[Terminado]Camino a la alegría
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anita
lurdes beals
pke
kamakaII
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Re: [Terminado]Camino a la alegría
CAPITULO III
La recepcionista del hotel era demasiado voluptuosa para su gusto.
“Hola”. Sue (tenía una etiqueta con su nombre y corazones dibujados alrededor) saludó con fuerte voz cuando Alice y Dana se acercaron al mostrador. Ambas parecían cansadas y emocionalmente agotadas.
“Hola Sue”, respondió Alice, dirigiendo a Dana una mirada asesina porque Dana sólo cabeceó como respuesta “Soy Alice Pieszeckie y ésta es Dana Fairbanks, estamos aquí para eso de la convención política”.
“Lo se. Estamos registrando a gente todo el día para ésto”, contestó Sue con demasiado entusiasmo. La mujer se veía nerviosa, casi tanto como Dana. “Aunque vosotras dos probablemente sois las últimas. ¡La conferencia comienza dentro de dos horas! Teneis poco tiempo para prepararla”.
“¿En qué habitación estamos?” preguntó Dana friamente antes de gemir de dolor después de que Alice le diera un codazo. Respondió a la rubia con una mirada helada antes de volverse a Sue con una amplia sonrisa. “Lo siento Sue, lo que quería decir es que si fuera posible, si fuera tan amable y nos indicara la habitación que nos han reservado... ¿Por favor?”
Alice dejó caer los ojos incrédula y volvió a Sue que aparentemente no se había dado cuenta de la interacción entre sus dos invitadas y que se tomó el sarcasmo de Dana con entusiasmo.
“Desde luego que puedo”. Dana y Alice cabecearon afirmativamente como respuesta, con demasiado miedo ambas a reirse si intentaran hablar. “Están en la habitación 42. ¡Que tengan un buen dia!”
“Espere un segundo”, Alice elevó la voz provocando que Sue se girara y se le enfrentara con su sonrisa brillante. “¿No tenemos habitaciones separadas?”
“Si, Sue, deberíamos tener dos habitaciones”, afirmó Dana, recibiendo el apoyo de Alice. La única vez que habían estado de acuerdo desde que se habían conocido. “Creo que ésto es innegociable”.
“Lo siento chicas, pero su empresa sólo ha reservado una habitación, y el resto está ocupado toda la semana”.
“Hay otro hotel por aquí cerca?” preguntó Alice, provocando que Dana abriera los ojos esta vez.
“No soy contagiosa o algo así Alice”, declaró. Alice simplemente se encogió y miró a Sue con expectación, que suspiró antes de contestar.
“Lo siento, no hay ninguno. Parece que están condenadas a hacerse compañía la una a la otra”.
...............................
“¡Una cama de matrimonio!”
Dana miró incrédula a su molesta colega y movió la cabeza lentamente. “No hay manera de que te quedes con la cama, Alice”.
“Creo que ya la he cogido¡” dijo antes de saltar sobre la cama de matrimonio. “Por lo tanto en justicia es mía”.
“De acuerdo, no entiendo ésto” dijo Dana de repente haciendo que Alice levantara la vista. “Por qué actúas así todavía?, No recuerdas cuando te grité en el coche? Se supone que no tienes que hablarme, y se supone que la cama no es tuya!”.
“Vamos a ver. Recuerdo que me insultaste de forma grosera, algo por lo que aún me tienes que pedir perdón por cierto, pero mira lo que me preocupa. Ni siquiera te conozco”.
“Pues parecías muy preocupada en el coche”, replicó Dana, “no me has hablado durante una hora”.
Alice se sentó sobre la cama y miró a Dana antes de suspirar. No quería pelearse con esa persona, y aunque fuera tan desagradable no quería mosquearse ni un poquito. Quería ser capaz de tolerarla. Sin embargo la morena le ponía las cosas muy difíciles.
“Mira Dana”, comenzó a decir Alice despacio, intentando remarcar cada palabra. “No te odio. Es verdad que no me gusta tu carácter, ni que me desprecies sin conocerme, pero no tengo nada contra ti como persona. Podemos intentar llevarnos bien, por favor?. Tenemos que estar juntas durante toda la semana”.
Dana no dijo nada inmediatamente. Repasó su conocimiento (o la carencia de el) de Alice y comprendió que lo que la rubia decía de las dos era bastante correcto. A pesar de que le quería tener aversión era fácil ver que era una persona correcta. Era sólo que sus molestas maneras nublaban un poco la visión.
“Yo... no te desprecio” contestó finalmente Dana, pronunciando las palabras despacio mientras se miraba los pies. “Eres un fastidio, y demasiado autosuficiente, y demasiado amistosa con los extraños, pero no te odio”.
“No he sido demasiado agradable contigo”, afirmó Alice con una sonrisa, feliz de que al menos intentaran llegar a un acuerdo, “no importa que te hayas comportado como una bruja”.
Dana entornó los ojos, pero a pesar de sus buenas intenciones le dio la risa cuando habló, “gracias Alice”.
“No hay problema”, contestó rápidamente,”está bien. Llegamos a un acuerdo y nos comportamos como personas civilizadas. Por tanto la cama de matrimonio debería ser para mi”.
“Eso será sobre mi cadáver”.
La recepcionista del hotel era demasiado voluptuosa para su gusto.
“Hola”. Sue (tenía una etiqueta con su nombre y corazones dibujados alrededor) saludó con fuerte voz cuando Alice y Dana se acercaron al mostrador. Ambas parecían cansadas y emocionalmente agotadas.
“Hola Sue”, respondió Alice, dirigiendo a Dana una mirada asesina porque Dana sólo cabeceó como respuesta “Soy Alice Pieszeckie y ésta es Dana Fairbanks, estamos aquí para eso de la convención política”.
“Lo se. Estamos registrando a gente todo el día para ésto”, contestó Sue con demasiado entusiasmo. La mujer se veía nerviosa, casi tanto como Dana. “Aunque vosotras dos probablemente sois las últimas. ¡La conferencia comienza dentro de dos horas! Teneis poco tiempo para prepararla”.
“¿En qué habitación estamos?” preguntó Dana friamente antes de gemir de dolor después de que Alice le diera un codazo. Respondió a la rubia con una mirada helada antes de volverse a Sue con una amplia sonrisa. “Lo siento Sue, lo que quería decir es que si fuera posible, si fuera tan amable y nos indicara la habitación que nos han reservado... ¿Por favor?”
Alice dejó caer los ojos incrédula y volvió a Sue que aparentemente no se había dado cuenta de la interacción entre sus dos invitadas y que se tomó el sarcasmo de Dana con entusiasmo.
“Desde luego que puedo”. Dana y Alice cabecearon afirmativamente como respuesta, con demasiado miedo ambas a reirse si intentaran hablar. “Están en la habitación 42. ¡Que tengan un buen dia!”
“Espere un segundo”, Alice elevó la voz provocando que Sue se girara y se le enfrentara con su sonrisa brillante. “¿No tenemos habitaciones separadas?”
“Si, Sue, deberíamos tener dos habitaciones”, afirmó Dana, recibiendo el apoyo de Alice. La única vez que habían estado de acuerdo desde que se habían conocido. “Creo que ésto es innegociable”.
“Lo siento chicas, pero su empresa sólo ha reservado una habitación, y el resto está ocupado toda la semana”.
“Hay otro hotel por aquí cerca?” preguntó Alice, provocando que Dana abriera los ojos esta vez.
“No soy contagiosa o algo así Alice”, declaró. Alice simplemente se encogió y miró a Sue con expectación, que suspiró antes de contestar.
“Lo siento, no hay ninguno. Parece que están condenadas a hacerse compañía la una a la otra”.
...............................
“¡Una cama de matrimonio!”
Dana miró incrédula a su molesta colega y movió la cabeza lentamente. “No hay manera de que te quedes con la cama, Alice”.
“Creo que ya la he cogido¡” dijo antes de saltar sobre la cama de matrimonio. “Por lo tanto en justicia es mía”.
“De acuerdo, no entiendo ésto” dijo Dana de repente haciendo que Alice levantara la vista. “Por qué actúas así todavía?, No recuerdas cuando te grité en el coche? Se supone que no tienes que hablarme, y se supone que la cama no es tuya!”.
“Vamos a ver. Recuerdo que me insultaste de forma grosera, algo por lo que aún me tienes que pedir perdón por cierto, pero mira lo que me preocupa. Ni siquiera te conozco”.
“Pues parecías muy preocupada en el coche”, replicó Dana, “no me has hablado durante una hora”.
Alice se sentó sobre la cama y miró a Dana antes de suspirar. No quería pelearse con esa persona, y aunque fuera tan desagradable no quería mosquearse ni un poquito. Quería ser capaz de tolerarla. Sin embargo la morena le ponía las cosas muy difíciles.
“Mira Dana”, comenzó a decir Alice despacio, intentando remarcar cada palabra. “No te odio. Es verdad que no me gusta tu carácter, ni que me desprecies sin conocerme, pero no tengo nada contra ti como persona. Podemos intentar llevarnos bien, por favor?. Tenemos que estar juntas durante toda la semana”.
Dana no dijo nada inmediatamente. Repasó su conocimiento (o la carencia de el) de Alice y comprendió que lo que la rubia decía de las dos era bastante correcto. A pesar de que le quería tener aversión era fácil ver que era una persona correcta. Era sólo que sus molestas maneras nublaban un poco la visión.
“Yo... no te desprecio” contestó finalmente Dana, pronunciando las palabras despacio mientras se miraba los pies. “Eres un fastidio, y demasiado autosuficiente, y demasiado amistosa con los extraños, pero no te odio”.
“No he sido demasiado agradable contigo”, afirmó Alice con una sonrisa, feliz de que al menos intentaran llegar a un acuerdo, “no importa que te hayas comportado como una bruja”.
Dana entornó los ojos, pero a pesar de sus buenas intenciones le dio la risa cuando habló, “gracias Alice”.
“No hay problema”, contestó rápidamente,”está bien. Llegamos a un acuerdo y nos comportamos como personas civilizadas. Por tanto la cama de matrimonio debería ser para mi”.
“Eso será sobre mi cadáver”.
Re: [Terminado]Camino a la alegría
jajajajajaja es buenisimo este fic!!! me encanta!!!!!
gracias jul
PKE
gracias jul
PKE
Re: [Terminado]Camino a la alegría
“Es inapropiado y temerario que el gobierno asuma más poder en un pais que no es, de ninguna forma, el suyo propio”. Alice levantó la vista una vez más al vídeo que se proyectaba en una pared lejana y suspiró. Habían sido apelotonados en aquella sala, con otros veinte reporteros, y estaban buscando cualquier información relacionada con la conferencia en el mismo edificio. Tenían 40 minutos antes de que un portavoz saliera a hacerles una pequeña declaración, insignificante, después todos podrían retirarse a sus habitaciones por la noche. Realmente no merecía la pena quedarse allí recogiendo migajas de información, y aún lo merecía menos quedarse una semana entera.
“No es nuestra obligación. Hay una diferencia enorme entre el papel de pacificador y el de conquistador. Sin embargo el gobierno está intentando solucionar el conflicto”
Otro bostezo. Había estado en estos archivos al menos una docena de veces desde que llegaron. Miró su pequeño cuaderno en el que ya no tomaba notas, hacía dibujos y garabatos. No era mala dibujando, y eso le ayudaba a pasar el tiempo en aquel agujero.
“La cabeza de tu elefante es demasiado grande”, bostezó Dana en el oido de Alice después de inspeccionar sus dibujos. “Y las flores no deberían ser del mismo tamaño que la gente".
Alice la miró extrañada un momento, muy poco impresionada por los comentarios de su colega y mirando a la vez los pequeños dibujos de la morena. “si, bueno, pues tus muñequitos parecen anoréxicos”.
“Gracias por la crítica constructiva”, Dana se recostó en su silla y miró la escena delante de ella durante unos minutos. Aburrida, volvió a Alice.
“¿Qué hiciste con Tom?”
Alice no levantó la vista de su libreta cuando murmuró “¿Uhh?”
“Tom, el del trabajo. Dijo que tu eras una verdadera zorra”. Esta vez las palabras de Dana llamaron la atención de Alice y su cabeza embotada.
“Entonces de ahí es de donde viene toda tu malicia”, exclamó Alice provocando que Dana encogiera los hombros. “”Basaste toda tu impresión sobre una persona a la que no habías visto nunca en los rumores de alguien que me conocía sólo de medio día?”
“¿Qué? Tom es un buen amigo mío”, contestó Dana defensivamente, “confío en su juicio y opinión sobre ti de cualquier manera”.
“Bien, para tu información, no le hice nada. Supongo que sólo quería picarte”.
Dana refunfuñó un “independientemente de eso” antes de volver su atención a la pantalla, molesta porque probablemente Alice tenía razón. Era algo que Tom haría. Sin embargo, aparte de lo que el dijera, Dana no aguantaba a Alice en este momento, y por lo tanto Tom tenía razón. Alice era patética.
“Qué pérdida de tiempo”, anunció un reportero en voz alta después de que el portavoz les hubiese entregado una declaración diminuta. Hubo murmullos de conformidad del grupo mientras iban saliendo lentamente de la sala de conferencias, camino de sus habitaciones.
“¿No hay un bar en este lugar?”, preguntó Alice en voz alta, Dana contestó afirmativamente con la cabeza. “Gracias a Dios”, articuló Alice antes de apretar el botón del ascensor, “mi cabeza ya no aguanta sin una bebida fuerte”.
“Dios, ¿voy a tener que cargar con Alice borracha?”, preguntó Dana, con una mirada de shock en la cara. Alice le sacó la lengua a la morena antes de decir.
“No, si tu tambies te emborrachas”.
“Oir hablar de una copa es una bendición en este momento”, una voz masculina se oyó detrás de las dos mujeres haciéndoles girarse para enfrentarse a un hombre muy atractivo de algo más de treinta años y una mujer igualmente atractiva de la misma edad. “¿Queréis tener compañía?”.
“Depende”, Alice elevó la voz, provocando que los dos extraños la mirasen con sorpresa. “Quiero decir, ¿qué pensarían nuestros jefes si supieran que nosotras nos hemos ido de copas con periodistas enemigos?”
La sonrisa del hombre se ensanchó con el comentario de Alice; “pagaré la primera ronda”.
Dana y Alice se miraron la una a la otra antes de volverse a el y cabecear afirmativamente.
“Perfecto. Por cierto soy Jack, y esta es mi colega Cynthia”
“Dana”, dijo la morena apretando la mano de Jack y luego la de Cynthia. “Y esta es Alice”.
“Es un placer conoceros”, dijo Cynthia apretando la mano de Alice, “No sé vosotras, chicas, pero yo quiero ir a arreglarme un poco antes de ir al bar. ¿Nos vemos allí dentro de una hora?”.
“Vale”, contestaron Dana y Alice a la vez, mientras entraban en el ascensor. El silencio reinó en el pequeño ascensor antes de que Dana hablara despacio.
“Si una de nosotras liga esta noche, ¿qué pasa con la habitación?”
Alice miró a la morena, incrédula, y puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo ante los comentarios estúpidos de Dana.
“No lo sé”, contestó con una completa carencia de entusiasmo en su voz. “Eres muy creida, ¿realmente piensas que vas a ligar con Jack?”
Dana se dió la vuelta para mirar a Alice antes de reirse y cabecear, “Si Alice, pienso que voy a ligar con Jack”.
“Bueno, entonces yo me quedo con Cynthia”, dijo Alice rápidamente antes de volverse hacia Dana con una sonrisa gigantesca en la cara, cuando comprobó la mirada sorprendida y molesta de la morena.
“Siempre tienes que tomarme el pelo...”
