liga de béisbol bien organizado. Es un juego de primera división, nena. Es difícil de organizar”. Tina sonrió, esperando una respuesta de Bette.
“Bueno, Tina, el arte es así y por eso me gusta. Y la vida también es así y eso es lo que me gusta de ella”, respondió Bette suavemente. “¿Cuál es la siguiente lección, Tina?”.
“Me excitas mucho, Bette. Y a muchos niveles. ¿Y sabes qué?. La siguiente lección es la que tu quieras que sea”.
Después que sus guerreros cansados se fueron a dormir, Tina se sentó en el exterior de la tienda que compartía con dos niñas y estudió cuidadosamente el número de teléfono escrito en la hoja de papel. Lo devolvió a su bolsillo y decidió comprobar como estaba Bette. Cuando cogió la llamada, era evidente que estaba masticando comida.
“Gracias”.
“¿Por qué, si puede saberse?”.
“Por los deliciosos S’mores T. Son simplemente divinos. Me encantan. ¿Sabes que Alice estaba bromeando sobre que no dejarías comer chucherías a tus niños?”.
“Alice es una capulla”, se rio Tina, “que sepas que mis niños sí han comido s’mores que hemos repartido, y parece que han disfrutado mucho”.
“¿Tu has comido alguno, T?”, preguntó Bette sabiendo de antemano cual sería la respuesta.
“Sabes que no me gustan esas cosas”.
“¿Y qué te gusta entonces?”, preguntó Bette de manera seductora.
Sin vacilar, Tina contestó, “Me gustas tu. Me gusta tu sabor, Bette. Me encanta cuando tu líquido pegajoso cubren mis dedos y mis manos. Me gusta sentirte en el calor de mi boca. Me gusta cuando mi lengua está tan profundamente metida dentro de ti que lo único que puedes hacer es jadear. Me gusta oirte cuando te corres. Hay algo sobre la combinación de respiración, sonido, sentimiento, pasión y entrega, tu amor por mi es diferente a cualquier otra cosa del mundo”. Tina se detuvo un momento. “Y esto es lo único que quiero”.
Bette no dijo nada. No podía.
“¿Has recibido alguna otra cosa hoy?”, preguntó Tina con curiosidad.
Pasaron unos segundos antes de que el cerebro de Bette y su boca estuvieran en línea. “Si… me encanta el diario, la vela y la sal de baño. Ya los he usado, y ahora estoy muy relajada y tranquila”.
“¿Algo más?”.
Bette se rió. “Ah, ¿te refieres a tu regalo?. Es un conjunto muy exquisito de ropa interior púrpura, T.”.
Una amplia sonrisa apareció en la cara de Tina antes de ronronear, “el púrpura es mi color favorito”.
“Lo es”.
Se transmitió un silencio a través del teléfono, ambas mujeres estaban ocupadas en sus pensamientos.
“¿Por qué me has llamado Tina?”, preguntó Bette suavemente, “pensaba que era el momento para relajarse y renovarse sin las distracciones de la vida moderna”.
“Eso es para todo el mundo excepto para mi. Tengo mi ipod, pero es un secreto”. Tina se rió. “Tienes razón, se supone que tengo que relajarme y renovarme sin distracciones. “Te echaba de menos, y por eso te he llamado para decirte buenas noches, cariño”.
“¿Estás diciendo que soy una ruidosa?”.
Tina se rió. “Bueno, ahora que lo mencionas, eres perfecta, Bette”.
“No puedo recordar la última vez que dormí sin ti, Tina”.
“Hace tiempo, ¿no?”.
“Así es. Solas en el paraiso”; dijo Bette con tristeza fingida. “Y no tengo nada de que quejarme, porque no he tenido ningún problema contigo”, se rió.
“Entonces tendré que darte algún motivo para quejarte. Confía en mi. ¿Quieres una demostración?”.
Bette ya no podía seguir el juego, su líbido estaba a flor de piel. “Estoy segura de que puedo confiar en ti, T;”
Bette cambió de tema antes de que Tina la tuviera haciendo cosas que no había pensado hacer.
“Me he dado un baño maravilloso esta tarde, T. Deberías enseñarme a hacer la sal de baño como la haces tu”.
“Lo siento, Charlie, eso no va a suceder”.
“¿Y por qué Tina?”.
“Porque puede trastornarte”.
“¿Y por qué dices eso?”.
