Sólo por un momento
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Sólo por un momento
Autora: tiff_duke
Título original: Just for a moment
Traducción: Violeta
CAPÍTULO 1
Le echó un vistazo al contador de gasolina y comprobó con satisfacción que había calculado bien. Afortunadamente, aquel coche era de fiar y no daba sustos… No podía decir lo mismo de su vida.
Dios, qué cansada estaba.
De conducir. De abandonar. De las últimas horas.
Cansaba todo aquello.
Agotaba. El amor y el desamor, y todas las trampas que había en medio. Eso agotaba. Entregarle a alguien tu corazón, toda tu confianza… y que luego ese alguien decida que eso no es lo que quiere, que eso no es lo que necesita.
Se aprende a la fuerza que todo son mentiras. Espejismos. El amor era el rey de la insensatez, y los demás sus súbditos. Pero ¿cómo podía haber gente que encontrara remanso en tal locura? ¿Cómo había quienes, incluso, eran felices?
Existía también una minoría que había aprendido a vivir al margen de ello. Que creía en el amor, pero se negaba a convertirse en una de sus víctimas.
Ella no era una de esas.
Se había entregado una y otra vez y una y otra vez habían despreciado esa entrega. Ya pensaba que, sin dudas, debía tratarse de su destino. Conducir sin rumbo fijo por solitarias carreteras en medio de la noche, escuchar las voces de la radio en la madrugada, ahogarse en el silencio de la soledad, y en la pequeña voz de la culpabilidad.
Pero ella no era culpable de nada. No era ella quien había abandonado.
Aunque, en realidad, eso no era del todo cierto.
La verdad era que, tras tantas horas conduciendo, ni ella misma sabía lo que era cierto y lo que no. Recordaba lo que habló, recordaba la conclusión… Parecía lógica en su momento, pero ahora… Ahora no tenía ni idea de nada.
Aunque había algo que sí sabía muy bien: la boda que todo el mundo esperaba ya no iba a celebrarse. Un precipitado anuncio de la cancelación, una huida de la fiesta tan cuidadosamente preparada.
Y ahora conduciendo, con su coche como única compañía. OJalá los invitados no se lo tomaran muy en cuenta.
Sus amigas querrían matarla, maldecirla, a pesar de las razones que habían conducido a aquella situación.
Pero ella tenía que irse.
Era fuerte, pero no tanto como para quedarse a ver cómo se desmontaba todo lo que había sido planeado, cómo se borraba todo aquello que estaba destinado a convertirse en su futuro.
Que pensaran lo que quisieran. Que la maldijeran. Que sacasen a la luz lo mejor y lo peor de ella. Tenía que pensar en ello, y asumir las consecuencias de aquella decisión.
Se suponía que debía estar casándose.
En lugar de eso estaba conduciendo.
Aminoró.
Aparcó y salió.
Se deleitó con la brisa marina. Nada que ver con el aire acondicionado del coche.
No tenía ni idea de cómo había ido a parar a ese lugar, por qué a ese de entre todos los lugares del mundo. Pero el caso es que allí estaba.
Apoyada contra la puerta, la miraba con expresión irónica, y una taza de café en la mano.
-No estás en la boda.
-Ni tú.
-¿Lleva azúcar? -dijo, tomando la taza.
-Dos terrones.
-Me has hecho café.
-Intenta distraerme todo lo que quieras, que yo averiguaré por qué no estás en tu boda igualmente.
-¿Y tú, por qué no estás?
-Porque no soy capaz de reconocerme sentadita y feliz, viendo cómo te casas.
-Respuesta sincera.
-Pues tu turno. ¿Por qué no estás en tu boda?
-Pues porque rompimos.
-Sí, claro.
-No, en serio.
-Ajam…
-Este era el único lugar al que podía venir.
-Claro, a estas horitas…
-¿Te he despertado?
-Sabes que me tienes para lo que quieras.
Hubo una pausa.
-Te veo poco sorprendida.
-Ya estaba avisada.
-¿Te llamó Alice?
-Alice me llamó.
-Y…
Reconoció la señal enseguida, porque la conocía como nadie. Así que le arrebató de las manos el café.
-Ven aquí.
Bette se acercó, y dejó que Tina la envolviera en su abrazo.
-Se suponía que me iba a casar.
-Lo sé -susurró Tina.
Título original: Just for a moment
Traducción: Violeta
CAPÍTULO 1
Le echó un vistazo al contador de gasolina y comprobó con satisfacción que había calculado bien. Afortunadamente, aquel coche era de fiar y no daba sustos… No podía decir lo mismo de su vida.
Dios, qué cansada estaba.
De conducir. De abandonar. De las últimas horas.
Cansaba todo aquello.
Agotaba. El amor y el desamor, y todas las trampas que había en medio. Eso agotaba. Entregarle a alguien tu corazón, toda tu confianza… y que luego ese alguien decida que eso no es lo que quiere, que eso no es lo que necesita.
Se aprende a la fuerza que todo son mentiras. Espejismos. El amor era el rey de la insensatez, y los demás sus súbditos. Pero ¿cómo podía haber gente que encontrara remanso en tal locura? ¿Cómo había quienes, incluso, eran felices?
Existía también una minoría que había aprendido a vivir al margen de ello. Que creía en el amor, pero se negaba a convertirse en una de sus víctimas.
Ella no era una de esas.
Se había entregado una y otra vez y una y otra vez habían despreciado esa entrega. Ya pensaba que, sin dudas, debía tratarse de su destino. Conducir sin rumbo fijo por solitarias carreteras en medio de la noche, escuchar las voces de la radio en la madrugada, ahogarse en el silencio de la soledad, y en la pequeña voz de la culpabilidad.
Pero ella no era culpable de nada. No era ella quien había abandonado.
Aunque, en realidad, eso no era del todo cierto.
La verdad era que, tras tantas horas conduciendo, ni ella misma sabía lo que era cierto y lo que no. Recordaba lo que habló, recordaba la conclusión… Parecía lógica en su momento, pero ahora… Ahora no tenía ni idea de nada.
Aunque había algo que sí sabía muy bien: la boda que todo el mundo esperaba ya no iba a celebrarse. Un precipitado anuncio de la cancelación, una huida de la fiesta tan cuidadosamente preparada.
Y ahora conduciendo, con su coche como única compañía. OJalá los invitados no se lo tomaran muy en cuenta.
Sus amigas querrían matarla, maldecirla, a pesar de las razones que habían conducido a aquella situación.
Pero ella tenía que irse.
