[Terminado] Saludos al sol
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Re: [Terminado] Saludos al sol
“No la amo, Tina”, declaró Bette mirándose fijamente los pies. Tina cerró los ojos. “Quiero creerte, Bette. Te creo. Me has dicho otras veces que no la quieres y he intentado quedarme satisfecha con tus palabras. Me he dado cuenta, sin embargo, que no me has mirado a los ojos cuando has dicho que no la amas. Supongo que tengo un problema con esto”. Tina vaciló, esperando que los tristes ojos marrones ante los que había caído rendidamente enamorada buscasen los suyos. Por favor, mírame cariño. Venga. Transcurrida una eternidad los ojos de Bette se posaron sobre los de Tina. Una sonrisa del tamaño del Océano Pacífico apareció en el rostro de Tina. Sabía que podías hacerlo, Bette. Ahora abre la boca y dime que no la quieres. Es fácil. Una media sonrisa cortés apareció en la cara de Bette, y después sus ojos bajaron otra vez rápidamente a sus pies. “Joder”, refunfuñó Tina entre dientes. Esto no es bueno.
“Te quiero, Tina”, confesó Bette suavemente volviendo a dirigir sus ojos y la sonrisa leve a la mujer que estaba delante suyo, y cuyo corazón rompía un poco más a cada segundo que pasaba. “Lo sé, Bette, siento tu amor y es maravilloso. Esa no es la cuestión. Cariño, necesito que me mires y me digas que no amas a Helena. Tengo que estar segura de que no quieres estar con ella. ¿Lo puedes hacer?”. El silencio las envolvió a las dos como una niebla espesa.
“Umm”. Tina luchó para abrirse paso hasta la superficie a través de la niebla. Un nudo en su garganta la saludó mientras encontraba la voz suficiente para hablar. “Bette, quizás necesitas un tiempo para pensar que es lo que quieres realmente. No has tenido mucho tiempo para ti misma. Ya sabes, para pensar en ti. ¿Puedo hacerte una pregunta?”.
Bette confirmó con la cabeza, mientras seguía mirándose los pies.
“¿Helena y tu habéis hablado de vuestra relación?. ¿Te dijo que todavía está enamorada de ti?”.
“Si… lo dijo”, susurró apenas Bette.
“¿Y?
“Y. Hablé con ella de esto”.
El sonido del móbil de Bette las asustó a las dos. Tina estaba sorprendida por lo que Bette había contestado. Ella pensaba que estaban teniendo una conversación seria y la impresionó que Bette no se excusara antes de contestar la llamada. Sólo la contestó y saludó a la persona que llamaba.
La mente de Tina voló. Esto era exactamente de lo que estaba hablando. Helena llamaba y el resto del mundo se podía ir al infierno.
Después de acabar la llamada con un, “de acuerdo, nos vemos dentro de un rato”, Bette volvió a centrarse en sus vecinos, en el patio, dentro de la estructura cubierta, y en su novia.
“Tina, lo siento, esta no es la forma en que yo quería que fuera nuestra conversación. Lo siento”. Se encogió, “Dios, yo…”
“Dímelo Bette. Habla conmigo, cariño. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar de esto. Sólo, dímelo”.
“¿Crees que se puede querer a dos personas a la vez?”, preguntó despacio.
Tina no podía creer la pregunta que tan fácilmente había salido de la boca de su novia. “Umm, si. Pero también creo que siempre habrá un desequilibrio en una relación de este tipo, porque el amor no se distribuirá equitativamente. Alguien tendrá un lugar prominente, y el otro un lugar secundario. No creo que tu puedas amar a dos personas a la vez porque cada una es diferente. Yo a veces he salido con más de una persona a la vez, y me he entregado de forma desigual a la gente que me quería. ¿Y por qué?. Porque me gustaban algunos aspectos de esas personas, pero nunca la persona entera”. Tina sacudió la cabeza con incredulidad y frustración. “A menudo pensaba en hacer real a mi mujer perfecta. Yo elegía el buen corazón de Carmen y su encantadora manera de morderse el labio, y lo mezclaba con el coraje y el pelo rebelde de Alice, y con las virtudes de algunas chicas que tenían partes que me gustaban, y me gustaba pensar que así sería la mujer de mis sueños. Pero, ¿sabes?. Descubrí que no tenía que hacer eso porque la mujer que me robó el corazón se presentó delante de mi. Nunca había imaginado que todo lo que me gustaba podía existir en una sola persona, pero así fue. Tu eres la única persona a la que amo, Bette. Ya no quiero compartir a nadie, ni que me compartan. He cerrado la tienda. Hay un letrero que pone “En venta” en la ventana de mi vida anterior”.
Bette miró a su novia y sonrió. Los ojos de Tina suplicaban a la mujer que hacía estragos en su corazón. “Bette, cuando besaste a Helena en San Francisco, aquel beso que presencié, ¿Disfrutaste con el?”.
Bette fijó sus ojos en Tina y sostuvo la mirada, en un esfuerzo para apoyar la respuesta que le iba a dar.
“No lo sé, Tina”, contestó molesta.
“Esto es una mierda, Bette, y lo sabes”. La voz de Tina comenzó a dudar. “Las dos somos adultas. Merezco saber la verdad y tu también. ¿Te gusta besarla?”.
“Sí”.
“Bien”, susurró Tina, “gracias por ser sincera”, susurró aún más bajo.
“Tina, vuelvo a Nueva York con Helena mañana. Serán sólo unos días, creo que podré ordenar mi cabeza”, soltó Bette, manteniendo la mirada firme sobre su novia que cada vez estaba más triste.
Con un parpadeo, los ojos de Tina se desbordaron. Las lágrimas empezaron a bajar por su cara triste y preocupada. Su corazón se hundió en el fango. “¿Cuándo has decidido esto?”.
“Esta mañana cuando me encontré con Helena. Sugirió que quizás una ruptura fuera buena para mi”.
“¿Le hablaste de nuestra discusión?”.
“No tuve que hacerlo. Ella es muy perspicaz. No hablamos de mi relación contigo y dudo que vayamos a hacerlo”.
“¿Sabes, Bette?. Cuando ella estuvo en mi oficina esta mañana hablé de que tu no la querías. Presumí de que el beso que os disteis era pasado y de lo bien que me sentía cuando te besaba entre otras cosas. Su expresión nunca cambiaba de la sonrisa satisfecha que llevaba la primera vez que la vi. No puedo creer que sea tan idiota. Joder.¿Así tu crees que un viaje a Nueva York con ella te ayudará a aclararte? ¿No piensas que eso te confundirá aún más?”.
“No. Creo que eso es justamente lo que el doctor ordenó”.
“¿Y qué doctor era? ¿Doctora Peabody?”.
Bette se estremeció al ver la derrota en los ojos de Tina. Había incertidumbre en su postura y el cansancio empezó a reflejarse en su cara. Bette habló de forma casi inaudible. “Entonces, ¿no tienes nada más que decir Tina?”.
“¿Y qué se supone que tengo que decir?. Creo que mi boca ya me ha buscado bastantes problemas. Tal vez si yo no hubiera insistido tanto en que hablaras ahora no te habría escuchado decir que te vas a Nueva York con la persona de la que quizás estás enamorada. Pero no lo sabes, y crees que te tienes que tomar un tiempo para averiguarlo. ¿Crees que te acostarás con ella, Bette?”.
“No, Tina, no me voy a acostar con ella. Dame un poco de crédito, por favor”.
Tina pensó alargar más el tema, pero se detuvo porque no pensaba que pudiera conseguir nada bueno con ello. En cambio, se inclinó y colocó un dulce beso sobre los labios de Bette. “Te quiero, Bette. Te quiero mucho. Eres mi luz y mi paz. Eres la mujer más hermosa que nunca he visto. Estarás siempre en mi mente… incluso hoy, con toda esta locura. No hay nadie más con quien yo preferiría pasar mi tiempo. Ayer me sentía tan segura de nuestra relación, y aquí estamos, sólo 24 horas más tarde y no tengo ni idea de que demonios va a pasar. Todo esto es demasiado extraño para mi. Espero que encuentres lo que buscas mientras estás lejos. Estaré aquí cuando regreses, ¿vale?”. La suave voz se rompió cuando su dueña vio a una morena asombrosa que caminaba hacia ella. Tina rápidamente saltó al suelo, Bette dijo que la amaba y se marchó y dejó el patio antes de que Helena llegara hasta allí. Se sentía una mujer derrotada, sólo en un día. No tenía paz, ni tranquilidad, ni equilibrio, nada ni nadie podría ayudarle en este momento. Cuando intentó recordar el camino de vuelta a casa, el cachorro perdido que había visto antes se le acercó. Parecía que tenía un juguete delante de ella. Una mirada cariñosa de Tina reveló que su corazón pendía de la boca de un perro juguetón.
………………………..
“Te quiero, Tina”, confesó Bette suavemente volviendo a dirigir sus ojos y la sonrisa leve a la mujer que estaba delante suyo, y cuyo corazón rompía un poco más a cada segundo que pasaba. “Lo sé, Bette, siento tu amor y es maravilloso. Esa no es la cuestión. Cariño, necesito que me mires y me digas que no amas a Helena. Tengo que estar segura de que no quieres estar con ella. ¿Lo puedes hacer?”. El silencio las envolvió a las dos como una niebla espesa.
“Umm”. Tina luchó para abrirse paso hasta la superficie a través de la niebla. Un nudo en su garganta la saludó mientras encontraba la voz suficiente para hablar. “Bette, quizás necesitas un tiempo para pensar que es lo que quieres realmente. No has tenido mucho tiempo para ti misma. Ya sabes, para pensar en ti. ¿Puedo hacerte una pregunta?”.
Bette confirmó con la cabeza, mientras seguía mirándose los pies.
“¿Helena y tu habéis hablado de vuestra relación?. ¿Te dijo que todavía está enamorada de ti?”.
“Si… lo dijo”, susurró apenas Bette.
“¿Y?
“Y. Hablé con ella de esto”.
El sonido del móbil de Bette las asustó a las dos. Tina estaba sorprendida por lo que Bette había contestado. Ella pensaba que estaban teniendo una conversación seria y la impresionó que Bette no se excusara antes de contestar la llamada. Sólo la contestó y saludó a la persona que llamaba.
La mente de Tina voló. Esto era exactamente de lo que estaba hablando. Helena llamaba y el resto del mundo se podía ir al infierno.
Después de acabar la llamada con un, “de acuerdo, nos vemos dentro de un rato”, Bette volvió a centrarse en sus vecinos, en el patio, dentro de la estructura cubierta, y en su novia.
“Tina, lo siento, esta no es la forma en que yo quería que fuera nuestra conversación. Lo siento”. Se encogió, “Dios, yo…”
“Dímelo Bette. Habla conmigo, cariño. Tenemos todo el tiempo del mundo para hablar de esto. Sólo, dímelo”.
“¿Crees que se puede querer a dos personas a la vez?”, preguntó despacio.
Tina no podía creer la pregunta que tan fácilmente había salido de la boca de su novia. “Umm, si. Pero también creo que siempre habrá un desequilibrio en una relación de este tipo, porque el amor no se distribuirá equitativamente. Alguien tendrá un lugar prominente, y el otro un lugar secundario. No creo que tu puedas amar a dos personas a la vez porque cada una es diferente. Yo a veces he salido con más de una persona a la vez, y me he entregado de forma desigual a la gente que me quería. ¿Y por qué?. Porque me gustaban algunos aspectos de esas personas, pero nunca la persona entera”. Tina sacudió la cabeza con incredulidad y frustración. “A menudo pensaba en hacer real a mi mujer perfecta. Yo elegía el buen corazón de Carmen y su encantadora manera de morderse el labio, y lo mezclaba con el coraje y el pelo rebelde de Alice, y con las virtudes de algunas chicas que tenían partes que me gustaban, y me gustaba pensar que así sería la mujer de mis sueños. Pero, ¿sabes?. Descubrí que no tenía que hacer eso porque la mujer que me robó el corazón se presentó delante de mi. Nunca había imaginado que todo lo que me gustaba podía existir en una sola persona, pero así fue. Tu eres la única persona a la que amo, Bette. Ya no quiero compartir a nadie, ni que me compartan. He cerrado la tienda. Hay un letrero que pone “En venta” en la ventana de mi vida anterior”.
Bette miró a su novia y sonrió. Los ojos de Tina suplicaban a la mujer que hacía estragos en su corazón. “Bette, cuando besaste a Helena en San Francisco, aquel beso que presencié, ¿Disfrutaste con el?”.
Bette fijó sus ojos en Tina y sostuvo la mirada, en un esfuerzo para apoyar la respuesta que le iba a dar.
“No lo sé, Tina”, contestó molesta.
“Esto es una mierda, Bette, y lo sabes”. La voz de Tina comenzó a dudar. “Las dos somos adultas. Merezco saber la verdad y tu también. ¿Te gusta besarla?”.
“Sí”.
“Bien”, susurró Tina, “gracias por ser sincera”, susurró aún más bajo.
“Tina, vuelvo a Nueva York con Helena mañana. Serán sólo unos días, creo que podré ordenar mi cabeza”, soltó Bette, manteniendo la mirada firme sobre su novia que cada vez estaba más triste.
Con un parpadeo, los ojos de Tina se desbordaron. Las lágrimas empezaron a bajar por su cara triste y preocupada. Su corazón se hundió en el fango. “¿Cuándo has decidido esto?”.
“Esta mañana cuando me encontré con Helena. Sugirió que quizás una ruptura fuera buena para mi”.
“¿Le hablaste de nuestra discusión?”.