“No es nuestra obligación. Hay una diferencia enorme entre el papel de pacificador y el de conquistador. Sin embargo el gobierno está intentando solucionar el conflicto”
Otro bostezo. Había estado en estos archivos al menos una docena de veces desde que llegaron. Miró su pequeño cuaderno en el que ya no tomaba notas, hacía dibujos y garabatos. No era mala dibujando, y eso le ayudaba a pasar el tiempo en aquel agujero.
“La cabeza de tu elefante es demasiado grande”, bostezó Dana en el oido de Alice después de inspeccionar sus dibujos. “Y las flores no deberían ser del mismo tamaño que la gente".
Alice la miró extrañada un momento, muy poco impresionada por los comentarios de su colega y mirando a la vez los pequeños dibujos de la morena. “si, bueno, pues tus muñequitos parecen anoréxicos”.
“Gracias por la crítica constructiva”, Dana se recostó en su silla y miró la escena delante de ella durante unos minutos. Aburrida, volvió a Alice.
“¿Qué hiciste con Tom?”
Alice no levantó la vista de su libreta cuando murmuró “¿Uhh?”
“Tom, el del trabajo. Dijo que tu eras una verdadera zorra”. Esta vez las palabras de Dana llamaron la atención de Alice y su cabeza embotada.
“Entonces de ahí es de donde viene toda tu malicia”, exclamó Alice provocando que Dana encogiera los hombros. “”Basaste toda tu impresión sobre una persona a la que no habías visto nunca en los rumores de alguien que me conocía sólo de medio día?”
“¿Qué? Tom es un buen amigo mío”, contestó Dana defensivamente, “confío en su juicio y opinión sobre ti de cualquier manera”.
“Bien, para tu información, no le hice nada. Supongo que sólo quería picarte”.
Dana refunfuñó un “independientemente de eso” antes de volver su atención a la pantalla, molesta porque probablemente Alice tenía razón. Era algo que Tom haría. Sin embargo, aparte de lo que el dijera, Dana no aguantaba a Alice en este momento, y por lo tanto Tom tenía razón. Alice era patética.
“Qué pérdida de tiempo”, anunció un reportero en voz alta después de que el portavoz les hubiese entregado una declaración diminuta. Hubo murmullos de conformidad del grupo mientras iban saliendo lentamente de la sala de conferencias, camino de sus habitaciones.
“¿No hay un bar en este lugar?”, preguntó Alice en voz alta, Dana contestó afirmativamente con la cabeza. “Gracias a Dios”, articuló Alice antes de apretar el botón del ascensor, “mi cabeza ya no aguanta sin una bebida fuerte”.
“Dios, ¿voy a tener que cargar con Alice borracha?”, preguntó Dana, con una mirada de shock en la cara. Alice le sacó la lengua a la morena antes de decir.
“No, si tu tambies te emborrachas”.
“Oir hablar de una copa es una bendición en este momento”, una voz masculina se oyó detrás de las dos mujeres haciéndoles girarse para enfrentarse a un hombre muy atractivo de algo más de treinta años y una mujer igualmente atractiva de la misma edad. “¿Queréis tener compañía?”.
“Depende”, Alice elevó la voz, provocando que los dos extraños la mirasen con sorpresa. “Quiero decir, ¿qué pensarían nuestros jefes si supieran que nosotras nos hemos ido de copas con periodistas enemigos?”
La sonrisa del hombre se ensanchó con el comentario de Alice; “pagaré la primera ronda”.
Dana y Alice se miraron la una a la otra antes de volverse a el y cabecear afirmativamente.
“Perfecto. Por cierto soy Jack, y esta es mi colega Cynthia”
“Dana”, dijo la morena apretando la mano de Jack y luego la de Cynthia. “Y esta es Alice”.
“Es un placer conoceros”, dijo Cynthia apretando la mano de Alice, “No sé vosotras, chicas, pero yo quiero ir a arreglarme un poco antes de ir al bar. ¿Nos vemos allí dentro de una hora?”.
“Vale”, contestaron Dana y Alice a la vez, mientras entraban en el ascensor. El silencio reinó en el pequeño ascensor antes de que Dana hablara despacio.
“Si una de nosotras liga esta noche, ¿qué pasa con la habitación?”
Alice miró a la morena, incrédula, y puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo ante los comentarios estúpidos de Dana.
“No lo sé”, contestó con una completa carencia de entusiasmo en su voz. “Eres muy creida, ¿realmente piensas que vas a ligar con Jack?”
Dana se dió la vuelta para mirar a Alice antes de reirse y cabecear, “Si Alice, pienso que voy a ligar con Jack”.
“Bueno, entonces yo me quedo con Cynthia”, dijo Alice rápidamente antes de volverse hacia Dana con una sonrisa gigantesca en la cara, cuando comprobó la mirada sorprendida y molesta de la morena.
“Siempre tienes que tomarme el pelo...”
Re: [Terminado]Camino a la alegría
CAPÍTULO 4
Un dolor agudo en la pierna de Alice hizo que volviera a prestar atención a la conversación de la mesa.
“Y después fui el mejor en tres, esperad, no, en cuatro de los cinco cursos que estudié en la universidad. Aunque ésto no fue nada nuevo para mi, porque ya en el instituto...”. La voz de Jack hablando de sus logros y éxitos siguió zumbando. Alice comprendió que era muy razonable que su mente divagara.
“Te estabas durmiendo”, la voz de Dana le susurró al oido, “Pensé que era mejor despertarte para que no te perdieras nada”.
“Despertarme es una cosa...”, silbó Alice inclinándose ligeramente para frotar su pierna, “y destrozarme la pierna es otra. Tendré suerte si no me sale un morado”.
“Tendrás suerte si no te mueres de aburrimiento antes”, murmuró la morena, provocando que Alice de mala gana le diera la razón. Ella habría preferido que le sacaran los ojos antes que tener que sentarse allí con la artificial Cynthia y el arrogante Jack.
“Fui capitán del equipo de fútbol todo el tiempo. Si, aunque estaba muy dotado para el mundo académico también era un joven muy popular...”
Dana miró un momento a Jack consternada, y luego a Cynthia, que parecía estar cautivada por las palabras de Jack. Los dos habían resultado ser la gente más aburrida que nunca había conocido, tan estúpidos y egocéntricos que se olvidó rápidamente de la posibilidad de ligar con alguno de ellos.
“Seguro que fue tan bueno como parece”, respondió Alice con entusiasmo, volviéndose después a Dana para guiñarle un ojo con una expresión indefinida. Después se dirigió otra vez a Jack. “Nos gustaría quedarnos y charlar un rato más, pero prometí a Dana que pasaríamos un rato solas esta noche. ¿Verdad, cielo?”.
Su primer pensamiento fue estrangular a Alice allí mismo sobre el terreno. Pero cuando vio la sonrisa satisfecha que adornaba los labios de la rubia, le vino a la mente una idea mejor. Ella no podía permitirle a Alice la satisfacción de superarla, y un modo seguro de machacarla era llevar a cabo su plan.
“Es verdad, cariñito”, contestó Dana de manera melosa, elevándose en la silla y provocando que Alice le dirigiera una mirada indignada. Pasó su mano alrededor de la cintura de Alice y la acercó hacia ella, a la vez que le colocaba un beso cariñoso en la mejilla. “Nos deberíamos ir ya, no?”.
“¡Un momento! ¡Esperad! ¿Vosotras dos estais... juntas?”. Dana dominó el impulso de decirle a Jack lo patético que era y meneó afirmativamente la cabeza, acercándose aún más a Alice. Alice estaba también tan confundida por las acciones de Dana que no podía ni cabecear. “Esto es cachondo. Tenéis que quedaros aquí... y ponernos al tanto de todo. Sabeis lo que quiero decir”.
“No, no lo se Jack”. El tono de puro desdén de Dana hizo que Jack cerrara la boca. Una sonrisa apareció en la cara de Dana cuando comprendió que había puesto en su sitio tanto a Jack como a Alice... bueno, casi. Sabía como conseguir que Alice se irritara, y aunque eso le trajera consecuencias a ella, se lo merecía. Suspiró y se volvió para enfrentarse a Alice. Cogiendo con la mano la cara todavía sorprendida de la rubia se acercó a ella y un segundo después plantó sus labios sobre los de Alice. Dana trasladó la mano hasta el cuello para profundizar el beso, mordiéndole con cuidado el labio inferior lo suficiente para que Alice abriera ligeramente la boca. Dana sonrió con satisfacción ante este acto de aceptación y se apartó rápidamente justo cuando la rubia comenzaba a devolverle el beso. “Bueno, mejor nos vamos. ¡Adios, Jack, Cynthia. Estoy segura que nos volveremos a ver”.
Dana comenzó a alejarse de la mesa, seguida rápidamente por Alice que había mascullado una despedida breve antes de atrapar a Dana. La rubia lanzó una mirada fría a Dana antes de sacudir la cabeza con consternación.
“Supongo que pensaste que tu truco era muy inteligente, ¿verdad?”. Dana miró a Alice y movió la cabeza con entusiasmo, con una sonrisa astuta en la cara.
“Deberías haberte visto la cara” comentó Dana cuando entraban en el ascensor, “era muy gracioso ver lo extrañada que estabas”.
“Me estabas besando, desde luego que estaba extrañada”, replicó Alice, causando que la morena le sacara la lengua.
“Pero tu disfrutaste con eso”
En ese momento Alice lamentó no tener poder para provocar un vómito y lanzárselo como un proyectil, que pena que no tuviera ese talento.
“Dana eres tan modesta que me pones enferma. No disfruté de tu pequeño beso”, declaró Alice firmemente, ya dentro del ascensor vacío. “Y para ser sincera, no besas muy bien”.
“¿Cómo?”, la voz de la morena subió de tono. ¡Ella era famosa por su talento con los besos! “!Soy una besadora fantástica! Piensa lo que quieras”.
Alice sonrió ante las palabras de Dana, comprendiendo que sus maniobras la habían llevado exactamente hasta donde ella quería. Era el momento de devolverle la faena.
Rápidamente agarró la cintura de la morena, la empujó con decisión contra la pared del ascensor, apretó sus caderas contra ella mientras su mano acariciaba con seguridad por encima de su muslo. Alice se paró durante un segundo en los labios de Dana, un temblor leve descargó por su espina dorsal cuando la sintió respirar sobre su cuello, esperando, esperando lo que iba a venir. Alice colocó una de sus manos en la base de la cabeza de Dana y la atrajo fuerte hacia ella, rozando sus labios temblorosos con los suyos propios, empujando su lengua con furia dentro de su boca, indiferente a si tenía permiso o no. Sonrió cuando sintió gemir a Dana, que separó sus piernas ligeramente para permitir que una de las piernas de Alice se moviera en el centro. Este acto enseguida fue captado por Alice que empujó su lengua más lejos en un beso apasionado mientras movía la pierna despacio.
“Oh, Dios, Al”. En cuanto las palabras fueron pronunciadas por la morena Alice se retiró y observó su cara sobresaltada. Su sonrisa se hizo más grande cuando notó la pasión evidente en sus ojos.
“Ves, Dana, si hubieras logrado hacerme ésto, yo habría respondido de otra manera”, Alice estaba en una postura “ya te lo dije”. “Pero no lo hiciste, supongo que tuve suerte. Hubiera lamentado estar en el estado que estás tu ahora en el bar delante de la gente. ¡Sería tan embarazoso!”.
La luz del ascensor estaba encendida y las puertas abiertas en su planta, permitiéndole a Alice la salida perfecta. Durante un rato Dana estuvo de pie en el ascensor, desconcertada, con las puertas abiertas, preguntándose como demonios había permitido que alguien como Alice le hiciera algo así.
Un dolor agudo en la pierna de Alice hizo que volviera a prestar atención a la conversación de la mesa.
“Y después fui el mejor en tres, esperad, no, en cuatro de los cinco cursos que estudié en la universidad. Aunque ésto no fue nada nuevo para mi, porque ya en el instituto...”. La voz de Jack hablando de sus logros y éxitos siguió zumbando. Alice comprendió que era muy razonable que su mente divagara.
“Te estabas durmiendo”, la voz de Dana le susurró al oido, “Pensé que era mejor despertarte para que no te perdieras nada”.
“Despertarme es una cosa...”, silbó Alice inclinándose ligeramente para frotar su pierna, “y destrozarme la pierna es otra. Tendré suerte si no me sale un morado”.
“Tendrás suerte si no te mueres de aburrimiento antes”, murmuró la morena, provocando que Alice de mala gana le diera la razón. Ella habría preferido que le sacaran los ojos antes que tener que sentarse allí con la artificial Cynthia y el arrogante Jack.
“Fui capitán del equipo de fútbol todo el tiempo. Si, aunque estaba muy dotado para el mundo académico también era un joven muy popular...”
Dana miró un momento a Jack consternada, y luego a Cynthia, que parecía estar cautivada por las palabras de Jack. Los dos habían resultado ser la gente más aburrida que nunca había conocido, tan estúpidos y egocéntricos que se olvidó rápidamente de la posibilidad de ligar con alguno de ellos.
“Seguro que fue tan bueno como parece”, respondió Alice con entusiasmo, volviéndose después a Dana para guiñarle un ojo con una expresión indefinida. Después se dirigió otra vez a Jack. “Nos gustaría quedarnos y charlar un rato más, pero prometí a Dana que pasaríamos un rato solas esta noche. ¿Verdad, cielo?”.
Su primer pensamiento fue estrangular a Alice allí mismo sobre el terreno. Pero cuando vio la sonrisa satisfecha que adornaba los labios de la rubia, le vino a la mente una idea mejor. Ella no podía permitirle a Alice la satisfacción de superarla, y un modo seguro de machacarla era llevar a cabo su plan.
“Es verdad, cariñito”, contestó Dana de manera melosa, elevándose en la silla y provocando que Alice le dirigiera una mirada indignada. Pasó su mano alrededor de la cintura de Alice y la acercó hacia ella, a la vez que le colocaba un beso cariñoso en la mejilla. “Nos deberíamos ir ya, no?”.
“¡Un momento! ¡Esperad! ¿Vosotras dos estais... juntas?”. Dana dominó el impulso de decirle a Jack lo patético que era y meneó afirmativamente la cabeza, acercándose aún más a Alice. Alice estaba también tan confundida por las acciones de Dana que no podía ni cabecear. “Esto es cachondo. Tenéis que quedaros aquí... y ponernos al tanto de todo. Sabeis lo que quiero decir”.
“No, no lo se Jack”. El tono de puro desdén de Dana hizo que Jack cerrara la boca. Una sonrisa apareció en la cara de Dana cuando comprendió que había puesto en su sitio tanto a Jack como a Alice... bueno, casi. Sabía como conseguir que Alice se irritara, y aunque eso le trajera consecuencias a ella, se lo merecía. Suspiró y se volvió para enfrentarse a Alice. Cogiendo con la mano la cara todavía sorprendida de la rubia se acercó a ella y un segundo después plantó sus labios sobre los de Alice. Dana trasladó la mano hasta el cuello para profundizar el beso, mordiéndole con cuidado el labio inferior lo suficiente para que Alice abriera ligeramente la boca. Dana sonrió con satisfacción ante este acto de aceptación y se apartó rápidamente justo cuando la rubia comenzaba a devolverle el beso. “Bueno, mejor nos vamos. ¡Adios, Jack, Cynthia. Estoy segura que nos volveremos a ver”.
Dana comenzó a alejarse de la mesa, seguida rápidamente por Alice que había mascullado una despedida breve antes de atrapar a Dana. La rubia lanzó una mirada fría a Dana antes de sacudir la cabeza con consternación.
“Supongo que pensaste que tu truco era muy inteligente, ¿verdad?”. Dana miró a Alice y movió la cabeza con entusiasmo, con una sonrisa astuta en la cara.