Era fuerte, pero no tanto como para quedarse a ver cómo se desmontaba todo lo que había sido planeado, cómo se borraba todo aquello que estaba destinado a convertirse en su futuro.
Que pensaran lo que quisieran. Que la maldijeran. Que sacasen a la luz lo mejor y lo peor de ella. Tenía que pensar en ello, y asumir las consecuencias de aquella decisión.
Se suponía que debía estar casándose.
En lugar de eso estaba conduciendo.
Aminoró.
Aparcó y salió.
Se deleitó con la brisa marina. Nada que ver con el aire acondicionado del coche.
No tenía ni idea de cómo había ido a parar a ese lugar, por qué a ese de entre todos los lugares del mundo. Pero el caso es que allí estaba.
Apoyada contra la puerta, la miraba con expresión irónica, y una taza de café en la mano.
-No estás en la boda.
-Ni tú.
-¿Lleva azúcar? -dijo, tomando la taza.
-Dos terrones.
-Me has hecho café.
-Intenta distraerme todo lo que quieras, que yo averiguaré por qué no estás en tu boda igualmente.
-¿Y tú, por qué no estás?
-Porque no soy capaz de reconocerme sentadita y feliz, viendo cómo te casas.
-Respuesta sincera.
-Pues tu turno. ¿Por qué no estás en tu boda?
-Pues porque rompimos.
-Sí, claro.
-No, en serio.
-Ajam…
-Este era el único lugar al que podía venir.
-Claro, a estas horitas…
-¿Te he despertado?
-Sabes que me tienes para lo que quieras.
Hubo una pausa.
-Te veo poco sorprendida.
-Ya estaba avisada.
-¿Te llamó Alice?
-Alice me llamó.
-Y…
Reconoció la señal enseguida, porque la conocía como nadie. Así que le arrebató de las manos el café.
-Ven aquí.
Bette se acercó, y dejó que Tina la envolviera en su abrazo.
-Se suponía que me iba a casar.
-Lo sé -susurró Tina.
anita- Yujuu! me empieza a gustar el foreo
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Fecha de inscripción : 06/03/2008
Re: Sólo por un momento
CAPÍTULO 2
-Entonces… ¿vas a hablar de ello o prefieres tomarte tu tiempo?
-Deja que vaya a mi ritmo, que siempre vamos al tuyo -dijo Bette, siguiendo a Tina hacia el interior de la casa.
-Sabes que no voy a dejar que te lo calles.
-Y tú sabes que hablaré cuando esté preparada para hablar.
-¿Lo harás? -Tina la miró fijamente a los ojos.
-Lo prometo –dijo Bette, sosteniendo la mirada y sonriendo solemnemente.
-¿Me puedes decir al menos cómo está ella?
-Realmente… creo que Alice lo sabrá mejor que yo…
-¿Pero habéis hablado?
-Tee… -suspiró Bette.
-Venga, ayúdame a entender.
-Está bien. Verás… tuvimos una conversación. Me dejó, me dijo que cogía los billetes de la luna de miel, que devolvería el mío y se iría ella sola. Y cuando voy a contárselo a Alice, ya estaba enterada.
-No.
-Sí.
-Joder…
-Sí, eso justamente dije yo… ¿Quieres saber más?
-¿Cómo es que has acabado aquí?
-Anuncié que se cancelaba todo, le dije a Kit que me iba, me metí en el coche y empecé a conducir como una loca. Necesitaba que alguien me dijera que mi vida no es un puto chiste.
-Yo pensaba de veras que estabais hechas la una para la otra.
-Lo pensabas –Bette se acabó el café que Tina le había ofrecido en la puerta-. ¿Me vas a ofrecer algo más o el hecho de no haberme casado me deja sin más opciones que el café?
-Vayamos a la cocina –Tina empujó la puerta y fue directa a la nevera-. Ahora mismo sólo tenemos cosas que exigen preparación.
-Pues necesito comer algo ya.
-Eso me suena- dijo Tina, advirtiendo por encima del hombro cómo Bette se sentaba en la mesa.
-Por eso te gusto tanto.
-No soy partidaria de esto, pero teniendo en cuenta que vienes de una boda frustrada… creo que te hace falta -dijo Tina, dándole un bote de helado con una cuchara.
Bette sonrió agradecida.
-Cuánta razón tienes.
Tina le devolvió la sonrisa, y se sentó frente a ella en la mesa.
-Sé que resulta extraño, pero me gusta que seas tú la persona a la que acudo cuando estoy mal.
-Y yo me alegro de que estemos hablando.
Bette se detuvo y la miró.
-¿T?
-¿Sí?
-¿No tendrás sirope, verdad?
-B, tenemos una hija de 7 años. Por supuesto que tengo sirope -Tina se levantó para sacar el sirope de la nevera y ofrecérselo a Bette. Justo en ese momento apareció Angelica, que corrió directa a los brazos de Bette.
-¡Mamá! -exclamó, y, luego, volviéndose hacia su otra madre- ¡No dijiste que Mamá estaba aquí!
-Acaba de llegar, cariño.
La niña se fijó en el desayuno de Bette y lanzó una mirada acusadora a Tina.
-Mamá ¿por qué ella puede tomar helado para desayunar y yo no?
-Porque no -contestó Tina con rotundidad.
A continuación sacó 5 cajas de cereales y sentó a Angelica en una silla junto a Bette.
-¿5?
-Mejor que no mires.
Bette ignoró el consejo y observó cómo su hija iba llenando su bol con un poco de cada caja y mezclándolo finalmente con la leche.
-Repugnante.
Angelica la miró.
-No, a ver… Si… repugnante es lo que estoy tomando yo, cariño.
Angelica suspiró dramáticamente.
-Quiero un desayuno completo.
Bette miró a Tina, pero esta negó con la cabeza.
Angelica le mostró a Bette las cajas de cereales.
-Mamá dice que estos son los mejores, así que cojo un puñado de esos. Pero no tienen azúcar. Estos sí tienen azúcar, pero no tienen frutas. Y estos tienen frutas, pero sólo el 5% de calcio. Estos sí están enriquecidos con calcio, pero no tienen chocolate.
-“¿Enriquecidos?” ¿Mamá te regaló un diccionario?
-¡Y un tesauro!
Bette se volvió hacia Tina, que la miraba de manera acusadora, como si fuera culpa suya el ataque de tecnicismos de la niña.
-Ajá… vale, vale. ¿Y para qué es el chocolate?
-Para mí. Ya lo sabes.
-Sí -asintió Bette. Luego se volvió a Tina-. Es exactamente igual que tú.