“No tuve que hacerlo. Ella es muy perspicaz. No hablamos de mi relación contigo y dudo que vayamos a hacerlo”.
“¿Sabes, Bette?. Cuando ella estuvo en mi oficina esta mañana hablé de que tu no la querías. Presumí de que el beso que os disteis era pasado y de lo bien que me sentía cuando te besaba entre otras cosas. Su expresión nunca cambiaba de la sonrisa satisfecha que llevaba la primera vez que la vi. No puedo creer que sea tan idiota. Joder.¿Así tu crees que un viaje a Nueva York con ella te ayudará a aclararte? ¿No piensas que eso te confundirá aún más?”.
“No. Creo que eso es justamente lo que el doctor ordenó”.
“¿Y qué doctor era? ¿Doctora Peabody?”.
Bette se estremeció al ver la derrota en los ojos de Tina. Había incertidumbre en su postura y el cansancio empezó a reflejarse en su cara. Bette habló de forma casi inaudible. “Entonces, ¿no tienes nada más que decir Tina?”.
“¿Y qué se supone que tengo que decir?. Creo que mi boca ya me ha buscado bastantes problemas. Tal vez si yo no hubiera insistido tanto en que hablaras ahora no te habría escuchado decir que te vas a Nueva York con la persona de la que quizás estás enamorada. Pero no lo sabes, y crees que te tienes que tomar un tiempo para averiguarlo. ¿Crees que te acostarás con ella, Bette?”.
“No, Tina, no me voy a acostar con ella. Dame un poco de crédito, por favor”.
Tina pensó alargar más el tema, pero se detuvo porque no pensaba que pudiera conseguir nada bueno con ello. En cambio, se inclinó y colocó un dulce beso sobre los labios de Bette. “Te quiero, Bette. Te quiero mucho. Eres mi luz y mi paz. Eres la mujer más hermosa que nunca he visto. Estarás siempre en mi mente… incluso hoy, con toda esta locura. No hay nadie más con quien yo preferiría pasar mi tiempo. Ayer me sentía tan segura de nuestra relación, y aquí estamos, sólo 24 horas más tarde y no tengo ni idea de que demonios va a pasar. Todo esto es demasiado extraño para mi. Espero que encuentres lo que buscas mientras estás lejos. Estaré aquí cuando regreses, ¿vale?”. La suave voz se rompió cuando su dueña vio a una morena asombrosa que caminaba hacia ella. Tina rápidamente saltó al suelo, Bette dijo que la amaba y se marchó y dejó el patio antes de que Helena llegara hasta allí. Se sentía una mujer derrotada, sólo en un día. No tenía paz, ni tranquilidad, ni equilibrio, nada ni nadie podría ayudarle en este momento. Cuando intentó recordar el camino de vuelta a casa, el cachorro perdido que había visto antes se le acercó. Parecía que tenía un juguete delante de ella. Una mirada cariñosa de Tina reveló que su corazón pendía de la boca de un perro juguetón.
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Re: [Terminado] Saludos al sol
ahh q triste!!!!.. bueno el ff grax julia,,, sigue cuando puedas =DD,,,
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
El acento inequívoco fluyó libremente por la 2ª fila de asientos de primera clase. “Despierta, querida Bette. Vamos a aterrizar”. La mayor parte de la última hora de vuelo había sido tan turbulenta y entrecortada como la relación de Tina y Bette. La belleza durmiente había estado reposando la cabeza en el hombro de Helena aproximadamente durante 15 minutos antes del aterrizaje.
Bette, que dormía sobre el hombro de Helena o viceversa, se despertó antes del aterrizaje. Todavía era increíblemente irónico para Bette que ella y Helena fueran amigas. Cada vez que pensaba en ello profundamente, se obligaba a cambiar de pensamientos porque el concepto era demasiado profundo para que su mente lo asimilara.
El paseo en limosina hasta el ático de Helena también fue esporádico y entrecortado. Bette había olvidado la hostilidad y el comportamiento inhumano de algunos nativos. Nueva York tenía tantas otras cualidades, que esta siempre sería su casa para ella. “Wow, realmente has cambiado las cosas desde la última vez que estuve por aquí. ¿Cuándo conseguiste esta pieza?”, preguntó Bette admirando un original de Matisse que se había agregado a la exquisita colección de Helena. “Bastante horrible, ¿verdad?. Fue un regalo de cumpleaños de mi madre. En realidad pienso donarlo a algún sitio”. Esto provocó que Bette se riera con ganas. “Lo aceptaré, Hel. Es maravilloso”.
“Echaba de menos tu risa, Bette”, sonrió Helena, “es tan alegre y fuerte que complace a mis oídos. Excepto cuando te ríes de mi”.
“Bien, te he echado de menos Helena”, Bette sonrió, “Ahora, no me trates mal. No echaba de menos a la zorra que no podía soportar cuando éramos rivales. Pero sí echaba de menos a la agradable amiga que usaba su poder para cosas buenas y me compraba galletas M&M”, sonrió Bette abiertamente.
“Todavía eres una oportunista, ¿no Bette?”
“Quizás. A veces”
“Bien, un oportunista no desaprovecha la oportunidad de alcanzar un fin, a menudo sin pensar en los medios ni en las consecuencias”:
“Yo diría que la definición del diccionario sería la correcta. Sin embargo, yo también diría que tengo respeto a los principios y a las consecuencias. Al menos la mayoría de las veces”.
“Ah, ¿tu crees?. Y si yo te presentara una oportunidad de encontrar un fin, ¿no la aprovecharías?”.
“Puede ser. O puede que no”. Bette sonrió mientras se acercaba a la fuente de su ímpetu verbal.
Helena sonrió astutamente y dio un paso hacia atrás, hacia un rincón de la pared. Una estatua de 9 pies había ocupado un día ese espacio, pero Helena la había donado cuando decidió que era demasiado horrible de mirar.
“No aprovecho todas las oportunidades. Sólo las que estoy segura que me van a beneficiar”.
“Uhm, las buenas oportunidades. ¿Y cómo mides la cantidad de ventaja que puedes recibir? “, preguntó Helena apoyando la espalda en la fría pared de alabastro. Su tranquila respiración empezó a acelerarse cuando sus ojos permanecieron fijos en la aturdidora mujer que se le acercaba. Y aunque su mente pudiera controlar los acontecimientos que ocurrían en ese momento, su cuerpo no podía.
Bette sonrió abiertamente mientras cerraba el hueco que las separaba. “Haces muchas preguntas Helena”.
“Bueno, ya sabes, las preguntas siempre son buenas. Así es como aprendemos”, contestó, esperando que Bette no notara su descenso a la tierra de los perdidos.
“Sólo si estás lo suficientemente tranquila para escuchar las respuestas Hel”, susurró Bette levantando la potencia de su sonrisa. En cambio, la postura de Helena se hizo más tambaleante, colocó la palma de su mano abierta sobre la pared, detrás de ella, para guardar el equilibrio.
“¿Por qué estás tan inestable, Helena?.
“Quizás porque tu me haces sentir así”, susurró Helena, colocando un pie en la pared para separar las piernas. “Ahora he restaurado el equilibrio, ¿no crees?”.
Bette no quiso contestar verbalmente. En cambio, colocó con cuidado sus labios sobre los de la mujer insegura que estaba ante ella. Helena no se podía creer que Bette la estuviera besando, e hizo todo lo posible para permanecer tranquila. Esta era una de las cosas más difíciles de conseguir. Cuando las lenguas se introdujeron en las bocas de la otra, el sentido de la familiaridad prevaleció. Sus lenguas de nuevo se saludaron y se reconocieron, explorando la singularidad de la otra. La suavidad fue sustituida por el deseo creciente y las manos encontraron los caminos hasta los pezones erectos, ocultos bajo la camisa sin mangas que la aturdida Helena Peabody llevaba.
Un gemido leve escapó de la boca de la agradablemente sorprendida mujer cuando Bette le tocó el pecho por encima de la blusa de seda. Las sensaciones irresistibles que Helena sentía no se podían describir, y tenía que abrir los ojos todo lo posible para comprobar que todo esto era verdad. Era algo que Helena soñaba a menudo, pero pensaba que no pasaría nunca. Y ahí estaba. Todo lo que podía hacer era intentar conservar la cordura. Sin embargo, era casi imposible, y las piernas le temblaban con cada suspiro que soltaba.
Para su propia consternación, Helena rompió el beso bruscamente. Sus labios inmediatamente formaron una enorme sonrisa burlona. Estaba decidida a sacar un interés en este trato. Mirando directamente a los ojos de Bette, suavemente declaró: “Yo también soy oportunista de vez en cuando”.
“No es una noticia nueva para mi”, replicó su compañera de piso mientras sus manos exploraban por encima de la blusa fucsia de la morena . “Dime algo que no sepa”, sonrió Bette mientras comenzó a desabrochar la blusa.
“Como quieras, pero tienes que estarte quieta para oir lo que te tengo que decir, Bette”. Helena devolvió su pie al suelo y giró rápidamente a Bette, haciendo que también su espalda estuviera contra la pared. Su compañera de piso no opuso resistencia.
Los labios de Helena se acercaron a la base del cuello de Bette, y de allí hasta su oreja. Manos suaves, calientes, se deslizaron por debajo de la camiseta de algodón para quitar un artículo que consideraba inútil. Bette se estremeció ante las sensaciones que le producían una lengua apacible que exploraba su cuerpo y que le hacían aumentar la humedad y el calor en una región más al sur. Después de unos besos lentos y de recorrer todas las áreas de la lisa piel de moca disponible ante ella, Helena susurró, “estoy a punto de decirte algo que no sabes, Bette. ¿Me estás escuchando?”. Bette era incapaz de contestar cuando la mujer que estaba ante ella cayó gentilmente de rodillas y sonrió abiertamente ante la oportunidad fragrante y atractiva que tenía. No había ninguna manera de que dejara escapar esa posibilidad. No hoy.
Bette, que dormía sobre el hombro de Helena o viceversa, se despertó antes del aterrizaje. Todavía era increíblemente irónico para Bette que ella y Helena fueran amigas. Cada vez que pensaba en ello profundamente, se obligaba a cambiar de pensamientos porque el concepto era demasiado profundo para que su mente lo asimilara.
El paseo en limosina hasta el ático de Helena también fue esporádico y entrecortado. Bette había olvidado la hostilidad y el comportamiento inhumano de algunos nativos. Nueva York tenía tantas otras cualidades, que esta siempre sería su casa para ella. “Wow, realmente has cambiado las cosas desde la última vez que estuve por aquí. ¿Cuándo conseguiste esta pieza?”, preguntó Bette admirando un original de Matisse que se había agregado a la exquisita colección de Helena. “Bastante horrible, ¿verdad?. Fue un regalo de cumpleaños de mi madre. En realidad pienso donarlo a algún sitio”. Esto provocó que Bette se riera con ganas. “Lo aceptaré, Hel. Es maravilloso”.
“Echaba de menos tu risa, Bette”, sonrió Helena, “es tan alegre y fuerte que complace a mis oídos. Excepto cuando te ríes de mi”.
“Bien, te he echado de menos Helena”, Bette sonrió, “Ahora, no me trates mal. No echaba de menos a la zorra que no podía soportar cuando éramos rivales. Pero sí echaba de menos a la agradable amiga que usaba su poder para cosas buenas y me compraba galletas M&M”, sonrió Bette abiertamente.
“Todavía eres una oportunista, ¿no Bette?”
“Quizás. A veces”
“Bien, un oportunista no desaprovecha la oportunidad de alcanzar un fin, a menudo sin pensar en los medios ni en las consecuencias”:
“Yo diría que la definición del diccionario sería la correcta. Sin embargo, yo también diría que tengo respeto a los principios y a las consecuencias. Al menos la mayoría de las veces”.
“Ah, ¿tu crees?. Y si yo te presentara una oportunidad de encontrar un fin, ¿no la aprovecharías?”.
“Puede ser. O puede que no”. Bette sonrió mientras se acercaba a la fuente de su ímpetu verbal.
Helena sonrió astutamente y dio un paso hacia atrás, hacia un rincón de la pared. Una estatua de 9 pies había ocupado un día ese espacio, pero Helena la había donado cuando decidió que era demasiado horrible de mirar.
“No aprovecho todas las oportunidades. Sólo las que estoy segura que me van a beneficiar”.
“Uhm, las buenas oportunidades. ¿Y cómo mides la cantidad de ventaja que puedes recibir? “, preguntó Helena apoyando la espalda en la fría pared de alabastro. Su tranquila respiración empezó a acelerarse cuando sus ojos permanecieron fijos en la aturdidora mujer que se le acercaba. Y aunque su mente pudiera controlar los acontecimientos que ocurrían en ese momento, su cuerpo no podía.
Bette sonrió abiertamente mientras cerraba el hueco que las separaba. “Haces muchas preguntas Helena”.
“Bueno, ya sabes, las preguntas siempre son buenas. Así es como aprendemos”, contestó, esperando que Bette no notara su descenso a la tierra de los perdidos.
“Sólo si estás lo suficientemente tranquila para escuchar las respuestas Hel”, susurró Bette levantando la potencia de su sonrisa. En cambio, la postura de Helena se hizo más tambaleante, colocó la palma de su mano abierta sobre la pared, detrás de ella, para guardar el equilibrio.
“¿Por qué estás tan inestable, Helena?.
“Quizás porque tu me haces sentir así”, susurró Helena, colocando un pie en la pared para separar las piernas. “Ahora he restaurado el equilibrio, ¿no crees?”.