“Porque las sales son inconsistentes e impredecibles. Es desigual. Tiene diferentes tamaños y texturas, y es muy complicado. No hay simetría ni textura, y tienes que seguir la corriente”. Tina hizo una pausa. “No estamos hablando de un juego de la liga de béisbol bien organizado. Es un juego de primera división, nena. Es difícil de organizar”. Tina sonrió, esperando una respuesta de Bette.
“Bueno, Tina, el arte es así y por eso me gusta. Y la vida también es así y eso es lo que me gusta de ella”, respondió Bette suavemente. “¿Cuál es la siguiente lección, Tina?”.
“Me excitas mucho, Bette. Y a muchos niveles. ¿Y sabes qué?. La siguiente lección es la que tu quieras que sea”.
Re: [Terminado] Saludos al sol
vaya par de picaronas!!! jajaja
gracias por seguir con el fic julia!!
gracias por seguir con el fic julia!!
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
julita al lado de esto yo escribo como un infante y no de marina precisamente
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Ultimo Capítulo
Capítulo 32: Parte II
“Este no es el final. Ni siquiera es el comienzo del fin, Pero es, quizás, el final del principio”
–Winston Churchill
Después de un gratificante fin de semana con sus chicos, Tina lanzó su bolsa de lona y su esterilla de yoga en el maletero del coche. Se dirigió perezosamente a la puerta del gimnasio mientras decía adiós a las personas que estaban dentro del autobús, que desapareció pronto de su vista. Una vez dentro, la agotada diosa del sol observó una hilera de cajas cuidadosamente apiladas e inspeccionó el resto de su oficina, que estaba muy desordenado. La tediosa tarea de embalar aún no estaba completa y Tina suspiró ante la cantidad de trabajo que aún le quedaba por hacer. Esta toma de conciencia requería un ejercicio de yoga rápido. Vació el contenido de los bolsillos y dobló la cintura, echando el cuerpo hacia abajo hasta que sus manos tocaron el suelo. Mientras se tocaba las piernas con la cabeza, la ágil rubia expulsó el aire lentamente hasta que una hasta que la invadió una sensación de calma. El sonido débil de un molesto aparato electrónico interrumpió la paz recién alcanzada. Tina volcó sobre la mesa todo lo que estaba en su mochila en un esfuerzo para silenciar el aparato.
Una vez que el artefacto fue abierto, la voz del otro extremo no devolvió el hola amistoso de Tina, sino que comenzó a gimotear. “Si te fueras a una isla desierta, ¿Qué te llevarías contigo?”.
“A Bette Porter”, respondió Tina inmediatamente. “Adiós Alice”.
“Parece que necesitas ayuda, señorita enamorada. Es posible que desees compartir esa parte de conocimientos con Miss Porter”. Una estrepitosa carcajada selló el final de la frase. Un tranquilo adiós vino después. “Ciao”.
Tina se rió y sacudió la cabeza asombrada. Comenzó a llenar las cajas con objetos de su oficina y se detuvo un momento para repasar la lista de reproducción de su equipo de música en busca de algo para escuchar. De todas las canciones de la lista, no había ninguna que quisiera escuchar. Tomó un trago de agua. Su mente volvía a estar ocupada y llena de gente. Un estado que detestaba. Un ligero golpe en la puerta la sorprendió, despertándola de sus profundos pensamientos. Al ver un atisbo de su visitante, Tina abrió la puerta lo más rápidamente que pudo.
“Bueno, si es la preciosa Bette Porter”.
Una sonrisa de liberación apareció en los ojos marrones antes de que los labios brillantes se hicieran eco de ella. “Joder, que guapa es”, pensó Tina.
“Hola T.”, saludó Bette. Los ojos negros localizaron los de color avellana. Un sentimiento creciente de urgencia provocó que los labios suaves y las lenguas impacientes se encontraran sin previa advertencia. Luminosos gemidos salieron de un universo privado en un gimnasio público. Largos, lentos y profundos besos desafiaron al estado de emergencia que se había declarado con tanta facilidad. No había necesidad de apresurarse, lo que importaba era la atención plena, y las dos mujeres eran muy conscientes de los beneficios de la larga duración. Después de un tiempo, se detuvieron, y, finalmente, surgió un intento de conversación.
“Pensaba que no regresarías hasta esta noche”. Los labios de Bette se mantenían a una cierta distancia de Tina, aunque la rubia sabía que estaba en peligro. Un aliento fresco, y una hilera de dientes blancos causaban estragos en una Tina ya mareada.