-Querrás decir exactamente igual... ¡que tú! -respondió Tina, lanzándole una bolsita de té.
-Es exactamente igual que ambas dos -dijo alguien desde la puerta.
-¡Tía Helena! ¡Mira, Mamá está aquí!
-Ya me he dado cuenta -dijo Helena, entrando en la cocina y besando a Tina en la mejilla-. Estáis desayunando en la cocina.
-Angelica se levantó de pronto y nos encontró aquí.
-Supongo que esto significa que se cancela mi viaje a Canadá con tu hija -dijo Helena, dirigiéndose a Bette.
-Evidentemente.
Helena se fijó en el desayuno de Bette y se volvió hacia Tina.
-¿Cómo es que está tomando helado en el desayuno?
-¿Te han dejado plantada en el altar?
-No.
-Entonces no hay helado para ti.
-Juro que le gustas tú más que yo –murmuró Helena a Bette. Puso agua caliente en su taza y abandonó la cocina.
Bette se volvió a Tina, interrogándola con la mirada.
-Angie y yo tratamos de disuadirla, pero ella insiste siempre en comer en la mesa del comedor.
-Disuadirla –repitió Angelica.
-Sigo sin creer que al final hayas vuelto con Helena.
-¿Por qué?
-Pues porque sí –dijo Bette simplemente, sin ganas de discutir el asunto delante de su hija.
-No te veo muy bien, mamá –dijo Angie, mirándola.
Bette le sonrió.
-Mi corazón no anda muy bien, cariño.
-¿Puedes arreglarlo? –preguntó la niña, volviéndose hacia Tina.
-¿Qué? –se sobresaltó Tina.
Angie se dirigió de nuevo a Bette.
-Mamá es muy buena arreglando cosas. O cuando me duele algo, ella hace que el dolor desaparezca.
-Claro que lo hace.
-Por eso… ¿quieres que te lo arregle?
-Eh… -Bette miró a Tina, que estaba dándole vueltas a su taza de café-. ¿Qué estás haciendo?
-Ignorando lo que nuestra hija acaba de decirte.
-Lo hace mucho.
-Apuesto a que sí –Bette sentó a la niña en su regazo-. ¿Qué tienes planeado hacer hoy, Angie?
-Nada. Mamá y yo íbamos a sacar a pasear a Perrito por la playa.
-¿Todavía no le habéis puesto un nombre decente a ese perro?
-Te estoy ignorando.
-¿Puedo ir con vosotras?
-No creo que estés preparada.
-¿Es que hay exámenes de “estar preparada”?
-Hoy sí.
Helena regresó a la cocina, interrumpiendo la discusión familiar.
-Tina, llamaron de la Fundación. Tengo que irme hoy a Nueva York. ¿Estarás bien aquí sola?
-Claro, Angie y yo estaremos bien.
-Puede que sea un abuso… –dijo Bette de pronto.
-¿Pero?
-Estaba pensando que, quizá, podría quedarme aquí –sugirió Bette con cautela.
Tina y Helena cruzaron una mirada y preguntaron al unísono.
-¿Por?
-¡Sí! ¡Podemos pasar el verano juntas! –exclamó Angelica, entusiasmada.
-Eso es.
Helena miraba a Tina, que se había quedado de piedra. Sería incapaz de negarse, dada la ilusionada reacción de su hija. Tenían una relación sincera, y Helena sabía que, aunque ellas eran simplemente amigas, Tina aún albergaba intensos sentimientos hacia Bette Porter.
-Voy a hacer la maleta.
Tina la miró, suplicando que se quedara. Pero, al mismo tiempo, tenía curiosidad acerca de los motivos de la ruptura y no-boda de Bette, y difícilmente podría conocerlos si Helena andaba cerca.
-¿No tendrás un lío en Nueva York?
-¿No tendrás un motivo para querer quedarte?
-No quiero volver a casa hasta que todo se despeje. Y aquí no me van a encontrar.
-Bueno, son cosas tuyas. Pero nada de trapicheos, vosotras tres ¿eh? Y sobre todo lo digo por las adultas –Helena colocó su taza en el fregadero y las sonrió-. Me voy yendo.
-Diviértete con las maletas.
-Y tú… -Helena se detuvo-. Diviértete.
Bette y Tina permanecieron en silencio mientras veían marcharse a Helena, y Angelica puso de nuevo su atención en el combinado de cereales.
-Sigue sin fiarse de ti y de mí –sonrió Bette.
-No la culpes. No es muy común que la ex de tu pareja sea su mejor amiga.
-Tú pasaste por ello.
-Sí, y mira dónde estamos ahora.
-Ahora soy tu mejor amiga.
-Ya, pero se suponía que íbamos a estar juntas para siempre.
Bette reposó la barbilla en el hombro de su hija, pensativa.
-Me agrada ser tu mejor amiga.
-Y a mí también.
-Y a mí –intervino Angelica, que se acababa de terminar el desayuno.
-Me dejas anonadada.
-Mamá, vamos a sacar a Perrito a dar un paseo.
-Claro, Angie. ¿Me enseñarás la playa?
-Vale.
Angelica besó a sus madres y se fue a buscar al perro.
-¿Te encuentras bien?
-Creo que voy a hablar con Helena.
-¿Nos vemos en una hora? –preguntó Bette. Si las charlas anteriores a un viaje de negocios resultaban ser como lo eran las suyas, seguramente habría algo más que charla.
-Una hora –Tina se levantó y besó a Bette en la cabeza-. Perrito sabe volver solo a casa. No dejes que Angelica te engañe haciéndote creer que hay que estar todo el rato tras él.
-Lo tendré en cuenta.
Tina dejó la cocina.
Bette se miró las manos, el lugar donde debía estar su anillo. Se preguntó qué estaría haciendo Julia en aquellos momentos.
-¿Estás segura?
Tina estaba sentada en la cama, viendo cómo Helena hacía el equipaje.
-Se trata de vosotras dos. Por supuesto que no estoy segura.
-Me refería al traje de fiesta. ¿Para qué necesitas un traje de fiesta?
-Ya sabes cómo es mi madre, cuando quiere mostrarme ante esa gente que la idolatra… Tal vez simplemente debería enviarle a Bette…
-¿Por qué eres tan pasiva-agresiva con Bette? –Tina cogió una blusa de la maleta-. Esto es mío.
-¿Ah, sí?
Tina le mostró la etiqueta.
-Vamos. ¿Qué tiene Bette que despierta a la zorra que llevas dentro?
-¿Y para que atraiga a la zorra que eres por fuera, qué tiene?