Bette no quiso contestar verbalmente. En cambio, colocó con cuidado sus labios sobre los de la mujer insegura que estaba ante ella. Helena no se podía creer que Bette la estuviera besando, e hizo todo lo posible para permanecer tranquila. Esta era una de las cosas más difíciles de conseguir. Cuando las lenguas se introdujeron en las bocas de la otra, el sentido de la familiaridad prevaleció. Sus lenguas de nuevo se saludaron y se reconocieron, explorando la singularidad de la otra. La suavidad fue sustituida por el deseo creciente y las manos encontraron los caminos hasta los pezones erectos, ocultos bajo la camisa sin mangas que la aturdida Helena Peabody llevaba.
Un gemido leve escapó de la boca de la agradablemente sorprendida mujer cuando Bette le tocó el pecho por encima de la blusa de seda. Las sensaciones irresistibles que Helena sentía no se podían describir, y tenía que abrir los ojos todo lo posible para comprobar que todo esto era verdad. Era algo que Helena soñaba a menudo, pero pensaba que no pasaría nunca. Y ahí estaba. Todo lo que podía hacer era intentar conservar la cordura. Sin embargo, era casi imposible, y las piernas le temblaban con cada suspiro que soltaba.
Para su propia consternación, Helena rompió el beso bruscamente. Sus labios inmediatamente formaron una enorme sonrisa burlona. Estaba decidida a sacar un interés en este trato. Mirando directamente a los ojos de Bette, suavemente declaró: “Yo también soy oportunista de vez en cuando”.
“No es una noticia nueva para mi”, replicó su compañera de piso mientras sus manos exploraban por encima de la blusa fucsia de la morena . “Dime algo que no sepa”, sonrió Bette mientras comenzó a desabrochar la blusa.
“Como quieras, pero tienes que estarte quieta para oir lo que te tengo que decir, Bette”. Helena devolvió su pie al suelo y giró rápidamente a Bette, haciendo que también su espalda estuviera contra la pared. Su compañera de piso no opuso resistencia.
Los labios de Helena se acercaron a la base del cuello de Bette, y de allí hasta su oreja. Manos suaves, calientes, se deslizaron por debajo de la camiseta de algodón para quitar un artículo que consideraba inútil. Bette se estremeció ante las sensaciones que le producían una lengua apacible que exploraba su cuerpo y que le hacían aumentar la humedad y el calor en una región más al sur. Después de unos besos lentos y de recorrer todas las áreas de la lisa piel de moca disponible ante ella, Helena susurró, “estoy a punto de decirte algo que no sabes, Bette. ¿Me estás escuchando?”. Bette era incapaz de contestar cuando la mujer que estaba ante ella cayó gentilmente de rodillas y sonrió abiertamente ante la oportunidad fragrante y atractiva que tenía. No había ninguna manera de que dejara escapar esa posibilidad. No hoy.
Re: [Terminado] Saludos al sol
,,, xq sucede eso¿?!!!!...no bettee!!!!! no con helena .... xD.
.... grax julia, sigue cuando puedas
.... grax julia, sigue cuando puedas
Invitado- Invitado
Re: Saludos al sol
Oyeeee que le pasa a Bette? con esto ni Tina ni yo le daremos crédito , gracias por el fic Julia
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Capítulo 23. Quédate tranquila
El LAX estaba muy animado y con gran actividad. La mayor parte de la gente se arremolinaba alrededor de una rubia enferma de amor que estaba sentada junto a su puerta de embarque. Tina despreciaba las sillas del aeropuerto y sentía que la comunidad aeronáutica se confabulaba de alguna manera para arruinar la espalda de los viajeros. Ella, en cambio, estaba tenía su espina dorsal en una alineación perfecta y estaba apoyada en una almohada púrpura ergonómica que la acompañaba en todos los vuelos. Intentando permanecer tranquila, la desanimada mujer hizo rodar una pelota de tensión en las palmas de sus manos. Las sintió rodar despacio, haciéndoles tocar puntos conocidos. Le gustaba el sentimiento cosquilloso. Normalmente le provocaba la risa. Ahora no. Su atención se centró en una situación que se desarrollaba a unos pocos metros delante de ella. Un equipo médico de emergencia asistía a un pasajero que se había desmayado mientras esperaba su vuelo. El hombre inconsciente fue colocado cuidadosamente sobre una camilla mientras su compañera de viaje se echaba sobre el con desesperación para protegerle. La mujer asustada hablaba en ruso pero no había nadie alrededor que la ayudara. Tina los miraba incapaz de apartar sus ojos de la triste escena. La rubia curiosa advirtió otra camilla cerca con un equipo de sanitarios atendiendo a alguien. La curiosidad pudo con ella, y entonces se levantó y se acercó a la preocupada mujer. Después de dar unos pasos hacia delante, Tina sintió que su estómago se revolvía al comprender que era su corazón el que estaba en la camilla. Tan pronto como vio el desfibrilador, volvió despacio a su posición anterior y suspiró profundamente. Evaluando su entorno, Tina miró afligida la almohada púrpura que se apoyaba en su mochila. Al pasar los dedos a lo largo de las letras amarillas bordadas en ella, sus ojos se llenaron de lágrimas. T.K. se levantó, veía ahora extremadamente borroso y las imágenes se le aparecían por triplicado. Recogió su gastada pero favorita esterilla de yoga, que Bette le había regalado y caminó hacia un cubo de basura cercano. Sin pensarlo un segundo, tiró la esterilla en el receptáculo y volvió a donde había estado sentada.
La pelota de tensión siguió rodando entre las palmas de su mano. Repetidamente bombeaba la pelota, fuerte y rápidamente, como si se estuviera preparando para tomarse la tensión arterial. Mientras Tina aprestaba y soltaba la pelota una y otra vez, su mente se inundaba con el pensamiento de apretar y soltar a Bette con sus dedos mientras hacían el amor. Las lágrimas fluyeron por la cara de la deprimida mujer. “Mierda”, refunfuñó mientras se limpiaba los mocos. La necesidad de sonarse la nariz era grande, aunque quería pasar desapercibida. Tenía cosas peores de las que preocuparse que una nariz mocosa. De hecho, la manga de su chaqueta de dril servía como tejido excepcional.
La triste diosa del sol sabía que tener a Bette era demasiado bueno para ser real. Por todas sus fechorías anteriores y actividad escandalosa, Tina no podía entender por qué Bette era suya. Se sumergió totalmente en su novia, aunque una parte profunda de ella todavía tenía miedo. Miedo por la posibilidad de que ocurriera algo. Miedo por la posibilidad de ser feliz para siempre. Miedo de una vida sin Bette, porque después de todo, hasta pasar sólo un día con Bette era fenomenal. Tina se rió de este pensamiento, después de esta reflexión comprendió que tenía miedo. Quizás esta era su justa deuda. La dolida yogui era una firme creyente del karma, y tal vez, sólo tal vez, este era de verdad el momento para experimentar las consecuencias de sus sucias acciones anteriores. Había perdido un vuelo anterior debido a la distracción de los pensamientos sobre su amor, así que la diosa del sol le pidió a un agradable agente que le avisara en caso de que ella no oyera la llamada. Habían pasado casi dos horas desde que se fue el vuelo que había perdido. Las vibraciones del teléfono móvil de Tina, aún amortiguadas, todavía fueron audibles. La triste instructora buscó en su mochila y cogió el teléfono para ver el nombre de quien la llamaba. Bette, ¿por qué me llamas?. No me gusta hablar con la gente por teléfono sin poder mirarla a los ojos. Tina puso los ojos en blanco y volvió a poner el aparato dentro de su mochila. Jódete Bette, pensó, mientras las lágrimas volvían a salir en tropel.
“Señorita Kennard, su vuelo ya está listo para el embarque”.
“Gracias”, contestó dócilmente mientras las lágrimas incontrolables seguían fluyendo. Inició una marcha, a paso lento, incierto, casi tambaleante, que no se parecía nada a la persona que lo daba. Tina tuvo mucho cuidado con cada paso que daba, porque de repente, andar le parecía algo muy difícil. Desprovista de equilibrio, bajó por la pasarela tocando la pared con la mano para apoyarse. Cuando se acercaba a la entrada del avión se detuvo un momento e intentó recomponerse. Se sintió vieja e inútil. Cansada y desgastada. Desechada y vacía. No sentía nada, pero al mismo tiempo lo sentía todo. Y esto dolía. Adelantó el tacón de sus botas camperas favoritas y lentamente volvió a la puerta. Las lágrimas se interrumpieron durante un instante mientras la rubia triste recuperó su esterilla de yoga del cubo de la basura. La estiró, la dobló y la colocó en la mochila, y después, suspirando, reanudó su marcha hacia el avión otra vez.
Una vez situada en su asiento, el sol besó a la rubia, y una multitud de pasajeros expresó su disgusto al ser informados de que su vuelo sufriría un retraso de al menos 30 minutos. El avión permanecería sobre la pista hasta que la oficina de aduanas diese permiso para salir. Genial. Más que genial. El teléfono sonó otra vez. Una rápida mirada a la pequeña ventana del dispositivo la informó de que Bette llamaba otra vez. Molesta, contestó.
“Hola, Bette”, saludó con poco entusiasmo. Hubo una pausa breve al otro lado.
“Te echo de menos T.”, reconoció una voz tensa.
Tina se quería reír, pero le dolía hasta respirar, así que rápidamente descartó ese pensamiento.
“Yo también te echo de menos, Bette. De hecho, te echaba de menos antes de que te marcharas de LA., la voz de Tina empezó a elevarse entre el alboroto de los impacientes pasajeros. “Te echaba de menos cuando estábamos sentadas en el patio y tuvimos esa conversación tan seria y tu la fastidiaste contestando el teléfono. Te echaba de menos cuando hablábamos de Helena y no podías mirarme a los ojos. Te echaba de menos cuando no me informaste de que Helena estaba a punto de encontrarse contigo en el patio. ¿Qué es lo que querías, que tuviéramos una escena tu amiga y yo?. A veces me pregunto si disfrutas viendo que la gente se pelea por ti. Tu ego probablemente siente un placer perverso. Te echaba de menos y tu no sabías que me echabas de menos”.
Hubo un silencio ruidoso. Unos cuantos espectadores miraban a Tina, pero a ella no le preocupaba. Ella les devolvía la mirada hasta que miraban a otro sitio.
“Mira, ¿pasa algo especial. Bette?”, todo lo que podía oír al otro lado era el sonido ruidoso de sorberse los mocos, así que Tina no dijo nada.
“Tina, lo siento muchísimo”.
“Yo también lo siento, Bette. Mira, si no hay nada más, me tengo que ir”. Tina quería terminar la llamada antes de que se estropeara otra vez. También tenía la necesidad de terminar la llamada antes de que el piloto anunciara en el altavoz como estaba la situación de demora. No quería que Bette supiera nada más sobre ella. ¿Para qué?. A Bette no le importaba, entonces, ¿para qué molestarla?.
La rubia estaba preocupada por irse. Tina Kennard estaba en un avión que estaba en una pista de despegue, y ninguno de los dos iban a ningún sitio deprisa. Se había sumergido tan profundamente en sus pensamientos que casi había olvidado que estaba al teléfono. La voz de Bette le recordó esa realidad.
“Pensaba que estabas en tu clase ahora, Tina”, indicó tímidamente la voz al otro lado del teléfono.
“¿Por qué, Bette”, preguntó Tina tímidamente mientras miraba a través de la ventana.
“Tu clase de respiración y relajación. Pensaba que era la hora”:
“¿Y por qué pensaste que estaría ahora enseñando?. Sólo puedo enseñar lo que sé. No sé como relajarme o respirar ahora, por lo tanto no tengo nada que enseñar”. Un lindo bebé sentado en la fila de delante comenzó a jugar al cucu-tras, Tina fue incapaz de responderle. Aunque quería reirse de la cara redonda que estaba delante de ella, todo lo que pudo hacer fue parpadear.
“Entonces, ¿tu intención era dejar un mensaje, ya que pensabas que yo estaba en la clase?.
“Bueno, en realidad sólo quería oírte”. La dolida mujer que estaba al otro lado del teléfono y al otro lado del país no pudo seguir porque fue groseramente interrumpida.
“¿Todavía no te has acostado con ella?”.
“¿Cómo?”.
“Ya ha visto lo hermosa que te pones cuando te corres? ¿Ha escuchado los sonidos maravillosos, sexys que haces?. ¿Sabe ya que una línea perfecta aparece en tu cara que divide tu deseo y tu placer antes de que ambos se combinen en alegría pura, Bette? ¿Has gritado su nombre cua´ndo pensabas que sólo lo habías susurrado?.
“Tina, no hagas esto.
“De acuerdo”, dijo Tina suavemente, cerrando de golpe la cubierta del teléfono y tirándolo al fondo de la mochila. “Jódete, Bette”, murmuró.