“Llevas puesto mis vaqueros favoritos T”.
Tina se echó hacia atrás, y no tuvo más remedio que quejarse al contacto brusco con su escritorio. Mierda. Un par de libros se cayeron. “Por qué eres tan sexy, Bette?”.
“Porque tu me ves así. Tina tu me has creado una necesidad que ya forma parte de mi. Una necesidad que tu solo puedes satisfacer”, Bette se detuvo un instante. Estoy tan contenta de que hayas vuelto”.
Tina sonrió, contestando a sus palabras de forma intuitiva mientras sus pulgares se posaban sobre unos pezones peligrosamente erguidos. La mera visión de las pequeñas bolas sobresaliendo por encima de la desgastada camiseta de entrenamiento volvía a Tina loca. Su mente vacilaba entre la lujuria y la lógica, y después de varios intentos, consiguió trenzar una pregunta sensata. “¿Cómo sabías que estaba aquí, nena?”.
Una sonrisa mayor que el universo le respondió. “¿Te molesta la interrupción?”. Bette ronroneó cuando sacudidas eléctricas recorrieron su cuerpo. El peso de la musculatura de Bette oprimía a su novia contra la mesa. Tina no se quejaba de la opresión de su novia. Sus pulgares expertos continuaron con sus travesías, mientras Bette intentaba mantener la calma. La aceleración de su aliento indicaban que no lo conseguía.
“No, no me molesta la interrupción. Me encanta”, susurró Tina mientras sus manos viajaban por el abdomen plano y se quedaban dentro de un cinturón tenso. “Te he echado mucho de menos, Bette”. Tina atrapó a su novia en un apasionado beso, mientras su lengua hacía prácticas anticipadas de lo que muy pronto haría con otros labios más suaves y húmedos. Bette comprendió que estaba en serios problemas. Aunque Miss Porter tenía un montón de recursos, la habilidad de Tina la siguió torturando e inmovilizando.
“¿Tu me has echado de menos, cariño?”. Tina no buscaba una respuesta verbal. La respuesta estaba tan próxima a ella que podía olerla. Y su nariz se deleitaba con la esencia de la mujer que amaba. “Bette, eres muy sexy. Quiero enterrar mi cara en tu suavidad, Bette Porter”.
Los dedos se deslizaron sin dificultad entre el tejido elástico y la piel sedosa. Un gemido ruidoso se escapó de una boca alegre. Era obvio que Bette ya estaba en ese punto en el que toda conversación inteligente era inútil.
“Sssshhhh cariño, necesito que estés tranquila. ¿Puedes hacerlo por mi?”, susurró Tina mientras plantaba besos esponjosos a lo largo del cuello elegante. Se rió tontamente a sabiendas de que la discreción no era una prioridad para su novia. Visitar a Tina durante horas de trabajo no significaba nada para Bette. No le importaba si había un millón de personas en las cercanías. Al diablo con ellos. Aunque si la descubrieran, podría perder su empleo. Afortunadamente, los días de Tina como empleada del gimnasio ya se habían terminado. Todo lo que Bette Porter podía pensar en ese momento es que tenía encima las maravillosas manos de Tina y su boca continuaba la exploración dulce de su cuerpo. “Bette, ¿podrás quedarte tranquila? ¿Lo harías por mi?”.
“Me importa una mierda”, gimió Bette mientras las manos de Tina avanzaban cuidadosamente.
Capítulo 32: Parte II
“Este no es el final. Ni siquiera es el comienzo del fin, Pero es, quizás, el final del principio”
–Winston Churchill
Después de un gratificante fin de semana con sus chicos, Tina lanzó su bolsa de lona y su esterilla de yoga en el maletero del coche. Se dirigió perezosamente a la puerta del gimnasio mientras decía adiós a las personas que estaban dentro del autobús, que desapareció pronto de su vista. Una vez dentro, la agotada diosa del sol observó una hilera de cajas cuidadosamente apiladas e inspeccionó el resto de su oficina, que estaba muy desordenado. La tediosa tarea de embalar aún no estaba completa y Tina suspiró ante la cantidad de trabajo que aún le quedaba por hacer. Esta toma de conciencia requería un ejercicio de yoga rápido. Vació el contenido de los bolsillos y dobló la cintura, echando el cuerpo hacia abajo hasta que sus manos tocaron el suelo. Mientras se tocaba las piernas con la cabeza, la ágil rubia expulsó el aire lentamente hasta que una hasta que la invadió una sensación de calma. El sonido débil de un molesto aparato electrónico interrumpió la paz recién alcanzada. Tina volcó sobre la mesa todo lo que estaba en su mochila en un esfuerzo para silenciar el aparato.