-Helena.
-Pues porque sí. Porque sois vosotras dos. Y aunque esta vez me elegiste a mí en lugar de ella… en otro tiempo la cosa fue al revés. Estás sentada en mis pantalones.
Tina se levantó y le dio los pantalones.
-¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?
-Una semana. Tal vez dos. No hagas pucheritos, querida, no te favorece nada.
-Pero el verano acaba de empezar.
-Sí, y tu hija te tendrá tan entretenida que no te dará tiempo a echarme demasiado de menos… Porque me echarás de menos ¿no?
-Se supone –rió Tina-. ¿Qué planes tiene Winnie este verano?
-Tina… ¿no es suficiente que Bette y tú sigáis siendo la pareja más sexy del lugar, aunque ya no estéis juntas… también quieres ampliar tus pervertidos horizontes con mi ex? –bromeó Helena, mientras acababa de cerrar la maleta-. Le preguntaré, y ya te llamaré si le saco algo.
-Gracias.
-Pero ¿para qué quieres saberlo?
-Por si me da alguna idea… cómo pasa ella el verano junto a Wilson y Jun Ying. Porque mi hija… Primero de todo no quiere pisar un campamento. Y luego, cuando se aburre, se pone insoportable.
-Podéis llevarla de tour por los museos.
-¡Oh, sí! ¡Magnífica idea! Y, para terminar de darle el verano… ¡podemos leer!
-El sarcasmo no va contigo. Lo sabes ¿verdad?
-Y Bette y tú tenéis tanto en común… deberíais salir juntas.
-Qué asquerosita eres.
-Pagaría por ver algo así.
-¿Y no por formar parte?
-Es que eso no tendría precio –dijo Tina con mirada traviesa.
-Vete a la mierda.
-Espero que acepten la MasterCard.
-Eres increíble.
-Eso dicen.
Tina se sentó en la cama, una vez que Helena hubo retirado las maletas.
-Así que… estarás fuera unos días...
-Sip… Y una cosa te digo… mantén tus manitas fuera del cuarto de invitados.
-Como si hicieran falta las extremidades para hacer el amor...
Helena arqueó una ceja.
-¿Y cómo es eso?
-Los magos nunca revelan sus trucos.
-Bueno ¿y cómo es el truco?
Tina sonrió, y procedió a hacerle una demostración.
…………….
-Entonces… ¿vas a hablar de ello o prefieres tomarte tu tiempo?
-Deja que vaya a mi ritmo, que siempre vamos al tuyo -dijo Bette, siguiendo a Tina hacia el interior de la casa.
-Sabes que no voy a dejar que te lo calles.
-Y tú sabes que hablaré cuando esté preparada para hablar.
-¿Lo harás? -Tina la miró fijamente a los ojos.
-Lo prometo –dijo Bette, sosteniendo la mirada y sonriendo solemnemente.
-¿Me puedes decir al menos cómo está ella?
-Realmente… creo que Alice lo sabrá mejor que yo…
-¿Pero habéis hablado?
-Tee… -suspiró Bette.
-Venga, ayúdame a entender.
-Está bien. Verás… tuvimos una conversación. Me dejó, me dijo que cogía los billetes de la luna de miel, que devolvería el mío y se iría ella sola. Y cuando voy a contárselo a Alice, ya estaba enterada.
-No.
-Sí.
-Joder…
-Sí, eso justamente dije yo… ¿Quieres saber más?
-¿Cómo es que has acabado aquí?
-Anuncié que se cancelaba todo, le dije a Kit que me iba, me metí en el coche y empecé a conducir como una loca. Necesitaba que alguien me dijera que mi vida no es un puto chiste.
-Yo pensaba de veras que estabais hechas la una para la otra.
-Lo pensabas –Bette se acabó el café que Tina le había ofrecido en la puerta-. ¿Me vas a ofrecer algo más o el hecho de no haberme casado me deja sin más opciones que el café?
-Vayamos a la cocina –Tina empujó la puerta y fue directa a la nevera-. Ahora mismo sólo tenemos cosas que exigen preparación.
-Pues necesito comer algo ya.
-Eso me suena- dijo Tina, advirtiendo por encima del hombro cómo Bette se sentaba en la mesa.
-Por eso te gusto tanto.
-No soy partidaria de esto, pero teniendo en cuenta que vienes de una boda frustrada… creo que te hace falta -dijo Tina, dándole un bote de helado con una cuchara.
Bette sonrió agradecida.
-Cuánta razón tienes.
Tina le devolvió la sonrisa, y se sentó frente a ella en la mesa.
-Sé que resulta extraño, pero me gusta que seas tú la persona a la que acudo cuando estoy mal.
-Y yo me alegro de que estemos hablando.
Bette se detuvo y la miró.
-¿T?
-¿Sí?
-¿No tendrás sirope, verdad?
-B, tenemos una hija de 7 años. Por supuesto que tengo sirope -Tina se levantó para sacar el sirope de la nevera y ofrecérselo a Bette. Justo en ese momento apareció Angelica, que corrió directa a los brazos de Bette.
-¡Mamá! -exclamó, y, luego, volviéndose hacia su otra madre- ¡No dijiste que Mamá estaba aquí!
-Acaba de llegar, cariño.
La niña se fijó en el desayuno de Bette y lanzó una mirada acusadora a Tina.
-Mamá ¿por qué ella puede tomar helado para desayunar y yo no?
-Porque no -contestó Tina con rotundidad.
A continuación sacó 5 cajas de cereales y sentó a Angelica en una silla junto a Bette.
-¿5?
-Mejor que no mires.
Bette ignoró el consejo y observó cómo su hija iba llenando su bol con un poco de cada caja y mezclándolo finalmente con la leche.
-Repugnante.
Angelica la miró.
-No, a ver… Si… repugnante es lo que estoy tomando yo, cariño.
Angelica suspiró dramáticamente.
-Quiero un desayuno completo.
Bette miró a Tina, pero esta negó con la cabeza.
Angelica le mostró a Bette las cajas de cereales.
-Mamá dice que estos son los mejores, así que cojo un puñado de esos. Pero no tienen azúcar. Estos sí tienen azúcar, pero no tienen frutas. Y estos tienen frutas, pero sólo el 5% de calcio. Estos sí están enriquecidos con calcio, pero no tienen chocolate.
-“¿Enriquecidos?” ¿Mamá te regaló un diccionario?
-¡Y un tesauro!
Bette se volvió hacia Tina, que la miraba de manera acusadora, como si fuera culpa suya el ataque de tecnicismos de la niña.