El LAX estaba muy animado y con gran actividad. La mayor parte de la gente se arremolinaba alrededor de una rubia enferma de amor que estaba sentada junto a su puerta de embarque. Tina despreciaba las sillas del aeropuerto y sentía que la comunidad aeronáutica se confabulaba de alguna manera para arruinar la espalda de los viajeros. Ella, en cambio, estaba tenía su espina dorsal en una alineación perfecta y estaba apoyada en una almohada púrpura ergonómica que la acompañaba en todos los vuelos. Intentando permanecer tranquila, la desanimada mujer hizo rodar una pelota de tensión en las palmas de sus manos. Las sintió rodar despacio, haciéndoles tocar puntos conocidos. Le gustaba el sentimiento cosquilloso. Normalmente le provocaba la risa. Ahora no. Su atención se centró en una situación que se desarrollaba a unos pocos metros delante de ella. Un equipo médico de emergencia asistía a un pasajero que se había desmayado mientras esperaba su vuelo. El hombre inconsciente fue colocado cuidadosamente sobre una camilla mientras su compañera de viaje se echaba sobre el con desesperación para protegerle. La mujer asustada hablaba en ruso pero no había nadie alrededor que la ayudara. Tina los miraba incapaz de apartar sus ojos de la triste escena. La rubia curiosa advirtió otra camilla cerca con un equipo de sanitarios atendiendo a alguien. La curiosidad pudo con ella, y entonces se levantó y se acercó a la preocupada mujer. Después de dar unos pasos hacia delante, Tina sintió que su estómago se revolvía al comprender que era su corazón el que estaba en la camilla. Tan pronto como vio el desfibrilador, volvió despacio a su posición anterior y suspiró profundamente. Evaluando su entorno, Tina miró afligida la almohada púrpura que se apoyaba en su mochila. Al pasar los dedos a lo largo de las letras amarillas bordadas en ella, sus ojos se llenaron de lágrimas. T.K. se levantó, veía ahora extremadamente borroso y las imágenes se le aparecían por triplicado. Recogió su gastada pero favorita esterilla de yoga, que Bette le había regalado y caminó hacia un cubo de basura cercano. Sin pensarlo un segundo, tiró la esterilla en el receptáculo y volvió a donde había estado sentada.
La pelota de tensión siguió rodando entre las palmas de su mano. Repetidamente bombeaba la pelota, fuerte y rápidamente, como si se estuviera preparando para tomarse la tensión arterial. Mientras Tina aprestaba y soltaba la pelota una y otra vez, su mente se inundaba con el pensamiento de apretar y soltar a Bette con sus dedos mientras hacían el amor. Las lágrimas fluyeron por la cara de la deprimida mujer. “Mierda”, refunfuñó mientras se limpiaba los mocos. La necesidad de sonarse la nariz era grande, aunque quería pasar desapercibida. Tenía cosas peores de las que preocuparse que una nariz mocosa. De hecho, la manga de su chaqueta de dril servía como tejido excepcional.
La triste diosa del sol sabía que tener a Bette era demasiado bueno para ser real. Por todas sus fechorías anteriores y actividad escandalosa, Tina no podía entender por qué Bette era suya. Se sumergió totalmente en su novia, aunque una parte profunda de ella todavía tenía miedo. Miedo por la posibilidad de que ocurriera algo. Miedo por la posibilidad de ser feliz para siempre. Miedo de una vida sin Bette, porque después de todo, hasta pasar sólo un día con Bette era fenomenal. Tina se rió de este pensamiento, después de esta reflexión comprendió que tenía miedo. Quizás esta era su justa deuda. La dolida yogui era una firme creyente del karma, y tal vez, sólo tal vez, este era de verdad el momento para experimentar las consecuencias de sus sucias acciones anteriores. Había perdido un vuelo anterior debido a la distracción de los pensamientos sobre su amor, así que la diosa del sol le pidió a un agradable agente que le avisara en caso de que ella no oyera la llamada. Habían pasado casi dos horas desde que se fue el vuelo que había perdido. Las vibraciones del teléfono móvil de Tina, aún amortiguadas, todavía fueron audibles. La triste instructora buscó en su mochila y cogió el teléfono para ver el nombre de quien la llamaba. Bette, ¿por qué me llamas?. No me gusta hablar con la gente por teléfono sin poder mirarla a los ojos. Tina puso los ojos en blanco y volvió a poner el aparato dentro de su mochila. Jódete Bette, pensó, mientras las lágrimas volvían a salir en tropel.
“Señorita Kennard, su vuelo ya está listo para el embarque”.
“Gracias”, contestó dócilmente mientras las lágrimas incontrolables seguían fluyendo. Inició una marcha, a paso lento, incierto, casi tambaleante, que no se parecía nada a la persona que lo daba. Tina tuvo mucho cuidado con cada paso que daba, porque de repente, andar le parecía algo muy difícil. Desprovista de equilibrio, bajó por la pasarela tocando la pared con la mano para apoyarse. Cuando se acercaba a la entrada del avión se detuvo un momento e intentó recomponerse. Se sintió vieja e inútil. Cansada y desgastada. Desechada y vacía. No sentía nada, pero al mismo tiempo lo sentía todo. Y esto dolía. Adelantó el tacón de sus botas camperas favoritas y lentamente volvió a la puerta. Las lágrimas se interrumpieron durante un instante mientras la rubia triste recuperó su esterilla de yoga del cubo de la basura. La estiró, la dobló y la colocó en la mochila, y después, suspirando, reanudó su marcha hacia el avión otra vez.
Una vez situada en su asiento, el sol besó a la rubia, y una multitud de pasajeros expresó su disgusto al ser informados de que su vuelo sufriría un retraso de al menos 30 minutos. El avión permanecería sobre la pista hasta que la oficina de aduanas diese permiso para salir. Genial. Más que genial. El teléfono sonó otra vez. Una rápida mirada a la pequeña ventana del dispositivo la informó de que Bette llamaba otra vez. Molesta, contestó.
“Hola, Bette”, saludó con poco entusiasmo. Hubo una pausa breve al otro lado.
“Te echo de menos T.”, reconoció una voz tensa.
Tina se quería reír, pero le dolía hasta respirar, así que rápidamente descartó ese pensamiento.
“Yo también te echo de menos, Bette. De hecho, te echaba de menos antes de que te marcharas de LA., la voz de Tina empezó a elevarse entre el alboroto de los impacientes pasajeros. “Te echaba de menos cuando estábamos sentadas en el patio y tuvimos esa conversación tan seria y tu la fastidiaste contestando el teléfono. Te echaba de menos cuando hablábamos de Helena y no podías mirarme a los ojos. Te echaba de menos cuando no me informaste de que Helena estaba a punto de encontrarse contigo en el patio. ¿Qué es lo que querías, que tuviéramos una escena tu amiga y yo?. A veces me pregunto si disfrutas viendo que la gente se pelea por ti. Tu ego probablemente siente un placer perverso. Te echaba de menos y tu no sabías que me echabas de menos”.
Hubo un silencio ruidoso. Unos cuantos espectadores miraban a Tina, pero a ella no le preocupaba. Ella les devolvía la mirada hasta que miraban a otro sitio.
“Mira, ¿pasa algo especial. Bette?”, todo lo que podía oír al otro lado era el sonido ruidoso de sorberse los mocos, así que Tina no dijo nada.
“Tina, lo siento muchísimo”.
“Yo también lo siento, Bette. Mira, si no hay nada más, me tengo que ir”. Tina quería terminar la llamada antes de que se estropeara otra vez. También tenía la necesidad de terminar la llamada antes de que el piloto anunciara en el altavoz como estaba la situación de demora. No quería que Bette supiera nada más sobre ella. ¿Para qué?. A Bette no le importaba, entonces, ¿para qué molestarla?.
La rubia estaba preocupada por irse. Tina Kennard estaba en un avión que estaba en una pista de despegue, y ninguno de los dos iban a ningún sitio deprisa. Se había sumergido tan profundamente en sus pensamientos que casi había olvidado que estaba al teléfono. La voz de Bette le recordó esa realidad.
“Pensaba que estabas en tu clase ahora, Tina”, indicó tímidamente la voz al otro lado del teléfono.
“¿Por qué, Bette”, preguntó Tina tímidamente mientras miraba a través de la ventana.
“Tu clase de respiración y relajación. Pensaba que era la hora”:
“¿Y por qué pensaste que estaría ahora enseñando?. Sólo puedo enseñar lo que sé. No sé como relajarme o respirar ahora, por lo tanto no tengo nada que enseñar”. Un lindo bebé sentado en la fila de delante comenzó a jugar al cucu-tras, Tina fue incapaz de responderle. Aunque quería reirse de la cara redonda que estaba delante de ella, todo lo que pudo hacer fue parpadear.
“Entonces, ¿tu intención era dejar un mensaje, ya que pensabas que yo estaba en la clase?.
“Bueno, en realidad sólo quería oírte”. La dolida mujer que estaba al otro lado del teléfono y al otro lado del país no pudo seguir porque fue groseramente interrumpida.
“¿Todavía no te has acostado con ella?”.
“¿Cómo?”.
“Ya ha visto lo hermosa que te pones cuando te corres? ¿Ha escuchado los sonidos maravillosos, sexys que haces?. ¿Sabe ya que una línea perfecta aparece en tu cara que divide tu deseo y tu placer antes de que ambos se combinen en alegría pura, Bette? ¿Has gritado su nombre cua´ndo pensabas que sólo lo habías susurrado?.
“Tina, no hagas esto.
“De acuerdo”, dijo Tina suavemente, cerrando de golpe la cubierta del teléfono y tirándolo al fondo de la mochila. “Jódete, Bette”, murmuró.
Re: [Terminado] Saludos al sol
ahhh!!!! buenisimo el ff... ya kiero ver q pasa xD...
... grax julia sigue cuando puedas
... grax julia sigue cuando puedas
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
“Entonces, ¿puedo quedármelo?”, preguntó Bette suavemente después de volver del cuarto de baño de darse una ducha y telefonear a Tina. Al no recibir una respuesta, cogió a Helena y le sacudió el hombro con cuidado para despertarla de la siesta.
“Hel, despierta. ¿me lo puedo quedar?”.
“Lo siento, Bette, ¿qué es lo que te puedes quedar?”, preguntó la morena desorientada.
“Ese gran original de Matisse, ya que lo quieres donar y no sabes a quién. Es impresionante. Siempre me ha gustado”. Helena era incapaz de entender las palabras que salían de la boca de Bette. La había sobresaltado, y estaba insegura e incómoda.
“Aún eres una oportunista, ¿no, Bette?”, preguntó Helena con ira, girándose y apoyando la cabeza en la mano.
“Me pierdo, Helena. ¿Una oportunista?. Eres tu quien ha dicho que iba a donar la pintura. No veo que esto sea ser una oportunista. ¿Qué pasa?”.
“Tienes razón, lo siento. Tenía sueño”. La voz nerviosa era incapaz de seguir.
Bette se rió. ¿Qué demonios soñaba, Helena?. Estás muy caliente, y todo te molesta”.
“Soñaba que eras una oportunista, Bette”, declaró con audacia, sintiéndose de repente expuesta y a la defensiva. Sus ojos se estrecharon, y su boca también. “Tu consigues todo lo que quieres. ¿Cómo es que una lesbiana nueva tiene tanto control?. Uhmmm. ¿O siempre has sido lesbiana, Bette?. ¿Es esto un tipo de experimento para ti?”, preguntó la mujer visiblemente enfadada.
“Helena, ¿de qué estás hablando? Primero era una oportunista, ¿Y ahora experimento?”. La mano de Bette se agitó en el aire y después volvió a su cadera. “Esto no lo entiendo. Sugiero que comiences a darme las variables que fallan en esta ecuación o seguirá siendo una incógnita”. Helena contestó con una sonrisa gutural. “O una hipótesis, quizás”.
“O un teorema de mierda”, interrumpió Bette. La mujer cada vez más inquieta cruzó de una zancada la habitación hasta llegar a la enorme ventana desde la que se observaba una vista panorámica. Había un desfile de luces y grupos de gente abajo. Gente con el objetivo de cumplir una misión. Caminaban apresuradas, impacientes. Neoyorquiinos decididos y arrogantes. Seguros de si mismos y de su lugar en el mundo. E inseguros de todo lo demás. Cómo había echado de menos todo esto. “Impresionante”. Bette no lo dijo en voz alta, mientras seguía mirando a través de la ventana.
Helena sabía que Bette no se estaba dirigiendo a ella, así que no dijo nada. Este comportamiento era demasiado familiar. Las palabras de Bette eran un desafío tácito para que Helena respondiera. Bette tenía un millón de pensamientos fervientes corriendo por su cabeza y se estaba preparando meticulosamente para la batalla. Helena se sentó en la cama, balanceando los pies en el suelo y concentrándose. Ella también se estaba preparando. No le gustaba sentirse descontrolada y estúpida. Sus ojos recorrieron la habitación casualmente, buscando algo. Era como si su entorno hubiera cambiado de algún modo, pero no lo había hecho. Era el mismo lugar de siempre. El ático había sido un regalo de graduación de su abuela con el que ella nunca se había sentido cómoda. Un par de años después de que empezara a trabajar, la morena compró el apartamento que se extendía ante ella para su uso personal. Sabía que no tenía por qué esperar hasta aquel momento particular en su vida para comprar el apartamento, pero en su opinión, aquella decisión parecía tener más peso al hacerlo así. La abuela de Helena no entendía por qué era necesaria la compra y hasta el día de su muerte le repitió a Helena que aquella decisión había sido muy mala. Cuando los negocios requerían que Helena viajara a Nueva York, como en esta ocasión, siempre tenía una casa en la que quedarse. Y esto la hacía feliz.
Bette había visitado antes varias veces la elegante casa, sobre todo durante el primer año de vida con Helena. Echaba tanto de menos Nueva York que había volado hasta allí sólo para reavivar sentimientos familiares. Aquellos viajes se hicieron menos frecuentes a medida que el tiempo pasaba. Normalmente se sentía cómoda mientras estaba de visita allí. De repente, sin embargo, se sentía fría y molesta. Movió las manos arriba y abajo para liberarse del frío que sentía.
Helena observó la postura de Bette mientras miraba fijamente la ventana. Podía haber multitud de actividad en la calle, sin embargo había mucha más actividad en la cabeza de Bette. “Aquí está”, pensó Helena tragando saliva en previsión del siguiente movimiento de su compañera de habitación. Ella estaba lista.