Una vez que el artefacto fue abierto, la voz del otro extremo no devolvió el hola amistoso de Tina, sino que comenzó a gimotear. “Si te fueras a una isla desierta, ¿Qué te llevarías contigo?”.
“A Bette Porter”, respondió Tina inmediatamente. “Adiós Alice”.
“Parece que necesitas ayuda, señorita enamorada. Es posible que desees compartir esa parte de conocimientos con Miss Porter”. Una estrepitosa carcajada selló el final de la frase. Un tranquilo adiós vino después. “Ciao”.
Tina se rió y sacudió la cabeza asombrada. Comenzó a llenar las cajas con objetos de su oficina y se detuvo un momento para repasar la lista de reproducción de su equipo de música en busca de algo para escuchar. De todas las canciones de la lista, no había ninguna que quisiera escuchar. Tomó un trago de agua. Su mente volvía a estar ocupada y llena de gente. Un estado que detestaba. Un ligero golpe en la puerta la sorprendió, despertándola de sus profundos pensamientos. Al ver un atisbo de su visitante, Tina abrió la puerta lo más rápidamente que pudo.
“Bueno, si es la preciosa Bette Porter”.
Una sonrisa de liberación apareció en los ojos marrones antes de que los labios brillantes se hicieran eco de ella. “Joder, que guapa es”, pensó Tina.
“Hola T.”, saludó Bette. Los ojos negros localizaron los de color avellana. Un sentimiento creciente de urgencia provocó que los labios suaves y las lenguas impacientes se encontraran sin previa advertencia. Luminosos gemidos salieron de un universo privado en un gimnasio público. Largos, lentos y profundos besos desafiaron al estado de emergencia que se había declarado con tanta facilidad. No había necesidad de apresurarse, lo que importaba era la atención plena, y las dos mujeres eran muy conscientes de los beneficios de la larga duración. Después de un tiempo, se detuvieron, y, finalmente, surgió un intento de conversación.
“Pensaba que no regresarías hasta esta noche”. Los labios de Bette se mantenían a una cierta distancia de Tina, aunque la rubia sabía que estaba en peligro. Un aliento fresco, y una hilera de dientes blancos causaban estragos en una Tina ya mareada.
“Llevas puesto mis vaqueros favoritos T”.
Tina se echó hacia atrás, y no tuvo más remedio que quejarse al contacto brusco con su escritorio. Mierda. Un par de libros se cayeron. “Por qué eres tan sexy, Bette?”.
“Porque tu me ves así. Tina tu me has creado una necesidad que ya forma parte de mi. Una necesidad que tu solo puedes satisfacer”, Bette se detuvo un instante. Estoy tan contenta de que hayas vuelto”.
Tina sonrió, contestando a sus palabras de forma intuitiva mientras sus pulgares se posaban sobre unos pezones peligrosamente erguidos. La mera visión de las pequeñas bolas sobresaliendo por encima de la desgastada camiseta de entrenamiento volvía a Tina loca. Su mente vacilaba entre la lujuria y la lógica, y después de varios intentos, consiguió trenzar una pregunta sensata. “¿Cómo sabías que estaba aquí, nena?”.
Una sonrisa mayor que el universo le respondió. “¿Te molesta la interrupción?”. Bette ronroneó cuando sacudidas eléctricas recorrieron su cuerpo. El peso de la musculatura de Bette oprimía a su novia contra la mesa. Tina no se quejaba de la opresión de su novia. Sus pulgares expertos continuaron con sus travesías, mientras Bette intentaba mantener la calma. La aceleración de su aliento indicaban que no lo conseguía.
“No, no me molesta la interrupción. Me encanta”, susurró Tina mientras sus manos viajaban por el abdomen plano y se quedaban dentro de un cinturón tenso. “Te he echado mucho de menos, Bette”. Tina atrapó a su novia en un apasionado beso, mientras su lengua hacía prácticas anticipadas de lo que muy pronto haría con otros labios más suaves y húmedos. Bette comprendió que estaba en serios problemas. Aunque Miss Porter tenía un montón de recursos, la habilidad de Tina la siguió torturando e inmovilizando.