-Ajá… vale, vale. ¿Y para qué es el chocolate?
-Para mí. Ya lo sabes.
-Sí -asintió Bette. Luego se volvió a Tina-. Es exactamente igual que tú.
-Querrás decir exactamente igual... ¡que tú! -respondió Tina, lanzándole una bolsita de té.
-Es exactamente igual que ambas dos -dijo alguien desde la puerta.
-¡Tía Helena! ¡Mira, Mamá está aquí!
-Ya me he dado cuenta -dijo Helena, entrando en la cocina y besando a Tina en la mejilla-. Estáis desayunando en la cocina.
-Angelica se levantó de pronto y nos encontró aquí.
-Supongo que esto significa que se cancela mi viaje a Canadá con tu hija -dijo Helena, dirigiéndose a Bette.
-Evidentemente.
Helena se fijó en el desayuno de Bette y se volvió hacia Tina.
-¿Cómo es que está tomando helado en el desayuno?
-¿Te han dejado plantada en el altar?
-No.
-Entonces no hay helado para ti.
-Juro que le gustas tú más que yo –murmuró Helena a Bette. Puso agua caliente en su taza y abandonó la cocina.
Bette se volvió a Tina, interrogándola con la mirada.
-Angie y yo tratamos de disuadirla, pero ella insiste siempre en comer en la mesa del comedor.
-Disuadirla –repitió Angelica.
-Sigo sin creer que al final hayas vuelto con Helena.
-¿Por qué?
-Pues porque sí –dijo Bette simplemente, sin ganas de discutir el asunto delante de su hija.
-No te veo muy bien, mamá –dijo Angie, mirándola.
Bette le sonrió.
-Mi corazón no anda muy bien, cariño.
-¿Puedes arreglarlo? –preguntó la niña, volviéndose hacia Tina.
-¿Qué? –se sobresaltó Tina.
Angie se dirigió de nuevo a Bette.
-Mamá es muy buena arreglando cosas. O cuando me duele algo, ella hace que el dolor desaparezca.
-Claro que lo hace.
-Por eso… ¿quieres que te lo arregle?
-Eh… -Bette miró a Tina, que estaba dándole vueltas a su taza de café-. ¿Qué estás haciendo?
-Ignorando lo que nuestra hija acaba de decirte.
-Lo hace mucho.
-Apuesto a que sí –Bette sentó a la niña en su regazo-. ¿Qué tienes planeado hacer hoy, Angie?
-Nada. Mamá y yo íbamos a sacar a pasear a Perrito por la playa.
-¿Todavía no le habéis puesto un nombre decente a ese perro?
-Te estoy ignorando.
-¿Puedo ir con vosotras?
-No creo que estés preparada.
-¿Es que hay exámenes de “estar preparada”?
-Hoy sí.
Helena regresó a la cocina, interrumpiendo la discusión familiar.
-Tina, llamaron de la Fundación. Tengo que irme hoy a Nueva York. ¿Estarás bien aquí sola?
-Claro, Angie y yo estaremos bien.
-Puede que sea un abuso… –dijo Bette de pronto.
-¿Pero?
-Estaba pensando que, quizá, podría quedarme aquí –sugirió Bette con cautela.
Tina y Helena cruzaron una mirada y preguntaron al unísono.
-¿Por?
-¡Sí! ¡Podemos pasar el verano juntas! –exclamó Angelica, entusiasmada.
-Eso es.
Helena miraba a Tina, que se había quedado de piedra. Sería incapaz de negarse, dada la ilusionada reacción de su hija. Tenían una relación sincera, y Helena sabía que, aunque ellas eran simplemente amigas, Tina aún albergaba intensos sentimientos hacia Bette Porter.
-Voy a hacer la maleta.
Tina la miró, suplicando que se quedara. Pero, al mismo tiempo, tenía curiosidad acerca de los motivos de la ruptura y no-boda de Bette, y difícilmente podría conocerlos si Helena andaba cerca.
-¿No tendrás un lío en Nueva York?
-¿No tendrás un motivo para querer quedarte?
-No quiero volver a casa hasta que todo se despeje. Y aquí no me van a encontrar.
-Bueno, son cosas tuyas. Pero nada de trapicheos, vosotras tres ¿eh? Y sobre todo lo digo por las adultas –Helena colocó su taza en el fregadero y las sonrió-. Me voy yendo.
-Diviértete con las maletas.
-Y tú… -Helena se detuvo-. Diviértete.
Bette y Tina permanecieron en silencio mientras veían marcharse a Helena, y Angelica puso de nuevo su atención en el combinado de cereales.
-Sigue sin fiarse de ti y de mí –sonrió Bette.
-No la culpes. No es muy común que la ex de tu pareja sea su mejor amiga.
-Tú pasaste por ello.
-Sí, y mira dónde estamos ahora.
-Ahora soy tu mejor amiga.
-Ya, pero se suponía que íbamos a estar juntas para siempre.
Bette reposó la barbilla en el hombro de su hija, pensativa.
-Me agrada ser tu mejor amiga.
-Y a mí también.
-Y a mí –intervino Angelica, que se acababa de terminar el desayuno.
-Me dejas anonadada.
-Mamá, vamos a sacar a Perrito a dar un paseo.
-Claro, Angie. ¿Me enseñarás la playa?
-Vale.
Angelica besó a sus madres y se fue a buscar al perro.
-¿Te encuentras bien?
-Creo que voy a hablar con Helena.
-¿Nos vemos en una hora? –preguntó Bette. Si las charlas anteriores a un viaje de negocios resultaban ser como lo eran las suyas, seguramente habría algo más que charla.
-Una hora –Tina se levantó y besó a Bette en la cabeza-. Perrito sabe volver solo a casa. No dejes que Angelica te engañe haciéndote creer que hay que estar todo el rato tras él.
-Lo tendré en cuenta.
Tina dejó la cocina.
Bette se miró las manos, el lugar donde debía estar su anillo. Se preguntó qué estaría haciendo Julia en aquellos momentos.
-¿Estás segura?
Tina estaba sentada en la cama, viendo cómo Helena hacía el equipaje.
-Se trata de vosotras dos. Por supuesto que no estoy segura.
-Me refería al traje de fiesta. ¿Para qué necesitas un traje de fiesta?
-Ya sabes cómo es mi madre, cuando quiere mostrarme ante esa gente que la idolatra… Tal vez simplemente debería enviarle a Bette…
-¿Por qué eres tan pasiva-agresiva con Bette? –Tina cogió una blusa de la maleta-. Esto es mío.
-¿Ah, sí?