Bette se giró y miró a Helena fijamente a los ojos. El brillo intenso que parecía querer perforar su objetivo obligó a Helena a levantarse para defenderse. El veneno se estaba formando y había llegado la hora de vomitar.
“¿Qué quieres de mi, Bette?”. Helena sonrió con satisfacción. El hecho de que ella golpeara a su compañera de habitación para derribarla, la emocionó.
“¿Qué quiero de ti?. Fuiste tu quien sugeriste que volviera a Nueva York contigo”, replicó Bette. Su plan había sido interceptado.
“¿Y?”, Helena levantó bruscamente una ceja.
“¿Y qué?. Helena, no estoy para hacer ejercicios mentales ahora mismo. ¿Podrías hablar claro conmigo?”.
“Claro. Tienes razón, Bette, fui yo quien sugirió que vinieras a Nueva York conmigo y admito que mi razonamiento es puro egoismo. Te amo y ya sabes lo que quiero”, declaró Helena. Sonrió, vacilando antes de continuar. ¿Qué es lo que quieres?. ¿Lo sabes, Bette?. Dices que aún amas a Tina y estás aquí conmigo. ¿Por qué?”. Helena cerró los ojos y después siguió con su interrogatorio. ¿Lo sabes, Bette?. Empiezo a pensar que te gusta todo esto. Te gusta que Tina y yo te queramos, ¿no?. Eso eleva tu ego, ¿verdad?. Yo al menos sentiría un gran placer si estuviera en tu lugar. Aunque yo no querría la atención de Tina aunque fuera la última mujer de la tierra. No tengo ni la menor idea de que es lo que has visto en esa tramposa, pero ese es tu problema. De todas formas tu pareces estar muy satisfecha cuando te sientas a horcajadas encima de ella”.
“Tu no sabes lo que yo siento, Helena. ¿Cómo demonios lo sabes tu?. ¿Sobre que basas esas afirmaciones?”, protestó Bette.
“Es una cosa divertida de la mente, Bette. ¿Tu sabías que si la mente no tiene toda la información que necesita la recoge para rellenar los espacios en blanco?. Tienes razón, no sé nada seguro, pero tu tampoco me lo vas a decir, así que rellené los espacios en blanco yo misma”. Helena se apartó un mechón de cabello, “¿recuerdas a Lauren, la mujer con la que supuestamente salgo, aunque soy incapaz de apartar mis pensamientos de ti?. Me dijo que cuando acabe con mi “fiesta Porter”, así lo llamó, ella aún estaría allí esperándome. ¿Te imaginas cómo se siente ella teniéndome pero no teniéndome en realidad porque lo que yo quiero es que tu me quieras?. Bette, esto es una verdadera debacle”.
Bette estaba tranquila. Deseaba estrangular a la mujer que pensaba que conocía bien. “Helena, ¿por qué has hablado así de Tina?”.
“¿Cómo, querida?”.
“¿Por qué eras así de odiosa? ¿Por qué has llamado a Tina tramposa?”. Helena sonrió de una forma brillante, mucho más brillante que las luces de vacaciones en el centro Rockefeller. “Quien a hierro mata, a hierro muere. Conoces la historia de tu novia, ¿no?”.
“Justo es eso, Helena. Es historia”, gritó Bette. “Y sí, Tina ha sido poco honesta en su pasado. Todos tenemos historias”.
“Si, la tenemos, Bette”, dijo Helena suavemente, disfrutando del enfado de la mujer que le gustaba, pero a veces no. “Y unas son más sucias que otras. La de Tina Kennard está en la categoría de las más sucias”. Helena se estremeció. Y sonrió abiertamente. Y acentuó su punto de vista con un movimiento de sus pies.
“Hel, despierta. ¿me lo puedo quedar?”.
“Lo siento, Bette, ¿qué es lo que te puedes quedar?”, preguntó la morena desorientada.
“Ese gran original de Matisse, ya que lo quieres donar y no sabes a quién. Es impresionante. Siempre me ha gustado”. Helena era incapaz de entender las palabras que salían de la boca de Bette. La había sobresaltado, y estaba insegura e incómoda.
“Aún eres una oportunista, ¿no, Bette?”, preguntó Helena con ira, girándose y apoyando la cabeza en la mano.
“Me pierdo, Helena. ¿Una oportunista?. Eres tu quien ha dicho que iba a donar la pintura. No veo que esto sea ser una oportunista. ¿Qué pasa?”.
“Tienes razón, lo siento. Tenía sueño”. La voz nerviosa era incapaz de seguir.
Bette se rió. ¿Qué demonios soñaba, Helena?. Estás muy caliente, y todo te molesta”.
“Soñaba que eras una oportunista, Bette”, declaró con audacia, sintiéndose de repente expuesta y a la defensiva. Sus ojos se estrecharon, y su boca también. “Tu consigues todo lo que quieres. ¿Cómo es que una lesbiana nueva tiene tanto control?. Uhmmm. ¿O siempre has sido lesbiana, Bette?. ¿Es esto un tipo de experimento para ti?”, preguntó la mujer visiblemente enfadada.
“Helena, ¿de qué estás hablando? Primero era una oportunista, ¿Y ahora experimento?”. La mano de Bette se agitó en el aire y después volvió a su cadera. “Esto no lo entiendo. Sugiero que comiences a darme las variables que fallan en esta ecuación o seguirá siendo una incógnita”. Helena contestó con una sonrisa gutural. “O una hipótesis, quizás”.
“O un teorema de mierda”, interrumpió Bette. La mujer cada vez más inquieta cruzó de una zancada la habitación hasta llegar a la enorme ventana desde la que se observaba una vista panorámica. Había un desfile de luces y grupos de gente abajo. Gente con el objetivo de cumplir una misión. Caminaban apresuradas, impacientes. Neoyorquiinos decididos y arrogantes. Seguros de si mismos y de su lugar en el mundo. E inseguros de todo lo demás. Cómo había echado de menos todo esto. “Impresionante”. Bette no lo dijo en voz alta, mientras seguía mirando a través de la ventana.
Helena sabía que Bette no se estaba dirigiendo a ella, así que no dijo nada. Este comportamiento era demasiado familiar. Las palabras de Bette eran un desafío tácito para que Helena respondiera. Bette tenía un millón de pensamientos fervientes corriendo por su cabeza y se estaba preparando meticulosamente para la batalla. Helena se sentó en la cama, balanceando los pies en el suelo y concentrándose. Ella también se estaba preparando. No le gustaba sentirse descontrolada y estúpida. Sus ojos recorrieron la habitación casualmente, buscando algo. Era como si su entorno hubiera cambiado de algún modo, pero no lo había hecho. Era el mismo lugar de siempre. El ático había sido un regalo de graduación de su abuela con el que ella nunca se había sentido cómoda. Un par de años después de que empezara a trabajar, la morena compró el apartamento que se extendía ante ella para su uso personal. Sabía que no tenía por qué esperar hasta aquel momento particular en su vida para comprar el apartamento, pero en su opinión, aquella decisión parecía tener más peso al hacerlo así. La abuela de Helena no entendía por qué era necesaria la compra y hasta el día de su muerte le repitió a Helena que aquella decisión había sido muy mala. Cuando los negocios requerían que Helena viajara a Nueva York, como en esta ocasión, siempre tenía una casa en la que quedarse. Y esto la hacía feliz.
Bette había visitado antes varias veces la elegante casa, sobre todo durante el primer año de vida con Helena. Echaba tanto de menos Nueva York que había volado hasta allí sólo para reavivar sentimientos familiares. Aquellos viajes se hicieron menos frecuentes a medida que el tiempo pasaba. Normalmente se sentía cómoda mientras estaba de visita allí. De repente, sin embargo, se sentía fría y molesta. Movió las manos arriba y abajo para liberarse del frío que sentía.
Helena observó la postura de Bette mientras miraba fijamente la ventana. Podía haber multitud de actividad en la calle, sin embargo había mucha más actividad en la cabeza de Bette. “Aquí está”, pensó Helena tragando saliva en previsión del siguiente movimiento de su compañera de habitación. Ella estaba lista.
Bette se giró y miró a Helena fijamente a los ojos. El brillo intenso que parecía querer perforar su objetivo obligó a Helena a levantarse para defenderse. El veneno se estaba formando y había llegado la hora de vomitar.
“¿Qué quieres de mi, Bette?”. Helena sonrió con satisfacción. El hecho de que ella golpeara a su compañera de habitación para derribarla, la emocionó.
“¿Qué quiero de ti?. Fuiste tu quien sugeriste que volviera a Nueva York contigo”, replicó Bette. Su plan había sido interceptado.
“¿Y?”, Helena levantó bruscamente una ceja.
“¿Y qué?. Helena, no estoy para hacer ejercicios mentales ahora mismo. ¿Podrías hablar claro conmigo?”.
“Claro. Tienes razón, Bette, fui yo quien sugirió que vinieras a Nueva York conmigo y admito que mi razonamiento es puro egoismo. Te amo y ya sabes lo que quiero”, declaró Helena. Sonrió, vacilando antes de continuar. ¿Qué es lo que quieres?. ¿Lo sabes, Bette?. Dices que aún amas a Tina y estás aquí conmigo. ¿Por qué?”. Helena cerró los ojos y después siguió con su interrogatorio. ¿Lo sabes, Bette?. Empiezo a pensar que te gusta todo esto. Te gusta que Tina y yo te queramos, ¿no?. Eso eleva tu ego, ¿verdad?. Yo al menos sentiría un gran placer si estuviera en tu lugar. Aunque yo no querría la atención de Tina aunque fuera la última mujer de la tierra. No tengo ni la menor idea de que es lo que has visto en esa tramposa, pero ese es tu problema. De todas formas tu pareces estar muy satisfecha cuando te sientas a horcajadas encima de ella”.
“Tu no sabes lo que yo siento, Helena. ¿Cómo demonios lo sabes tu?. ¿Sobre que basas esas afirmaciones?”, protestó Bette.
“Es una cosa divertida de la mente, Bette. ¿Tu sabías que si la mente no tiene toda la información que necesita la recoge para rellenar los espacios en blanco?. Tienes razón, no sé nada seguro, pero tu tampoco me lo vas a decir, así que rellené los espacios en blanco yo misma”. Helena se apartó un mechón de cabello, “¿recuerdas a Lauren, la mujer con la que supuestamente salgo, aunque soy incapaz de apartar mis pensamientos de ti?. Me dijo que cuando acabe con mi “fiesta Porter”, así lo llamó, ella aún estaría allí esperándome. ¿Te imaginas cómo se siente ella teniéndome pero no teniéndome en realidad porque lo que yo quiero es que tu me quieras?. Bette, esto es una verdadera debacle”.
Bette estaba tranquila. Deseaba estrangular a la mujer que pensaba que conocía bien. “Helena, ¿por qué has hablado así de Tina?”.
“¿Cómo, querida?”.
“¿Por qué eras así de odiosa? ¿Por qué has llamado a Tina tramposa?”. Helena sonrió de una forma brillante, mucho más brillante que las luces de vacaciones en el centro Rockefeller. “Quien a hierro mata, a hierro muere. Conoces la historia de tu novia, ¿no?”.
“Justo es eso, Helena. Es historia”, gritó Bette. “Y sí, Tina ha sido poco honesta en su pasado. Todos tenemos historias”.
“Si, la tenemos, Bette”, dijo Helena suavemente, disfrutando del enfado de la mujer que le gustaba, pero a veces no. “Y unas son más sucias que otras. La de Tina Kennard está en la categoría de las más sucias”. Helena se estremeció. Y sonrió abiertamente. Y acentuó su punto de vista con un movimiento de sus pies.
Re: [Terminado] Saludos al sol
Bette no podía creer lo que estaba oyendo, y a gran velocidad abandonó la habitación. Estaba furiosa. Helena se miró en uno de los espejos colocados estratégicamente sobre la pared y sonrió de placer. Una risita escapó de sus labios. Se acercó un poco más y se frotó los labios uno contra otro, distribuyendo uniformemente el lápiz de labios rojos que al contar la historia de Tina se le había decolorado en algunas partes.
Cuando la prima donna quedó satisfecha con su revisión, se encontró con Bette delante de ella, invadiendo todo el espacio, el personal y el otro. No podía ignorarla. “Helena, creo que lo mejor es que me marche ahora mismo antes de que diga algo que después lamentaré”, casi susurró. “Realmente no sé por qué vine aquí. No lo entiendo. Hay muchas cosas que tengo que aclarar, lo admito. Porque, ya sabes, por alguna razón pensé que posiblemente sentía por ti algo más que amistad. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocada. Y por si tu mente necesita más información para rellenar los espacios en blanco, te lo digo claro. No te amo, Helena. No sé por qué lo pensaba. Y si de verdad te preocuparas por mi de la forma que dices, tu comportamiento sería diferente”. Una Bette abatida por su compañera de habitación se dirigió al ascensor y salió del edificio hecha una furia.
Helena se quedó de pie, visiblemente aturdida, con los ojos llorosos y la boca parcialmente abierta. Se sentó en un sillón y se puso a llorar.
………………….
El mar de Cortés parecía una hoja gigantesca de brillo azul de tanto como brillaba y se agitaba. Tina no tenía fuerzas para mirar las olas, así que parpadeó. Sin embargo, respiró un poco de aire marino fresco para disfrutar de su entorno. Había recibido muchas recomendaciones de este balneario en particular y había decidido viajar a Cabo San Lucas para ver si podía recuperarse. Tenía una necesidad desesperada de recuperarse. Su viaje de relajación y rejuvenecimiento del alma había comenzado en un pasillo de agua. Disfrutó de una ducha al aire libre que parecía que estaba en el paraíso, seguido de un baño caliente y una visita a la cueva de vapor. La mujer cansada quería evaporarse en la fina niebla infinita, pero no sabía como hacerlo. Su tratamiento concluyó con un aclarado refrescante bajo una cascada. Allí fue donde pasó la mayor parte del tiempo. Como los chorros del agua que caían sobre ella y la consolaban, las lágrimas también rodaban por sus mejillas. No recordaba ningún momento de su vida en que hubiera llorado tanto. Sus lágrimas ahora tenían un objetivo. La limpiaban, y eran necesarias. Y aún cuando era consciente de esta necesidad, Tina Kennard permanecía sumamente triste y afligida.