“Deberías haberte visto la cara” comentó Dana cuando entraban en el ascensor, “era muy gracioso ver lo extrañada que estabas”.
“Me estabas besando, desde luego que estaba extrañada”, replicó Alice, causando que la morena le sacara la lengua.
“Pero tu disfrutaste con eso”
En ese momento Alice lamentó no tener poder para provocar un vómito y lanzárselo como un proyectil, que pena que no tuviera ese talento.
“Dana eres tan modesta que me pones enferma. No disfruté de tu pequeño beso”, declaró Alice firmemente, ya dentro del ascensor vacío. “Y para ser sincera, no besas muy bien”.
“¿Cómo?”, la voz de la morena subió de tono. ¡Ella era famosa por su talento con los besos! “!Soy una besadora fantástica! Piensa lo que quieras”.
Alice sonrió ante las palabras de Dana, comprendiendo que sus maniobras la habían llevado exactamente hasta donde ella quería. Era el momento de devolverle la faena.
Rápidamente agarró la cintura de la morena, la empujó con decisión contra la pared del ascensor, apretó sus caderas contra ella mientras su mano acariciaba con seguridad por encima de su muslo. Alice se paró durante un segundo en los labios de Dana, un temblor leve descargó por su espina dorsal cuando la sintió respirar sobre su cuello, esperando, esperando lo que iba a venir. Alice colocó una de sus manos en la base de la cabeza de Dana y la atrajo fuerte hacia ella, rozando sus labios temblorosos con los suyos propios, empujando su lengua con furia dentro de su boca, indiferente a si tenía permiso o no. Sonrió cuando sintió gemir a Dana, que separó sus piernas ligeramente para permitir que una de las piernas de Alice se moviera en el centro. Este acto enseguida fue captado por Alice que empujó su lengua más lejos en un beso apasionado mientras movía la pierna despacio.
“Oh, Dios, Al”. En cuanto las palabras fueron pronunciadas por la morena Alice se retiró y observó su cara sobresaltada. Su sonrisa se hizo más grande cuando notó la pasión evidente en sus ojos.
“Ves, Dana, si hubieras logrado hacerme ésto, yo habría respondido de otra manera”, Alice estaba en una postura “ya te lo dije”. “Pero no lo hiciste, supongo que tuve suerte. Hubiera lamentado estar en el estado que estás tu ahora en el bar delante de la gente. ¡Sería tan embarazoso!”.
La luz del ascensor estaba encendida y las puertas abiertas en su planta, permitiéndole a Alice la salida perfecta. Durante un rato Dana estuvo de pie en el ascensor, desconcertada, con las puertas abiertas, preguntándose como demonios había permitido que alguien como Alice le hiciera algo así.
Re: [Terminado]Camino a la alegría
que buena esta escena del ascensor!!!! es genial!!! si es que los ascensores....
muchas gracias jul
PKE
muchas gracias jul
PKE
Re: [Terminado]Camino a la alegría
CAPITULO 5
“Eres una inmadura, Alice”, gritó Dana defensivamente entrando en la habitación del hotel, y cerrando después la puerta con un portazo. Se paró un momento y cerró los ojos, tomando aire. Los gritos no iban a servir, si acaso, animarían más aún a Alice. Tenía que ser más simpática. “Y francamente, no me puedes decir nada sobre ser mala besadora. Tu tampoco has estado fantástica”.
Alice meneó la cabeza, con una expresión poco convencida en la cara. “¿De verdad? Wow, no lo habría pensado cuando comenzaste a gemir. ¿Como fue...? Oh... Dios... Ali”. Las últimas palabras de Alice salieron entrecortadas debido a la toalla que Dana le había tirado a la cabeza. Rápidamente se la quitó para acabar su discurso. “De todas formas, Dana... mira yo solo hice exactamente lo mismo que tu. No veo por qué tienes que protestar tanto”.
¡Alice yo no protesto”, contestó Dana exasperada cuando la rubia apareció a su lado en la cocina. Concentró su atención en el café que estaba haciendo en vez de mirar las caras raras que hacía Alice a su espalda. “Estoy cansada, agotada y harta de ti. Esto no tiene ninguna gracia”.
“Yo también te quiero, querida”, declaró Alice risueña arrebatándole la taza de café a Dana y dándole un par de sorbos. La morena soltó un gruñido molesta y Alice rápidamente le volvió a colocar la taza en las manos en señal de paz. “Lo lamento. Sólo me bebí un sorbo pequeñito. De verdad”.
“Lo que tu digas, Alice”, masculló Dana como respuesta antes de dirigirse al sofá y caer pesadamente sobre el. Alice la siguió no mucho después, sentándose en un brazo del sofá para mirar fijamente a Dana desde la altura.
“Vale, honestamente, ¿qué pasa?”. La sinceridad de la pregunta de Alice hizo que Dana levantara la vista sorprendida. La rubia simplemente encogió los hombros antes de continuar. “¿Es porque te besé?. Lo siento, entonces es que fui demasiado lejos”.
“¿Por qué te preocupas tanto?”, pregunto Dana cínicamente, causando que Alice suspirara frustrada.
“Porque todavía tengo que convivir contigo una semana y si te tengo todo el tiempo lanzándome mierda me vas a volver loca”, explicó Alice racionalmente. Dana la miró un instante antes de suspirar también y volver su vista al techo.
“Dijiste que besaba muy mal. Y no beso mal”. Pensaba que no era posible, pero al oir el sonido de la risa de Alice, Dana estuvo segura de que aún despreciaba más a la rubia. “¿Qué pasa?. Lo digo en serio”.
“Eso es lo que lo hace gracioso”, contestó Alice mientras esquivaba una almohada que le lanzó la morena. “Vale, vale Dana lo siento. Besas muy bien”.
“Se que dices eso ahora para reirte de mi”, declaró Dana- “No lo piensas. ¿Pero sabes qué? No me preocupa. Sé que beso bien y se que si quisiera me podría ligar a cualquier chica de esta conferencia en esta semana. No necesito tus ánimos”.
En la mente de Alice calaron de inmediato las palabras de Dana, y una sonrisa enorme de satisfacción apareció en su boca. “Esto huele a apuesta”.
“¿Cómo?”, preguntó Dana, que no estaba segura de que hablaba Alice. Para ser honestos, empezaba a pensar que no tenía ningún derecho a estar enfadada. Sus ojos se abrieron con sorpresa sin embargo cuando su mente finalmente comprendió lo que Alice había sugerido. “¿Quieres apostar que no voy a conseguir ligar aquí en esta semana?”.
Alice cabeceó con furia y extendió la mano temblorosa cuando habló. “Si, eso es. Esto hará que esta semana tan triste sea interesante y te desafío y te digo que cuando acabe la semana seré más rica que cuando llegué”.
“Eres muy arrogante, ¿sabes?”, le dijo Dana a la rubia, todo el rato reflexionando si debería aceptar la oferta o no. No quería parecer cobarde, pero tampoco quería arriesgarse a perder. La fiera determinación en los ojos de Alice sin embargo, hizo que su mente se rebelara y antes de decir nada, su mano apretaba la de Alice en señal de aceptación. “De acuerdo. Sólo acepto porque quiero que sepas como se siente cuando te dejan en evidencia”.
“De momento te dejaré pensar que tienes alguna posibilidad”, se burló Alice, hundiéndose en la otra punta del sofá y apoyándose en el respaldo. “Bien, tenemos que poner las reglas, y lo más importante, mi premio”.
“Si, señora creída”, respondió Dana con una sonrisa, causando que Alice le sacara la lengua. De todas formas, no veo por que necesitamos reglas...”
“Todas las apuestas necesitan reglas, Dana” sentenció Alice, impresionada porque alguien hiciera un comentario así. “Y tienen que ser tan sencillas que hasta una idiota como tu las entienda”.
“Gracias, Al”, murmuró Dana, sus palabras se perdieron antes de llegar a los oídos de Alice.
“Bueno, regla número uno”, comenzó Alice seria, “yo elijo a la chica. Tu dijiste que podrías conseguir cualquier chica, la elegiré mañana para estar segura que no te compinchas con una conocida a la que le pides un favor•.
Dana aceptó la regla, comprendiendo que no había ninguna razón para discutir con Alice una vez se ponía seria.
“Número dos, tienes hasta el sábado por la mañana para buscar. Tienes que haberte acostado con la chica y/o hacer que se vuelva completamente loca por ti. Además, Dane, no puedes emborracharla para acostarte con ella. Sé que ésto ha pasado por tu mente, pero no trabajamos así”.
“Maldición, me has pillado”, contestó Dana sarcásticamente, cruzando los brazos sobre el pecho y esperando pacientemente que Alice continuara.
“Número tres... no se me ocurren más reglas. Hecho”, concluyó Alice mirando a Dana con satisfacción. “¿Tienes tu algo que añadir?”.
“No, nada”, declaró firmemente, “si la invito a una copa, o si la traigo aquí, tu te largas. Haré fotos, o buscaré alguna prueba que confirme que he ganado, pero no te quiero aquí de mirona, solo pensarlo me dan escalofríos”.
“Es bastante justo”, contestó Alice con un suspiro, mientras su mente comenzaba a idear modos de interferir sin el conocimiento de Dana. Después de todo ella quería ganar. “Bien, entonces hecho. Ahora vamos a la parte buena. Si gano, me gustaría que, cuando volvamos a la oficina, me entregaras tus siguientes cuatro mejores historias, sin ninguna queja”.
Los labios de Dana temblaron cuando oyó la petición de Alice. Ella no sería despedida o algo dramático si realmente entregara sus historias, pero eso le llevaría horas de trabajo suplementario para mantener su reputación de buena reportera a su vuelta a casa. Sacudió la cabeza para alejar esta idea, simplemente llegó a la conclusión de que tendría que ganar la apuesta.
“De acuerdo”, Dana asintió con la cabeza, aunque su expresión era todavía helada. “Pero si gano quiero que hagas el trabajo pro-bono durante un mes. Debes cubrir las carreras solidarias, las viejas historias aburridas, las historias de los niños ganadores de basebal que todo el mundo odia leer, y tu lo haces todo gratis... por un mes”.
Ahora era el turno de Alice para pararse a pensar. Aún no le habían dado ninguna paga en la oficina, y por consiguiente su apartamento estaba todavía en ruinas. No podía pasarse otro mes sin ganar ningún dinero, pero la estúpida sonrisa satisfecha de Dana hizo que Alice lanzara toda lógica al viento, y comenzó a cabecear afirmativamente, aún cuando su mente le dijera que no.
“Estupendo. Estamos de acuerdo, no?”, declaró Alice recostándose más en el sofá, “como mi mamá suele decir, ahora no hay vuelta atrás”.
“Bien, técnicamente si que la hay”, Dana la interrumpió, mirando desafiante a Alice, “pienso que cualquiera de nosotras podría echarse atrás y simplemente decir que no quiere hacerlo”.
“Dane es una frase hecha”, explicó Alice apretando los dientes. “Se dice solo para confirmar que las dos estamos de acuerdo con la apuesta”.
“Si, pero está equivocada”, añadió Dana, aullando después de que Alice le diera una ligera patada en la pierna. “No me des patadas. Todo lo que digo es que utilizaste una frase en un contexto incorrecto. Deberías haber usado otra”.
“No. Ese refrán está bien”, replicó Alice a la defensiva, “deja de ser tan quisquillosa”.
“No soy quisquillosa, soy lógica”, protestó Dana con firmeza. Alice simplemente suspiró como respuesta y se levantó del sofá, dirigiéndose a la cama, que ella había cogido por la mañana.
“Es lo mismo Dana” comentó por encima del hombro mientras se alejaba. “Tu dices lógica, yo digo que eres quisquillosa. De todos modos me voy a la cama. Si te pasa algo en medio de la noche no me despiertes, eh?”
“¿Despertarte? ¡Nunca!”, contestó Dana indignada, causando que la rubia se girara, una mirada de sorpresa en la cara. “Y si entran asesinos o ladrones, solo les mostraré tu puerta. Buenas noches “cariño”.
Alice entornó los ojos antes de darse la vuelta y salir, dejando a Dana cómodamente tendida sobre el sofá.
“Eres una inmadura, Alice”, gritó Dana defensivamente entrando en la habitación del hotel, y cerrando después la puerta con un portazo. Se paró un momento y cerró los ojos, tomando aire. Los gritos no iban a servir, si acaso, animarían más aún a Alice. Tenía que ser más simpática. “Y francamente, no me puedes decir nada sobre ser mala besadora. Tu tampoco has estado fantástica”.
Alice meneó la cabeza, con una expresión poco convencida en la cara. “¿De verdad? Wow, no lo habría pensado cuando comenzaste a gemir. ¿Como fue...? Oh... Dios... Ali”. Las últimas palabras de Alice salieron entrecortadas debido a la toalla que Dana le había tirado a la cabeza. Rápidamente se la quitó para acabar su discurso. “De todas formas, Dana... mira yo solo hice exactamente lo mismo que tu. No veo por qué tienes que protestar tanto”.
¡Alice yo no protesto”, contestó Dana exasperada cuando la rubia apareció a su lado en la cocina. Concentró su atención en el café que estaba haciendo en vez de mirar las caras raras que hacía Alice a su espalda. “Estoy cansada, agotada y harta de ti. Esto no tiene ninguna gracia”.
“Yo también te quiero, querida”, declaró Alice risueña arrebatándole la taza de café a Dana y dándole un par de sorbos. La morena soltó un gruñido molesta y Alice rápidamente le volvió a colocar la taza en las manos en señal de paz. “Lo lamento. Sólo me bebí un sorbo pequeñito. De verdad”.
“Lo que tu digas, Alice”, masculló Dana como respuesta antes de dirigirse al sofá y caer pesadamente sobre el. Alice la siguió no mucho después, sentándose en un brazo del sofá para mirar fijamente a Dana desde la altura.
“Vale, honestamente, ¿qué pasa?”. La sinceridad de la pregunta de Alice hizo que Dana levantara la vista sorprendida. La rubia simplemente encogió los hombros antes de continuar. “¿Es porque te besé?. Lo siento, entonces es que fui demasiado lejos”.
“¿Por qué te preocupas tanto?”, pregunto Dana cínicamente, causando que Alice suspirara frustrada.
“Porque todavía tengo que convivir contigo una semana y si te tengo todo el tiempo lanzándome mierda me vas a volver loca”, explicó Alice racionalmente. Dana la miró un instante antes de suspirar también y volver su vista al techo.
“Dijiste que besaba muy mal. Y no beso mal”. Pensaba que no era posible, pero al oir el sonido de la risa de Alice, Dana estuvo segura de que aún despreciaba más a la rubia. “¿Qué pasa?. Lo digo en serio”.
“Eso es lo que lo hace gracioso”, contestó Alice mientras esquivaba una almohada que le lanzó la morena. “Vale, vale Dana lo siento. Besas muy bien”.
“Se que dices eso ahora para reirte de mi”, declaró Dana- “No lo piensas. ¿Pero sabes qué? No me preocupa. Sé que beso bien y se que si quisiera me podría ligar a cualquier chica de esta conferencia en esta semana. No necesito tus ánimos”.
En la mente de Alice calaron de inmediato las palabras de Dana, y una sonrisa enorme de satisfacción apareció en su boca. “Esto huele a apuesta”.
“¿Cómo?”, preguntó Dana, que no estaba segura de que hablaba Alice. Para ser honestos, empezaba a pensar que no tenía ningún derecho a estar enfadada. Sus ojos se abrieron con sorpresa sin embargo cuando su mente finalmente comprendió lo que Alice había sugerido. “¿Quieres apostar que no voy a conseguir ligar aquí en esta semana?”.
Alice cabeceó con furia y extendió la mano temblorosa cuando habló. “Si, eso es. Esto hará que esta semana tan triste sea interesante y te desafío y te digo que cuando acabe la semana seré más rica que cuando llegué”.