Tina le mostró la etiqueta.
-Vamos. ¿Qué tiene Bette que despierta a la zorra que llevas dentro?
-¿Y para que atraiga a la zorra que eres por fuera, qué tiene?
-Helena.
-Pues porque sí. Porque sois vosotras dos. Y aunque esta vez me elegiste a mí en lugar de ella… en otro tiempo la cosa fue al revés. Estás sentada en mis pantalones.
Tina se levantó y le dio los pantalones.
-¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?
-Una semana. Tal vez dos. No hagas pucheritos, querida, no te favorece nada.
-Pero el verano acaba de empezar.
-Sí, y tu hija te tendrá tan entretenida que no te dará tiempo a echarme demasiado de menos… Porque me echarás de menos ¿no?
-Se supone –rió Tina-. ¿Qué planes tiene Winnie este verano?
-Tina… ¿no es suficiente que Bette y tú sigáis siendo la pareja más sexy del lugar, aunque ya no estéis juntas… también quieres ampliar tus pervertidos horizontes con mi ex? –bromeó Helena, mientras acababa de cerrar la maleta-. Le preguntaré, y ya te llamaré si le saco algo.
-Gracias.
-Pero ¿para qué quieres saberlo?
-Por si me da alguna idea… cómo pasa ella el verano junto a Wilson y Jun Ying. Porque mi hija… Primero de todo no quiere pisar un campamento. Y luego, cuando se aburre, se pone insoportable.
-Podéis llevarla de tour por los museos.
-¡Oh, sí! ¡Magnífica idea! Y, para terminar de darle el verano… ¡podemos leer!
-El sarcasmo no va contigo. Lo sabes ¿verdad?
-Y Bette y tú tenéis tanto en común… deberíais salir juntas.
-Qué asquerosita eres.
-Pagaría por ver algo así.
-¿Y no por formar parte?
-Es que eso no tendría precio –dijo Tina con mirada traviesa.
-Vete a la mierda.
-Espero que acepten la MasterCard.
-Eres increíble.
-Eso dicen.
Tina se sentó en la cama, una vez que Helena hubo retirado las maletas.
-Así que… estarás fuera unos días...
-Sip… Y una cosa te digo… mantén tus manitas fuera del cuarto de invitados.
-Como si hicieran falta las extremidades para hacer el amor...
Helena arqueó una ceja.
-¿Y cómo es eso?
-Los magos nunca revelan sus trucos.
-Bueno ¿y cómo es el truco?
Tina sonrió, y procedió a hacerle una demostración.
…………….
anita- Yujuu! me empieza a gustar el foreo
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Re: Sólo por un momento
CAPÍTULO 3
Tina se acercó a Bette por detrás y se sentó a su lado en la arena. Frente a ellas, Angelica jugaba con el perro.
-¿Por qué no le habéis puesto un nombre en condiciones a ese perro? -Bette rompió el silencio.
-En la correa pone Oliver, pero no responde a otra cosa que no sea Perrito, o sea que…
-Quizá no se llame Oliver.
-Jaja, es posible.
-¿Se ha ido ya?
-Yep.
-¿Solas tú y yo, entonces?
-Y Angelica.
-Claro –Angelica se volvió hacia sus madres y las saludó con la mano, y ellas hicieron lo propio-. ¿Sabrá que estoy locamente enamorada de ella?
-¿Helena? –bromeó Tina.
-Qué graciosa.
-Estoy segura de que Angelica lo sabe.
-Se nos cae la baba con ella.
-Totalmente –Tina la miró de soslayo-. ¿Qué fue lo que pasó?
-¿Con qué?
-Con tu boda.
-Es una larga historia.
-Pues acórtala.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Decidimos que no estábamos hechas la una para la otra.
-¿Y no pudisteis daros cuenta antes de hacer los planes de boda?
-Sí, ya... yo fui la que se lo propuse… Pero ¿por qué no estabas allí, T?
-Tenía cosas que hacer.
-Sí, claro.
Tina suspiró, sin saber qué decir. Oportunamente, Angelica la sacó del aprieto, dejando de jugar y echándose en sus brazos. Bette, al mirarlas, recordó inevitablemente otros tiempos. Otros tiempos en los que era ella quien abrazaba así a Tina.
-Hola, cariño –saludó Tina, besando la mejilla de su hija.
-¿Vamos a ir a comprar los colores ahora? –preguntó Angelica con ansiedad.
-Te dije que hoy tengo que trabajar.
Angelica se volvió entonces hacia Bette, buscando ayuda.
-No, no… No empieces, Angelica.
-Mamá ¿quieres venir con nosotras?
-Claro que sí –respondió Bette, sonriente.
-Te dije que vendría.
-Pues mamá tenía otros planes.
-Pero ahora está aquí.
-Sí. Es cierto.
Tina se quedó mirando fijamente a Bette.
-¿Qué vas a probar este verano, Angie? ¿Pintura al óleo?
-Acuarelas.
-Qué atrevido.
-Qué económico.
-Yo quería óleo.
-Tiene que practicar primero.
-Vamos, T… Estoy aquí para enseñarla.
Angelica miró a Tina con ojos suplicantes. Tina miró a las dos, y finalmente dijo:
-Está bien… pero yo no pienso pagarlo… que conste.
-OK -dijo Angelica rápidamente.
-OK, T –sonrió Bette.
Tina sacudió la cabeza. Qué fácilmente se dejaba embaucar por aquellas dos. Se levantó.
-¿A dónde vas?
-Tengo que trabajar… Y comer, por cierto.
-Aún es temprano.
-Pues entonces voy a dar un paseo… Angelica ¿me dejas tu perro para dar un paseo? Necesito compañía.
-Voy contigo. ¿Vienes, Mamá B?
Bette miró a su hija, y vio el brillo entusiasmado de sus ojos, tan parecido al de Tina. Era imposible decir no a aquellos ojos.
-Me encantaría.
-¡Vamos, Oliver! –llamó Angelica, y echó a correr por la arena. Al darse la vuelta, pudo comprobar que el perro no la estaba siguiendo- ¡Oliver!
Ni caso.
-¡Perrito!
Entonces sí. Bette y Tina intercambiaron una mirada.
-¡Ala, ya va dirigiendo el camino!
-Nos ha engañado.
-Hija tuya tenía que ser…
-Sí, claro… Y esa miradita suplicante no lleva la marca Porter, no…
-¿Qué miradita suplicante?
-Bah, tú sabes de qué miradita hablo –insistió Tina, mientras comenzaba a caminar tras Angelica.