Una enfadada Bette observó su lugar favorito de la ciudad de Nueva York. Necesitaba una terapia de ciudad como parte de su plan, y regresar a LA no era una opción ahora mismo. Echaba de menos la gente, el tráfico, la particularidad y altivez de Nueva York y nada más podría tomar su lugar. Las palabras viles de Helena y su comportamiento horrible habían lanzado a la mujer de moca a u8n desánimo profundo. Ella casi nunca tenía dolores de cabeza, pero ahora sentía que le llegaba uno. Pensó en Tina y se preguntó que estaría haciendo. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?. Algunas cosas de Helena nunca cambiarían. “De toda la gente del mundo, yo debería saber eso. Soy una imbécil”. El balneario del Mandarín Oriental era una mezcla de rituales holísticos y asiáticos. A Bette le gustaba mucho ir allí y lo echaba de menos todo el tiempo que llevaba en LA. Era su refugio urbano favorito. Se sentó en el baño de vapor de cristal absorbiendo la mezcla de calor y agua. La fatigada entrenadora finalmente se tomó un tiempo para pensar. Tina hacía esto a menudo, y Bette envidiaba la forma en que la rubia se concentraba y se tomaba sus momentos al día para recargarse de energía. Tina podía estar en el lugar más ruidoso de la tierra y viajar a un santuario personal simplemente cerrando los ojos. Tina podía hacer muchas cosas. Tina era única. Y divertida, y brillante, y profunda y solidaria. Y muy atenta. A medida que la mujer reflexiva se sumergía en las profundidades de la meditación las lágrimas empezaron a resbalar por su cara. No fue hasta ese momento que el peso de su comportamiento reciente con Tina cayó sobre ella. Se imaginó la magnitud del dolor que Tina tenía que estar sufriendo al pensar que su novia estaba enamorada de otra persona. Y no era una persona cualquiera, sino alguien que la despreciaba. “Joder. Soy imbécil”. Cogió el teléfono y comenzó a marcar un número con velocidad, pero interrumpió la llamada bruscamente. Sabía como estaba Tina después de oír sus palabras. Ella ya no le importaba. Se sentó sola en el baño de vapor, silenciosa, sin nadie que la interrumpiera, pensando profundamente.
Cuando volvió a su habitación, la mujer melancólica se sentó en el escritorio asiático de moda y colocó la cabeza entre las manos. Pensó en las concesiones que hacía a menudo a Helena sin ninguna razón. Comprendió que de algún modo Helena tenía una ventaja injusta en la jerarquía de su relación. Recordó como había estado la dulce Tina aquella noche en el patio. “T. me dijiste que estarías allí cuando regresara de Nueva York. Espero que sea verdad, cariño. Sólo necesito tomarme un tiempo para mi antes de regresar. No mereces toda esta mierda”. Las lágrimas suaves, tranquilas se hicieron más ruidosas. Cayó sobre la extensión del escritorio y lloró hasta que se durmió.
Al despertarse, su cuerpo protestó por la posición en que había estado. Bette se sentía un poco mejor, pero no podía dormir más. Tina estaba en su cerebro y en su corazón. Cogió el portafolios de su bolso, deslizó su pluma favorita y comenzó a escribir.
Cuando la prima donna quedó satisfecha con su revisión, se encontró con Bette delante de ella, invadiendo todo el espacio, el personal y el otro. No podía ignorarla. “Helena, creo que lo mejor es que me marche ahora mismo antes de que diga algo que después lamentaré”, casi susurró. “Realmente no sé por qué vine aquí. No lo entiendo. Hay muchas cosas que tengo que aclarar, lo admito. Porque, ya sabes, por alguna razón pensé que posiblemente sentía por ti algo más que amistad. Ahora me doy cuenta de que estaba equivocada. Y por si tu mente necesita más información para rellenar los espacios en blanco, te lo digo claro. No te amo, Helena. No sé por qué lo pensaba. Y si de verdad te preocuparas por mi de la forma que dices, tu comportamiento sería diferente”. Una Bette abatida por su compañera de habitación se dirigió al ascensor y salió del edificio hecha una furia.
Helena se quedó de pie, visiblemente aturdida, con los ojos llorosos y la boca parcialmente abierta. Se sentó en un sillón y se puso a llorar.
………………….
El mar de Cortés parecía una hoja gigantesca de brillo azul de tanto como brillaba y se agitaba. Tina no tenía fuerzas para mirar las olas, así que parpadeó. Sin embargo, respiró un poco de aire marino fresco para disfrutar de su entorno. Había recibido muchas recomendaciones de este balneario en particular y había decidido viajar a Cabo San Lucas para ver si podía recuperarse. Tenía una necesidad desesperada de recuperarse. Su viaje de relajación y rejuvenecimiento del alma había comenzado en un pasillo de agua. Disfrutó de una ducha al aire libre que parecía que estaba en el paraíso, seguido de un baño caliente y una visita a la cueva de vapor. La mujer cansada quería evaporarse en la fina niebla infinita, pero no sabía como hacerlo. Su tratamiento concluyó con un aclarado refrescante bajo una cascada. Allí fue donde pasó la mayor parte del tiempo. Como los chorros del agua que caían sobre ella y la consolaban, las lágrimas también rodaban por sus mejillas. No recordaba ningún momento de su vida en que hubiera llorado tanto. Sus lágrimas ahora tenían un objetivo. La limpiaban, y eran necesarias. Y aún cuando era consciente de esta necesidad, Tina Kennard permanecía sumamente triste y afligida.
Una enfadada Bette observó su lugar favorito de la ciudad de Nueva York. Necesitaba una terapia de ciudad como parte de su plan, y regresar a LA no era una opción ahora mismo. Echaba de menos la gente, el tráfico, la particularidad y altivez de Nueva York y nada más podría tomar su lugar. Las palabras viles de Helena y su comportamiento horrible habían lanzado a la mujer de moca a u8n desánimo profundo. Ella casi nunca tenía dolores de cabeza, pero ahora sentía que le llegaba uno. Pensó en Tina y se preguntó que estaría haciendo. ¿Cómo podía haber sido tan idiota?. Algunas cosas de Helena nunca cambiarían. “De toda la gente del mundo, yo debería saber eso. Soy una imbécil”. El balneario del Mandarín Oriental era una mezcla de rituales holísticos y asiáticos. A Bette le gustaba mucho ir allí y lo echaba de menos todo el tiempo que llevaba en LA. Era su refugio urbano favorito. Se sentó en el baño de vapor de cristal absorbiendo la mezcla de calor y agua. La fatigada entrenadora finalmente se tomó un tiempo para pensar. Tina hacía esto a menudo, y Bette envidiaba la forma en que la rubia se concentraba y se tomaba sus momentos al día para recargarse de energía. Tina podía estar en el lugar más ruidoso de la tierra y viajar a un santuario personal simplemente cerrando los ojos. Tina podía hacer muchas cosas. Tina era única. Y divertida, y brillante, y profunda y solidaria. Y muy atenta. A medida que la mujer reflexiva se sumergía en las profundidades de la meditación las lágrimas empezaron a resbalar por su cara. No fue hasta ese momento que el peso de su comportamiento reciente con Tina cayó sobre ella. Se imaginó la magnitud del dolor que Tina tenía que estar sufriendo al pensar que su novia estaba enamorada de otra persona. Y no era una persona cualquiera, sino alguien que la despreciaba. “Joder. Soy imbécil”. Cogió el teléfono y comenzó a marcar un número con velocidad, pero interrumpió la llamada bruscamente. Sabía como estaba Tina después de oír sus palabras. Ella ya no le importaba. Se sentó sola en el baño de vapor, silenciosa, sin nadie que la interrumpiera, pensando profundamente.
Cuando volvió a su habitación, la mujer melancólica se sentó en el escritorio asiático de moda y colocó la cabeza entre las manos. Pensó en las concesiones que hacía a menudo a Helena sin ninguna razón. Comprendió que de algún modo Helena tenía una ventaja injusta en la jerarquía de su relación. Recordó como había estado la dulce Tina aquella noche en el patio. “T. me dijiste que estarías allí cuando regresara de Nueva York. Espero que sea verdad, cariño. Sólo necesito tomarme un tiempo para mi antes de regresar. No mereces toda esta mierda”. Las lágrimas suaves, tranquilas se hicieron más ruidosas. Cayó sobre la extensión del escritorio y lloró hasta que se durmió.
Al despertarse, su cuerpo protestó por la posición en que había estado. Bette se sentía un poco mejor, pero no podía dormir más. Tina estaba en su cerebro y en su corazón. Cogió el portafolios de su bolso, deslizó su pluma favorita y comenzó a escribir.
Re: [Terminado] Saludos al sol
Mi querida Tina,
Son las 3,29 de la madrugada en la costa este, y mis pensamientos sobre ti no me dejan dormir. He decidido tomarme un poco de tiempo más para renovarme. ¿No es lo que tu prescribes siempre?. Para la mente cansada, el cuerpo y el alma, renovación. Estarías orgullosa de mi. Bueno, aunque ahora estás enfadada. Y entiendo tu cólera, porque yo también siento algo de eso. Estoy muy enfadada conmigo misma. No estoy segura si te enviaré esta carta o te la daré en persona, o quizás la tire. Sólo tengo que aclarar mi mente. Jesús, T., nunca pensé que me enamoraría otra vez, y sin embargo ahí estás tu, es increíble. He dejado de intentar entenderlo. Ahora me doy cuenta de lo profundamente enamorada que estoy de ti y no tengo ninguna otra opción, sólo aceptarlo.
Tu provocas que las partes más duras, torpes y poco atractivas, las que me oculto a mi misma, salgan al exterior. Tu con tu amor te entregas a mi, y cuando me besas, sólo entonces puedo aceptarme. Tu abres mi mente y calmas mi espíritu y causas estragos en mi cuerpo. Despiadadamente. Acaricias mi corazón y calmas las profundidades de mi alma agitada. Todavía me haces temblar cuando me tocas. Me acaricias hasta que me excito, me hincho y brillo. Palpito por ti. Me amas de todas las formas posibles, cuando estás enfadada, celosa, cuando eres presumida, desagradable, insensible, y mi forma favorita, cuando eres feliz. Todos mis sentidos emanan un sudor frío cuando logran tu atención. Intento seguir el ritmo que tu has puesto con tu optimismo. A veces soy incapaz de mantenerlo, y tu me esperas. Pacientemente. Mi dudosa y preocupada experiencia desaparece cuando un calambre doloroso me recorre el cuerpo porque tu risa me proporciona un placer infinito que hace volar mi mente. Me llenas de pensamientos positivos y equilibrados. Me desbordas. Me capturas y lo asimilo despacio. Me agarro fuertemente a ti, señales brillantes y apasionadas mueven mis manos. Me estremezco al pensar que te amo. Me convulsiono al pensar en ti haciéndome el amor. Pienso en ti. Repetidamente. Y cuando pienso que no puedo dar más porque tu ya has sacado todo de mi, me corro porque soy incapaz de pararme. Es un sentimiento divino y no hay nada en el mundo como eso. Me calmas para hacerme dormir y despertarme una vez más. Me estremezco con la sensibilidad que has catalizado dentro de mi. Mi respiración se acelera y se detiene momentáneamente. Tu me reanimas y respiro mejor.
Y todo es debido a ti.
Te quiero,
Bette
Después de escribir esto Bette se sintió un poco más ligera, pero seguía sintiéndose mal por haber hecho daño a la mujer que amaba. Todavía era incapaz de dormir debido a la intensidad de su revelación. Bette cogió el teléfono para llamar a Tina.
Son las 3,29 de la madrugada en la costa este, y mis pensamientos sobre ti no me dejan dormir. He decidido tomarme un poco de tiempo más para renovarme. ¿No es lo que tu prescribes siempre?. Para la mente cansada, el cuerpo y el alma, renovación. Estarías orgullosa de mi. Bueno, aunque ahora estás enfadada. Y entiendo tu cólera, porque yo también siento algo de eso. Estoy muy enfadada conmigo misma. No estoy segura si te enviaré esta carta o te la daré en persona, o quizás la tire. Sólo tengo que aclarar mi mente. Jesús, T., nunca pensé que me enamoraría otra vez, y sin embargo ahí estás tu, es increíble. He dejado de intentar entenderlo. Ahora me doy cuenta de lo profundamente enamorada que estoy de ti y no tengo ninguna otra opción, sólo aceptarlo.