“Eres muy arrogante, ¿sabes?”, le dijo Dana a la rubia, todo el rato reflexionando si debería aceptar la oferta o no. No quería parecer cobarde, pero tampoco quería arriesgarse a perder. La fiera determinación en los ojos de Alice sin embargo, hizo que su mente se rebelara y antes de decir nada, su mano apretaba la de Alice en señal de aceptación. “De acuerdo. Sólo acepto porque quiero que sepas como se siente cuando te dejan en evidencia”.
“De momento te dejaré pensar que tienes alguna posibilidad”, se burló Alice, hundiéndose en la otra punta del sofá y apoyándose en el respaldo. “Bien, tenemos que poner las reglas, y lo más importante, mi premio”.
“Si, señora creída”, respondió Dana con una sonrisa, causando que Alice le sacara la lengua. De todas formas, no veo por que necesitamos reglas...”
“Todas las apuestas necesitan reglas, Dana” sentenció Alice, impresionada porque alguien hiciera un comentario así. “Y tienen que ser tan sencillas que hasta una idiota como tu las entienda”.
“Gracias, Al”, murmuró Dana, sus palabras se perdieron antes de llegar a los oídos de Alice.
“Bueno, regla número uno”, comenzó Alice seria, “yo elijo a la chica. Tu dijiste que podrías conseguir cualquier chica, la elegiré mañana para estar segura que no te compinchas con una conocida a la que le pides un favor•.
Dana aceptó la regla, comprendiendo que no había ninguna razón para discutir con Alice una vez se ponía seria.
“Número dos, tienes hasta el sábado por la mañana para buscar. Tienes que haberte acostado con la chica y/o hacer que se vuelva completamente loca por ti. Además, Dane, no puedes emborracharla para acostarte con ella. Sé que ésto ha pasado por tu mente, pero no trabajamos así”.
“Maldición, me has pillado”, contestó Dana sarcásticamente, cruzando los brazos sobre el pecho y esperando pacientemente que Alice continuara.
“Número tres... no se me ocurren más reglas. Hecho”, concluyó Alice mirando a Dana con satisfacción. “¿Tienes tu algo que añadir?”.
“No, nada”, declaró firmemente, “si la invito a una copa, o si la traigo aquí, tu te largas. Haré fotos, o buscaré alguna prueba que confirme que he ganado, pero no te quiero aquí de mirona, solo pensarlo me dan escalofríos”.
“Es bastante justo”, contestó Alice con un suspiro, mientras su mente comenzaba a idear modos de interferir sin el conocimiento de Dana. Después de todo ella quería ganar. “Bien, entonces hecho. Ahora vamos a la parte buena. Si gano, me gustaría que, cuando volvamos a la oficina, me entregaras tus siguientes cuatro mejores historias, sin ninguna queja”.
Los labios de Dana temblaron cuando oyó la petición de Alice. Ella no sería despedida o algo dramático si realmente entregara sus historias, pero eso le llevaría horas de trabajo suplementario para mantener su reputación de buena reportera a su vuelta a casa. Sacudió la cabeza para alejar esta idea, simplemente llegó a la conclusión de que tendría que ganar la apuesta.
“De acuerdo”, Dana asintió con la cabeza, aunque su expresión era todavía helada. “Pero si gano quiero que hagas el trabajo pro-bono durante un mes. Debes cubrir las carreras solidarias, las viejas historias aburridas, las historias de los niños ganadores de basebal que todo el mundo odia leer, y tu lo haces todo gratis... por un mes”.
Ahora era el turno de Alice para pararse a pensar. Aún no le habían dado ninguna paga en la oficina, y por consiguiente su apartamento estaba todavía en ruinas. No podía pasarse otro mes sin ganar ningún dinero, pero la estúpida sonrisa satisfecha de Dana hizo que Alice lanzara toda lógica al viento, y comenzó a cabecear afirmativamente, aún cuando su mente le dijera que no.
“Estupendo. Estamos de acuerdo, no?”, declaró Alice recostándose más en el sofá, “como mi mamá suele decir, ahora no hay vuelta atrás”.
“Bien, técnicamente si que la hay”, Dana la interrumpió, mirando desafiante a Alice, “pienso que cualquiera de nosotras podría echarse atrás y simplemente decir que no quiere hacerlo”.
“Dane es una frase hecha”, explicó Alice apretando los dientes. “Se dice solo para confirmar que las dos estamos de acuerdo con la apuesta”.
“Si, pero está equivocada”, añadió Dana, aullando después de que Alice le diera una ligera patada en la pierna. “No me des patadas. Todo lo que digo es que utilizaste una frase en un contexto incorrecto. Deberías haber usado otra”.
“No. Ese refrán está bien”, replicó Alice a la defensiva, “deja de ser tan quisquillosa”.
“No soy quisquillosa, soy lógica”, protestó Dana con firmeza. Alice simplemente suspiró como respuesta y se levantó del sofá, dirigiéndose a la cama, que ella había cogido por la mañana.
“Es lo mismo Dana” comentó por encima del hombro mientras se alejaba. “Tu dices lógica, yo digo que eres quisquillosa. De todos modos me voy a la cama. Si te pasa algo en medio de la noche no me despiertes, eh?”
“¿Despertarte? ¡Nunca!”, contestó Dana indignada, causando que la rubia se girara, una mirada de sorpresa en la cara. “Y si entran asesinos o ladrones, solo les mostraré tu puerta. Buenas noches “cariño”.
Alice entornó los ojos antes de darse la vuelta y salir, dejando a Dana cómodamente tendida sobre el sofá.
Re: [Terminado]Camino a la alegría
“Aún no lo has decidido?” Dana se impacientaba mientras esperaba a que Alice eligiera su “presa”. Todos los periodistas que cubrían la conferencia se habían reunido una vez más, esperando otra corta, y probablemente inútil, declaración de los políticos. Era una larga y aburrida espera, pero que demostró ser útil para las dos mujeres, porque esto permitiría finalmente a Alice escoger una chica para Dana. “Francamente, Alice, esto no es tan duro”.
“Es un trabajo muy exigente”, contestó Alice intentando mantener el equilibrio, pues estaba apoyada sobre los dedos de los pies, lo que le permitía ver más objetivos posibles. Podría escoger la chica más aburrida, o la más fea y estúpida de la sala, pero intento ser más amable contigo”.
“¿Entonces no vas a elegir todavía?”, preguntó Dana, con una sonrisa satisfecha, riéndose de la mirada asesina que Alice le envió.
“Bueno, creo que ya tengo la chica para ti”, dijo Alice, sin hacer caso a la pregunta de Dana. Rápidamente apoyó los pies por completo en el suelo, y se volvió hacia Dana, que esperaba con expectación. “Wow, realmente pareces una mierda. Aquel sofá no es muy cómodo, ¿verdad?”.
“Alice...”, la irritación evidente de la voz de Dana hizo que Alice continuara.
“De acuerdo. ¿Conoces a Hanna Edwards? Trabaja para “The Post”, Dana negó con la cabeza, y Alice le mostró a una morena muy atractiva que estaba en el rincón. Trabajé con ella poco tiempo, hace unos años. Es atractiva y no es hetero, así que no tenemos que preocuparnos de eso. Un poco... tonta, pienso. Parece que es nuestra chica”.
“Tu piensas que es mi chica”, le corrigió Dana, sin apartar sus ojos de Hanna. ¿Por qué escoges a una persona tan atractiva?. Pensé que serías un poco más sádica en tu elección”.
Alice colocó sus manos en el hombro de Dana y la hizo girar para que estuvieran frente a frente. “Para tu información, Dana, yo no soy una engreída como tu. Hanna es una persona agradable, pero va a ser difícil de atrapar. Vas a tener que trabajar mucho”.
Dana afirmó su entendimiento. “¿Cuándo nos vas a presentar?”.
............................................
“Perdón. Perdón”, se disculpó Alice a uno y otro lado mientras se abría camino entre el pelotón de periodistas para llegar al otro lado de la sala, llevando a Dana detrás, pegada a ella. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el dúo logró plantarse delante de Hanna, cuyos ojos se iluminaron al ver a Alice.
“¡Alice!” Ambas se volvieron para afrontar a la mujer, y una amplia sonrisa apareció en el rostro de Alice. “¡Alice! ¡No puedo creer que seas tu!”.
“¡Eddy! ¡Dios mío cuanto tiempo!”, contestó con entusiasmo mientras se abrazaban fuertemente. “¿Cómo te ha ido?”.
“Bien, bastante bien”, contestó Hanna, “¿y tu? Pensaba que habías dejado el periodismo para dedicarte a la ficción. ¿Qué pasó con todas aquellas novelas?”.
Los oídos de Dana prestaron atención a aquella conversación, ella era completamente inconsciente a la idea de que Alice había querido ser escritora. Sin embargo, comprendiendo lo que estaba pensando, rápidamente sacudió la cabeza, molesta por haber mostrado cierto interés por la vida personal de la rubia.
“Eddy, deberías conocer a mi... uhmm... amiga, Dana Fairbanks”, dijo Alice haciendo señas a Dana que se mantenía a cierta distancia de ellas. Hanna sonrió a la morena y extendió su mano, que rápidamente fue apretada por Dana. Danna, esta es Hanna Edwards”.
“Encantada de conocerte, Hanna Edwards”, contestó Dana de forma amistosa, dirigiéndole una sonrisa agradable.
“Encantada, también”, contestó Hanna , con una sonrisa cortés en sus labios. “Aunque los amigos me llaman Eddy”.
“Los amigos me llaman Dana”, bromeó Dana, causando que Hanna se riera y Alice cerrara los ojos consternada. “¿Cómo conociste a Alice?”.
Hanna se volvió hacia Alice mientras hablaba, rodeando con su brazo la cintura de Alice. Dana levantó la vista de manera inquisidora, para observar la cara de Alice, y se sorprendió al ver que Alice la miraba fijamente, con una expresión de sorpresa.
“Alice y yo nos conocemos desde siempre, verdad Al?”, preguntó Hanna, inclinándose sobre el oído de Alice a la vez que hablaba. La rubia siguió mirando a Dana consternada, y con cuidado articuló las palabras “¿Qué puedo hacer?” a la morena, que se encogió de hombros.
“Ah... si... cierto”, dijo Alice con la voz más fuerte que de costumbre. Giró su cabeza lentamente y dirigió una sonrisa débil a Hanna. “Yo... nosotras...trabajábamos juntas, Dana”.
“Ah, que interesante”, contestó Dana intentando contener la sonrisa que se abría en sus labios cuando vio que Alice intentaba alejarse de la mujer . “Entonces, ¿erais sólo colegas?”.
“No sabes mucho sobre Alice, ¿verdad?”, preguntó Hanna a Dana correctamente, volviendo a la rubia, que parecía demasiado incómoda para hablar. Salimos durante unos meses. Fue la relación más intensa que nunca he tenido. El sexo era... indescriptible”.
Dana cabeceó ligeramente, sintiéndose incómoda. “había esa cosa increible que Alice hacía con su lengua...”
“!Alice! ¡Dana!”
Dana no giró la cabeza hacia sus salvadores, que no eran otros que Jack y Cinthia. No le gustaban, más bien al contrario, pero Dana no podía haber sido más feliz al ver sus caras en aquel momento. Echó un vistazo a Alice, que rápidamente se había liberado del abrazo de Hanna, y parecía que sentía lo mismo. “Chicas, os hemos estado buscando por todas partes”.
“Somos populares”, dijo Alice con una sonrisa hipócrita. Sin embargo, cuando sintió la mano de Hanna introducirse alrededor de su brazo, abandonó la sonrisa. “Jack, Cynthia... conocéis a Hanna?”.
Loa tres se presentaron y el grupo cayó en un silencio torpe. Fue Jack quien finalmente lo rompió. “Chicas, os marchasteis tan pronto anoche. Casi no pudimos hablar”.
“Si, estábamos cansadas”, contestó Dana en un tono frío, intentando frenar la conversación. Lamentablemente no lo consiguió.
“¿Cansadas? No creo que estuvierais cansadas”, dijo Jack, guiñando un ojo a Dana, que sintió la necesidad de perforar a ese hombre o vomitar sobre el. “Chicas, no pareciais muy cansadas cuando os enrollabais anoche”.
Alice sintió que el brazo de Hanna se apartó lánguidamente de su lado, cerró los ojos y esperó la tercera guerra mundial. “Vosotras dos... vosotras dos... estais juntas?”.
“No lo estamos”, comenzó Alice.
“Si, lo están”, comentó Cynthia desde la esquina, sonriendo a Hanna. “Eso es lo que nos dijeron ayer, y luego se besaron. Chicas, hacéis una pareja muy linda”.
Dana se llevó la mano a la frente, derrotada, y Alice suspiró fuerte antes de volverse a la ultrajada Hanna. “Si, Hanna, Dana es mi novia”.
“¿Lo es? ¿Estás enamorada de ella?”, escupió la morena con repugnancia. El tono de su voz hizo que otros periodistas se volvieran hacia ellas, claramente cautivados por el drama.
“Si, lo estoy”, exclamó Alice rotunda, sin ningún rastro de emoción en la voz. “Y ahora que lo pienso, es hora de que nos vayamos a hacer el amor, ¿verdad Dana?”.
Dana miró a Alice como si estuviera loca. “¿yo... um.. qué?”
“¿Ves?... ella aún no ha tenido bastante”, dijo alice con una sonrisa falsa mientras agarraba fuertemente la mano de Dana y comenzó a tirar de ella hasta la puerta.
“¡Divertíos, chicos! ¡Nos vemos!”. Y salieron por la puerta, dirigiéndose rápidamente a la habitación del hotel.
................
“Alice, ¿qué j*der fue todo eso?”, preguntó Dana directamente, con una cólera evidente en la voz. No estaba del todo enfadada con la rubia, estaba confusa. “Creo... que los 5 minutos más oscuros de mi vida acaban de ocurrir ahi”.
Alice cabeceó hacia Dana antes de agarrar dos cervezas y tirarse al lado de Dana en el sofá. Las dos miraron fijamente a un punto indefinido durante unos minutos, hasta que Dana habló otra vez.
“Pienso que Cynthia... yo creía que no sabía hablar, y de repente quiere hacerse la animada y tener personalidad... ¿Qué pasa?”.
“Francamente, no lo se”, contestó Alice, sacudiendo la cabeza antes de tomar un trago de su botella casi vacía”. Aunque pienso que tendremos que buscar otra chica”.
“Piensas que tendrás que buscarme una”, la corrigió Dana, sin tomarse la molestia de volverse para mirarla. “Ya mismo todo el mundo sabrá que estamos saliendo”.
“Lo se”, añadió Alice tristemente, echando un vistazo a Dana. “Pobre de mi”.
“Comprende que no voy a poder seducir a nadie si la gente piensa eso. Ninguna de nosotras va a tener mucha suerte en ese tema si no hacemos algo con esta relación”, explicó Dana.
Alice le dio una vez más la razón a Dana y una sonrisa apareció en su cara a la misma vez que una idea le rondó por la cabeza. Después de unos segundos Dana se volvió hacia la rubia, que la miraba de manera inquisidora. “¿Qué es lo que piensas?”.
“Bueno, somos muy buenas fingiendo que estamos implicadas la una con la otra, no?”. Dana cabeceó de mala gana. “Estoy segura que, considerando la aversión profunda que sentimos la una por la otra, que seríamos aún más convincentes si decidiéramos romper”.
“No te entiendo”, admitió Dana, causando que Alice gimiera frustrada.
“Te lo tengo que explicar todo detalladamente, ¿Verdad?”. Dana se encogió y esperó que Alice siguiera. “Vamos a organizar nuestra propia ruptura”.