-Pues no…
-Si tú lo dices…
-¡Que no!
-Ah, será que estoy tonta perdía…
-¡Ten cuidado! –gritó Bette a Angelica-. Mira que os gusta la pelea ¿eh?
-¿Cómo si no crees que logro mantenerme en tan buena forma?
-Tengo que decirte una cosa… pero tienes que prometerme que no te vas a enfadar.
-Uy, qué mal suena…
-Prométemelo.
-Lo prometo.
-Puede que la gente piense que tú eres el motivo por el cual no me he casado.
-Bette.
-¿Qué?
-¿Por qué iban a pensar…?
-Tranquila, deja que te explique… Estaba viendo algunos votos que escribí cuando tú y yo estábamos juntas… y esperaba usarlos para esta ocasión.
-¿Ibas a usar votos reciclados?
-Hombre, dicho así, no suena…
-¿Escribiste votos para mí?
-Bah, céntrate en lo que estoy diciendo.
-Vaaale… Reciclaste tus votos –se burló Tina, ganándose una mirada de odio por parte de su ex-. Venga, sigue.
-Bueno, pues de eso trató la charla que tuvimos Julia y yo. De que posiblemente nos íbamos a casar por las razones equivocadas.
-Yo os he visto juntas y no creo que haya ninguna razón equivocada.
-¿Miedo, tal vez?
-¿Miedo de qué?
-De que me dejase como lo hiciste tú.
-No creo que nadie pueda dejarte como lo hice yo.
-Vamos, ya sabes a lo que me refiero.
-Claro que lo sé… Pero odio que tras 7 años separadas… todavía siga habiendo fantasmas entre nosotras.
-Pero el caso es que los hay.
-Ya. ¿Y qué pasa con Julia?
-Pues que piensa que es muy joven para casarse.
-¡Angelica, no te acerques tanto a la orilla!
-¡Perdón!
-Parece ser que soy un estorbo para su carrera.
-Estoy segura de que “estorbo” no es la palabra…
-Pues esa fue la que utilizó…
-Qué perra.
-Ya ves –Bette rió amargamente-. Bueno, pues le dije que tenía los votos preparados, y todo eso…
-No lo hiciste… -Tina hizo una mueca de dolor.
-¿Cómo iba yo a saber que ella había estado revolviendo entre mis cosas? Bueno, me echó una tremenda bronca por pretender usar con ella las promesas que te había escrito a ti.
-A ver, espera… ¿O sea que ella quería renunciar al compromiso por el tema de su carrera y luego te echa la bronca por el asunto de los votos?
-Bueno, exactamente no le contamos a nadie el motivo. Pero me da la sensación de que el asunto de los votos cobrará una gran importancia en su versión de la historia.
-¿Y qué haces aquí? B ¿me vas a matar por accidente o a propósito?
-Qué exagerada eres.
-Oh, Bette… Mi dulce e inocente Bette… ¿Cuándo te volviste así de estúpida?
-¡Eh!
-Bueno, empecemos con lo de los votos reciclados.
-Pues las típicas promesas: “Te amaré toda la vida”, “Prometo no hacerte daño”…
-¿Me ibas a hacer promesas típicas? –preguntó Tina con indignación.
-Tú no querías casarte.
-Gracias a Dios, porque vaya… ¡Promesas típicas!
Bette frunció el ceño.
-¿Qué vería yo en ti?
-Tres palabras: Best -Sex -Ever.
Bette concedió el tanto.
-Pero vosotras dos habéis estado saliendo durante casi dos años. ¿Por qué de repente te has convertido en un estorbo para su carrera?
-Bueno, yo tengo una galería aquí… y ella es una fotógrafa de moda, y, bueno…
-Vuestros estilos de vida no encajan.
-Eso parece.
-Pero eso antes no había sido un problema.
-Lo sé. Pero ella ama su trabajo, y si piensa que casarse conmigo va a suponer un lastre… yo no puedo forzarla a nada.
Tina iba a replicarle, pero pensó que sería mejor dejarlo para otro momento en que pudiesen hablar con más calma.
Angelica llegó corriendo y cogió de la mano a Tina.
-¡Mamá, volvamos!
-¿Por?
-Estoy cansada.
-Claro, de tanto correr…
-Caminas muy despacio, mamá… -dijo Angelica, tirando de su mano en dirección a la casa.
Tina se volvió para agarrar el brazo de Bette y tirar también de ella.
-Allá donde vaya, te llevaré conmigo.
Bette rió.
-Qué listilla eres.
-¿Has visto qué desagradables son las promesas típicas?
-No tiene gracia.
-Claro que la tiene.
……………
Tina se acercó a Bette por detrás y se sentó a su lado en la arena. Frente a ellas, Angelica jugaba con el perro.
-¿Por qué no le habéis puesto un nombre en condiciones a ese perro? -Bette rompió el silencio.
-En la correa pone Oliver, pero no responde a otra cosa que no sea Perrito, o sea que…
-Quizá no se llame Oliver.
-Jaja, es posible.
-¿Se ha ido ya?
-Yep.
-¿Solas tú y yo, entonces?
-Y Angelica.
-Claro –Angelica se volvió hacia sus madres y las saludó con la mano, y ellas hicieron lo propio-. ¿Sabrá que estoy locamente enamorada de ella?
-¿Helena? –bromeó Tina.
-Qué graciosa.
-Estoy segura de que Angelica lo sabe.
-Se nos cae la baba con ella.
-Totalmente –Tina la miró de soslayo-. ¿Qué fue lo que pasó?
-¿Con qué?
-Con tu boda.
-Es una larga historia.
-Pues acórtala.
-No puedo.
-Inténtalo.
-Decidimos que no estábamos hechas la una para la otra.
-¿Y no pudisteis daros cuenta antes de hacer los planes de boda?
-Sí, ya... yo fui la que se lo propuse… Pero ¿por qué no estabas allí, T?
-Tenía cosas que hacer.
-Sí, claro.
Tina suspiró, sin saber qué decir. Oportunamente, Angelica la sacó del aprieto, dejando de jugar y echándose en sus brazos. Bette, al mirarlas, recordó inevitablemente otros tiempos. Otros tiempos en los que era ella quien abrazaba así a Tina.
-Hola, cariño –saludó Tina, besando la mejilla de su hija.
-¿Vamos a ir a comprar los colores ahora? –preguntó Angelica con ansiedad.
-Te dije que hoy tengo que trabajar.
Angelica se volvió entonces hacia Bette, buscando ayuda.
-No, no… No empieces, Angelica.
-Mamá ¿quieres venir con nosotras?