“¿Tu me has echado de menos, cariño?”. Tina no buscaba una respuesta verbal. La respuesta estaba tan próxima a ella que podía olerla. Y su nariz se deleitaba con la esencia de la mujer que amaba. “Bette, eres muy sexy. Quiero enterrar mi cara en tu suavidad, Bette Porter”.
Los dedos se deslizaron sin dificultad entre el tejido elástico y la piel sedosa. Un gemido ruidoso se escapó de una boca alegre. Era obvio que Bette ya estaba en ese punto en el que toda conversación inteligente era inútil.
“Sssshhhh cariño, necesito que estés tranquila. ¿Puedes hacerlo por mi?”, susurró Tina mientras plantaba besos esponjosos a lo largo del cuello elegante. Se rió tontamente a sabiendas de que la discreción no era una prioridad para su novia. Visitar a Tina durante horas de trabajo no significaba nada para Bette. No le importaba si había un millón de personas en las cercanías. Al diablo con ellos. Aunque si la descubrieran, podría perder su empleo. Afortunadamente, los días de Tina como empleada del gimnasio ya se habían terminado. Todo lo que Bette Porter podía pensar en ese momento es que tenía encima las maravillosas manos de Tina y su boca continuaba la exploración dulce de su cuerpo. “Bette, ¿podrás quedarte tranquila? ¿Lo harías por mi?”.
“Me importa una mierda”, gimió Bette mientras las manos de Tina avanzaban cuidadosamente.
Re: [Terminado] Saludos al sol
EN FIN ME DEJAN SI PALABRAS................a mi julita que soy un loro
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Estoy como maryjoe... SIN PALABRAS
gracias por seguir con el fic julia!!!
gracias por seguir con el fic julia!!!
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Disfrutadlo, chicas porque ya queda poquito. Un par de actualizaciones y le colgamos el The End
La yogui llena de deseo se reajustó en la mesa y su amiga hizo lo mismo. Sentía tan estupendamente el cuerpo de Bette encima de ella que quería dar saltos de alegría. Palabras sensuales salieron de la boca de Tina. Era el momento de poner en práctica la lista de promesas que ambas mujeres se habían hecho en los últimos días. Las acciones amorosas, cada vez más apasionadas causaron que el contenido de los bolsillos de Tina y la mochila, se esparciesen sobre la mesa.
“T. ¿por qué tienes el número de teléfono de H elena?”, preguntó Bette inquieta. Los ojos curiosos estaban fijos en la pequeña hoja de papel y sus cejas se arquearon, esperando una respuesta.
Tina se apoyó en los codos para ver que el momento de pasión se había pasado. Se maldijo por arruinar aquel encuentro tan maravilloso. La agotada instructora sólo espera que pudieras continuar donde lo dejaron lo más pronto posible. De mala gana se aclaró la voz y comenzó a hablar. El pulso entre las piernas continuó su ritmo, totalmente ajeno al giro que habían dado los acontecimientos.
“Llamé a Helena para pedirle perdón por todas cosas que yo haya podido hacer que le han hecho daño”, respondió Tina con remordimiento. “Sé que nunca nos vamos a llevar bien y lo acepto, pero creo que ya es la hora de que deje de odiarme y siga adelante. “, casi susurró Tina.
“¿Y qué te dijo?”.
“Bueno, me dijo que no podía garantizarme nada. Pero tampoco espero nada. Sé que perdonar es un proceso largo, y estoy contenta de haberme liberado del odio que tenía encadenada una parte de mi”.
“Estoy muy orgullosa de ti, Tina”. Bette colocó un tierno beso en los labios que aún sentían los efectos de la embestida apasionada de unos momentos antes. Después de haber satisfecho su curiosidad los labios de Bette siguieron donde habían estado antes.
“Bueno, no seguirás estando orgullosa después de oir lo que tengo que decirte”.
La incertidumbre se reflejó en la cara de Bette mientras Tina recogía el papel con el número de teléfono de Helena. Bette se distanció de su novia y se dispuso a escuchar la información. Tina se incorporó y mantuvo los ojos fijos en alguna parte frente a ella. Los ojos de Bette estaban ahora desprovistos de todo sentimiento.
“Es difícil para mi entender que alguien pueda haberte abandonado, Bette. Eres una persona muy inteligente, apasionada y realmente increíble, y por eso mi mente no se puede hacer a la idea de que alguien pueda dejarte. Cuando empezamos a vernos, me dolía el corazón por ti. Constantemente. Yo sólo quería ayudar todo lo posible. Nunca he querido a nadie como te quiero a ti, Bette, y me sentía impotente al verte sufrir”, Tina suspiró.