Tu provocas que las partes más duras, torpes y poco atractivas, las que me oculto a mi misma, salgan al exterior. Tu con tu amor te entregas a mi, y cuando me besas, sólo entonces puedo aceptarme. Tu abres mi mente y calmas mi espíritu y causas estragos en mi cuerpo. Despiadadamente. Acaricias mi corazón y calmas las profundidades de mi alma agitada. Todavía me haces temblar cuando me tocas. Me acaricias hasta que me excito, me hincho y brillo. Palpito por ti. Me amas de todas las formas posibles, cuando estás enfadada, celosa, cuando eres presumida, desagradable, insensible, y mi forma favorita, cuando eres feliz. Todos mis sentidos emanan un sudor frío cuando logran tu atención. Intento seguir el ritmo que tu has puesto con tu optimismo. A veces soy incapaz de mantenerlo, y tu me esperas. Pacientemente. Mi dudosa y preocupada experiencia desaparece cuando un calambre doloroso me recorre el cuerpo porque tu risa me proporciona un placer infinito que hace volar mi mente. Me llenas de pensamientos positivos y equilibrados. Me desbordas. Me capturas y lo asimilo despacio. Me agarro fuertemente a ti, señales brillantes y apasionadas mueven mis manos. Me estremezco al pensar que te amo. Me convulsiono al pensar en ti haciéndome el amor. Pienso en ti. Repetidamente. Y cuando pienso que no puedo dar más porque tu ya has sacado todo de mi, me corro porque soy incapaz de pararme. Es un sentimiento divino y no hay nada en el mundo como eso. Me calmas para hacerme dormir y despertarme una vez más. Me estremezco con la sensibilidad que has catalizado dentro de mi. Mi respiración se acelera y se detiene momentáneamente. Tu me reanimas y respiro mejor.
Y todo es debido a ti.
Te quiero,
Bette
Después de escribir esto Bette se sintió un poco más ligera, pero seguía sintiéndose mal por haber hecho daño a la mujer que amaba. Todavía era incapaz de dormir debido a la intensidad de su revelación. Bette cogió el teléfono para llamar a Tina.
Re: [Terminado] Saludos al sol
ahh q bonito!!!! q bueno q por fin bette abrio los ojos,, su unico amor:: Tina xD...
... grax julia por seguir con el ff... continua cuando puedas
... grax julia por seguir con el ff... continua cuando puedas
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
Capítulo 24.- Lecciones aprendidas
Los errores son inevitables en la vida. La respuesta a los errores es lo que cuenta. Nikki Giovanni.
Bette se sentó pensativa en los escalones de lo que antes era su galería. La imagen descolorida del bloque de letras hacía que su nombre fuera casi irreconocible. La mujer sentada bajo la frase “Galería Bette Porter”, donde no había letras, todavía estaba clara. El nombre sólo representaba determinación, pasión y beneficio. Bette Porter y su conocida galería, llegó a ser todo un éxito. Una sonrisa cansada apareció en sus labios. Había comenzado despacio el nuevo día. Lo saboreó, dejando que el alba la calentara gradualmente antes de empezar la mañana. Los pensamientos de una tardía conversación telefónica con Tina llenaron su mente. Bette había vuelto de la exposición de salud de San Francisco mientras Tina permanecía allí. Tenían que colgar el teléfono cuando la rubia le deseó a su novia bienestar, “Que tengas un buen día mañana, cariño. Recuerda, calma, tranquilidad y renacimiento cada mañana. Conseguimos vivir un día nuevo cada día, eso es genial, ¿no?”.
“Es tan genial como tu, Tina”, había contestado Bette.
No era ningún secreto que a Tina le gustaban las mañanas. Siempre estaba impaciente por comenzar otra vez., por vivir un nuevo día. Volviendo a la realidad, Bette se limpió una solitaria lágrima, y dijo en voz alta, “Te echo de menos esta mañana, T.”.
Después de dejar un mensaje en el teléfono de casa de Tina y dos en su móvil, la insomne bronceada había estado dando vueltas por sus viejos lugares. “Tina, ¿dónde estás cariño? ¿Por qué no contestas al teléfono?”, reflexionó Bette durante unos segundos antes de volver su atención al presente. La asombrosa estructura marrón claro de ladrillo que estaba tras ella era ahora un café y librería, propiedad de un matrimonio. Bette recordó su vida con Ziggy y se encontró repitiendo una y otra vez Bette Porter ama a Jonathan McKenzie y Jonathan Mckenzie ama a Bette Porter. Era algo que decían a diario. Una afirmación dicha con amor y convicción. Volvían a empezar cada frase con su propio nombre y el nombre del otro antes de esperar la correspondencia por la otra parte. Una frialdad inoportuna sacudió el cuerpo de Bette cuando recordó todas las veces que su vida había sido pisoteada.
Cuando estaba delante del edificio que una vez fue suyo, los ojos marrones oscuros comenzaron a estar bien. Ella se preguntó que había pasado todo ese tiempo para provocar tantas lágrimas. Tal vez su cuerpo estaba ya harto de lágrimas. Sonrió con este pensamiento. “Esa mierda no era divertida”.
El zumbido en el bolsillo delantero de su chaqueta hizo que saltara y no sabía por qué. No era un ruido estridente, y sin embargo se asustó. Tengo que conseguir dormir algo. Sin mirar el nombre, contestó rápidamente, no deseaba perder la llamada, sobre todo si era de Tina.
“¡Hola Bette!”, saludó solemnemente la voz del otro lado.
“Hola Helema”, contestó Bette tranquila.
“Siento llamar tan temprano”. Hubo una pausa momentánea mientras Helena se limpiaba una lágrima que corría por su mejilla. “Bette, quiero pedirte perdón por mi horrible comportamiento de ayer”. La voz de Helena se rompió. “Por favor, perdóname. Lo lamento mucho”.
“¿Qué es lo que lamentas Hel?. Quizás, siendo condescendiente, que has sido grosera y arrogante?”.
“Si, todo eso y más”.
“Me hirió lo que dijiste ayer. ¿Y cuando hablaste así de Tina?. ¿Quizás pensaste que mi situación actual de dudas trabajaría en tu favor?. “ Bette aumentó el sonido de voz. “Entiendo que las dos os tengáis aversión. Me gustaría que tu no se la tuvieras, pero se la tienes”. La voz de Bette se ablandó. “Tu sabes que te quiero, Hel”. Se enfadó perceptiblemente otra vez. ¿Por qué tienes que hablar tan mal de alguien a quien amo?. ¿Y tu dices que eres amiga mía?. Olvida la posibilidad de que te ame. Sólo hablo de ser una buena amiga, Helena”.
El silencio reinó al otro lado del teléfono. Helena decidió seguir adelante con cuidado.
“Recuerdas que te dije que había soñado contigo ayer, Bette?”.
“Si, un sueño en el que soy una oportunista. Lo recuerdo”, contestó Bette poniendo los ojos en blanco.
“Bien, en mi sueño hicimos el amor, y tu empezaste”, Helena habló despacio, “fue el mejor sueño que he tenido en mi vida, Bette”.
La boca de Bette se abrió cuando apretó más el teléfono a la oreja intentando enterarse mejor. Sus auriculares estaban en algún sitio, pero en este momento había olvidado donde.
Helena siguió dudosa. “El sueño fue insoportablemente maravilloso, pero también frustrante. Sólo pensar en el me excita. Quiero hacer el amor contigo. Quiero demostrarte mis sentimientos. Darme cuenta que mi sueño era solamente un sueño me entristeció”, admitió Helena con tranquilidad. “Bette, ¿crees que podremos vernos un momento hoy para hablar?¿Por qué no coges tus cosas y vuelves al apartamento para quedarte como planeamos?”. No hubo ninguna respuesta. ¿Qué estás pensando?. Por cierto, ¿dónde estás, Bette?”.
“Estoy dando un paseo. Acabo de dejar la galería. Bueno, el café. Y ahora estoy por los alrededores”.
“Ah, Bette”, y Helena sintió empatía, “no te preocupes, pareces triste”.
“Si”, dijo muy bajo. “Helena, gracias por llamar. No creo que tengamos mucho de que hablar ahora mismo. Voy a caminar un rato”.
“Bette, por favor, piénsalo, ¿vale?”, lloriqueó Helena. Este tono molestó a Bette y comenzó a despedirse. “Te he dado mi respuesta, Helena. ¿Por qué no puedes aceptarla?. Sigues presionando y presionando hasta que consigues lo que quieres”.
“Lo siento. Siento haber presionado”, lloriqueó Helena, “cuídate querida”.
“Vale”.
La mente de Bette volvió inmediatamente a su conversación con Tina en el patio. Se estremeció al pensar en la imagen de Tina completamente abatida después de enterarse que su novia se iba a Nueva York. Tina no intentó cambiar la decisión de Bette. Ella no la presionaba como Helena acababa de hacer. Aceptó la decisión de Bette como si no pudiera hacer nada. “Incluso me dijo que me amaba después de haberme comportado como una idiota. Que imbécil de mierda soy, joder”. Bette se preguntó si Tina habría escuchado sus mensajes del buzón de voz. No estaba muy segura. Tina no era una gran admiradora de los teléfonos, televisores o aparatos electrónicos. Bueno, sólo cuando estaba de humor, pero no era muy a menudo. La diosa del sol encontraba que estos medios eran bastante distraídos, aunque necesarios. Tina había dicho una vez que la única cosa que le gustaba a sus sentidos era Bette. “Bette, una televisión me priva de verte y oirte. Mis ojos y oídos están más centrados en ti que en lo que mis padres llamaban ‘la caja tonta’. ¿Quién necesita una tele cuando te tengo a ti?”. Tina había dicho esto unas semanas antes mientras besaba suavemente a Bette, al borde el éxtasis. Los gemidos suaves, la respiración errática y las expresiones de la cara con los que Bette respondió eran mejores que cualquier programa de televisión. Bette sonrió suavemente al recordarlo.
…………………
Los errores son inevitables en la vida. La respuesta a los errores es lo que cuenta. Nikki Giovanni.
Bette se sentó pensativa en los escalones de lo que antes era su galería. La imagen descolorida del bloque de letras hacía que su nombre fuera casi irreconocible. La mujer sentada bajo la frase “Galería Bette Porter”, donde no había letras, todavía estaba clara. El nombre sólo representaba determinación, pasión y beneficio. Bette Porter y su conocida galería, llegó a ser todo un éxito. Una sonrisa cansada apareció en sus labios. Había comenzado despacio el nuevo día. Lo saboreó, dejando que el alba la calentara gradualmente antes de empezar la mañana. Los pensamientos de una tardía conversación telefónica con Tina llenaron su mente. Bette había vuelto de la exposición de salud de San Francisco mientras Tina permanecía allí. Tenían que colgar el teléfono cuando la rubia le deseó a su novia bienestar, “Que tengas un buen día mañana, cariño. Recuerda, calma, tranquilidad y renacimiento cada mañana. Conseguimos vivir un día nuevo cada día, eso es genial, ¿no?”.
“Es tan genial como tu, Tina”, había contestado Bette.
No era ningún secreto que a Tina le gustaban las mañanas. Siempre estaba impaciente por comenzar otra vez., por vivir un nuevo día. Volviendo a la realidad, Bette se limpió una solitaria lágrima, y dijo en voz alta, “Te echo de menos esta mañana, T.”.
Después de dejar un mensaje en el teléfono de casa de Tina y dos en su móvil, la insomne bronceada había estado dando vueltas por sus viejos lugares. “Tina, ¿dónde estás cariño? ¿Por qué no contestas al teléfono?”, reflexionó Bette durante unos segundos antes de volver su atención al presente. La asombrosa estructura marrón claro de ladrillo que estaba tras ella era ahora un café y librería, propiedad de un matrimonio. Bette recordó su vida con Ziggy y se encontró repitiendo una y otra vez Bette Porter ama a Jonathan McKenzie y Jonathan Mckenzie ama a Bette Porter. Era algo que decían a diario. Una afirmación dicha con amor y convicción. Volvían a empezar cada frase con su propio nombre y el nombre del otro antes de esperar la correspondencia por la otra parte. Una frialdad inoportuna sacudió el cuerpo de Bette cuando recordó todas las veces que su vida había sido pisoteada.
Cuando estaba delante del edificio que una vez fue suyo, los ojos marrones oscuros comenzaron a estar bien. Ella se preguntó que había pasado todo ese tiempo para provocar tantas lágrimas. Tal vez su cuerpo estaba ya harto de lágrimas. Sonrió con este pensamiento. “Esa mierda no era divertida”.
El zumbido en el bolsillo delantero de su chaqueta hizo que saltara y no sabía por qué. No era un ruido estridente, y sin embargo se asustó. Tengo que conseguir dormir algo. Sin mirar el nombre, contestó rápidamente, no deseaba perder la llamada, sobre todo si era de Tina.
“¡Hola Bette!”, saludó solemnemente la voz del otro lado.
“Hola Helema”, contestó Bette tranquila.
“Siento llamar tan temprano”. Hubo una pausa momentánea mientras Helena se limpiaba una lágrima que corría por su mejilla. “Bette, quiero pedirte perdón por mi horrible comportamiento de ayer”. La voz de Helena se rompió. “Por favor, perdóname. Lo lamento mucho”.
“¿Qué es lo que lamentas Hel?. Quizás, siendo condescendiente, que has sido grosera y arrogante?”.
“Si, todo eso y más”.
“Me hirió lo que dijiste ayer. ¿Y cuando hablaste así de Tina?. ¿Quizás pensaste que mi situación actual de dudas trabajaría en tu favor?. “ Bette aumentó el sonido de voz. “Entiendo que las dos os tengáis aversión. Me gustaría que tu no se la tuvieras, pero se la tienes”. La voz de Bette se ablandó. “Tu sabes que te quiero, Hel”. Se enfadó perceptiblemente otra vez. ¿Por qué tienes que hablar tan mal de alguien a quien amo?. ¿Y tu dices que eres amiga mía?. Olvida la posibilidad de que te ame. Sólo hablo de ser una buena amiga, Helena”.
El silencio reinó al otro lado del teléfono. Helena decidió seguir adelante con cuidado.
“Recuerdas que te dije que había soñado contigo ayer, Bette?”.