-Claro que sí –respondió Bette, sonriente.
-Te dije que vendría.
-Pues mamá tenía otros planes.
-Pero ahora está aquí.
-Sí. Es cierto.
Tina se quedó mirando fijamente a Bette.
-¿Qué vas a probar este verano, Angie? ¿Pintura al óleo?
-Acuarelas.
-Qué atrevido.
-Qué económico.
-Yo quería óleo.
-Tiene que practicar primero.
-Vamos, T… Estoy aquí para enseñarla.
Angelica miró a Tina con ojos suplicantes. Tina miró a las dos, y finalmente dijo:
-Está bien… pero yo no pienso pagarlo… que conste.
-OK -dijo Angelica rápidamente.
-OK, T –sonrió Bette.
Tina sacudió la cabeza. Qué fácilmente se dejaba embaucar por aquellas dos. Se levantó.
-¿A dónde vas?
-Tengo que trabajar… Y comer, por cierto.
-Aún es temprano.
-Pues entonces voy a dar un paseo… Angelica ¿me dejas tu perro para dar un paseo? Necesito compañía.
-Voy contigo. ¿Vienes, Mamá B?
Bette miró a su hija, y vio el brillo entusiasmado de sus ojos, tan parecido al de Tina. Era imposible decir no a aquellos ojos.
-Me encantaría.
-¡Vamos, Oliver! –llamó Angelica, y echó a correr por la arena. Al darse la vuelta, pudo comprobar que el perro no la estaba siguiendo- ¡Oliver!
Ni caso.
-¡Perrito!
Entonces sí. Bette y Tina intercambiaron una mirada.
-¡Ala, ya va dirigiendo el camino!
-Nos ha engañado.
-Hija tuya tenía que ser…
-Sí, claro… Y esa miradita suplicante no lleva la marca Porter, no…
-¿Qué miradita suplicante?
-Bah, tú sabes de qué miradita hablo –insistió Tina, mientras comenzaba a caminar tras Angelica.
-Pues no…
-Si tú lo dices…
-¡Que no!
-Ah, será que estoy tonta perdía…
-¡Ten cuidado! –gritó Bette a Angelica-. Mira que os gusta la pelea ¿eh?
-¿Cómo si no crees que logro mantenerme en tan buena forma?
-Tengo que decirte una cosa… pero tienes que prometerme que no te vas a enfadar.
-Uy, qué mal suena…
-Prométemelo.
-Lo prometo.
-Puede que la gente piense que tú eres el motivo por el cual no me he casado.
-Bette.
-¿Qué?
-¿Por qué iban a pensar…?
-Tranquila, deja que te explique… Estaba viendo algunos votos que escribí cuando tú y yo estábamos juntas… y esperaba usarlos para esta ocasión.
-¿Ibas a usar votos reciclados?
-Hombre, dicho así, no suena…
-¿Escribiste votos para mí?
-Bah, céntrate en lo que estoy diciendo.
-Vaaale… Reciclaste tus votos –se burló Tina, ganándose una mirada de odio por parte de su ex-. Venga, sigue.
-Bueno, pues de eso trató la charla que tuvimos Julia y yo. De que posiblemente nos íbamos a casar por las razones equivocadas.
-Yo os he visto juntas y no creo que haya ninguna razón equivocada.
-¿Miedo, tal vez?
-¿Miedo de qué?
-De que me dejase como lo hiciste tú.
-No creo que nadie pueda dejarte como lo hice yo.
-Vamos, ya sabes a lo que me refiero.
-Claro que lo sé… Pero odio que tras 7 años separadas… todavía siga habiendo fantasmas entre nosotras.
-Pero el caso es que los hay.
-Ya. ¿Y qué pasa con Julia?
-Pues que piensa que es muy joven para casarse.
-¡Angelica, no te acerques tanto a la orilla!
-¡Perdón!
-Parece ser que soy un estorbo para su carrera.
-Estoy segura de que “estorbo” no es la palabra…
-Pues esa fue la que utilizó…
-Qué perra.
-Ya ves –Bette rió amargamente-. Bueno, pues le dije que tenía los votos preparados, y todo eso…
-No lo hiciste… -Tina hizo una mueca de dolor.
-¿Cómo iba yo a saber que ella había estado revolviendo entre mis cosas? Bueno, me echó una tremenda bronca por pretender usar con ella las promesas que te había escrito a ti.
-A ver, espera… ¿O sea que ella quería renunciar al compromiso por el tema de su carrera y luego te echa la bronca por el asunto de los votos?
-Bueno, exactamente no le contamos a nadie el motivo. Pero me da la sensación de que el asunto de los votos cobrará una gran importancia en su versión de la historia.
-¿Y qué haces aquí? B ¿me vas a matar por accidente o a propósito?
-Qué exagerada eres.
-Oh, Bette… Mi dulce e inocente Bette… ¿Cuándo te volviste así de estúpida?
-¡Eh!
-Bueno, empecemos con lo de los votos reciclados.
-Pues las típicas promesas: “Te amaré toda la vida”, “Prometo no hacerte daño”…
-¿Me ibas a hacer promesas típicas? –preguntó Tina con indignación.
-Tú no querías casarte.
-Gracias a Dios, porque vaya… ¡Promesas típicas!
Bette frunció el ceño.
-¿Qué vería yo en ti?
-Tres palabras: Best -Sex -Ever.
Bette concedió el tanto.
-Pero vosotras dos habéis estado saliendo durante casi dos años. ¿Por qué de repente te has convertido en un estorbo para su carrera?
-Bueno, yo tengo una galería aquí… y ella es una fotógrafa de moda, y, bueno…
-Vuestros estilos de vida no encajan.
-Eso parece.
-Pero eso antes no había sido un problema.
-Lo sé. Pero ella ama su trabajo, y si piensa que casarse conmigo va a suponer un lastre… yo no puedo forzarla a nada.
Tina iba a replicarle, pero pensó que sería mejor dejarlo para otro momento en que pudiesen hablar con más calma.
Angelica llegó corriendo y cogió de la mano a Tina.
-¡Mamá, volvamos!
-¿Por?
-Estoy cansada.
-Claro, de tanto correr…
-Caminas muy despacio, mamá… -dijo Angelica, tirando de su mano en dirección a la casa.
Tina se volvió para agarrar el brazo de Bette y tirar también de ella.
-Allá donde vaya, te llevaré conmigo.
Bette rió.
-Qué listilla eres.
-¿Has visto qué desagradables son las promesas típicas?
-No tiene gracia.
-Claro que la tiene.
……………
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