“Sabía que Alice estaba haciendo un trabajo sobre maridos desaparecidos, así que le pedí si podía conseguir información para contactar con Ziggy. En ese momento Alice no pudo conseguir nada, y lo dejé correr. Conforme pasó el tiempo, casi me olvidé de el. Tu y yo nos llevábamos bien, y no me pareció justo sacar el pasado de debajo de la alfombra”. Tina hizo una breve pausa para mirarse las manos, que temblaban ligeramente. Su voz, sin embargo, se mantuvo en calma. “Un compañero de trabajo de Alice me llamó la semana pasada y me dio el número de teléfono actual de Ziggy”. Tina colocó el papel en la palma de la mano de Bette. “Es este”. La mano de Bette permaneció abierta, al igual que su boca, y el documento cayó al suelo. Para sorpresa de Tina, el rostro de su amiga no reflejaba nada.
El comportamiento de Bette hizo que Tina dudara, pero continuó a pesar de todo. “Pensé seriamente en llamarlo, pero cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que no debía hacerlo. Vuestra situación es asunto vuestro. Siento si te hago sentir incómoda Bette. Ahora que tengo esta información me doy cuenta de que no la necesitas”. Tina hizo una pausa, “pero puede que tu no pienses lo mismo”.
No hubo respuesta. Bette miraba fijamente al vacío.
“¿Por qué haces esto?”, preguntó Bette con calma.
Tina no pudo responder antes de que Bette siguiera preguntando.
“Tina, podías haber respondido fácilmente a mi pregunta sobre el teléfono de Helena y después callarte. Yo no habría sabido que había otro número de teléfono al otro lado del papel. Y mucho menos, el de Ziggy. Podías haber dicho que era el de Joe Blow. Joder, no me importa”. Bette miró a su novia. “Joder, Tina, a veces prefiero que me mientas”. La voz de Bette se rompió. “Todo el mundo lo hace. ¿Por qué tu no?”.
La frustración que Bette experimentaba era abrumadora. Dejó escapar un gran suspiro y luego se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, la morena, furiosa, cogió el papel del suelo y se lo metió en el bolsillo.
“Pensaba que había prometido no huir cada vez que teníamos una discusión, Bette”.
“Parece que te mentí, Tina. ¿Ves lo fácil que es?”, preguntó Bette entre lágrimas, después miró a su novia y cerró la puerta con mucho cuidado.
…………………………………….
Los pensamientos de Tina iban a mil por hora cuando fueron interrumpidos por estruendosas carcajadas procedentes del fondo del pasillo. El estridente sonido resonó en su mente y por un breve momento, casi la tranquilizó. Al darse cuenta de que habían pasado 10 minutos desde que Bette había dejado su oficina, la cansada rubia decidió irse. Había sido un día muy largo. Tina entendía ahora a Bette cuando le decía que necesitaba una copa. Cuando la instructora de yoga estaba dispuesta a irse la mujer que amaba hizo una aparición sorpresa por segunda vez en el día.
“¿Puedo entrar de nuevo?”.
Tina se mordió el labio, miró a Bette y la estudió durante un segundo. “Claro”, susurró mientras abría más la puerta.
Bette se sentó en el borde de la desordenada mesa de Tina mientras Tina estaba a unos metros de distancia observándola, sin decir nada. La pila de cajas al otro lado de la estancia llamó la atención de Bette. Como Bette no hablaba, Tina empezó a retirar los elementos de su biblioteca y volvió a la actividad de empaquetar. Una Tina agotada dio un gran suspiro y su cuerpo se desinfló con la exhalación. Tenía los hombros hundidos y sentía las piernas tremendamente pesadas. No podía soportar la dureza de la jornada ni la intensidad de la presencia de Bette. Era demasiado duro tratar con ella y no quería llorar.
Pasados varios minutos, Bette finalmente encontró la voz. “Tina, yo, no quiero ser una mentirosa y no quiero ser una cualquiera”, sonrió débilmente.
Tina vio como Bette jugaba con pequeños trozos de papel y se dio cuenta de lo nerviosa que estaba. Bette Porter no solía jugar con los objetos mientras hablaba. Sus manos estaban normalmente sobre su compañera.
“Hace unas semanas, en una de mis sesiones, me preguntaron si podía ponerme en contactor con el marido que me abandonó. Inmediatamente dije que por supuesto, que quería saber la razón por la que ese idiota me abandonó”.