“Es un trabajo muy exigente”, contestó Alice intentando mantener el equilibrio, pues estaba apoyada sobre los dedos de los pies, lo que le permitía ver más objetivos posibles. Podría escoger la chica más aburrida, o la más fea y estúpida de la sala, pero intento ser más amable contigo”.
“¿Entonces no vas a elegir todavía?”, preguntó Dana, con una sonrisa satisfecha, riéndose de la mirada asesina que Alice le envió.
“Bueno, creo que ya tengo la chica para ti”, dijo Alice, sin hacer caso a la pregunta de Dana. Rápidamente apoyó los pies por completo en el suelo, y se volvió hacia Dana, que esperaba con expectación. “Wow, realmente pareces una mierda. Aquel sofá no es muy cómodo, ¿verdad?”.
“Alice...”, la irritación evidente de la voz de Dana hizo que Alice continuara.
“De acuerdo. ¿Conoces a Hanna Edwards? Trabaja para “The Post”, Dana negó con la cabeza, y Alice le mostró a una morena muy atractiva que estaba en el rincón. Trabajé con ella poco tiempo, hace unos años. Es atractiva y no es hetero, así que no tenemos que preocuparnos de eso. Un poco... tonta, pienso. Parece que es nuestra chica”.
“Tu piensas que es mi chica”, le corrigió Dana, sin apartar sus ojos de Hanna. ¿Por qué escoges a una persona tan atractiva?. Pensé que serías un poco más sádica en tu elección”.
Alice colocó sus manos en el hombro de Dana y la hizo girar para que estuvieran frente a frente. “Para tu información, Dana, yo no soy una engreída como tu. Hanna es una persona agradable, pero va a ser difícil de atrapar. Vas a tener que trabajar mucho”.
Dana afirmó su entendimiento. “¿Cuándo nos vas a presentar?”.
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“Perdón. Perdón”, se disculpó Alice a uno y otro lado mientras se abría camino entre el pelotón de periodistas para llegar al otro lado de la sala, llevando a Dana detrás, pegada a ella. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el dúo logró plantarse delante de Hanna, cuyos ojos se iluminaron al ver a Alice.
“¡Alice!” Ambas se volvieron para afrontar a la mujer, y una amplia sonrisa apareció en el rostro de Alice. “¡Alice! ¡No puedo creer que seas tu!”.
“¡Eddy! ¡Dios mío cuanto tiempo!”, contestó con entusiasmo mientras se abrazaban fuertemente. “¿Cómo te ha ido?”.
“Bien, bastante bien”, contestó Hanna, “¿y tu? Pensaba que habías dejado el periodismo para dedicarte a la ficción. ¿Qué pasó con todas aquellas novelas?”.
Los oídos de Dana prestaron atención a aquella conversación, ella era completamente inconsciente a la idea de que Alice había querido ser escritora. Sin embargo, comprendiendo lo que estaba pensando, rápidamente sacudió la cabeza, molesta por haber mostrado cierto interés por la vida personal de la rubia.
“Eddy, deberías conocer a mi... uhmm... amiga, Dana Fairbanks”, dijo Alice haciendo señas a Dana que se mantenía a cierta distancia de ellas. Hanna sonrió a la morena y extendió su mano, que rápidamente fue apretada por Dana. Danna, esta es Hanna Edwards”.
“Encantada de conocerte, Hanna Edwards”, contestó Dana de forma amistosa, dirigiéndole una sonrisa agradable.
“Encantada, también”, contestó Hanna , con una sonrisa cortés en sus labios. “Aunque los amigos me llaman Eddy”.
“Los amigos me llaman Dana”, bromeó Dana, causando que Hanna se riera y Alice cerrara los ojos consternada. “¿Cómo conociste a Alice?”.
Hanna se volvió hacia Alice mientras hablaba, rodeando con su brazo la cintura de Alice. Dana levantó la vista de manera inquisidora, para observar la cara de Alice, y se sorprendió al ver que Alice la miraba fijamente, con una expresión de sorpresa.
“Alice y yo nos conocemos desde siempre, verdad Al?”, preguntó Hanna, inclinándose sobre el oído de Alice a la vez que hablaba. La rubia siguió mirando a Dana consternada, y con cuidado articuló las palabras “¿Qué puedo hacer?” a la morena, que se encogió de hombros.
“Ah... si... cierto”, dijo Alice con la voz más fuerte que de costumbre. Giró su cabeza lentamente y dirigió una sonrisa débil a Hanna. “Yo... nosotras...trabajábamos juntas, Dana”.
“Ah, que interesante”, contestó Dana intentando contener la sonrisa que se abría en sus labios cuando vio que Alice intentaba alejarse de la mujer . “Entonces, ¿erais sólo colegas?”.
“No sabes mucho sobre Alice, ¿verdad?”, preguntó Hanna a Dana correctamente, volviendo a la rubia, que parecía demasiado incómoda para hablar. Salimos durante unos meses. Fue la relación más intensa que nunca he tenido. El sexo era... indescriptible”.
Dana cabeceó ligeramente, sintiéndose incómoda. “había esa cosa increible que Alice hacía con su lengua...”
“!Alice! ¡Dana!”
Dana no giró la cabeza hacia sus salvadores, que no eran otros que Jack y Cinthia. No le gustaban, más bien al contrario, pero Dana no podía haber sido más feliz al ver sus caras en aquel momento. Echó un vistazo a Alice, que rápidamente se había liberado del abrazo de Hanna, y parecía que sentía lo mismo. “Chicas, os hemos estado buscando por todas partes”.
“Somos populares”, dijo Alice con una sonrisa hipócrita. Sin embargo, cuando sintió la mano de Hanna introducirse alrededor de su brazo, abandonó la sonrisa. “Jack, Cynthia... conocéis a Hanna?”.
Loa tres se presentaron y el grupo cayó en un silencio torpe. Fue Jack quien finalmente lo rompió. “Chicas, os marchasteis tan pronto anoche. Casi no pudimos hablar”.
“Si, estábamos cansadas”, contestó Dana en un tono frío, intentando frenar la conversación. Lamentablemente no lo consiguió.
“¿Cansadas? No creo que estuvierais cansadas”, dijo Jack, guiñando un ojo a Dana, que sintió la necesidad de perforar a ese hombre o vomitar sobre el. “Chicas, no pareciais muy cansadas cuando os enrollabais anoche”.
Alice sintió que el brazo de Hanna se apartó lánguidamente de su lado, cerró los ojos y esperó la tercera guerra mundial. “Vosotras dos... vosotras dos... estais juntas?”.
“No lo estamos”, comenzó Alice.
“Si, lo están”, comentó Cynthia desde la esquina, sonriendo a Hanna. “Eso es lo que nos dijeron ayer, y luego se besaron. Chicas, hacéis una pareja muy linda”.
Dana se llevó la mano a la frente, derrotada, y Alice suspiró fuerte antes de volverse a la ultrajada Hanna. “Si, Hanna, Dana es mi novia”.
“¿Lo es? ¿Estás enamorada de ella?”, escupió la morena con repugnancia. El tono de su voz hizo que otros periodistas se volvieran hacia ellas, claramente cautivados por el drama.
“Si, lo estoy”, exclamó Alice rotunda, sin ningún rastro de emoción en la voz. “Y ahora que lo pienso, es hora de que nos vayamos a hacer el amor, ¿verdad Dana?”.
Dana miró a Alice como si estuviera loca. “¿yo... um.. qué?”
“¿Ves?... ella aún no ha tenido bastante”, dijo alice con una sonrisa falsa mientras agarraba fuertemente la mano de Dana y comenzó a tirar de ella hasta la puerta.
“¡Divertíos, chicos! ¡Nos vemos!”. Y salieron por la puerta, dirigiéndose rápidamente a la habitación del hotel.
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“Alice, ¿qué j*der fue todo eso?”, preguntó Dana directamente, con una cólera evidente en la voz. No estaba del todo enfadada con la rubia, estaba confusa. “Creo... que los 5 minutos más oscuros de mi vida acaban de ocurrir ahi”.
Alice cabeceó hacia Dana antes de agarrar dos cervezas y tirarse al lado de Dana en el sofá. Las dos miraron fijamente a un punto indefinido durante unos minutos, hasta que Dana habló otra vez.
“Pienso que Cynthia... yo creía que no sabía hablar, y de repente quiere hacerse la animada y tener personalidad... ¿Qué pasa?”.
“Francamente, no lo se”, contestó Alice, sacudiendo la cabeza antes de tomar un trago de su botella casi vacía”. Aunque pienso que tendremos que buscar otra chica”.
“Piensas que tendrás que buscarme una”, la corrigió Dana, sin tomarse la molestia de volverse para mirarla. “Ya mismo todo el mundo sabrá que estamos saliendo”.
“Lo se”, añadió Alice tristemente, echando un vistazo a Dana. “Pobre de mi”.
“Comprende que no voy a poder seducir a nadie si la gente piensa eso. Ninguna de nosotras va a tener mucha suerte en ese tema si no hacemos algo con esta relación”, explicó Dana.
Alice le dio una vez más la razón a Dana y una sonrisa apareció en su cara a la misma vez que una idea le rondó por la cabeza. Después de unos segundos Dana se volvió hacia la rubia, que la miraba de manera inquisidora. “¿Qué es lo que piensas?”.
“Bueno, somos muy buenas fingiendo que estamos implicadas la una con la otra, no?”. Dana cabeceó de mala gana. “Estoy segura que, considerando la aversión profunda que sentimos la una por la otra, que seríamos aún más convincentes si decidiéramos romper”.
“No te entiendo”, admitió Dana, causando que Alice gimiera frustrada.
“Te lo tengo que explicar todo detalladamente, ¿Verdad?”. Dana se encogió y esperó que Alice siguiera. “Vamos a organizar nuestra propia ruptura”.
Re: [Terminado]Camino a la alegría
CAPÍTULO 6
Alice se despertó sobresaltada cuando sintió deslizarse algo por su cuello. Era muy frío. Al rascar, el frío sugirió alguna forma de incomodidad. Estaba congelado, y era tan incómodo que era molesto.
“¡¿QUE COÑO TENGO EN EL CUELLO?!” La pregunta estridente de Alice repicó en los oídos de Dana, y por un momento lamentó su pequeño plan de despertamiento. No porque de repente fuera consciente y se preocupara por los sentimientos de Alice, sino más bien porque no quería quedarse sin oído después de escuchar el “¿QUE COÑ...”.
La rubia se giró repentinamente en la cama y se incorporó, poniéndose derecha, causando que Dana se desplazase hacia atrás y después se cayese de la cama al suelo. Después su cabeza apareció rápidamente para enfrentarse a la furia de Alice.
“Buenos días, Al”, dijo Dana intensamente, con una sonrisa de oreja a oreja mientras levantaba la mano para enseñar a Alice el hielo que había deslizado por su cuello. Sin decir una palabra, Alice salió de la cama y se echó encima de Dana, luchando para fijar sus manos en el suelo. “No quería que durmieras tanto como yo..•
“Dana, hay algo que tienes que saber sobre mi antes de que continuemos con este acuerdo”. Alice suspiró, sus ojos furiosos casi quemaban a Dana. “Me gusta dormir y me gusta mi intimidad. Son dos cosas con las que nadie, no importa lo importante y poderosos que crean que son, puede jugar. Como tu no me conocías suficiente, voy a pasar por alto esta ocasión. Pero... si me gastas una broma así otra vez me haré un collar con tus pezones. ¿Lo has cogido?”.
Dana cabeceó solemnemente y esperó que Alice apartara sus manos, levantándose inmediatamente después de que lo hiciera. “Tienes que admitir que funcionó. Es el mejor despertar que nunca he visto”.
“No tientes tu suerte señorita”, se quejó Alice, descartando la idea de volver a la cama y decidiendo ir a la cocina a hacerse un café. “Y yo tendría cuidado. Te voy a devolver ésto de alguna manera. ¿Qué hora es, de todas formas?”.
“Las 8 y media”, contestó Dana colocando dos tazas sobre el banco para que Alice echara el café que había hecho para ambas. “Tenemos que estar abajo en media hora”.
“Jesús, podía haber dormido al menos 20 minutos más”, se quejó la rubia, causando que Dana pusiera los ojos en blanco. ¿Cómo tuve la suerte de ser enviada fuera con una madrugadora?”.
“¿Cómo tengo yo la suerte de ser enviada fuera contigo y tus tonterías?”. Alice comenzó a contestar, pero se paró de golpe y cabeceó afirmativamente, bebiendo un trago de su café. “Tenías que levantarte ahora de todos modos, Alice, vamos a romper hoy y tengo que saber exactamente como vamos a hacerlo”.
...........
“Esta va a ser la ruptura más pública que nunca he tenido”, murmuró Dana por lo bajo mientras ella y Alice deambulaban por la sala de conferencias, en la que había aproximadamente 100 reporteros esperando con impaciencia algún comunicado de prensa para poder retirarse a sus habitaciones. Alice exploró la sala, evaluando al grupo, antes de volverse hacia Dana y encogerse.
“Las he tenido peores”, declaró, provocando la curiosidad de Dana. La rubia contempló la idea de hablar, pero de repente miró a lo lejos otra vez. “Mejor no quieras saber”.
“Estoy intrigada, pero creo que te voy a hacer caso”, contestó Dana, “teniendo en cuenta que no estás dispuesta a decirme nada, te debió ir bastante mal”.
“No tienes ni idea”. Las dos guardaron silencio un momento antes de adentrarse un poco más en la sala, buscando un sitio ideal para su representación.
“Bien. ¿Una última pregunta?”, preguntó Alice mientras se colocaban en el centro del grupo, acercándose mucho a Dana para que nadie pudiera escuchar su plan. “Tu me gritas... yo te grito... esto es bastante complicado”.
“Creo que estoy bien... bueno, un poco nerviosa”, susurró Dana al oído de Alice. La rubia se retiró para mirarla, con una sonrisita falsa en la cara.
“¿Estás nerviosa pequeña Dana?”, bromeó alice, en un tono condescendiente que hizo fruncir el ceño a Daña. “Todo irá bien. Se que no se te dan bien estas cosas, pero pasarás la prueba con honores y de paso me mandarás a la mierda a mi. Lo harás bien”.
“Tienes razón”, contestó Dana con una sonrisa fantasmagórica en sus propios labios. Alice movió la cabeza ligeramente antes de echarse hacia atrás, sorprendida. Dana se avanzó para acercarse más a ella. Miró a la morena turbada, medio esperándola para poner punto y final. “Buena suerte, Al”.
En aquel caso, aun cuando no le gustaba Dana, Alice no podía menos que estarle agradecida por estar allí. Sonriendo, le devolvió los buenos deseos. “Buena suerte... es la hora de la acción”.
Era extraño que, aunque no supieran mucho la una de la otra y odiaban los aspectos de la otra que si conocían, las dos fueran capaces de llegar a un entendimiento tan profundo, tácito, de vez en cuando. Esta era una de esas veces, y Dana se sintió orgullosa de sus esfuerzos para mejorar, casi se sentía obligada a llamar a la molesta rubia abiertamente amiga.
... Esto demostraba lo trastornadas que estaban cuando estaban pensando en hacerse amigas después de una ruptura falsa que ellas mismas habían organizado... trastornadas, pero confortables.
“Yo... no puedo creerte, Alice”. Dana nunca fue una buena actriz. Había evitado las clases de teatro en su juventud y nunca se había sentido cómoda interpretando en público. Aunque esto era diferente. Ella sólo tenía que expresar su desdén por Alice de una manera extraña... y eso la hacía sentir bien. “Tu... me has engañado, mala pécora”.
Ah, en ese momento todas las cabezas se volvieron. En cinco segundos habían logrado concentrar un círculo de gente alrededor de ellas, intentando contemplar (sin interrumpir, por supuesto) el drama que se desarrollaba delante de ellos.