“Si, un sueño en el que soy una oportunista. Lo recuerdo”, contestó Bette poniendo los ojos en blanco.
“Bien, en mi sueño hicimos el amor, y tu empezaste”, Helena habló despacio, “fue el mejor sueño que he tenido en mi vida, Bette”.
La boca de Bette se abrió cuando apretó más el teléfono a la oreja intentando enterarse mejor. Sus auriculares estaban en algún sitio, pero en este momento había olvidado donde.
Helena siguió dudosa. “El sueño fue insoportablemente maravilloso, pero también frustrante. Sólo pensar en el me excita. Quiero hacer el amor contigo. Quiero demostrarte mis sentimientos. Darme cuenta que mi sueño era solamente un sueño me entristeció”, admitió Helena con tranquilidad. “Bette, ¿crees que podremos vernos un momento hoy para hablar?¿Por qué no coges tus cosas y vuelves al apartamento para quedarte como planeamos?”. No hubo ninguna respuesta. ¿Qué estás pensando?. Por cierto, ¿dónde estás, Bette?”.
“Estoy dando un paseo. Acabo de dejar la galería. Bueno, el café. Y ahora estoy por los alrededores”.
“Ah, Bette”, y Helena sintió empatía, “no te preocupes, pareces triste”.
“Si”, dijo muy bajo. “Helena, gracias por llamar. No creo que tengamos mucho de que hablar ahora mismo. Voy a caminar un rato”.
“Bette, por favor, piénsalo, ¿vale?”, lloriqueó Helena. Este tono molestó a Bette y comenzó a despedirse. “Te he dado mi respuesta, Helena. ¿Por qué no puedes aceptarla?. Sigues presionando y presionando hasta que consigues lo que quieres”.
“Lo siento. Siento haber presionado”, lloriqueó Helena, “cuídate querida”.
“Vale”.
La mente de Bette volvió inmediatamente a su conversación con Tina en el patio. Se estremeció al pensar en la imagen de Tina completamente abatida después de enterarse que su novia se iba a Nueva York. Tina no intentó cambiar la decisión de Bette. Ella no la presionaba como Helena acababa de hacer. Aceptó la decisión de Bette como si no pudiera hacer nada. “Incluso me dijo que me amaba después de haberme comportado como una idiota. Que imbécil de mierda soy, joder”. Bette se preguntó si Tina habría escuchado sus mensajes del buzón de voz. No estaba muy segura. Tina no era una gran admiradora de los teléfonos, televisores o aparatos electrónicos. Bueno, sólo cuando estaba de humor, pero no era muy a menudo. La diosa del sol encontraba que estos medios eran bastante distraídos, aunque necesarios. Tina había dicho una vez que la única cosa que le gustaba a sus sentidos era Bette. “Bette, una televisión me priva de verte y oirte. Mis ojos y oídos están más centrados en ti que en lo que mis padres llamaban ‘la caja tonta’. ¿Quién necesita una tele cuando te tengo a ti?”. Tina había dicho esto unas semanas antes mientras besaba suavemente a Bette, al borde el éxtasis. Los gemidos suaves, la respiración errática y las expresiones de la cara con los que Bette respondió eran mejores que cualquier programa de televisión. Bette sonrió suavemente al recordarlo.
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Re: [Terminado] Saludos al sol
no entiendo¿?... lo q paso entre bette y helena (lo de pasar la noche juntas),,, solo fue un sueño de helena¿? ..
.. si es asi... q bueno .... ahora bette a recuperar a tina xD...
grax julia por el ff,,, sigue cuando puedas
.. si es asi... q bueno .... ahora bette a recuperar a tina xD...
grax julia por el ff,,, sigue cuando puedas
Invitado- Invitado
Re: [Terminado] Saludos al sol
La voz familiar habló lentamente. La tristeza enlazaba las palabras y camuflaba involuntariamente un leve acento.
El micrófono que tenía el speaker en la mano izquierda apenas amplificaba el timbre sutil. “Supongo que una de las cosas que más me gustaban de la relación con esta persona era”, la voz hizo una pausa, su habilidad para hacerme creer que yo era la persona más importante de la tierra”, la atractiva mujer se rió al recordarlo, “ella dejaba todo lo que estaba haciendo y se concentraba en mi. En aquel momento no le importaba nada más, y se aseguraba de que yo lo sabía. Parecía que ella era mi genio personal”. La sonrisa reapareció en su cara. “y esa era la mejor sensación del mundo”.
Tina entró lánguidamente en el taller al que se había apuntado con 15 minutos de retraso. El título de la sesión de 5 horas era: Aguantar y delegar: asuntos del corazón. La diosa del sol se había dormido y ahora luchaba para mantener el día bajo control. Era muy raro que Tina Kennard se durmiera porque la mañana era su momento favorito. Pero hoy era una historia diferente. Después de estar en un estado parecido a un zombi había conseguido dormirse la noche anterior. Su sueño fue profundo y no se despertó al amanecer como era su costumbre, y como resultado estaba desorientada y fuera de su elemento.
Evitó el contacto con los pequeños grupos de gente que estaban por todas partes en la sala, y se sentó en la parte de atrás, junto a la pared. Una exploración rápida de su entorno le reveló que toda la atención estaba centrada en la mujer escultural que estaba delante del todo.
“Lo que más me disgustó fue el modo en que ella me controlaba”, dijo la mujer con repugnancia. Desde el principio no fue una relación justa. Yo lo sabía, y me entregué voluntariamente con toda mi alma. ¿Por qué?. Si la conocierais, lo haríais también”, se rió. “De alguna manera, pensaba que sería capaz de controlarlo. Me equivoqué. Lo que de verdad me destruyó fue cuando decidió acabar nuestra relación. Era como si yo no existiera. Mis pensamientos y sentimientos eran ignorados. Los manifesté una y otra vez, pero no me hacía caso”. La mujer marcada desplazó su peso al otro lado y puso los ojos en blanco. “Un día me dijo que no quería verme más. Sólo eso”. La mujer chasqueó los dedos con énfasis. “Dijo que me deseaba suerte en la vida. Mis sentimientos no le importaban”. La voz triste se hizo más triste aún, si eso era posible. “¿Podéis creer que hasta se rió después de acabar nuestra relación?. ¿Quién hace eso?”.
En ese momento la bella mujer de habla suave se puso a llorar, visiblemente angustiada. Murmuró mansamente, “esto es todo lo que tengo que decir”, y caminó lentamente hacia la puerta.
El facilitador contestó: “gracias Carmen. Por favor, tomate todo el tiempo que necesites antes de volver”.
El corazón de Tina se hundió, y se quedó dudando si seguir a su antigua amante. La sorpresa había sido demasiado grande para ella, no sólo porque Carmen estuviera allí en el Resort, sino porque también estaba en el taller. Hubiera querido desaparecer. El tratamiento de Tina a Carmen había sido difundido en una sala llena de extraños, hubiera querido vomitar. Nunca antes había tenido tratos con Carmen o cualquiera de las mujeres con las que había estado después de dejarlas, hasta ahora. No tenía idea de que había hecho un daño tan profundo a Carmen. Si, sabía que le había causado dolor, pero no tan profundo y verdadero. Esta situación no era buena. Era perjudicial y muy inquietante. La rubia, desequilibrada, salió de la sala para buscar a la mujer a la que había causado tanto dolor.
Después de transitar por unos pasillos vacíos, Tina descubrió a Carmen llorando y temblando, mirando afuera desde una ventana gigantesca. No estaba segura de cual sería la reacción de Carmen y realmente no quería que la situación se pusiera fea. Sus pies permanecieron inmóviles mientras trataba de clasificar las opciones de su mente. Cuando estuvo satisfecha con su plan, despegó los pies del suelo y anduvo cautelosa hacia la mujer rota que estaba ante ella.
Instintivamente Tina liberó su postura defensiva y abrió sus brazos a la morena que lloraba. Carmen estaba de pie, mordiéndose el labio y mirando al suelo. Lentamente caminó hacia Tina, que todavía dudaba de su siguiente movimiento. Después de estar un rato pensando, claudicó y devolvió el gesto. Su abrazo fue algo incómodo. Tina la acercó aún más, y notó que Carmen temblaba y después comenzó a relajarse. Tina la besó en la mejilla. “Siento haberte tratado tan mal, Carmen. Cuando oí como le contabas a todo el mundo como te sentías, sólo quería hundirme en una esquina y morir. Sólo podía pensar era, soy yo quien la hace sentirse así. Está hundida por culpa mía”. Tina se apartó del abrazo para mirarla a los ojos.
“De verdad lo siento, Carmen. Me comporté muy mal cuando estábamos saliendo. No es que yo sea mejor ahora, pero soy diferente”. Tina sonrió pensando en su propio motivo para estar allí. “¿Me podrás perdonar?. He sido tan insensible contigo y tus sentimientos. He comprendido que te he causado mucho dolor, y de verdad lo siento”, Tina sacudió la cabeza, en un sentimiento de repugnancia hacia ella. “¿Crees que podremos hablar alguna vez tranquilamente?”.
El micrófono que tenía el speaker en la mano izquierda apenas amplificaba el timbre sutil. “Supongo que una de las cosas que más me gustaban de la relación con esta persona era”, la voz hizo una pausa, su habilidad para hacerme creer que yo era la persona más importante de la tierra”, la atractiva mujer se rió al recordarlo, “ella dejaba todo lo que estaba haciendo y se concentraba en mi. En aquel momento no le importaba nada más, y se aseguraba de que yo lo sabía. Parecía que ella era mi genio personal”. La sonrisa reapareció en su cara. “y esa era la mejor sensación del mundo”.
Tina entró lánguidamente en el taller al que se había apuntado con 15 minutos de retraso. El título de la sesión de 5 horas era: Aguantar y delegar: asuntos del corazón. La diosa del sol se había dormido y ahora luchaba para mantener el día bajo control. Era muy raro que Tina Kennard se durmiera porque la mañana era su momento favorito. Pero hoy era una historia diferente. Después de estar en un estado parecido a un zombi había conseguido dormirse la noche anterior. Su sueño fue profundo y no se despertó al amanecer como era su costumbre, y como resultado estaba desorientada y fuera de su elemento.
Evitó el contacto con los pequeños grupos de gente que estaban por todas partes en la sala, y se sentó en la parte de atrás, junto a la pared. Una exploración rápida de su entorno le reveló que toda la atención estaba centrada en la mujer escultural que estaba delante del todo.
“Lo que más me disgustó fue el modo en que ella me controlaba”, dijo la mujer con repugnancia. Desde el principio no fue una relación justa. Yo lo sabía, y me entregué voluntariamente con toda mi alma. ¿Por qué?. Si la conocierais, lo haríais también”, se rió. “De alguna manera, pensaba que sería capaz de controlarlo. Me equivoqué. Lo que de verdad me destruyó fue cuando decidió acabar nuestra relación. Era como si yo no existiera. Mis pensamientos y sentimientos eran ignorados. Los manifesté una y otra vez, pero no me hacía caso”. La mujer marcada desplazó su peso al otro lado y puso los ojos en blanco. “Un día me dijo que no quería verme más. Sólo eso”. La mujer chasqueó los dedos con énfasis. “Dijo que me deseaba suerte en la vida. Mis sentimientos no le importaban”. La voz triste se hizo más triste aún, si eso era posible. “¿Podéis creer que hasta se rió después de acabar nuestra relación?. ¿Quién hace eso?”.
En ese momento la bella mujer de habla suave se puso a llorar, visiblemente angustiada. Murmuró mansamente, “esto es todo lo que tengo que decir”, y caminó lentamente hacia la puerta.
El facilitador contestó: “gracias Carmen. Por favor, tomate todo el tiempo que necesites antes de volver”.
El corazón de Tina se hundió, y se quedó dudando si seguir a su antigua amante. La sorpresa había sido demasiado grande para ella, no sólo porque Carmen estuviera allí en el Resort, sino porque también estaba en el taller. Hubiera querido desaparecer. El tratamiento de Tina a Carmen había sido difundido en una sala llena de extraños, hubiera querido vomitar. Nunca antes había tenido tratos con Carmen o cualquiera de las mujeres con las que había estado después de dejarlas, hasta ahora. No tenía idea de que había hecho un daño tan profundo a Carmen. Si, sabía que le había causado dolor, pero no tan profundo y verdadero. Esta situación no era buena. Era perjudicial y muy inquietante. La rubia, desequilibrada, salió de la sala para buscar a la mujer a la que había causado tanto dolor.
Después de transitar por unos pasillos vacíos, Tina descubrió a Carmen llorando y temblando, mirando afuera desde una ventana gigantesca. No estaba segura de cual sería la reacción de Carmen y realmente no quería que la situación se pusiera fea. Sus pies permanecieron inmóviles mientras trataba de clasificar las opciones de su mente. Cuando estuvo satisfecha con su plan, despegó los pies del suelo y anduvo cautelosa hacia la mujer rota que estaba ante ella.
Instintivamente Tina liberó su postura defensiva y abrió sus brazos a la morena que lloraba. Carmen estaba de pie, mordiéndose el labio y mirando al suelo. Lentamente caminó hacia Tina, que todavía dudaba de su siguiente movimiento. Después de estar un rato pensando, claudicó y devolvió el gesto. Su abrazo fue algo incómodo. Tina la acercó aún más, y notó que Carmen temblaba y después comenzó a relajarse. Tina la besó en la mejilla. “Siento haberte tratado tan mal, Carmen. Cuando oí como le contabas a todo el mundo como te sentías, sólo quería hundirme en una esquina y morir. Sólo podía pensar era, soy yo quien la hace sentirse así. Está hundida por culpa mía”. Tina se apartó del abrazo para mirarla a los ojos.
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