“Todavía quiero saber el por qué. Solamente eso”. La voz de Bette se suavizó. “Aunque sé que si me pusiera en contacto con Ziggy, ninguna explicación que me de será suficientemente buena. Suponiendo que quiera hablar conmigo. No importa lo que dijo, Tina, no tiene sentido para mi y no puedo comprender sus razones”. Bette inspeccionó la bonita pero preocupada cara antes de continuar. La diosa del sol estaba todavía con ella. Escuchando cada palabra. Totalmente centrada y consciente, como siempre.
La yogui llena de deseo se reajustó en la mesa y su amiga hizo lo mismo. Sentía tan estupendamente el cuerpo de Bette encima de ella que quería dar saltos de alegría. Palabras sensuales salieron de la boca de Tina. Era el momento de poner en práctica la lista de promesas que ambas mujeres se habían hecho en los últimos días. Las acciones amorosas, cada vez más apasionadas causaron que el contenido de los bolsillos de Tina y la mochila, se esparciesen sobre la mesa.
“T. ¿por qué tienes el número de teléfono de H elena?”, preguntó Bette inquieta. Los ojos curiosos estaban fijos en la pequeña hoja de papel y sus cejas se arquearon, esperando una respuesta.
Tina se apoyó en los codos para ver que el momento de pasión se había pasado. Se maldijo por arruinar aquel encuentro tan maravilloso. La agotada instructora sólo espera que pudieras continuar donde lo dejaron lo más pronto posible. De mala gana se aclaró la voz y comenzó a hablar. El pulso entre las piernas continuó su ritmo, totalmente ajeno al giro que habían dado los acontecimientos.
“Llamé a Helena para pedirle perdón por todas cosas que yo haya podido hacer que le han hecho daño”, respondió Tina con remordimiento. “Sé que nunca nos vamos a llevar bien y lo acepto, pero creo que ya es la hora de que deje de odiarme y siga adelante. “, casi susurró Tina.
“¿Y qué te dijo?”.
“Bueno, me dijo que no podía garantizarme nada. Pero tampoco espero nada. Sé que perdonar es un proceso largo, y estoy contenta de haberme liberado del odio que tenía encadenada una parte de mi”.
“Estoy muy orgullosa de ti, Tina”. Bette colocó un tierno beso en los labios que aún sentían los efectos de la embestida apasionada de unos momentos antes. Después de haber satisfecho su curiosidad los labios de Bette siguieron donde habían estado antes.
“Bueno, no seguirás estando orgullosa después de oir lo que tengo que decirte”.
La incertidumbre se reflejó en la cara de Bette mientras Tina recogía el papel con el número de teléfono de Helena. Bette se distanció de su novia y se dispuso a escuchar la información. Tina se incorporó y mantuvo los ojos fijos en alguna parte frente a ella. Los ojos de Bette estaban ahora desprovistos de todo sentimiento.
“Es difícil para mi entender que alguien pueda haberte abandonado, Bette. Eres una persona muy inteligente, apasionada y realmente increíble, y por eso mi mente no se puede hacer a la idea de que alguien pueda dejarte. Cuando empezamos a vernos, me dolía el corazón por ti. Constantemente. Yo sólo quería ayudar todo lo posible. Nunca he querido a nadie como te quiero a ti, Bette, y me sentía impotente al verte sufrir”, Tina suspiró.
“Sabía que Alice estaba haciendo un trabajo sobre maridos desaparecidos, así que le pedí si podía conseguir información para contactar con Ziggy. En ese momento Alice no pudo conseguir nada, y lo dejé correr. Conforme pasó el tiempo, casi me olvidé de el. Tu y yo nos llevábamos bien, y no me pareció justo sacar el pasado de debajo de la alfombra”. Tina hizo una breve pausa para mirarse las manos, que temblaban ligeramente. Su voz, sin embargo, se mantuvo en calma. “Un compañero de trabajo de Alice me llamó la semana pasada y me dio el número de teléfono actual de Ziggy”. Tina colocó el papel en la palma de la mano de Bette. “Es este”. La mano de Bette permaneció abierta, al igual que su boca, y el documento cayó al suelo. Para sorpresa de Tina, el rostro de su amiga no reflejaba nada.