“Dana, estamos en público, ¿por qué siempre me tienes que hacer estas malditas escenas?” Gritó Alice tan fuerte como pudo, riéndose por dentro cuando notó que cada vez mas gente se dirigían hacia ellas. “Te he dicho que hablaremos de esto más tarde. Tu siempre sacas las cosas de quicio”.
“¿Yo? ¡Eres tu quien se ha acostado con el novio de mi hermano! ¡El día de nuestro primer aniversario!”, gritó Dana en medio del silencio que inmediatamente se había adueñado de la sala. Todos los ojos estaban sobre Alice, esperando su respuesta, y todo lo que la rubia pensaba en ese momento era en estrangular a Dana en cuanto llegaran a la habitación del hotel. Ella quería una escena, pero no quería ser conocida como “la bruja traidora de Dyke Fag”. Aquel tipo de reputación no era fácil de limpiar. “Te amaba y lo fastidiaste todo con un tipo que iba a casarse con mi hermano... para una vez que el gobierno hace las cosas bien y legaliza el matrimonio gay...”
Alice sonrió forzadamente a algunos colegas que las miraban extrañados después del momento cumbre de Dana. “¿Sabes? La única razón por la que dormí con Hugo fue porque me drogó. ¡Fui una víctima inocente, Dana!. Una víctima inocente... y tu me culpas. ¿Y dónde estabas tu aquella noche? Estabas de marcha por Canadá, con tu nuevo juguetito... Bianca. Si, lo se todo sobre Biana, Dana. Por Dios, si aún no ha cumplido los 19!”.
“Pero si es mi ahijada!”, respondió rápidamente Dana, maldiciéndose internamente al comprobar como subían los susurros. “No! Estás equivocada! Es mi ahijada, y pasé tiempo con ella debido a eso. No me acostaba con ella. ¡Tu estás loca!”
“No te enfades con el mundo Dana, no sería tan diferente si te hubieras acostado con ella”. Alice apenas oyó a un par de periodistas que estaban de acuerdo con sus palabras, y sonrió, sabiendo que se ganaba la confianza de la gente. “Lo he hecho todo por ti, Dana. Me vine de Londres, dejé unos cuantos empleos que tu consideraste inadecuados para mi. ¡Me he cambiado solo por ti!. ¿Y que haces tu a cambio? ¡Te acuestas con todas las chicas sobre las que pones la vista!”.
“Eso no es verdad!”, gritó Dana defendiéndose, ligeramente molesta porque esta siendo vista como la mala en todo ésto. “Nunca te he engañado Alice, ni una vez”.
“¡Eso es mentira!”. La voz misteriosa hizo que Dana levantara la cabeza, cruzándose con los ojos de Alice, intercambiando con ella una mirada de turbación. Sin embargo, en cuanto vio a una joven que se abría camino entre la multitud, la mirada de Dana cambió la turbación por una animadversión pura. “Dana, eres una mentirosa, una traidora, una hija de p...”
“¡Tonya! ¿Qué estás haciendo aquí?”, gritó Dana, interrumpiendo el discurso de la mujer. “Tu no eres periodista...”
Alice se despertó sobresaltada cuando sintió deslizarse algo por su cuello. Era muy frío. Al rascar, el frío sugirió alguna forma de incomodidad. Estaba congelado, y era tan incómodo que era molesto.
“¡¿QUE COÑO TENGO EN EL CUELLO?!” La pregunta estridente de Alice repicó en los oídos de Dana, y por un momento lamentó su pequeño plan de despertamiento. No porque de repente fuera consciente y se preocupara por los sentimientos de Alice, sino más bien porque no quería quedarse sin oído después de escuchar el “¿QUE COÑ...”.
La rubia se giró repentinamente en la cama y se incorporó, poniéndose derecha, causando que Dana se desplazase hacia atrás y después se cayese de la cama al suelo. Después su cabeza apareció rápidamente para enfrentarse a la furia de Alice.
“Buenos días, Al”, dijo Dana intensamente, con una sonrisa de oreja a oreja mientras levantaba la mano para enseñar a Alice el hielo que había deslizado por su cuello. Sin decir una palabra, Alice salió de la cama y se echó encima de Dana, luchando para fijar sus manos en el suelo. “No quería que durmieras tanto como yo..•
“Dana, hay algo que tienes que saber sobre mi antes de que continuemos con este acuerdo”. Alice suspiró, sus ojos furiosos casi quemaban a Dana. “Me gusta dormir y me gusta mi intimidad. Son dos cosas con las que nadie, no importa lo importante y poderosos que crean que son, puede jugar. Como tu no me conocías suficiente, voy a pasar por alto esta ocasión. Pero... si me gastas una broma así otra vez me haré un collar con tus pezones. ¿Lo has cogido?”.
Dana cabeceó solemnemente y esperó que Alice apartara sus manos, levantándose inmediatamente después de que lo hiciera. “Tienes que admitir que funcionó. Es el mejor despertar que nunca he visto”.
“No tientes tu suerte señorita”, se quejó Alice, descartando la idea de volver a la cama y decidiendo ir a la cocina a hacerse un café. “Y yo tendría cuidado. Te voy a devolver ésto de alguna manera. ¿Qué hora es, de todas formas?”.
“Las 8 y media”, contestó Dana colocando dos tazas sobre el banco para que Alice echara el café que había hecho para ambas. “Tenemos que estar abajo en media hora”.
“Jesús, podía haber dormido al menos 20 minutos más”, se quejó la rubia, causando que Dana pusiera los ojos en blanco. ¿Cómo tuve la suerte de ser enviada fuera con una madrugadora?”.
“¿Cómo tengo yo la suerte de ser enviada fuera contigo y tus tonterías?”. Alice comenzó a contestar, pero se paró de golpe y cabeceó afirmativamente, bebiendo un trago de su café. “Tenías que levantarte ahora de todos modos, Alice, vamos a romper hoy y tengo que saber exactamente como vamos a hacerlo”.
...........
“Esta va a ser la ruptura más pública que nunca he tenido”, murmuró Dana por lo bajo mientras ella y Alice deambulaban por la sala de conferencias, en la que había aproximadamente 100 reporteros esperando con impaciencia algún comunicado de prensa para poder retirarse a sus habitaciones. Alice exploró la sala, evaluando al grupo, antes de volverse hacia Dana y encogerse.
“Las he tenido peores”, declaró, provocando la curiosidad de Dana. La rubia contempló la idea de hablar, pero de repente miró a lo lejos otra vez. “Mejor no quieras saber”.
“Estoy intrigada, pero creo que te voy a hacer caso”, contestó Dana, “teniendo en cuenta que no estás dispuesta a decirme nada, te debió ir bastante mal”.
“No tienes ni idea”. Las dos guardaron silencio un momento antes de adentrarse un poco más en la sala, buscando un sitio ideal para su representación.
“Bien. ¿Una última pregunta?”, preguntó Alice mientras se colocaban en el centro del grupo, acercándose mucho a Dana para que nadie pudiera escuchar su plan. “Tu me gritas... yo te grito... esto es bastante complicado”.
“Creo que estoy bien... bueno, un poco nerviosa”, susurró Dana al oído de Alice. La rubia se retiró para mirarla, con una sonrisita falsa en la cara.
“¿Estás nerviosa pequeña Dana?”, bromeó alice, en un tono condescendiente que hizo fruncir el ceño a Daña. “Todo irá bien. Se que no se te dan bien estas cosas, pero pasarás la prueba con honores y de paso me mandarás a la mierda a mi. Lo harás bien”.
“Tienes razón”, contestó Dana con una sonrisa fantasmagórica en sus propios labios. Alice movió la cabeza ligeramente antes de echarse hacia atrás, sorprendida. Dana se avanzó para acercarse más a ella. Miró a la morena turbada, medio esperándola para poner punto y final. “Buena suerte, Al”.
En aquel caso, aun cuando no le gustaba Dana, Alice no podía menos que estarle agradecida por estar allí. Sonriendo, le devolvió los buenos deseos. “Buena suerte... es la hora de la acción”.
Era extraño que, aunque no supieran mucho la una de la otra y odiaban los aspectos de la otra que si conocían, las dos fueran capaces de llegar a un entendimiento tan profundo, tácito, de vez en cuando. Esta era una de esas veces, y Dana se sintió orgullosa de sus esfuerzos para mejorar, casi se sentía obligada a llamar a la molesta rubia abiertamente amiga.
... Esto demostraba lo trastornadas que estaban cuando estaban pensando en hacerse amigas después de una ruptura falsa que ellas mismas habían organizado... trastornadas, pero confortables.
“Yo... no puedo creerte, Alice”. Dana nunca fue una buena actriz. Había evitado las clases de teatro en su juventud y nunca se había sentido cómoda interpretando en público. Aunque esto era diferente. Ella sólo tenía que expresar su desdén por Alice de una manera extraña... y eso la hacía sentir bien. “Tu... me has engañado, mala pécora”.
Ah, en ese momento todas las cabezas se volvieron. En cinco segundos habían logrado concentrar un círculo de gente alrededor de ellas, intentando contemplar (sin interrumpir, por supuesto) el drama que se desarrollaba delante de ellos.
“Dana, estamos en público, ¿por qué siempre me tienes que hacer estas malditas escenas?” Gritó Alice tan fuerte como pudo, riéndose por dentro cuando notó que cada vez mas gente se dirigían hacia ellas. “Te he dicho que hablaremos de esto más tarde. Tu siempre sacas las cosas de quicio”.
“¿Yo? ¡Eres tu quien se ha acostado con el novio de mi hermano! ¡El día de nuestro primer aniversario!”, gritó Dana en medio del silencio que inmediatamente se había adueñado de la sala. Todos los ojos estaban sobre Alice, esperando su respuesta, y todo lo que la rubia pensaba en ese momento era en estrangular a Dana en cuanto llegaran a la habitación del hotel. Ella quería una escena, pero no quería ser conocida como “la bruja traidora de Dyke Fag”. Aquel tipo de reputación no era fácil de limpiar. “Te amaba y lo fastidiaste todo con un tipo que iba a casarse con mi hermano... para una vez que el gobierno hace las cosas bien y legaliza el matrimonio gay...”
Alice sonrió forzadamente a algunos colegas que las miraban extrañados después del momento cumbre de Dana. “¿Sabes? La única razón por la que dormí con Hugo fue porque me drogó. ¡Fui una víctima inocente, Dana!. Una víctima inocente... y tu me culpas. ¿Y dónde estabas tu aquella noche? Estabas de marcha por Canadá, con tu nuevo juguetito... Bianca. Si, lo se todo sobre Biana, Dana. Por Dios, si aún no ha cumplido los 19!”.
“Pero si es mi ahijada!”, respondió rápidamente Dana, maldiciéndose internamente al comprobar como subían los susurros. “No! Estás equivocada! Es mi ahijada, y pasé tiempo con ella debido a eso. No me acostaba con ella. ¡Tu estás loca!”
“No te enfades con el mundo Dana, no sería tan diferente si te hubieras acostado con ella”. Alice apenas oyó a un par de periodistas que estaban de acuerdo con sus palabras, y sonrió, sabiendo que se ganaba la confianza de la gente. “Lo he hecho todo por ti, Dana. Me vine de Londres, dejé unos cuantos empleos que tu consideraste inadecuados para mi. ¡Me he cambiado solo por ti!. ¿Y que haces tu a cambio? ¡Te acuestas con todas las chicas sobre las que pones la vista!”.
“Eso no es verdad!”, gritó Dana defendiéndose, ligeramente molesta porque esta siendo vista como la mala en todo ésto. “Nunca te he engañado Alice, ni una vez”.
“¡Eso es mentira!”. La voz misteriosa hizo que Dana levantara la cabeza, cruzándose con los ojos de Alice, intercambiando con ella una mirada de turbación. Sin embargo, en cuanto vio a una joven que se abría camino entre la multitud, la mirada de Dana cambió la turbación por una animadversión pura. “Dana, eres una mentirosa, una traidora, una hija de p...”
“¡Tonya! ¿Qué estás haciendo aquí?”, gritó Dana, interrumpiendo el discurso de la mujer. “Tu no eres periodista...”
Última edición por julia el Miér 7 Ene 2009 - 11:16, editado 1 vez
Re: [Terminado]Camino a la alegría
“No, no lo soy. Supongo que haberme quedado aquí esta semana ha sido un punto de mala suerte”, contestó la mujer de cara de piedra, volviéndole la espalda a la sorprendida morena para encararse a la interesada audiencia que aquellas dos habían logrado con sus maquinaciones. “Todo el mundo debe saber que esta mujer, Dana Fairbanks, es una mentirosa y una tramposa. Ella no solo abandonó a esta pobre e inocente mujer hace un año, sino que también me engañó. Dana y yo fuimos pareja durante tres meses, el año pasado”.
Una ola de murmullos se extendió por la sala mientras Dana se pasaba la mano por el pelo, frustrada. Al menos las cosas no podían empeorar más. Bueno, hasta que empeoran. Es lo que habían hecho. Y Dana podía sentir un sudor frío descender por su espina dorsal cuando otra mano se levantó al aire.
“¡Conmigo se acostó a principios del año pasado!”. Oh Dios. “¡Conmigo también! Hac aproximadamente un mes!”.
Alice se volvió hacia la morena y no pudo menos que compadecerla. Y no era solo una compasión tipo lamento, era un sentimiento real, genuino, de empatía hacia ella. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de mantener esa empatía, porque cuando la mierda golpea a los admiradores, los golpea realmente, y al parecer no solo a los de Dana.
“¡Espera un minuto!” La voz profunda hizo que Alice diera un brinco, sobresaltada, y al volverse se encontró, sorprendida, a Jack, un ex reciente, caminando hacia ella. “No penséis que Alice es tan inocente. Estuve saliendo con ella durante cuatro meses a principios del año pasado. Condenada alice, jodiendo siempre a alguna listilla, fingiendo estar enamorada de mi”.
“Ey, ella no es list...”, comenzó a decir Alice. Paró de repente y pensó en ello. “Bueno, Dana si es listilla, pero no te permito decirlo. No te metas en esto, Jack”.
“Tengo derecho a meterme”, gritó con ira, casi con lágrimas en los ojos, causando que Alice entrecerrara los ojos disgustada. “Te amé y me arrancaste el corazón”.
“¡Anda, vamos! En primer lugar solo salimos durante dos meses, no cuatro. En segundo lugar, tu no me querías y yo tampoco. Estabas demasiado ocupado con el baloncesto como para amar a nadie. En tercer lugar, creo que deberías saber que la verdadera razón por la que quería conocerte es porque quería acostarme con tu hermana, cosa que hice, a propósito, después de que la encontré en la cama con un compañero de trabajo”.
Jack abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión. Admitiendo la derrota, se encogió de hombros, dio la vuelta y se escabulló entre la gente que miraba con impaciencia esta telenovela para saber su fin. “Bueno, mira, vamos a parar todo esto ahora. Dana y yo no vamos a romper porque nunca hemos estado juntas, en primer lugar”.
Dana se volvió para mirar a la rubia, con una expresión expectante deseando (como el resto de la sala) que Alice siguiera. “Hace unas noches intentábamos alejarnos de unas personas y utilizamos la excusa de que debíamos marcharnos juntas sólo para conseguir algo de tranquilidad. Desde entonces esto nos ha explotado en la cara, y tiene que pararse ahora. Y ahora que conocéis la historia entera, por favor ¿podemos dejarlo aquí?”.
El murmullo de la gente alrededor de ellas comenzó bruscamente. Un muchacho comentó por lo bajo que iba a tener dolor de cabeza después de todo ésto. Finalmente, entre los susurros que surgieron alrededor de ellas, una persona de la multitud decidió hablar directamente a la pareja.
“Buen trabajo, chicas, intentando convencernos de que la pelea que presenciamos no era verdadera. Mierda. Escenas de pasión como estas no pueden representarse”. Los gritos de apoyo de la multitud hizo que la voz representativa siguiera. “Ahora tenéis problemas, pero está claro para todo el mundo que está aquí que os queréis”.
“Yo no la quiero”. Tanto Alice como Dana contestaron impacientes, intercambiando sonrisas confusas después del discurso.
“Creo que es bastante obvio que si”, gritó otra voz, seguida del grito de la muchedumbre. “Mirad chicas, teneis que iros a vuestra habitación y resolver vuestros problemas. Un amor como el vuestro no se puede lanzar por la borda por una pelea”.
“Pe... pero ella se acostó con el novio de mi hermano gay...”, respondió Dana firmemente, desconcertada ante la reacción de la muchedumbre, “¿recordáis?... y... y dormí por lo que parece con la mitad de la población periodística de América...”
“¡Pues que bien!”, gritó alguien, causando que Dana frunciera el ceño de forma beligerante. Mirad chicas, queremos que os vayais de aquí y volváis a la habitación, y no os queremos volver a ver hasta que hayáis resuelto vuestros problemas”.
“Pero...”, tartamudeó Alice cuando se vio empujada fuera de la sala con Dana por al menos una docena de pares de manos. Y no dejaron de empujarlas hasta que estuvieron en el ascensor. “Chicos... que estábamos de broma... que no estábamos juntas...”
Una de las periodistas, una mujer de mediana edad meneó su cabeza y les sonrió y presionó el botón después para llevarlas a las dos a su planta. “No debería ser yo quien os dijera esto, pero tendríais que trabajar más vuestra interpretación. Cualquiera puede ver que estáis juntas”, les informó, antes de que la puerta se cerrara y las dejara a las dos completamente mudas en el ascensor vacío.
Una ola de murmullos se extendió por la sala mientras Dana se pasaba la mano por el pelo, frustrada. Al menos las cosas no podían empeorar más. Bueno, hasta que empeoran. Es lo que habían hecho. Y Dana podía sentir un sudor frío descender por su espina dorsal cuando otra mano se levantó al aire.
“¡Conmigo se acostó a principios del año pasado!”. Oh Dios. “¡Conmigo también! Hac aproximadamente un mes!”.
Alice se volvió hacia la morena y no pudo menos que compadecerla. Y no era solo una compasión tipo lamento, era un sentimiento real, genuino, de empatía hacia ella. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo de mantener esa empatía, porque cuando la mierda golpea a los admiradores, los golpea realmente, y al parecer no solo a los de Dana.
“¡Espera un minuto!” La voz profunda hizo que Alice diera un brinco, sobresaltada, y al volverse se encontró, sorprendida, a Jack, un ex reciente, caminando hacia ella. “No penséis que Alice es tan inocente. Estuve saliendo con ella durante cuatro meses a principios del año pasado. Condenada alice, jodiendo siempre a alguna listilla, fingiendo estar enamorada de mi”.
“Ey, ella no es list...”, comenzó a decir Alice. Paró de repente y pensó en ello. “Bueno, Dana si es listilla, pero no te permito decirlo. No te metas en esto, Jack”.
“Tengo derecho a meterme”, gritó con ira, casi con lágrimas en los ojos, causando que Alice entrecerrara los ojos disgustada. “Te amé y me arrancaste el corazón”.
“¡Anda, vamos! En primer lugar solo salimos durante dos meses, no cuatro. En segundo lugar, tu no me querías y yo tampoco. Estabas demasiado ocupado con el baloncesto como para amar a nadie. En tercer lugar, creo que deberías saber que la verdadera razón por la que quería conocerte es porque quería acostarme con tu hermana, cosa que hice, a propósito, después de que la encontré en la cama con un compañero de trabajo”.
Jack abrió la boca para contestar, pero cambió de opinión. Admitiendo la derrota, se encogió de hombros, dio la vuelta y se escabulló entre la gente que miraba con impaciencia esta telenovela para saber su fin. “Bueno, mira, vamos a parar todo esto ahora. Dana y yo no vamos a romper porque nunca hemos estado juntas, en primer lugar”.
Dana se volvió para mirar a la rubia, con una expresión expectante deseando (como el resto de la sala) que Alice siguiera. “Hace unas noches intentábamos alejarnos de unas personas y utilizamos la excusa de que debíamos marcharnos juntas sólo para conseguir algo de tranquilidad. Desde entonces esto nos ha explotado en la cara, y tiene que pararse ahora. Y ahora que conocéis la historia entera, por favor ¿podemos dejarlo aquí?”.
El murmullo de la gente alrededor de ellas comenzó bruscamente. Un muchacho comentó por lo bajo que iba a tener dolor de cabeza después de todo ésto. Finalmente, entre los susurros que surgieron alrededor de ellas, una persona de la multitud decidió hablar directamente a la pareja.
“Buen trabajo, chicas, intentando convencernos de que la pelea que presenciamos no era verdadera. Mierda. Escenas de pasión como estas no pueden representarse”. Los gritos de apoyo de la multitud hizo que la voz representativa siguiera. “Ahora tenéis problemas, pero está claro para todo el mundo que está aquí que os queréis”.
“Yo no la quiero”. Tanto Alice como Dana contestaron impacientes, intercambiando sonrisas confusas después del discurso.
“Creo que es bastante obvio que si”, gritó otra voz, seguida del grito de la muchedumbre. “Mirad chicas, teneis que iros a vuestra habitación y resolver vuestros problemas. Un amor como el vuestro no se puede lanzar por la borda por una pelea”.
“Pe... pero ella se acostó con el novio de mi hermano gay...”, respondió Dana firmemente, desconcertada ante la reacción de la muchedumbre, “¿recordáis?... y... y dormí por lo que parece con la mitad de la población periodística de América...”
“¡Pues que bien!”, gritó alguien, causando que Dana frunciera el ceño de forma beligerante. Mirad chicas, queremos que os vayais de aquí y volváis a la habitación, y no os queremos volver a ver hasta que hayáis resuelto vuestros problemas”.
“Pero...”, tartamudeó Alice cuando se vio empujada fuera de la sala con Dana por al menos una docena de pares de manos. Y no dejaron de empujarlas hasta que estuvieron en el ascensor. “Chicos... que estábamos de broma... que no estábamos juntas...”
Una de las periodistas, una mujer de mediana edad meneó su cabeza y les sonrió y presionó el botón después para llevarlas a las dos a su planta. “No debería ser yo quien os dijera esto, pero tendríais que trabajar más vuestra interpretación. Cualquiera puede ver que estáis juntas”, les informó, antes de que la puerta se cerrara y las dejara a las dos completamente mudas en el ascensor vacío.
Re: [Terminado]Camino a la alegría
jajajajajaja... si es que... a quien se le ocurre!!?? jajajajajajaja!!!!!!!!!!
tendran que solucionarlo de otra manera...
PKE
tendran que solucionarlo de otra manera...
PKE
Re: [Terminado]Camino a la alegría
CAPÍTULO 7
“Esto realmente ha pasado, ¿verdad?”, exclamó Alice mientras abrían la puerta de la habitación del hotel y casi se derrumbaron dentro. Dana cabeceó, se dirigió al minibar y cogió una botella de vodka, una botella de zumo y dos vasos. “A una le gustaría detenerse y preguntarse como demonios nos metimos en este lío”.
“Una puede detenerse y preguntarse todo lo que quiera, pero por mi propia salud, no voy a hablar mucho de eso”, contestó Dana mientras preparaba dos bebidas, después entregó una a Alice, que la aceptó gentilmente. “La cuestión es, somos fantásticas en estropear nuestra propia ruptura. Entonces, para ahorrarnos más estropicios, no vamos a pensar más, vamos a beber y llegar a un confortable estupor donde no nos importe nada”.
“Por fin has dicho unas palabras inteligente, Srta. Fairbanks”, anunció Alice en voz alta hablando al cuarto vacío, y dando un golpe con su vaso al vaso de Dana en señal de acuerdo. “Por nuestra inflexible, gloriosa habilidad para fastidiarnos a nosotras mismas”.
“Eso, eso”
.............................................
Los ojos de Dana estaban cerrados y aún así podía jurar que la luz que entraba por las rendijas de las cortinas le chamuscaba el cerebro a través de los párpados. Después de intentar inútilmente ignorar los rayos de sol, finalmente se rindió y se dispuso a salir de la cama para cerrar las cortinas.
Sentía la cabeza como si un tren hubiera pasado a través de ella, y cuando intentó levantarse, sintió vértigo y le dieron náuseas, algo que hacía meses no había sentido. Pasó los dedos por el pelo y respiró profundamente, por fin logró levantarse, y arrastrando los pies, llegó hasta la cortina, cerrándola fuertemente antes de darse la vuelta para volver a la cama... la cama que en esos momentos estaba ocupada por una persona desconocida.
“¿Qué j*oder hice anoche?”, se murmuró a sí misma con voz rasgada y ronca. Sonrió cuando oyó a la figura de la cama soltar un bonito suspiro. “Más exactamente, ¿con quién jodí anoche?”.
Para desgracia suya, no podía recordar lo que había pasado la tarde-noche anterior. Recordaba el incidente de ‘ruptura’, y la subida a la habitación para tomar unas copas, pero a partir de ahí su memoria estaba completamente en blanco. Todo lo que podía hacer era suponer que habían ido al bar más tarde y había logrado ligar.
“De una u otra forma, he ganado la apuesta con Alice”, se dijo Dana, un poco más fuerte de lo que era su intención. La figura de la cama se giró entre las sábanas y comenzó a mascullar algo más, esta vez sus sonidos eran más lastimeros e incómodos, sugiriendo que había comenzado a darse cuenta de las maravillosas consecuencias de una dura noche de borrachera. Dana fue hasta la cama y se arrodilló a su lado, echando una ojeada a la figura pero sin poder ver su cara debido a las sábanas que cubrían su cabeza. Sonriendo ligeramente ante la bella vista, Dana tiró despacio de una de las puntas de la sábana para vislumbrar a su bella durmiente.
“Ey, es hora de despertarse... ¡¡¡ALICE!!!”.
Los ojos de Alice se abrieron para revelar a Dana inclinada sobre ella con una expresión horrorizada en su cara. Comenzó a cerrar los ojos otra vez, desconcertada por las acciones de Dana, sólo para tomar conciencia tardíamente de que Dana no llevaba ninguna ropa encima. En una fracción de segundo la rubia intentó levantarse y proteger sus ojos, todo el rato chillando que se había despertado también.
“¡AH POR DIOS! ¡DANA VISTETE... J*ODER!”. La sucesión de chillidos que salían de la boca de Alice terminó de repente, y la rubia se encontró tendida en el suelo, con un brazo en los ojos, intentando entender por qué Dana estaba de pie, desnuda, en su habitación.
“Dana, si esto es uno de tus extraños modos de despertar a Alice, de acuerdo, entonces has tenido éxito para J*ODERME A MI extrañamente”, gritó Alice, sus ojos todavía sin querer mirar a Dana, que posteriormente había agarrado una de las almohadas y con delicadeza la sostenía sobre su cuerpo. “Esto es lo más JOD...”
“Antes de seguir con el discurso, Alice, mira hacia abajo”, la interrumpió Dana con voz tranquila y ligeramente inestable. Alice levantó la mirada hacia Dana turbada, solo para desviarla deprisa, enfocándola en la marca de nacimiento de su cintura. Los ojos de Alice se abrieron enormemente cuando comprendió que no podría estar mirando su marca de nacimiento a no ser que...
“Estoy desnuda, ¿verdad?”, preguntó Alice con bastante calma considerando la situación, a lo que Dana simplemente afirmó con la cabeza, con los ojos abatidos. Oyó un ruido, y a Alice perjurando un poco más, y supuso que la rubia buscaba algo con lo que cubrirse. Después de unos segundos, habló: “Vale, estás desnuda, y yo estoy desnuda. Um... yo...”
“Me desperté aquí”, dijo Dana con voz ronca, y alzó la vista hacia Alice que a toda prisa se había puesto una de las sábanas alrededor de ella, como una toga, y que miraba a la morena incrédula. Mira yo... no puedo recordar nada de anoche, Al. Tal vez... tal vez no pasó nada”.
“¿Por qué iba a pasar algo?”, Alice rápidamente estuvo de acuerdo con ella. “Pienso... nos odiamos la una a la otra. Seguramente, bebimos demasiado y nos derrumbamos en la cama juntas”.
“¿Desnudas?”
“Tal vez eso pasó durante la noche”, sugirió Alice, poniendo los ojos en blanco mientras Dana la miraba llena de pánico. “¡Naturalmente lo pienso! Tal vez nos quitamos la ropa instintivamente. Yo siempre duermo desnuda”.
“Demasiada información, Alice”, la corta Dana una vez más, con un tono serio en la voz. Se quedaron las dos en silencio un momento antes de que Dana finalmente encogiera los hombros y alzara la vista hacia Alice. “Mira, considerando el hecho que a) no podemos acordarnos de si hicimos algo anoche y b) ninguna de las dos se siente atraida por la otra de ningún modo, pienso que deberíamos suponer que nada... travieso... ocurrió anoche”.
“De acuerdo”, declaró Alice intentando sonreir a Dana. “Entonces deberíamos vestirnos y luego... vivir la vida. Porque anoche no pasó nada”.
....................
Alice suspiró una vez más y se pasó los dedos por el pelo, en ese momento deseó que alguien hubiese inventado asientos de retrete más confortables. No era sólo porque tuviera su trasero dolorido por la posición incómoda en la que había estado durante los últimos cinco minutos, sino también porque se estaba congelando, una sensación que se extendía despacio por su cuerpo entero. No sabía cuanto tiempo podría aguantar en el cuarto de baño, pero teniendo en cuenta la otra opción, con mucho gusto prefería congelarse antes que volver a la sala de conferencias.
“¿Alice?”
La rubia se tiró al suelo poniendo su oreja en los azulejos para escuchar mejor a quien la llamaba por su nombre. Sabía perfectamente quien había entrado al cuarto de baño a buscarla, era justo una persona con la que ella no quería ningún trato en ese momento. Dana. “Alice... llevas mucho rato aqui...”
Era verdad, hasta más rato del de Dana podía imaginarse. Después de los diez minutos sentada allí, Alice había envejecido diez años. Su cabeza naufragaba entre miles de pensamientos diferentes y el resultado de todo ello era una sensación parecida a la náusea, excepto en los alrededores del cerebro. Odiaba la situación en la que estaban, pero sintió que de algún modo su posición era más precaria, y cuando regresaran a casa, Dana podría bromear tranquilamente sobre el incidente con los compañeros. Alice no tenía esa suerte. Sólo había tratado a tres personas en la oficina, a ninguna de las cuales conocía lo suficientemente bien como para expandir un rumor de ese tipo. Tenía el sentimiento profundo de que su reputación quedaría manchada por la serie de acontecimientos en los que había tenido la desgracia de participar en la última semana, y además, ¿por qué no?, podía ser despedida por conducta poco profesional.
A Alice le molestaba que Dana tuviera el poder de derribar todo su mundo tan fácilmente. La morena ni siquiera quería hablar de la posibilidad de que hubieran dormido juntas. Esta no era tampoco una conversación que a Alice le entusiasmara tener, pero deberían hablarlo, y Dana demostraba ser una idiota obstinada, cerrada de mente.
“¿Alice?”
“¿Si, Dana?”, Alice suspiró, pero no hizo ningún movimiento para dejar el cubículo en el que residía. Oyó pasos que se acercaban, y de repente vio dos pies por debajo del cubículo. “Dana, no puedo hacer pis si invades mi espacio personal”.