El comportamiento de Bette hizo que Tina dudara, pero continuó a pesar de todo. “Pensé seriamente en llamarlo, pero cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que no debía hacerlo. Vuestra situación es asunto vuestro. Siento si te hago sentir incómoda Bette. Ahora que tengo esta información me doy cuenta de que no la necesitas”. Tina hizo una pausa, “pero puede que tu no pienses lo mismo”.
No hubo respuesta. Bette miraba fijamente al vacío.
“¿Por qué haces esto?”, preguntó Bette con calma.
Tina no pudo responder antes de que Bette siguiera preguntando.
“Tina, podías haber respondido fácilmente a mi pregunta sobre el teléfono de Helena y después callarte. Yo no habría sabido que había otro número de teléfono al otro lado del papel. Y mucho menos, el de Ziggy. Podías haber dicho que era el de Joe Blow. Joder, no me importa”. Bette miró a su novia. “Joder, Tina, a veces prefiero que me mientas”. La voz de Bette se rompió. “Todo el mundo lo hace. ¿Por qué tu no?”.
La frustración que Bette experimentaba era abrumadora. Dejó escapar un gran suspiro y luego se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, la morena, furiosa, cogió el papel del suelo y se lo metió en el bolsillo.
“Pensaba que había prometido no huir cada vez que teníamos una discusión, Bette”.
“Parece que te mentí, Tina. ¿Ves lo fácil que es?”, preguntó Bette entre lágrimas, después miró a su novia y cerró la puerta con mucho cuidado.
…………………………………….
Los pensamientos de Tina iban a mil por hora cuando fueron interrumpidos por estruendosas carcajadas procedentes del fondo del pasillo. El estridente sonido resonó en su mente y por un breve momento, casi la tranquilizó. Al darse cuenta de que habían pasado 10 minutos desde que Bette había dejado su oficina, la cansada rubia decidió irse. Había sido un día muy largo. Tina entendía ahora a Bette cuando le decía que necesitaba una copa. Cuando la instructora de yoga estaba dispuesta a irse la mujer que amaba hizo una aparición sorpresa por segunda vez en el día.
“¿Puedo entrar de nuevo?”.
Tina se mordió el labio, miró a Bette y la estudió durante un segundo. “Claro”, susurró mientras abría más la puerta.
Bette se sentó en el borde de la desordenada mesa de Tina mientras Tina estaba a unos metros de distancia observándola, sin decir nada. La pila de cajas al otro lado de la estancia llamó la atención de Bette. Como Bette no hablaba, Tina empezó a retirar los elementos de su biblioteca y volvió a la actividad de empaquetar. Una Tina agotada dio un gran suspiro y su cuerpo se desinfló con la exhalación. Tenía los hombros hundidos y sentía las piernas tremendamente pesadas. No podía soportar la dureza de la jornada ni la intensidad de la presencia de Bette. Era demasiado duro tratar con ella y no quería llorar.
Pasados varios minutos, Bette finalmente encontró la voz. “Tina, yo, no quiero ser una mentirosa y no quiero ser una cualquiera”, sonrió débilmente.
Tina vio como Bette jugaba con pequeños trozos de papel y se dio cuenta de lo nerviosa que estaba. Bette Porter no solía jugar con los objetos mientras hablaba. Sus manos estaban normalmente sobre su compañera.
“Hace unas semanas, en una de mis sesiones, me preguntaron si podía ponerme en contactor con el marido que me abandonó. Inmediatamente dije que por supuesto, que quería saber la razón por la que ese idiota me abandonó”.
“Todavía quiero saber el por qué. Solamente eso”. La voz de Bette se suavizó. “Aunque sé que si me pusiera en contacto con Ziggy, ninguna explicación que me de será suficientemente buena. Suponiendo que quiera hablar conmigo. No importa lo que dijo, Tina, no tiene sentido para mi y no puedo comprender sus razones”. Bette inspeccionó la bonita pero preocupada cara antes de continuar. La diosa del sol estaba todavía con ella. Escuchando cada palabra. Totalmente centrada y consciente, como siempre.
Re: [Terminado] Saludos al sol
vaya se acaba este fic, que vamos a hacer despues?
con todo lo bonito que está.
con todo lo bonito que está.
masay- Entérate, ya soy una usuaria conocida
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Re: [Terminado] Saludos al sol
Noooooo esto se acabaaa
muxas gracias por seguir julia, la verdad, es q cuando se acabe el fic no se q voy a hacer!!
muxas gracias por seguir julia, la verdad, es q cuando se acabe el fic no se q voy a hacer!!
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