“Al, no es humanamente posible que tardes 10 minutos en hacer pis”, contestó Dana, apoyándose en la puerta del cubículo siguiente, esperando que Alice saliera. “Sal que podamos hablar, por favor”.
“No puedo”, contestó Alice con voz inexpresiva. Dana no dijo nada, esperando una explicación de Alice. “No hay papel higiénico”.
“Alice, no seas infantil, no estás haciendo pis”, gritó Dana fuerte, sintiéndose de repente impaciente con la rubia. Entró en el cubículo de al lado, se subió sobre el retrete y miró a Alice, que estaba sentada sobre el inodora, moviendo la pierna derecha nerviosamente y tirándose del pelo. “Al, vamos, sal del cuarto de baño”.
Alice levantó la cabeza, con una mirada de furia en sus ojos, abrió la puerta del cubículo y fue al cubículo donde estaba Dana. “¿Qué pasa contigo? No puedes fisgonear los cubículos que están ocupados por otras personas. ¡Nadie hace eso!”.
“Parecías trastornada cuando saliste Alice”, declaró Dana bajando del váter, sin hacer caso a lo que Alice estaba diciendo. “Y estuve pensando en ello y... bueno, quizás fui un poco dura. Pero tengo que hacerte una pregunta y me gustaría una repuesta sincera. ¿Vale?”.
Alice cruzó los brazos y levantó una ceja, esperando con impaciencia que Dana siguiera. “¿Bien?”.
“¿Te sientes atraida por mi? Románticamente, quiero decir”.
La rubia permaneció silenciosa durante un instante, asimilando las palabras de Dana. “Algo hay de eso”.
“¿Cómo? Eso explicaría por qué saliste corriendo tan deprisa”, sonrió Dana, mirando a Alice caminar y dirigirse hacia la derecha. “Todo este fingimiento... quizás de repente has comprendido... que estabas a gusto conmigo”.
Alice se detuvo delante de Dana, a unos pasos de distancia de su cara, y se quedó allí, respirando despacio y uniformemente, examinando los ojos de la morena. Alice sabía lo que Dana estaba haciendo, intentaba psicoanalizarla, intentando encontrar aún algo más de Alice que pudiera utilizar cuando volvieran al trabajo. De repente, colocó sus manos en los hombros de Dana, empujándola hacia una de las paredes del cubículo mientras atrapaba sus labios con los suyos propios, y su lengua se abría camino en la boca de Dana y le mordía el labio inferior, y sus manos se movían por las caderas de Dana y su cintura hasta sus pechos.
En cuanto oyó un gemido de Dana los ojos de Alice se abrieron, y se apartó de repente, acabando con todo contacto físico, pero manteniéndose todavía cerca de su cara.
“No, no siento ninguna inclinación romántica hacia ti, Dana”, susurró Alice, lanzando su aliento sobre el cuello de Dana, y lamiendo después sus labios de forma seductora. “Pero por otra parte, quizás tu si que deberías aclarar cuales son tus sentimientos verdaderos hacia mi”.
Dana no dijo ni una palabra. No podía decir nada porque le faltaba el aire. Había sido eclipsada. Gran momento, pero lo que más la asustaba era que no se había dado cuenta lo más mínimo. Con lo que no estaba de acuerdo era con el hecho de que quería que los labios de alice volvieran a besarla otra vez.
“Mejor, vamos”, dijo Alice arreglándose la camisa y volviendo a mirar a Dana una vez más. “No te olvides de ésto, ¿vale?”.
Y luego la rubia se fue, dejando a Dana pensando en lo que acababa de sentir dentro de ella, y como demonios podía haber sentido algo así por alice.
“Esto realmente ha pasado, ¿verdad?”, exclamó Alice mientras abrían la puerta de la habitación del hotel y casi se derrumbaron dentro. Dana cabeceó, se dirigió al minibar y cogió una botella de vodka, una botella de zumo y dos vasos. “A una le gustaría detenerse y preguntarse como demonios nos metimos en este lío”.
“Una puede detenerse y preguntarse todo lo que quiera, pero por mi propia salud, no voy a hablar mucho de eso”, contestó Dana mientras preparaba dos bebidas, después entregó una a Alice, que la aceptó gentilmente. “La cuestión es, somos fantásticas en estropear nuestra propia ruptura. Entonces, para ahorrarnos más estropicios, no vamos a pensar más, vamos a beber y llegar a un confortable estupor donde no nos importe nada”.
“Por fin has dicho unas palabras inteligente, Srta. Fairbanks”, anunció Alice en voz alta hablando al cuarto vacío, y dando un golpe con su vaso al vaso de Dana en señal de acuerdo. “Por nuestra inflexible, gloriosa habilidad para fastidiarnos a nosotras mismas”.
“Eso, eso”
.............................................
Los ojos de Dana estaban cerrados y aún así podía jurar que la luz que entraba por las rendijas de las cortinas le chamuscaba el cerebro a través de los párpados. Después de intentar inútilmente ignorar los rayos de sol, finalmente se rindió y se dispuso a salir de la cama para cerrar las cortinas.
Sentía la cabeza como si un tren hubiera pasado a través de ella, y cuando intentó levantarse, sintió vértigo y le dieron náuseas, algo que hacía meses no había sentido. Pasó los dedos por el pelo y respiró profundamente, por fin logró levantarse, y arrastrando los pies, llegó hasta la cortina, cerrándola fuertemente antes de darse la vuelta para volver a la cama... la cama que en esos momentos estaba ocupada por una persona desconocida.
“¿Qué j*oder hice anoche?”, se murmuró a sí misma con voz rasgada y ronca. Sonrió cuando oyó a la figura de la cama soltar un bonito suspiro. “Más exactamente, ¿con quién jodí anoche?”.
Para desgracia suya, no podía recordar lo que había pasado la tarde-noche anterior. Recordaba el incidente de ‘ruptura’, y la subida a la habitación para tomar unas copas, pero a partir de ahí su memoria estaba completamente en blanco. Todo lo que podía hacer era suponer que habían ido al bar más tarde y había logrado ligar.
“De una u otra forma, he ganado la apuesta con Alice”, se dijo Dana, un poco más fuerte de lo que era su intención. La figura de la cama se giró entre las sábanas y comenzó a mascullar algo más, esta vez sus sonidos eran más lastimeros e incómodos, sugiriendo que había comenzado a darse cuenta de las maravillosas consecuencias de una dura noche de borrachera. Dana fue hasta la cama y se arrodilló a su lado, echando una ojeada a la figura pero sin poder ver su cara debido a las sábanas que cubrían su cabeza. Sonriendo ligeramente ante la bella vista, Dana tiró despacio de una de las puntas de la sábana para vislumbrar a su bella durmiente.
“Ey, es hora de despertarse... ¡¡¡ALICE!!!”.
Los ojos de Alice se abrieron para revelar a Dana inclinada sobre ella con una expresión horrorizada en su cara. Comenzó a cerrar los ojos otra vez, desconcertada por las acciones de Dana, sólo para tomar conciencia tardíamente de que Dana no llevaba ninguna ropa encima. En una fracción de segundo la rubia intentó levantarse y proteger sus ojos, todo el rato chillando que se había despertado también.
“¡AH POR DIOS! ¡DANA VISTETE... J*ODER!”. La sucesión de chillidos que salían de la boca de Alice terminó de repente, y la rubia se encontró tendida en el suelo, con un brazo en los ojos, intentando entender por qué Dana estaba de pie, desnuda, en su habitación.
“Dana, si esto es uno de tus extraños modos de despertar a Alice, de acuerdo, entonces has tenido éxito para J*ODERME A MI extrañamente”, gritó Alice, sus ojos todavía sin querer mirar a Dana, que posteriormente había agarrado una de las almohadas y con delicadeza la sostenía sobre su cuerpo. “Esto es lo más JOD...”
“Antes de seguir con el discurso, Alice, mira hacia abajo”, la interrumpió Dana con voz tranquila y ligeramente inestable. Alice levantó la mirada hacia Dana turbada, solo para desviarla deprisa, enfocándola en la marca de nacimiento de su cintura. Los ojos de Alice se abrieron enormemente cuando comprendió que no podría estar mirando su marca de nacimiento a no ser que...
“Estoy desnuda, ¿verdad?”, preguntó Alice con bastante calma considerando la situación, a lo que Dana simplemente afirmó con la cabeza, con los ojos abatidos. Oyó un ruido, y a Alice perjurando un poco más, y supuso que la rubia buscaba algo con lo que cubrirse. Después de unos segundos, habló: “Vale, estás desnuda, y yo estoy desnuda. Um... yo...”
“Me desperté aquí”, dijo Dana con voz ronca, y alzó la vista hacia Alice que a toda prisa se había puesto una de las sábanas alrededor de ella, como una toga, y que miraba a la morena incrédula. Mira yo... no puedo recordar nada de anoche, Al. Tal vez... tal vez no pasó nada”.
“¿Por qué iba a pasar algo?”, Alice rápidamente estuvo de acuerdo con ella. “Pienso... nos odiamos la una a la otra. Seguramente, bebimos demasiado y nos derrumbamos en la cama juntas”.
“¿Desnudas?”
“Tal vez eso pasó durante la noche”, sugirió Alice, poniendo los ojos en blanco mientras Dana la miraba llena de pánico. “¡Naturalmente lo pienso! Tal vez nos quitamos la ropa instintivamente. Yo siempre duermo desnuda”.
“Demasiada información, Alice”, la corta Dana una vez más, con un tono serio en la voz. Se quedaron las dos en silencio un momento antes de que Dana finalmente encogiera los hombros y alzara la vista hacia Alice. “Mira, considerando el hecho que a) no podemos acordarnos de si hicimos algo anoche y b) ninguna de las dos se siente atraida por la otra de ningún modo, pienso que deberíamos suponer que nada... travieso... ocurrió anoche”.
“De acuerdo”, declaró Alice intentando sonreir a Dana. “Entonces deberíamos vestirnos y luego... vivir la vida. Porque anoche no pasó nada”.
....................
Alice suspiró una vez más y se pasó los dedos por el pelo, en ese momento deseó que alguien hubiese inventado asientos de retrete más confortables. No era sólo porque tuviera su trasero dolorido por la posición incómoda en la que había estado durante los últimos cinco minutos, sino también porque se estaba congelando, una sensación que se extendía despacio por su cuerpo entero. No sabía cuanto tiempo podría aguantar en el cuarto de baño, pero teniendo en cuenta la otra opción, con mucho gusto prefería congelarse antes que volver a la sala de conferencias.
“¿Alice?”
La rubia se tiró al suelo poniendo su oreja en los azulejos para escuchar mejor a quien la llamaba por su nombre. Sabía perfectamente quien había entrado al cuarto de baño a buscarla, era justo una persona con la que ella no quería ningún trato en ese momento. Dana. “Alice... llevas mucho rato aqui...”
Era verdad, hasta más rato del de Dana podía imaginarse. Después de los diez minutos sentada allí, Alice había envejecido diez años. Su cabeza naufragaba entre miles de pensamientos diferentes y el resultado de todo ello era una sensación parecida a la náusea, excepto en los alrededores del cerebro. Odiaba la situación en la que estaban, pero sintió que de algún modo su posición era más precaria, y cuando regresaran a casa, Dana podría bromear tranquilamente sobre el incidente con los compañeros. Alice no tenía esa suerte. Sólo había tratado a tres personas en la oficina, a ninguna de las cuales conocía lo suficientemente bien como para expandir un rumor de ese tipo. Tenía el sentimiento profundo de que su reputación quedaría manchada por la serie de acontecimientos en los que había tenido la desgracia de participar en la última semana, y además, ¿por qué no?, podía ser despedida por conducta poco profesional.
A Alice le molestaba que Dana tuviera el poder de derribar todo su mundo tan fácilmente. La morena ni siquiera quería hablar de la posibilidad de que hubieran dormido juntas. Esta no era tampoco una conversación que a Alice le entusiasmara tener, pero deberían hablarlo, y Dana demostraba ser una idiota obstinada, cerrada de mente.
“¿Alice?”
“¿Si, Dana?”, Alice suspiró, pero no hizo ningún movimiento para dejar el cubículo en el que residía. Oyó pasos que se acercaban, y de repente vio dos pies por debajo del cubículo. “Dana, no puedo hacer pis si invades mi espacio personal”.
“Al, no es humanamente posible que tardes 10 minutos en hacer pis”, contestó Dana, apoyándose en la puerta del cubículo siguiente, esperando que Alice saliera. “Sal que podamos hablar, por favor”.
“No puedo”, contestó Alice con voz inexpresiva. Dana no dijo nada, esperando una explicación de Alice. “No hay papel higiénico”.
“Alice, no seas infantil, no estás haciendo pis”, gritó Dana fuerte, sintiéndose de repente impaciente con la rubia. Entró en el cubículo de al lado, se subió sobre el retrete y miró a Alice, que estaba sentada sobre el inodora, moviendo la pierna derecha nerviosamente y tirándose del pelo. “Al, vamos, sal del cuarto de baño”.
Alice levantó la cabeza, con una mirada de furia en sus ojos, abrió la puerta del cubículo y fue al cubículo donde estaba Dana. “¿Qué pasa contigo? No puedes fisgonear los cubículos que están ocupados por otras personas. ¡Nadie hace eso!”.
“Parecías trastornada cuando saliste Alice”, declaró Dana bajando del váter, sin hacer caso a lo que Alice estaba diciendo. “Y estuve pensando en ello y... bueno, quizás fui un poco dura. Pero tengo que hacerte una pregunta y me gustaría una repuesta sincera. ¿Vale?”.
Alice cruzó los brazos y levantó una ceja, esperando con impaciencia que Dana siguiera. “¿Bien?”.
“¿Te sientes atraida por mi? Románticamente, quiero decir”.
La rubia permaneció silenciosa durante un instante, asimilando las palabras de Dana. “Algo hay de eso”.
“¿Cómo? Eso explicaría por qué saliste corriendo tan deprisa”, sonrió Dana, mirando a Alice caminar y dirigirse hacia la derecha. “Todo este fingimiento... quizás de repente has comprendido... que estabas a gusto conmigo”.
Alice se detuvo delante de Dana, a unos pasos de distancia de su cara, y se quedó allí, respirando despacio y uniformemente, examinando los ojos de la morena. Alice sabía lo que Dana estaba haciendo, intentaba psicoanalizarla, intentando encontrar aún algo más de Alice que pudiera utilizar cuando volvieran al trabajo. De repente, colocó sus manos en los hombros de Dana, empujándola hacia una de las paredes del cubículo mientras atrapaba sus labios con los suyos propios, y su lengua se abría camino en la boca de Dana y le mordía el labio inferior, y sus manos se movían por las caderas de Dana y su cintura hasta sus pechos.
En cuanto oyó un gemido de Dana los ojos de Alice se abrieron, y se apartó de repente, acabando con todo contacto físico, pero manteniéndose todavía cerca de su cara.
“No, no siento ninguna inclinación romántica hacia ti, Dana”, susurró Alice, lanzando su aliento sobre el cuello de Dana, y lamiendo después sus labios de forma seductora. “Pero por otra parte, quizás tu si que deberías aclarar cuales son tus sentimientos verdaderos hacia mi”.
Dana no dijo ni una palabra. No podía decir nada porque le faltaba el aire. Había sido eclipsada. Gran momento, pero lo que más la asustaba era que no se había dado cuenta lo más mínimo. Con lo que no estaba de acuerdo era con el hecho de que quería que los labios de alice volvieran a besarla otra vez.
“Mejor, vamos”, dijo Alice arreglándose la camisa y volviendo a mirar a Dana una vez más. “No te olvides de ésto, ¿vale?”.
Y luego la rubia se fue, dejando a Dana pensando en lo que acababa de sentir dentro de ella, y como demonios podía haber sentido algo así por alice.
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